jueves, 14 de noviembre de 2024

La trufa blanca italiana: un tesoro






La trufa blanca italiana: un tesoro en riesgo por el calentamiento global
El cazador de trufas Carlo Marenda sostiene una trufa blanca encontrada por su perro Buk en un bosque de la campiña de Langhe en Treiso, cerca de Alba, noroeste de Italia
Símbolo de la excelencia culinaria italiana, el hongo se encuentra en peligro. El cambio climático está alterando su hábitat y poniendo en riesgo su supervivencia
Enrique Villegas
En lo profundo de un espeso bosque en la región de Piamonte, al noroeste de Italia, comienza la búsqueda de la trufa blanca de Alba, con perros emocionados zigzagueando y cavando en la tierra húmeda. El tesoro culinario es cada vez más escaso, socavado por el cambio climático. “¡Ve a buscarlo! ¿Dónde está?” así Carlo Marenda, un cazador de trufas a tiempo parcial, llama a Gigi y Buk, canes de siete meses y 13 años de las razas Spinone Italiano y Lagotto Romagnolo, apreciados por su agudo sentido del olfato.
Las hojas de otoño crujen bajo el peso de las botas que se hunden en el suelo fangoso. Debajo de un pintoresco viñedo en la ladera de una colina, no lejos de Alba, los senderos serpentean a lo largo del Rio della Fava, cruzando un terreno húmedo ideal para el cultivo de trufas. Buscada por gourmets y chefs destacados de todo el mundo, la trufa blanca de Alba, la más prestigiosa del mundo, es un hongo subterráneo que crece en simbiosis con ciertos árboles de madera dura adhiriéndose a sus raíces. Su intenso y refinado aroma, una mezcla de heno, ajo y miel, permite a los perros de caza detectarla, aunque a veces la trufa esté enterrada hasta un metro de profundidad.
Iniciado en la caza de la trufa cuando tenía cinco años por un amigo de la familia, Carlo Marenda, de 42 años, fundó en 2015 la asociación “Save the Truffle”, junto con Edmondo Bonelli, investigador en ciencias naturales. Un octogenario solitario “trifulau”, llamado Giuseppe Giamesio, conocido como “Notu” y último descendiente de una familia con una tradición centenaria trufera, fue quien le reveló sus secretos y le legó sus perros justo antes de su muerte en 2014. El mensaje fue un testimonio: “Si queremos evitar la desaparición de la trufa, debemos proteger los bosques, dejar de contaminar los cursos de agua y plantar nuevos árboles ‘truferos’”.
Una imagen muestra la niebla en las colinas de Treiso, campiña de Langhe, cerca de Alba
El trufero Carlo Marenda y sus perros Buk y Gigino buscan trufas blancas en el bosque protegido por la asociación Save the trufa, en Barolo, en la campiña de Langhe
Las colinas de Langhe proporcionan una gran cantidad de avellanas al gigante del chocolate Ferrero, fundado en 1946 en Alba, una pequeña y próspera ciudad de 30.000 habitantes
Para sobrevivir, la trufa necesita frío y humedad. A principios de noviembre, sin embargo, la temperatura alcanzó los 20 grados centígrados
La cosecha, que va desde octubre hasta finales de enero, se está acortando. Y con el retraso del frío y la nieve, "el aroma de las trufas aún no está al cien por ciento y no se conservan tanto", afirma Marenda
Dos trufas blancas "gemelas", unidas a la misma raíz y desenterradas por Aprile, fueron las estrellas de la subasta benéfica anual mundial de trufas blancas celebrada en la localidad de Alba, en Italia
"La trufa blanca no se puede cultivar, a diferencia de la negra. Sin árboles, no hay trufas. Los plantamos para reconstruir la biodiversidad", afirmó Mario Aprile, presidente de la asociación de cazadores de trufas del Piamonte
Alertada por Buk, Marenda se agachó para raspar delicadamente la tierra con una pala estrecha, extrayendo una trufa, aunque de tamaño bastante modesto
Ante una oferta limitada y una demanda en auge, la trufa blanca se comercializa a un precio elevado, alcanzando este año los 4500 euros el kilo en la Feria Internacional de la Trufa Blanca de Alba que finaliza el 8 de diciembre
Un vendedor huele una trufa blanca en la feria de la trufa de Alba, al noroeste de Italia
El calentamiento global, la sequía, la deforestación y los cambios bruscos de temperatura son factores que debilitan el hábitat natural de este hongo tan buscado por los chefs de todo el mundo
En las últimas tres décadas, las superficies dedicadas a la trufa blanca en Italia han disminuido en un 30 por ciento, dando paso progresivamente a viñedos más rentables, pero también a plantaciones de avellanos
Con información de AFP

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