sábado, 23 de noviembre de 2024

Venezolanos se afianzan en la Argentina, un país que resulta cada vez más atractivo


¿LLEGA UNA NUEVA OLA DE INMIGRANTES?
Venezolanos se afianzan en la Argentina, un país que resulta cada vez más atractivo
Texto de María Nöllmann
La celebración todavía no empezó y ya es imposible entrar a la parroquia Nuestra Señora de Caacupé. Son tantos los venezolanos que se concentran dentro de esta iglesia del barrio de Caballito, que los organizadores tuvieron que colocar sogas en las puertas para interrumpir el ingreso. Los cientos de fieles que quedaron afuera se apretujan en largas filas, con ramos de flores, globos y remeras con la bandera de su país. Con los celulares en alto, algunos en puntas de pie, intentan filmar lo que sucede en el interior del templo. Allí, rodeado por una humareda de incienso y calor humano, el arzobispo de Buenos Aires, monseñor José Ignacio García Cuerva, desciende del altar vallado para recibir las ofrendas, escoltado por los monaguillos, cuatro adolescentes morenos de rulos negros. El coro, una veintena de cantantes con guitarras y maracas, hace temblar hasta el piso de madera de la parroquia porteña. El arzobispo toma primero una bandera venezolana y la levanta; luego, una argentina y la levanta también. Finalmente, alza una de la Virgen de Chiquinquirá, la extiende con los brazos abiertos y los fieles rompen en aplausos. El lunes 18 de noviembre fue la fiesta patronal de esta virgen, conocida cariñosamente como La Chinita. En el país caribeño fue feriado nacional y, a su vez, la fecha en que tradicionalmente se inicia la siempre extensa Navidad. Mientras tanto, en la sobria Buenos Aires, la fiesta de La Chinita dio lugar a la celebración de venezolanos más grande del mundo fuera de su tierra natal. La ceremonia es solo el comienzo: para el domingo que viene se espera una fiesta de 30.000 personas en las proximidades del Parque Rivadavia. Incluye, además de una misa y una procesión, un show con más de 13 agrupaciones musicales y 58 stands de compatriotas emprendedores.La parroquia Nuestra Señora de Caacupé es un lugar de encuentro de la inmensa comunidad venezolana instalada en la Argentina
Todos estos números hubiesen sido impensados hace unos pocos años. Los inmigrantes venezolanos en la Argentina, que representaban apenas el 1% de los residentes extranjeros en 2010, con un total de 5716 personas, se potenciaron en la última década tras la agudización de la crisis humanitaria venezolana, que hasta la fecha expulsó a 8 millones de habitantes aproximadamente, y que se espera que siga desplazando a miles más en los próximos años. La migración de venezolanos hacia la Argentina fue tan abrupta desde 2015 en adelante que, en 2022, llegaron a ser 161.495, de acuerdo al último censo. Hoy, según datos del Registro Nacional de Personas (Renaper), son 197.395. La gran mayoría, el 85%, viven en la provincia de Buenos Aires y en CABA, siendo la ciudad el destino predilecto, con un 52,5%. La comunidad venezolana es el grupo migratorio más grande en territorio porteño, con 84.834 ciudadanos relevados en 2022. Pese a que a nivel nacional esta comunidad es superada por la paraguaya y la boliviana, que siguen liderando el ranking poblacional, los venezolanos registran la mayor cantidad de permisos de residencias permanentes tramitados en la Argentina, un indicador de que este grupo se asienta a paso firme en el país. Se trata de un trámite necesario para vivir y trabajar de manera legal. “A diferencia de otras comunidades, la venezolana se regulariza. Lo hacemos porque el 60% de los adultos tenemos título universitario, con lo cual es más fácil ingresar al mundo laboral”, explica Rafael Monsalve, presidente de la Asociación Civil de Venezolanos en el AMBA (AVBA) Cuando él llegó a Buenos Aires, en 2018, todavía era difícil conseguir arepas y tequeños. Hoy, la comunidad venezolana tiene, además de cientos de emprendimientos gastronómicos, grupos de mariachis, actividades de baile o de lectura. También cuenta con agrupaciones políticas y asociaciones civiles: las más consolidadas, Alianza por Venezuela, Baires de Libertad y la Asociación de Venezolanos en Argentina, tienen proyectos políticos y sociales que incluyen campañas solidarias, cursos para adultos mayores y grupos de terapia psicológica destinados a adolescentes y jóvenes adultos migrantes, un segmento etario especialmente afectado por las marcas emocionales que deja el desarraigo.
Pero este parece ser recién el comienzo. De hecho, está en plena conformación la Casa de Venezuela, una nueva y más ampliada sede de la AVBA, que tendrá por objetivo principal ayudar a la comunidad migrante a regularizar su situación en el país. Por los relevamientos que vienen realizando las diferentes organizaciones, en los próximos meses puede haber un incremento de la migración a la Argentina, algo que no ocurría desde hace al menos tres años: la crisis económica en nuestro país estancó el flujo de llegada. Todo esto ocurre bajo un enorme desamparo: la embajada de Venezuela en la Argentina se encuentra cerrada y tapiada desde el 29 de julio pasado, fecha en que el presidente Nicolás Maduro decidió retirar al personal diplomático de su país. Es en este contexto que los venezolanos han denominado simbólicamente a la parroquia de Caacupé como “la embajada espiritual”. Allí se nutre de fé y fuerzas una comunidad que, dice el clero porteño, ha reverdecido la espiritualidad de la ciudad con sus coros y sus coloridas fiestas patronales de virgenes y santos que nunca antes habían sido nombrados, mucho menos celebrados, en estas latitudes.

Con la masiva llegada de venezolanos, se celebran fiestas patronales de vírgenes y santos que nunca antes habían sido nombrados en la Argentina, como es el caso de La Chinita
La estridencia con la que hoy celebran toma especial relevancia si se tiene en cuenta que hace poco más de un mes estas mismas personas que cantan y bailan al ritmo de un grupo de mariachis estaban de luto. Luego de una enorme expectativa por las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio, la angustia invadió a la comunidad cuando Maduro se autoproclamó vencedor. ”Sabemos celebrar porque sabemos sufrir” Miles de venezolanos se congregaron con velas en Buenos Aires para reclamar transparencia en los resultados electorales. Muchos se despidieron esa misma noche de su última ilusión de volver a su amada Venezuela, de reencontrarse con sus padres, hermanos o hijos. Era tal la tristeza de la comunidad que el Padre Eusebio Hernández Greco, párroco de Caacupé y capellán de la comunidad venezolana de Buenos Aires, les consultó a los organizadores de la fiesta de La Chinita si no querían suspenderla. Hoy recuerda con cariño la respuesta que recibió: “Padre, nosotros sabemos celebrar porque sabemos sufrir. Si nos quitan la fiesta, estaríamos mucho peor”. “Es gente que sufre profundamente y que celebra profundamente -dice el sacerdote porteño  Llegan con historias atravesadísimas por el dolor, pero, a pesar de eso, saben vivir lo cotidiano como una fiesta. Como saben que la vida pega duro, necesitan sostener y celebrar esa fe que los sostiene”.Diversión en una reunión en la sede de Alianza por Venezuela, donde se realizan diversas actividades para la comunidad
Charbel Najm, vicepresidente de Alianza por Venezuela, señala: “Es agobiante la ruptura que implica dejar un país que no querías dejar, salir en las condiciones que salimos, además del inevitable choque cultural. En la Argentina, a diferencia de otros países, la receptividad que hemos tenido ha sido muy positiva pero, de todas formas, migrar es muy difícil”. Y remata: “De alguna forma, tarde o temprano te adaptas. Y un día te encuentras desayunando una medialuna en lugar de una arepa”. En medio de otros duelos, la comida puede parecer un tema menor, pero para muchos es un gatillador de nostalgia. En una de las tres ediciones del retiro católico Emaús de la parroquia de Caacupé, de las que formaron parte 169 venezolanos, se cocinaron solamente platos propios. Un participante se quebró de emoción cuando entró en el comedor inundado por aromas autóctonos. “Este es el olor de la cocina de mi madre”, le dijo al Padre Eusebio, que se acercó a contenerlo. Irse para no volver De acuerdo al censo de 2022, casi la mitad de los migrantes venezolanos que residían en la Argentina (47%), tenían entre 25 y 39 años, mientras que un 24% tenían entre 40 y 65 años. Los adultos mayores son la minoría, pero, a su vez, los que más sufren el desarraigo: reinsertarse social y laboralmente en un nuevo país es más complejo para ellos. Muchos pasaron de tener una casa con jardín en su tierra natal, incluso una segunda propiedad de veraneo en la playa, a dormir en el sillón del departamento de alguno de sus hijos migrantes en el congestionado microcentro porteño. Algunos otros pasaron de estar jubilados en Venezuela a tener que regresar al mercado laboral “haciendo lo que se pueda”. Uno de sus grandes padecimientos, describen, es la soledad. “Los primeros tiempos acá fueron la muerte. Me estaba matando la tristeza. Mis hijos y mi marido se iban a trabajar y yo me quedaba sola, sin tener nada que hacer en todo el día”, cuenta Luz Tovar, de 59 años, desde uno de los salones de las oficinas de Alianza por Venezuela, cerca de Plaza de Mayo. A pocos pasos, un grupo de adultos mayores se animan a unos pasos de salsa mientras circula un bandejeo de tequeños y empanaditas de harina de maíz. Es el encuentro final del año del curso de tecnología para la tercera edad, y los alumnos decidieron festejarlo a la venezolana: con música y baile.
Las últimas elecciones fueron para Tovar el batacazo final, el fin de la esperanza de poder regresar a Venezuela. “Durante un mes no hablé. No podía. Me ves contenta ahora, voy de acá para allá, trabajo, estoy con mi familia. Pero por momentos me agarra una tristeza… Está todo bien acá, pero no quiero estar acá”, expresa, y los ojos se le llenan de lágrimas. Al igual que varios compañeros de curso, se anotó en la actividad principalmente para socializar con otros venezolanos. Muchos de ellos vendieron sus casas antes de migrar, pero otros simplemente cerraron la puerta con llave y se marcharon, sin imaginar que la estadía en la Argentina sería definitiva. Este es el caso de Arelis Naranjo, de 67 años, y Lidio González, de 68, matrimonio que hasta hace poco soñaba con un retiro en la playa, en el departamento de verano que tenían frente al mar de la isla Margarita. Recién este año vendieron su vivienda, a un precio mejor al que suponían. Es que la oferta de casas de migrantes es tanta que, comentan muchos venezolanos, terminan vendiendo propiedades en zonas de lujo por unos US$35.000. Los recuerdos de Venezuela son dramáticos. “Aunque teníamos el dinero para comprar la comida, no había. En 2018 teníamos que hacer fila para comprar una baguette de pan. Era imposible vivir así”, señala Naranjo. Con los ahorros de toda su vida y la ayuda de un argentino, puso un kiosco en Buenos Aires, pero fue estafada y perdió todo. Hoy vive del dinero de la venta de su casa y de la ayuda de uno de sus hijos. En estos seis años no quiso volver de visita a Venezuela. “No estoy preparada psicológicamente”, explica.

Festejos con comidas típicas durante una celebración de fin de año del curso de tecnología para la tercera edad en la sede de Alianza por Venezuela
Las asociaciones venezolanas destacan el buen recibimiento que tuvieron en la Argentina, muy diferente a las experiencias en Perú, Colombia e incluso en Chile, donde migrantes aseguran que sufren discriminación. Najm sostiene que la receptividad positiva está relacionada con los altos niveles de migración calificada, especialmente en las primeras olas. Al principio, pese a tener estudios de grado o posgrado, para la mayoría de los venezolanos era complicado conseguir trabajos de calidad ante la imposibilidad de convalidar sus títulos universitarios. En 2018, en medio de la segunda y mayor ola de inmigración venezolana, el gobierno de Mauricio Macri simplificó la validación de títulos para esta comunidad y también para refugiados sirios, estableciendo un “trato preferencial” por la crisis en ambos países. La resolución facilitó el trámite, aunque, afirma Monsalve, aún falta agilizar el proceso de revalidación. “Este trámite es necesario para ingresar al mundo laboral ejerciendo tu profesión, pero todavía muchos no lo logran”, afirma, a la vez que reconoce grandes beneficios recibidos en el último tiempo, como la disposición 388/2024, firmada en septiembre pasado, que establece un régimen especial para que los migrantes puedan completar el proceso de residencia con sus documentos vencidos, debido a las dificultades para renovarlos por el cierre de la embajada en la Argentina. “Entre 10.000 y 20.000 venezolanos habían iniciado su proceso de residencia y no lo habían logrado completar por estas trabas. Y estaban en el país en una situación irregular. Sin la residencia, muchos bancos no te abren una cuenta”, cuenta Najm.
La disposición reciente allana el camino para la llegada de más migrantes. Además, según las asociaciones venezolanas, son varios los países de la región que comenzaron a interesarse por la Argentina. Y, en este contexto, el comienzo de una nueva ola de migración venezolana es una hipótesis firme. “Desde las elecciones se está incrementando sustancialmente el flujo migratorio de venezolanos. Se estima que cinco millones de venezolanos más podrían salir de Venezuela, además de los 8 millones que ya salieron según la ONU y la ACNUR -afirma Najm-. No sabemos cuántos van a venir a la Argentina, pero desde nuestra asociación civil estamos viendo mucho interés. En septiembre, hicimos un conversatorio virtual sobre convalidación de títulos y los cupos para participar se agotaron en un día, eso generalmente no pasaba”.

Vigilia de venezolanos en Buenos Aires durante las elecciones presidenciales en su país
Entre los migrantes ya asentados en nuestro país no hay consenso sobre el futuro. Algunos perdieron las esperanzas de volver por la continuidad de Maduro en el poder y afirman que se imaginan en la Argentina a largo plazo. Pero otros, como es el caso de Najm, sostienen que aunque haya un cambio de gobierno en Venezuela, probablemente se quedarán. “Como yo, muchos migrantes ya han desarrollado una vida acá, y por más que la situación venezolana se arregle, posiblemente se queden. Yo probablemente sienta un impulso de volver a mi país, un compromiso de colaborar con la patria. Pero lo pensaría, porque ya estoy casado. Si transicionamos a la democracia, vamos a recibir un país destruido”, plantea el vicepresidente de Alianza por Venezuela. Hay un tercer grupo: los que aún no pierden la esperanza de que el 10 de enero, fecha estipulada para el comienzo de la nueva presidencia, sea Edmundo González Urrutia, el excandidato opositor, quien tome el mando, con el apoyo de la comunidad internacional. “Los venezolanos somos los reyes del optimismo. A muchos nos tiene alegres que ganamos las presidenciales el 28 de julio. Hay mucha gente esperando el 10 de enero -dice Monsalve-. Creo que la gente está esperando estos dos o tres meses con esa idea, con la esperanza de reencontrarse con la familia, a lo mejor de visita, a lo mejor instalándose de manera definitiva allá, porque la tierra llama. Pero, la verdad, es que nada se sabe, eso solamente lo dirá el tiempo”.

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