lunes, 25 de noviembre de 2024

WES GORDON Y CÉSAR TELLO ....UNA FÁBRICA DE ÓPERA INDEPENDIENTE




WES GORDON, EL SUCESOR DE UNA DINASTÍA
EL DESAFÍO DE TRASCENDER EL ESPÍRITU CREATIVO Y ELEGANTE DE CAROLINA HERRERA
Lorena Pérez —la nueva era En 2018, la venezolana Carolina Herrera decidió delegar el diseño creativo de la marca, que fundó en 1981, al norteamericano Wes Gordon
La noción de estilo de Wes Gordon se percibe como lo que una dama quisiera llevar más que lo esperable a una princesa del Upper East Side. El diseñador estadounidense asumió en 2018 sus funciones como director creativo de Carolina Herrera, luego de que su fundadora tomara el rol de embajadora mundial de la empresa que fundó en 1981 en la ciudad de Nueva York.
Al conocerse la noticia de su sucesión, los comentarios llegaron con buenos augurios dada la semejanza entre la sensibilidad y la estética femenina de ambos. Sin embargo, el desafío estaba en cómo trascender el espíritu tan vivo de una mujer omnipresente que, además, puso su nombre a la etiqueta que lleva impresa la idea de elegancia a los tiempos modernos y que con una camisa blanca corporizó una proclamación de estilo.
No pasaron muchas temporadas para que en la práctica visual sea fácilmente encontrar la voz de Wes Gordon en las pasarelas de Carolina Herrera.




El diseñador lanzó su propia marca a los 23 años, luego de egresar de la escuela de diseño Central Saint Martins de Londres, en 2009. Un año más tarde debutó en la Semana de la Moda de Nueva York siendo parte del nuevo impulso que se desarrollaría en la moda durante la segunda década del siglo XXI: la prédica de estilo y vestuario le ganó al fundamento de temporalidad que indicaba fecha de vencimiento a las prendas.
Wes Gordon tiene ingenio para equilibrar los básicos del guardarropa y las piezas sofisticadas de apariencia sencilla, y talento para jugar con las texturas. La idealización romántica de un vestido de ensueño es revisado y revivido por este creador que también demuestra que el historial de las grandes casas de Estados Unidos puede mantenerse vigente; no fue el caso de Charles James o Bill Blass.
La marca Carolina Herrera sobrevive a su fundadora sin perder ni un ápice de su esencia. Wes Gordon le impregnó su propia versión delicada y a la vez aguda de esa categoría tan anhelada: la elegancia. “No hay nada más hermoso que una flor”, le dice a la nacion, y agrega que la naturaleza representa lo último en belleza, dice. Este motivo parece ser de sus principales disparadores.
Los desfiles de la casa Herrera cuentan historias para una mujer con agenda cuyo disfrute por el vestir va acompañado por las ganas de moda. Aquí hay lugar para la fantasía y así se vivió en el espacio inmersivo denominado Florería Herrera gestado para el lanzamiento Good Girl Blush Elixir.
Hablamos con el diseñador para conocer cómo es hacer moda desde una casa con historia:
–En los últimos años hubo un movimiento en el que las mujeres buscan una forma más rápida y eficaz de conseguir lo que quieren. ¿Esto modifica tu forma de pensar las colecciones?
–Diseño y produzco seis colecciones al año, trabajando en tres simultáneamente, con el objetivo deasegurarmesiempredequehaya algo nuevo y emocionante de lo que una mujer pueda enamorarse cuando entre en nuestras tiendas.Lasmujeresdehoyestánmás ocupadas que nunca y su tiempo nunca ha sido tan valioso. En Carolina Herrera nos comprometemos a que todo lo que proponemos sea algo extraordinario.
–Si bien la noción de buen o mal gusto fue quedando obsoleta, ¿qué significa vestirse “bien” hoy en día?
–En pocas palabras, vestir bien significa esforzarse, no ser perezoso, mostrarse respeto a uno mismo y a los demás poniendo atención en lo que se lleva.
–La etiqueta Carolina Herrera está totalmente ligada a Nueva York. En una época tan diferente de cuando la Sra. Herrera dirigía su marca, ¿cómo se mantienen o adaptan esas referencias de la ciudad a la moda actual?
–La Casa Herrera es muy interesante y en muchos sentidos. Es una ciudadana del mundo: fundada por una venezolana, propiedad de una empresa española y con sede en la Séptima Avenida, en el Garment District de Nueva York. Está a caballo entre tantas culturas y regiones. Estoy muy orgulloso de mostrar nuestras colecciones en Nueva York y, como diseñador estadounidense, me siento muy a gusto formando parte de la Semana de la Moda en la ciudad en la que vivimos, que siempre está cambiando y evolucionando, al igual que la marca. Mi mayor fuente de inspiración son siempre las mujeres que me rodean, ya sean neoyorquinas o mujeres que conozco en mis viajes.
–En términos de creatividad, con una colección cada seis semanas y seis colecciones al año, ¿cuáles son las referencias que dan curso a tu proceso de diseño?
–El color es siempre mi punto de partida para crear una nueva colección. Es la base sobre la que construyó todo lo demás. También me inspiro en mis colecciones anteriores, los looks y las ideas que me encantaron y que quiero llevar más lejos. Después presto atención al espíritu de la época y al ambiente que me rodea: las películas que me gustan, la música, los espectáculos. Me fijo en cómo visten mis amigas. Se trata de tener siempre los ojos y los oídos abiertos.


–¿Cuál es tu relación con el archivo de Carolina Herrera? ¿Volvés a las colecciones del pasado?
–Tengo una relación muy estrecha con el ADN de Herrera, pero una relación limitada con el archivo. Rara vez miro hacia atrás en el archivo. En su lugar, elijo centrarme en los códigos de la casa, algunos de los cuales son anteriores a mí y otros que yo he implementado, como el color, los estampados atrevidos, la alegría. Me siento increíblemente afortunado de ser el director creativo de una casa que tiene una estética tan parecida a la mía.
–Durante la última semana de la moda, los críticos señalaron que la presencia del pasado y los diseños cargados de nostalgia parecían ideas vacías. En tus propios términos, primero, ¿cómo se mantiene activo el presente respetando el pasado? Y segundo, como creador, ¿a qué retos te enfrentás al dirigir una casa de moda histórica?
–No pienso en las cosas como pasado, presente o futuro, solo en lo que son bellas o no.
–¿En qué se parece el proceso de creación de una fragancia al de una colección de moda? ¿Hay algún punto en común en cuanto a inspiración o desarrollo?
–Absolutamente. Ambos procesos incorporan los materiales más increíbles, el trabajo de los artesanos y la necesidad de contar historias. Somos capaces de llegar a tanta gente en todo el mundo a través de las diferentes expresiones del mundo de Carolina Herrera, desde la moda, la belleza y las fragancias hasta los accesorios y las gafas. Espero que alguien pueda encontrar la alegría de llevar un bonito vestido Herrera de la misma manera que encuentra la alegría de ponerse un lápiz labial rojo.
–Las flores siempre están en tus colecciones ¿cuál es la conexión?
–Para mí, la naturaleza representa lo último en belleza. No hay nada más hermoso que una flor, y las flores están muy presentes en todas las colecciones.
–¿Cómo se inyecta tu visión en los diseños?
–Después de ocho años, la casa y yo compartimos una visión. Soy capaz de confiar en mi instinto y sé que funciona para la marca.

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UNA FÁBRICA DE ÓPERA INDEPENDIENTE
EL PIANISTA CÉSAR TELLO ES EL ALMA MATER DE LA COMPAÑÍA DE ÓPERA CLÁSICA DEL SUR, QUE CUMPLE 10 AÑOS
 Cecilia Scalisi“A la Argentina le sobran talentos, artistas y gente apasionada que se forma y estudia”, dice César Tello
Hay una conversación recurrente en torno a la ópera: la cuestión de su popularidad. La necesidad de convocar grandes audiencias, el envejecimiento del espectador promedio y las actas de defunción escritas para este género que ha resistido épocas y estilos a lo largo de más de cuatro siglos de historia. En ese debate se suele repetir que, en sus orígenes, la ópera fue un arte popular.
Nada más alejado de la verdad. Porque no solo como género, sino mucho antes como idea, arquetipo e imagen, el arte lírico nació en el seno de una elite de intelectuales renacentistas, escritores, poetas, músicos, científicos y estudiosos admiradores de la antigüedad clásica y la tragedia griega que buscaron emular entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII. La ópera, por lo tanto, fue una creación cortesana.
Rápida e irreversiblemente, saltó de los círculos palaciegos a la vidriera de los teatros públicos, de la mitología griega a la historia romana, de las leyendas épicas a los dramas románticos, de los héroes de bronce y mármol a los de carne y hueso. La ópera se democratizó. Sin embargo, ya avanzado el siglo XXI, todos los esfuerzos que contribuyen a su difusión y conocimiento, siguen siendo necesarios y a veces insuficientes.
El pianista y director de ópera César Tello (maestro de la especialituaristas, dad egresado del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón) es fundador, alma mater y director artístico de la compañía Clásica del Sur, una entidad independiente que funda sus bases en la cooperación, el trabajo colectivo y la democratización del género.
Hoy, cumpliendo diez años de vida, la compañía acaba de ser distinguida por la Legislatura porteña, a través de un proyecto de la diputada Jessica Barreto, con la declaración de Interés Cultural para la Ciudad de Buenos Aires por su contribución al desarrollo y difusión del género y por constituirse en un eslabón entre el estudio y la vida profesional, uno de esos tantos eslabones indispensables en la trama productiva de una ciudad que, contando con uno de los teatros líricos más bellos del mundo, se sabe también, a la vez que una capital operística, un semillero de talentos y voluntades.
–¿Cómo y por qué fue creada Clásica del Sur?
–A partir de una misión personal, de la necesidad de contar con un espacio profesional alternativo en la Ciudad de Buenos Aires que sirviera a la formación y desarrollo de todas las artes que participan de una ópera. No solo a los cantantes. Aquí le brindamos la oportunidad de desarrollo a todas las disciplinas que intervienen en una producción: cantantes, músicos, coreutas, vesescenógrafos, maquilladores y realizadores de todas las ramas del espectáculo lírico. A la Argentina le sobran talentos, artistas y gente apasionada que se forma y estudia. Nuestro país es un gran semillero, pero después faltan los espacios que permiten articular todo ese potencial en una vida profesional. Para los que se inician, pero también para los que se tienen que sostener con el arte lírico. Partí de esa realidad, sintiendo que debía trabajar en esa dirección, hacer algo positivo para llevar los artistas al escenario y darles la oportunidad de actuar con todos los elementos del género.
DETRÁS DE ESCENA
De las artes performáticas, la ópera es sin dudas la más compleja de realizar por el nivel de formación que requiere para ser representada en toda su grandeza: las voces adecuadas para cubrir el elenco de personajes de una determinada obra, una orquesta, un coro, un director, un preparador musical, un coach idiomático.
A esa base de por sí exigente, que insume meses de estudio y ensayos, y es la materia prima de la cual está hecha el teatro musical, se suman simultáneamente todos sus requerimientos escénicos (regie, escenografía, vestuario, caracterizaciones, iluminación, utilería). Y, finalmente, la logística para hacer de esa producción, un espectáculo abierto al público donde todos esos factores enumerados intervienen con precisión simultáneamente. Cuando todo ese esfuerzo proviene de un grupo de profesionales
independientes que se embarca a nivel privado en una realización con el principal objetivo de descubrir talentos y crear los espacios necesarios para el impulso de nuevas generaciones, el mérito es extraordinario.
–¿Cómo se consigue montar el complejo espectáculo operístico?
–Con mucho sacrificio. Primero convocamos a los instrumentistas con los que preparamos la obra, músicos talentosos que están en la Orquesta Académica del Colón o en las cátedras de la Universidad del Arte, jóvenes que necesitan hacerse al oficio de la ópera, acumular experiencia y adquirir repertorio. Inmediatamente necesitamos reunir el dinero para pagar los viáticos a la orquesta. Para conseguir esos fondos hacemos conciertos y tertulias. Y el coro, que es el gran motor de este proyecto, organiza un bar-buffet para el cual los propios coreutas ponen todo (comida, bebidas, tortas, sándwiches, café). El público consume en los intervalos sabiendo que esa recaudación va a pagar los gastos de la producción y del vestuario, y una vez cubierto ese número, el resto va para los cantantes que se lo dividen a bordereau. También hay gente amiga que nos apoya donando dinero para acciones específicas. Por ejemplo, nos ofrecen comprar las telas para el vestuario o las pinturas y otros elementos para los decorados; o una empresa como la Farmacéutica Meta nos compra un paquete de localidades para invitar a su gente y así nos garantiza un ingreso por boletería que nos ayuda muchísimo. Montar una pieza lírica es algo complejo y muy costoso, y aquí lo llevamos adelante con el esfuerzo de casi un centenar de personas, sobre la base del concepto de que nosotros mismos generamos, por nuestros propios medios, los fondos que nos permiten producir ópera. Y lo que se da en ese proceso es una unión de humanidad increíble por todo lo que se puede sostener con la fuerza de la compañía. Es emocionante llegar al final del objetivo: la puesta en escena de un título operístico.
–¿Y así han logrado sostener una década de programación, siempre en el Teatro de Luz y Fuerza en San Telmo?
–Hace 10 años le presentamos a Marcelo Rípoli (subsecretario de Cultura, Educación y Deporte del sindicato de Luz y Fuerza) el proyecto de hacer ópera. Directamente nos dio la sala gratuita, no solo las instalaciones para montar los espectáculos, sino también, importantísimo, las salas de ensayo para sostener la compañía. Recibir eso es un milagro. Y otro milagro es que a un teatrito de 300 localidades que tiene todo (foso, escenario y camarines) lo renovaran completamente, con butacas nuevas, pintura y luces led. ¡Es una cajita de bombones donde nos sentimos en casa!
–Eligieron un repertorio como el belcanto, que les da coherencia e identidad.
–Comenzamos exhumando obras que no eran tan conocidas en la Argentina, un repertorio poco difundido que decidimos poner en escena: Anna Bolena, Maria Stuarda y Roberto Devereux, tres obras maravillosas de Gaetano Donizetti que en Europa se dan todo el tiempo, pero aquí las conoce muy poca gente. Hicimos esta fabulosa “Trilogía Tudor” varias veces completa, de modo que también le estamos contando la historia a nuestro público: desde el nacimiento hasta la caída de Elisabetta (Isabel I, reina de Inglaterra), Enrique VIII y su segunda esposa Anna Bolena, la cortada de cabeza de María Estuardo… son 80 años de historia inglesa narrada a lo largo de tres óperas extraordinarias. ¡Una gloria poder educar y cultivar a la gente a través del arte y la ópera con una música maravillosa! Después pasamos a títulos de repertorio porque el público nos pide algunos clásicos y empezamos a mezclar con La Traviata, El barbero de Sevilla, La flauta mágica, Carmina Burana, El Mesías de Händel, obras que hemos hecho todo el tiempo combinando con otras atípicas como La fille du régiment de Donizetti, El conde Ory, Semiramide, que es una composición impresionante, hasta las óperas más taquilleras de Rossini.
–¿Cómo ves la situación actual de la cultura?
–Por un lado, pienso que el Estado tiene que de alguna manera apoyar los proyectos independientes, porque todo está centralizado en un teatro como el Colón, y no está bien pensar que lo que no sucede allí es una estudiantina sin valor. Nosotros nunca hemos recibido apoyo público y, sin embargo, sostenemos una programación. Pero el Estado tiene que generar condiciones. Y, por otra parte, considero que se debe controlar porque hubo mucho robo, mucho abuso del sistema público, mucha corrupción y amiguismo, gente que se aprovechó de una causa noble y que en nombre del arte hizo uso político. Ahora se acusa a “la cultura” que paga el pato de la boda y eso no me parece justo.
–Hay un cambio de paradigma en la política: tenemos un presidente al que le gusta la ópera y va al Teatro Colón.
–Sabemos que el presidente Milei hace reuniones con sus amistades para ver óperas en Olivos y el hecho de que vaya al Colón es algo positivo. Me gusta lo que está haciendo, limpiando las mafias y ordenando la economía para que la Argentina resurja. Entiendo que es un gobierno de economistas que, ante todo, buscan equilibrar los números, y eso está bien, a pesar de que se sacrifican muchas cosas, pero me gustaría un poco más de simpatía hacia la cultura, un poco de amor por el arte en general. Yo lo voté y el hecho de que tengamos un presidente que ama la ópera me da cierta esperanza.
–¿Algo ha cambiado en el público y el clima social a lo largo de esta década de Clásica del Sur?
–La respuesta del público es siempre impresionante porque, pase lo que pase, el público argentino vive las manifestaciones culturales de una manera intensa, le encanta asistir, conocer, apoyar al arte en todas sus formas. Hay audiencias para todo, para la ópera, el rock, el cine, el teatro, los museos; siempre hay un público entusiasta dispuesto a acompañar las propuestas. Para nosotros ha sido una respuesta maravillosa sobre todo porque nuestro trabajo de difusión se hace solo en las redes y en el boca a boca. Yo diría que el público ha crecido en estos diez años, que la gente entiende que es algo constructivo y de calidad, y que además apoya lo que hay detrás del esfuerzo de producción, no solo la obra artística, educativa y formativa, sino también la obra humana.
–Hablando de la parte humana y el objetivo de la compañía que es no solo formar a los artistas que comienzan, sino también permitirles estabilidad y continuidad a los que ya han iniciado el camino de la lírica, ¿cómo seleccionan los artistas y demás actores de la producción operística?
–Hacemos audiciones para conocer cantantes de las distintas carreras del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y de la Universidad Nacional de las Artes para que debuten sus primeros roles. Convocamos voces del Coro Estable del Colón, del Argentino de La Plata y del Polifónico Nacional a los que les damos la chance de cantar como solistas. Y algo que me interesa destacar de nuestra filosofía de trabajo es el intercambio entre gente con experiencia como el barítono Omar Carrión, que es una figura en el medio, y la soprano María Castillo de Lima, con los debutantes que hacen sus primeras armas, transmitiendo experiencia y conocimientos con generosidad. En las otras áreas recibimos voluntarios que vienen a cumplir sus prácticas en escenografía, utilería, maquillaje y luces. Así es como logramos cumplir nuestro sueño. Es asombrosa la energía cuando tantas voluntades se suman por el amor al arte. La ópera es el género interdisciplinario por excelencia, una creación que incluye la expresión musical, literaria y visual, las convenciones teatrales y la representación simbólica, es un arte vigente que tiene mucho para enseñar. Y el sentido final de todo nuestro trabajo, lo que sentimos como una misión en la vida, es poder transmitirlo y legarlo a los que vienen. 

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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