miércoles, 8 de julio de 2020
CARLOS M. REYMUNDO ROBERTS ANALIZA Y OPINA,
Grave: estoy por extrañar a Cristina
Carlos M. Reymundo Roberts
En la semana en que la cuarentena se puso más dura, la peor crítica contra la cuarentena prolongada y dura no la hicieron Lanata, Majul, Longobardi, Leuco, algún comerciante que tuvo que cerrar definitivamente, un empresario que fue a la quiebra o un padre que ya no tiene plata para sostener a su familia. Tampoco Mercedes Marcó del Pont, jefa de la AFIP, que por el parate está recaudando menos que el convento de Moreno en el que depositaba sus ahorros Josecito López. La crítica más furibunda la hizo un funcionario hiperkirchnerista e hipercristinista. El hombre del momento: Sergio Berni. “Por primera vez –dijo–, la policía está deteniendo a gente con historial limpio. Son delitos de supervivencia”. Wow. Parece que hay argentinos que salen a robar para no morirse de hambre. ¡Lo dijo Berni, no yo! ¿La que habla es Cristina a través de Berni? No creo. Que sepamos, Cristina no está enterada de que hay pandemia, cuarentena y ciertas dificultades para que la gente coma.
Sinceramente, no estoy viendo un panorama tan dramático. Los argentinos podemos sentirnos orgullosos: estamos enfrentando el coronavirus sin ministro de Salud, y una monumental crisis económica sin ministro de Economía. Por si fuera poco, empieza a haber sospechas de que atravesamos esta etapa crucial de nuestra historia sin presidente. Gracias a Dios, tenemos vice.
No nos vayamos del tema que instaló Berni, al que se le podrán discutir los modos, y hasta la moto, pero no el enfoque. Hablemos del hambre. ¿Alguien recuerda, sin consultar en Google, el Consejo Federal Argentina contra el Hambre? Que levanten la mano los que se acuerdan de esa loable iniciativa. Mmmm, no estoy viendo muchas manos alzadas. Tranqui, los ayudo. Lo constituyó Alberto el 15 de noviembre pasado, durante lo que alguien llamó un “encuentro épico”. Y realmente lo fue. El entonces presidente electo logró reunir a los más diversos sectores: políticos, empresarios, sindicalistas, académicos, economistas, movimientos sociales, sacerdotes, ONG. Desde Estela de Carlotto y Narda Lepes hasta Baradel y Tinelli. Un consenso sin precedente. El profesor Fernández habló ese día de la “Mesa del Hambre” como política de Estado, y lo hizo con palabras tan sentidas que se le escaparon unas lágrimas. A Tinelli también. Una lástima. No los llantos, sino que no hayamos vuelto a saber de ella. Hubo una segunda reunión, en diciembre, y después quedó vacía, sin un solo plato. En realidad, quedó la Tarjeta Alimentaria, una buena iniciativa, pero a todas luces insuficiente de cara a la crisis que llegó enseguida de la mano del virus y de la cuarentena. Marcelo siguió el triste devenir de los acontecimientos desde Esquel.
Me van a decir que la pandemia le cambió la agenda al Presidente. Que su principal obsesión pasó a ser cuidarnos. ¡La salud! ¡La vida! ok. ¿Y la pancita, profesor? Haga un Zoom con aquellos ilustres comensales y reactive la cosa. Esto no es trabajo de uno o dos ministerios. Póngase como objetivo la lucha contra ese flagelo. Vuelva a convocar a Baradel, que disfruta de un paraíso: todos los docentes en sus casas. Déjese ayudar por los que saben. Boudou, por ejemplo, que está guardado, con tobillera y sin hacer nada, ¿no podría organizar una colecta entre amigos? ¿Y si De Vido, otro con tiempo ocioso, se pone a escribir en un cuaderno un listado de empresarios de su confianza?
Profesor, es cierto que a usted la agenda le cambió, pero también se le despejó, ¿no? Digo, había prometido la formación de un Consejo Económico y Social, reforma tributaria, reforma judicial, ley de hidrocarburos, ley de aborto… Plan económico nunca prometió, así que ahí no nos debe nada. Incluso ya durante el confinamiento, con el Congreso trabajando a la velocidad de las pantallitas de Massa, dijo que iba a ocuparse de apurar esos proyectos. Le confieso que muchas de sus prioridades no me sacan precisamente el sueño, pero entiendo que a usted sí, y lo queremos y necesitamos bien dormido. Sí se ocupa, hay que reconocérselo, de la cuarentena: esta cuarentena lleva su sello. Sí se ocupa de leer encuestas
Lo de la deuda va muy bien; muy bien, dicen los acreedores
(ojo con las de Analogías, que fue comprada por La Cámpora), aunque pienso que últimamente bastante menos. Y de ese peludo de regalo que fue Vicentin, y bueno, ahí seguimos, con la soberanía alimentaria amenazada y con un “juez concursal”, como lo ninguneó usted a Lorenzini, haciendo el antipático trabajo de un juez concursal. También está teniendo que dedicarle tiempo a la negociación de la deuda, que por suerte va bien; los acreedores dicen que va excelentemente bien. Conociéndolo, me imagino que en los últimos días habrá tenido que ponerle un ojo a este ensañamiento tan típicamente kirchnerista contra periodistas y medios; despreocúpese: el ensañamiento también va muy bien.
En la jerga política se dice que los funcionarios más eficientes son aquellos que “empujan la birome”; es decir, los que firman, los que hacen cosas. Un viejazo. Alberto es presidente sin necesidad de empujar nada.
Escuché que nuestro querido profesor le confesaba a Lula cuánto los extraña a él y a Néstor, al Pepe Mujica, a Tabaré, Correa, Evo, Chávez. Lo mío es infinitamente más grave. En cualquier momento empiezo a extrañar a Cristina.
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