jueves, 6 de agosto de 2020

FRANCISCO OLIVERA OPINA,


Demasiada niebla para el despegue
Indie Politik: Confesiones de un periodista de La Nación
Francisco Olivera
La idea no prosperó. Pero, en el fragor de las internas y los trascendidos, llegó a escucharse en estos días en la Casa Rosada: la posibilidad de recomendarles a los ministros no hablar off the record con periodistas. La propuesta murió en esa mesa de trabajo. Aunque algo de eso se aplicó en algún momento durante las presidencias de Cristina Kirchner, una orden semejante sería en este contexto de cumplimiento imposible. Por la naturaleza de los conflictos en el oficialismo, a veces de raíz ideológica, y, más relevante aún, por el modo en que está configurado desde su inicio el Frente de Todos: las urgencias de la expresidenta no siempre coinciden con las del PJ.
La crisis argentina excede cualquier debate sobre el uso de la palabra. Porque la fractura es siempre anterior y más profunda. Empiezan a entenderlo, por ejemplo, los empresarios y los sindicalistas, que han resuelto últimamente mostrarse propensos al diálogo. Hay preocupaciones comunes a todos como el proyecto de teletrabajo, que en algunas compañías pretenden con normas más flexibles que las que propone el Gobierno. Pero no es fácil obtener adhesiones. Dicen que Rodolfo Daer no parece al respecto tan renuente como sus pares de otras ramas sindicales. ¿Ustedes podrían ayudarnos a convencer al Presidente?, le preguntaron días atrás en una cámara al líder de la CGT. Daer esquivó el pedido: contestó que no, que ya Claudio Moroni, ministro de Trabajo, había hecho esfuerzos suficientes para lograr una reglamentación menos hostil a la inversión y que seguir insistiendo pondría en juego los pocos avances conseguidos. Las propuestas para el teletrabajo lograron cierto consenso en ese sector de la CGT, “los Gordos”, pero también desconfianza y rechazo en la CTA, encabezada por Hugo Yasky, y la absoluta indiferencia de los camioneros de Hugo Moyano. La regulación laboral, decisiva para la recuperación del empleo después de la cuarentena, no tiene tampoco una única cosmovisión en el Frente de Todos. Difícil el lobbying en la dispersión.
Las coincidencias entre el establishment económico y esa parte de la CGT son una novedad que llegó con el Covid. Quedaron expuestas el martes, en el Zoom que tuvo la Asociación Empresaria Argentina con Daer, Antonio Caló, Gerardo Martínez, José Luis Lingieri, Andrés Rodríguez y Carlos Acuña. Una conclusión compartida del encuentro: el país no saldrá de la recesión sin inversión privada. Pero el significado de esas fotos debe completarse con los ausentes. Y no solo del lado sindical. Hay, por ejemplo, multinacionales que vienen reclamando, en silencio y sin éxito, ser incluidas en un gran acuerdo nacional.
Es cierto que estas convocatorias parecerán siempre infecundas si no se sabe de antemano lo que provocarán en el Instituto Patria. La última, la de Alberto Fernández con el Grupo de los Seis el 9 de Julio, recibió tres días después la objeción de Cristina Kirchner en Twitter. Gustavo Beliz, armador de aquella puesta en escena, es un buen ejemplo de esta dificultad estructural del Gobierno. Funcionario de confianza del Presidente, el secretario de Asuntos Estratégicos ha visto desdibujarse ya otras iniciativas propias. Desde la primigenia reforma de la Justicia, muy distinta de la propuesta actual, hasta un proyecto personal, presidir el BID, aspiración que parece haber quedado definitivamente sepultada el mes pasado, con la sorpresiva pérdida de respaldo de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México y aliado de Alberto Fernández.
“A duras penas somos dos los que queremos cambiar el mundo; uno está en México, Andrés Manuel López Obrador”, le había dicho el mes pasado Alberto Fernández a Lula en un Zoom. Habrá que ver esos ideales andar; hasta el momento, la transformación más constatable fue la del propio mexicano, que viajó el mes pasado a Washington para acercarse a Trump. Ahí firmó el nuevo tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, y acuerdos de control migratorio. “Fallaron los pronósticos, somos amigos desde el principio y seguiremos siendo amigos –le agradeció ese día López Obrador al republicano en el Jardín de Rosas–. Lo que más aprecio es que usted nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía. Usted no ha pretendido tratarnos como colonia, sino que, por el contrario, ha honrado nuestra condición de nación independiente”.
La visita, que desencadenó duras críticas en México, habría incluido un aval a la candidatura de Mauricio Claver-carone, asesor de la Casa Blanca, para presidir el BID. Es al menos lo que dio a entender Michael Kozak, subsecretario de Estado para el hemisferio occidental, dos semanas después en Twitter: “15 países de la región ya han confirmado públicamente su apoyo a Mauricio Claver-carone como próximo presidente del BID, y hay más por venir. Juntos construiremos un futuro más próspero para las Américas”, escribió.
La propuesta de Trump, que rompe una tradición diplomática no escrita que indica que la presidencia del FMI corresponde a un europeo, la del Banco Mundial a un norteamericano y la del BID a un latinoamericano, expone un cambio de estrategia geopolítica en medio de la pandemia. Si prospera, condicionará seguramente el financiamiento a países aliados con la Casa Blanca. El avance de China en la región mediante acuerdos para la tecnología G-5 es un desvelo en Washington.
El viraje de López Obrador podría entonces acabar afectando una de las pocas fuentes de financiamiento barato que tendrá la Argentina. El lunes, durante un Zoom con el Consejo de las Américas, Federico Marsili, representante de GIC, un fondo de inversión con sede en Singapur, le preguntó a Alberto Fernández qué opinaba de que los presidentes de México y Estados Unidos hubieran firmado ese acuerdo “dejando de lado las diferencias ideológicas” para conseguir la integración de sus economías. “A ver, Andrés Manuel López Obrador es mi amigo y lo quiero entrañablemente, y yo estoy seguro de que si él hizo eso es porque debe ser lo mejor para México”, contestó el Presidente.
Son cuestiones que en la Argentina parecen lejanas o de largo plazo, pero que resultarán gravitantes para volver a crecer. Además del programa económico, la gran inquietud de los dueños del capital privado, ante quienes el mensaje del Gobierno se presenta todavía ambiguo. En ese Zoom con el Consejo de las Américas, el Presidente planteó, por ejemplo, la necesidad de contar con inversión privada en la pospandemia y, minutos después, a la pregunta de si analizaba ayudar a la industria aeronáutica, y en particular a las low cost luego de cinco meses sin operaciones, contestó que solo estaba dispuesto a sostener a Aerolíneas Argentinas. “No hemos recibido de ninguna otra empresa aerocomercial ningún otro pedido”, explicó.
Es demasiada niebla incluso para empresarios de otros sectores, que también anhelan un despegue: no ven el plan de vuelo, el piloto se jacta de no tenerlo y, para peor, se oyen otras voces en la cabina.

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