HAY EQUIPO.....TECNOLOGÍA PIONERA,

Sorpresas en el arcón de los recuerdos y un hallazgo salvador
Con esto del confinamiento uno se siente como en una de esas películas de ciencia ficción donde los protagonistas tienen que arreglárselas con lo que tienen en la nave espacial.
Problema (o más bien desafío; problemas tienen las personas que a causa de la pandemia y el aislamiento no pueden trabajar): escribo todos los días con uno de esos teclados para gamers, retroiluminado, robusto como un búnker y pesado como tres notebooks. Dada la cantidad de caracteres que salen de esta máquina, los tecladitos normales no me duran mucho más de dos años.
El teclado está conectado a una computadora de escritorio con dos pantallas. Una de las pantallas es para el estudio Midi, que funciona también en esta pc, con buenos sintetizadores externos e internos y audio a la altura. a la altura significa que los altavoces pueden fácilmente tirar abajo una pared de concreto, si uno elige la frecuencia correcta y pone el volumen al máximo.
Los altavoces están dispuestos de tal modo que me den buen sonido cuando toco el piano. pero mi mesa de trabajo está ubicada de manera perpendicular a esos parlantes. no es capricho. En mi estudio entra mucha luz, y para que la vista no termine destruida hay que poner las pantallas perpendiculares a las ventanas.
De modo que me venía faltando un equipo de audio algo más modesto para poner música mientras trabajo. Se me ocurrió una idea que me pareció genial y que, obviamente, fracasaría de manera lamentable.
Reliquias
Como acá hay varios smartphones de repuesto (nunca se sabe), me hice este planteo: ¿por qué no usar uno de estos teléfonos, instalarle Spotify y vincularlo a un equipo de audio menos potente, pero de calidad aceptable? El plan era, claro, emplear la función de control remoto desde Spotify en mi computadora de trabajo. Si funcionaba, entonces tendría buen audio justo de frente y a la distancia correcta, con lo que la imagen estéreo sería la adecuada. Y sin levantarme. Dirán que soy un obsesivo. Tienen razón.
Funcionó. podía manejar el teléfono desde la compu para poner música, pausarla, y así. Funcionó hasta que el teléfono se puso en modo de bajo consumo y, de pronto, desapareció de la lista de dispositivos conectados de Spotify. lógico. Si los smartphones no hicieran estas cosas, sus baterías durarían doce minutos. Toqué todo lo que se podía en las opciones de energía, pero invariablemente, incluso estando enchufado (mala idea, pero estaba experimentando), el sujeto se ponía a dormir y desaparecía del radar. ok, de nuevo al tablero de dibujo.
Recordaba vagamente un equipo que alguien me había regalado hacía muchos años y que nunca había sacado de su caja. Tal vez fuera la solución. no me resultó fácil encontrarlo. primero, porque todavía no he tenido tiempo de desembalar todo, luego de la mudanza (lleva años, anoten). Segundo, porque en el camino me encontré con algo que fue un poquito, digamos, chocante.
Dentro de su estuche de cuero, con la pantalla apagada desde hacía no menos de 15 años, apareció mi viejo reproductor de música Zen Jukebox. lo había comprado en 2003 y recuerdo que escribí una nota, fascinado por la posibilidad de tener unos 900 discos compactos en Mp3 en ese equipo de solo 300 gramos. Y era comprensible. En 2003 era comprensible. pero ahora me impresionó su peso. Sin la funda, 270 gramos. El equivalente a dos smartphones.
Veinte gigabytes, tal es la capacidad de este Zen, que, por supuesto, puse a cargar y al rato arrancó alegremente. Me llevó un rato recordar cómo se operaba, pero al final, con un par de buenos auriculares, se puso a sonar. Magníficamente, debo decir. pero sin wifi, no me servía para esto de tener música todo el día sin tener que levantarme de la silla. no es que me fuera a dañar un tendón, pero esa era la meta. no me gusta trabajar para las máquinas. Debe ser al revés.
Lo más alucinante de este reproductor de creative labs era su interfaz. El ipod había salido un par de años antes, y una de las grandes diferencias con sus competidores era, precisamente, su facilidad de uso. En total, el Zen tiene siete botones, pero algunos, como una ruedita (que uno creería que es para el volumen, pero no) sirve también como interruptor; así que son en realidad diez controles. ¡para oír música! la pantalla es además ínfima y en blanco y negro. con lupa, zafa. Miré mi smartphone, con su pantalla cristalina y táctil, y así, en perspectiva, el Zen parecía salido de un museo o de una clase acerca de cómo diseñar mal un dispositivo.
Y siguen los éxitos

Pero no me entiendan mal. la experiencia de usuario en aquellos años, antes del iphone y todo lo que le siguió, estaba en pañales. Es más, mientras seguía haciendo arqueología electrónica me encontré con otro reproductor de la época, un olympus m:robe. Un poco más lindo, pequeño y liviano, tenía solo 5 GB de capacidad de almacenamiento. Un pendrive promedio guarda hoy casi el doble. la pantalla del m:robe era algo más legible y tenía controles sensibles al tacto. Un avance. pero sin enchufe USB. la única forma de vincularlo a la computadora era por medio de un cradle, que también se usa para cargarlo. pero solo por medio de un cable no estándar.
Por fin, luego de este viaje a la prehistoria de la música digital, apareció lo que buscaba. También fue chocante, pero produciría un resultado inesperado.
El equipo en cuestión es un amplificador de X-view con salidas estéreo que se conecta de forma inalámbrica con la fuente de sonido. En dos palabras, sirve para evitar los cables en los altavoces traseros de un home theater. Es decir, tenía que conectar la pc al transmisor, que a su vez enviaría el audio al amplificador. confieso que no aposté ni cinco centavos por una maquinaria que también parecía salida del túnel del tiempo.
Supuse que la tecnología de transmisión (la clave de todo el asunto) sería demasiado primitiva. pero no perdía nada con probar. Usé los mismos altavoces del minicomponentes, que suenan muy bien, e hice las conexiones de rigor. para mi asombro, el transmisor y el receptor se conectaron de forma instantánea. Y para mi más absoluto asombro, cuando puse el Stabat Mater de Vivaldi, sonó sin defectos serios. para el volumen al que iba a usarlo, estaba perfecto.

No recuerdo exactamente cuándo llegó ese equipo a casa, pero fue hace bastante. De hecho, está discontinuado y, por la poca información que hay en la red, no parece haber sido demasiado popular. cierto, su aplicación era muy específica: parlantes traseros de un home theater. no creo que se los hayan sacado de las manos. Sin embargo, estuvo estibado muchos años esperando su oportunidad, y ahora, con buena calidad y sin complicaciones (solo hay que encenderlo), solucionó este desafío en la nave espacial de la cuarentena. Y después me preguntan por qué guardo todas esas cosas viejas.
Es un amplificador que se conecta sin cables con la fuente de sonido

A. T.