viernes, 21 de agosto de 2020

LA ANSIEDAD Y LOS TICS EN LOS NIÑOS


Tics. Otro efecto de la ansiedad por la cuarentena en los más chicos
Crecen las consultas de los padres por la aparición de estos movimientos involuntarios y reiterados; según los expertos, son una vía de descarga de lo que no logran decir o manejar
Los niños de entre 4 y 6 años son los más afectados
No lo había hecho antes. De pronto, mientras desayunaba y miraba los dibujitos, Marina Pascal notó que Valentina, de 6 años, hacía un gesto desconocido. Pestañeaba y movía la mandíbula. Repetía la acción una vez por minuto. Lo llamó a Julián, el padre, que estaba en una videollamada, y le mostró. Sin que se diera cuenta, la filmaron y le pasaron el video a la pediatra. “¿Es normal?”, le preguntaron. La pediatra les pidió que la llevaran al consultorio y, después de evaluarla y de descartar que se tratara de algún problema neurológico o algo que estuviera afectando su cerebro, les explicó que era simplemente un tic. Que seguramente lo hubiera desarrollado en la cuarentena por el nivel de ansiedad, de angustia, y sobre todo por la imposibilidad de descargar energías mediante el movimiento.
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“La pediatra nos dijo que no la contrariáramos. Que no estuviéramos todo el día diciéndole que no lo haga, porque es un movimiento involuntario. Nosotros habíamos hecho justamente eso. Tratábamos de distraerla, le rogamos que no lo hiciera y hasta le dijimos que íbamos a sacarle la tablet y la tele. Pero no funcionó. La médica nos explicó que seguro iba a ser transitorio. Que habláramos con ella, no del tic, sino de cómo se siente, de qué le pasa con las cosas que no puede hacer. Y que tratáramos de sacarla a dar una vuelta todos los días que se pueda, andar en rollers o en bici, para retomar algo de actividad física”, cuenta Marina.
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El de Valentina no es un caso aislado. Los pediatras están detectando en estas semanas un aumento en las consultas de padres preocupados por ese movimiento repetitivo que empezó a hacer su hijo de un día para el otro, así como consultas por regresiones en la conducta de los chicos. En la mayoría de los casos, está vinculado al estrés que viven los chicos puertas adentro por la cuarentena. “Notamos un aumento en las consultas y en la conversación de los pediatras. El rango de edad en el que más están apareciendo los tics es entre los 4 y los 6 años. La mayoría son tics motores, como pestañeo, movimientos con la boca o con el cuello, y también de sonidos con la lengua y la boca”, explica Nicolás Schnitzler, neurólogo infantil en el Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco).
Si bien la primera consulta de los padres se hace con el pediatra, en muchas ocasiones se remite a un neurólogo infantil para descartar otras patologías, explica.
“Los tics son un intento de controlar lo que pasa. Son inconscientes. Los chicos están intentando catalizar lo que les pasa y no logran decir o manejar”, explica Beatriz Bakalarz, miembro del Comité de Familia y Salud Mental de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). “No hay que atacar al tic. Es un síntoma. Algo estaba pasando y esto lo mostró”, dice.
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Los especialistas explican que los tics son movimientos inconscientes, o también sonidos y vocalización que ocurren súbitamente, de forma recurrente y con frecuencia, como si fueran movimientos normales. Algunos chicos guiñan un ojo, otros fruncen el ceño, chasquean la lengua, giran el cuello o suben los hombros. Estos son los más habituales.
Verbalizar
“Justamente, durante una reunión interdisciplinaria hoy dialogamos con especialistas sobre cómo, al estar reducidas las posibilidades de descarga emocional y motora, psicomotriz de los chicos, se ven aumentados los síntomas, como los tics, aunque todavía es demasiado pronto para hacer estadísticas”, apunta Hugo Gauto, pediatra del Hospital Penna y prosecretario del Comité de
Familia y Salud Mental de la SAP.
“Hace unos días consultó una mamá por su hija de 5 años que al hablar tuerce la comisura derecha. Lo primero que hacemos es descartar que no haya un daño a nivel cerebral. Después, hay que observar, si lo hace cuando está distraída o concentrada en otra cosa. Hay que tratar de conversar con ella. Ayudarla a verbalizar lo que le está pasando. Es un desafío para los padres, porque no tienen que retarla ni pedirle que no haga ese movimiento aunque los ponga nerviosos. Eso no ayuda”, explica Celeste Celano, jefa de Pediatría del Sanatorio Modelo de Caseros.
“Muchas de las consultas fueron por parpadeo de ojos. Al principio, los padres creen que se debe al uso excesivo de pantallas, pero después se dan cuenta de que es otra cosa”, agrega.
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“Es algo que inicialmente hay que considerar como aislado y no como un trastorno. Es una situación emergente vinculada a situaciones de mayor ansiedad. No ocurre en todos los chicos, pero con los que tienen una predisposición genética suele ocurrir. Son situaciones transitorias, que no van a perdurar”, explica Schnitzler.
¿Existe una predisposición genética a desarrollar tics? El neurólogo infantil explica que sí. Que no todos los chicos están igual de predispuestos a desarrollarlos. “Hay varias causas genéticas presentes y la ansiedad es el factor ambiental que los activa. Y allí se manifiestan”, apunta.
“¿A quién le molesta?” Esta es una pregunta que suele hacerles Schnitzler a los padres cuando llegan a su consultorio. Y la respuesta indica que son los padres los que se sienten más conflictuados por el tic que el chico. Tienen miedo a que sea algo definitivo, que lo discriminen o burlen en el colegio, y también reconocen que ellos están alterados cuando él hace ese movimiento.
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“Los chicos que pueden verbalizar lo que les pasa explican que antes de hacer el movimiento o el sonido tienen una premonición, sienten como un aumento de energía que los impulsa a hacer algo. Cuando lo hacen sienten alivio. Pasados unos segundos o minutos, el alivio desaparece y lo vuelven a sentir. Simplemente sienten que no pueden no hacerlo. No es que no se den cuenta. A veces se esconden, para que no les digan nada. Pero es involuntario”, detalla.
“Esto tiene que ver con la crisis de ansiedad que están sufriendo los chicos. Esta es la impronta que está dejando el aislamiento. La angustia, el exceso de información, la tristeza de no compartir con pares, las limitaciones de movimiento. No va a ser gratis la cuarentena para los chicos”, dice Celano.
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Los especialistas explican que muchas veces los padres, sin darse cuenta, organizaron el ambiente familiar de la cuarentena teniendo en cuenta las necesidades de trabajo y estudio. Y terminan diciéndoles todo el tiempo que no. “No te subas al sillón. No te tires por la escalera. No saltes que estoy en un Zoom. Y ese no recurrente impide que los chicos puedan hacer la descarga física que necesitan. Por eso, las salidas recreativas, aunque más no sea dar una vuelta a la manzana, los ayudan mucho”, cuenta Celano.
“Muchas veces, los padres están tan imbuidos en su propia problemática, en su forma en la que organizaron el mundo dentro de la cuarentena, que no pueden hablar con sus hijos. Gritan, se enojan, todo el día están diciendo que no”, coincide Bakalarz.
Inicialmente hay que considerarlos algo aislado y no un trastorno
E. H.

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