miércoles, 5 de agosto de 2020
LA PÁGINA DEL DR. JUAN CARLOS DE PABLO,
La economía de la vacuna para el Covid
En las investigaciones entran en juego diferentes intereses, según analiza De Pablo en su entrevista ficticia.
Juan Carlos de Pablo
PREGUNTAS A WILLARD MANNING Economista 1946–2014
Fue considerado el principal econometrista en salud y desarrolló un modelo para estimar un seguro óptimo para prestaciones, que compatibiliza los costos y el “riesgo moral” del médico
¿ Qué pasaría si el coronavirus desapareciera antes de que la vacuna que lo torne inocuo pruebe ser exitosa y pueda ser producida y aplicada de manera masiva? Esta importante pregunta fue formulada por el economista argentino Rodolfo Ernesto Manuelli, en una reciente presentación realizada en la Academia Nacional de Ciencias Económicas. La aplicación de los principios económicos a los desafíos que plantea el coronavirus es rechazada por inhumana por los espíritus sensibles, pero afortunadamente es muy utilizada por los que en el sector de la salud tienen que asignar recursos humanos y materiales, que son siempre escasos y tienen usos alternativos.
Al respecto me asesoré con el norteamericano Willard G. Manning (1946–2014), quien estudió en la Universidad Stanford y enseñó en las de Michigan, Minnesota y Chicago. Fue considerado el principal econometrista en economía de la salud. Desarrolló un modelo robusto para estimar el seguro de salud óptimo, que compatibiliza los costos y el “riesgo moral” del médico.
Según John Mullahy, su principal legado es el siguiente: “Si se lo encara de manera sensata y cuidadosa, el análisis de los datos genera información valiosa; pero no trate de aprender de los datos más de lo que estos están dispuestos a decirle”. También investigó las consecuencias económicas de los hábitos que debilitan la salud, como el cigarrillo, la bebida y la falta de ejercicio. Paradójicamente, acota Wei Chiao Huang, quien se dedicó a estudiar la economía de la salud, en lo personal sufrió muchos problemas de salud.
–¿Coincide conmigo en que la pregunta que planteó Manuelli es importante?
–Así es. La invención de la vacuna que elimine los problemas que genera el coronavirus es una carrera contra el tiempo. Entre los investigadores, entre los laboratorios, etcétera. Manuelli afirma que el valor de la vacuna desciende a medida que pasa el tiempo por si el coronavirus desaparece antes de su invención, testeo, fabricación y aplicación. Esto tiene consecuencias importantes, que naturalmente afectan las características y el ritmo de las investigaciones.
–¿Qué consecuencias?
–Diferenciemos los incentivos de los investigadores y sus equipos de los incentivos de los laboratorios en los cuales trabajan. El principal incentivo de los investigadores que se afanan por inventar la vacuna es convertirse en candidatos al Premio Nobel, aunque, sorprendentemente, ni el norteamericano Jonas Edward Salk, ni el polaco Albert Bruce Sabin lo lograron, a pesar de haber inventado la vacuna contra la poliomielitis. Esto quiere decir que, para los investigadores, el incentivo por encontrarle la vuelta es claro, aunque con su invención lleguen “tarde” en términos de la demanda de la vacuna.
–¿Y para los laboratorios?
–La situación es diferente, porque si cuando estén en condiciones de producirla y de venderla el coronavirus desapareció, no podrán recuperar los gastos realizados. Esta es la razón por la cual, de una manera u otra, tienen que recibir apoyo económico de los Estados. –Supongamos que la vacuna se inventa, se testea y se produce antes de que desaparezca el coronavirus. ¿Existe el peligro de que algunos laboratorios se nieguen a venderla a algunos países, por presión de aquellos en los cuales están instalados? –No lo puedo descartar, pero me parece poco probable. El laboratorio pionero está ubicado en un país. Difícilmente la fórmula para producir la vacuna pueda ser mantenida en secreto, o ser resguardada de la competencia a través de la correspondiente patente. No siendo un especialista en la materia, ignoro si, en conocimiento de la fórmula, laboratorios no especializados en la fabricación de vacunas podrían ser transformados para elaborarlas. Lo que probablemente ocurra es que en su aplicación se establezcan prioridades: personal en contacto con enfermos, adultos mayores, etcétera, son los grupos que deberían recibir antes que el resto de la población.
–El de la salud es un sector de importancia creciente en la vida de los seres humanos.
–Por razones biológicas y tecnológicas. Lo primero tiene que ver con el aumento de la esperanza de vida y con la entendible pretensión humana de vivir todo el tiempo posible y de la mejor manera posible. La tecnología alude al hecho de que hoy el ejercicio de la medicina complementa el indispensable ojo clínico, con información que surge de la utilización de equipos muy costosos. Eso se da en beneficio del paciente, en términos de menor dolor y de menos consecuencias no queridas de las operaciones.
–Más allá de la vacuna, el sector de la salud, tanto público como privado, está enfrentando enormes desafíos.
–Efectivamente. Felicito a todos aquellos que tienen que tomar decisiones, a menudo dramáticas, para enfrentar un problema inesperado, muy serio, que reclama acciones perentorias. No solo me refiero al personal que está “al pie del cañón”, sino también a aquellos que, contra reloj, tienen que adaptar recursos humanos y materiales para hacer frente a una situación extraordinaria. Mostrando profesionalidad, sin esperar milagros.
–¿Por ejemplo?
–Quienes no somos médicos ignoramos las especialidades; de la misma manera que a nosotros, los economistas, nos preguntan de todo, como si alguien pudiera simultáneamente ser especialista en economía internacional, del medio ambiente y de las finanzas privadas. No se puede, de la noche a la mañana, transformar una sala común en otra de terapia intensiva, como no se puede pedirle a un ginecólogo que se convierta en infectólogo.
–Los desafíos que plantea el
–Diferenciemos el sector público y el privado. El Estado puede aumentar los subsidios a los hospitales públicos, pero los costos también han aumentado en el sistema privado. Cualquiera que haya concurrido en estos días a un sanatorio o a un hospital advierte los cuidados especiales que hay que adoptar a raíz del coronavirus; todo eso aumenta los costos. ¿Puede el sistema sobrevivir, sin el correspondiente aumento de lo que cobran? ¿Puede el sistema seguir prestándole servicios a quienes no pueden abonar las cuotas? Sobrevivir es una situación extrema, pero lo que primero se resiente es la calidad de los servicios.
–¿Pueden ser tan desalmados los dueños de las instituciones de medicina prepaga?
–Apelar al “corazón” de los dueños de las instituciones de medicina privada es la mejor manera de poner en peligro el futuro de una porción del sector salud. Resulta curioso que las mismas personas que insisten en que el sector privado tiene que hacerse cargo de la nueva realidad sanitaria, sin aumentar o sin percibir las cuotas, rechazarían por absurda la propuesta de pretender que la heladería les entregue un kilo de helado a quienes pagaron por 500 gramos, o viajar en primera clase habiendo sacado un pasaje en clase turista.
–Don Willard, muchas gracias.
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