lunes, 1 de abril de 2024

OSCAR MARTINEZ..UNA ENORME TRAYECTORIA Y La serie Bellas Artes fue creada y escrita por Andrés Duprat y dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn; se estrena el 11 de abril en Star+


Oscar Martínez
“Lo que extraño es el país que ya no es”

Texto de Ana D’Onofrio

MADRID.- Empezó a estudiar teatro hace sesenta años, a poco de iniciar la secundaria; debutó con David Stivel en un clásico televisivo de culto como fue Cosa juzgada; actuó en La Tregua, que estuvo nominada al Oscar como mejor film extranjero; protagonizó más de 30 películas; escribió tres obras de teatro y un ensayo sobre el trabajo del actor; es miembro de la Academia Argentina de Letras y fue el primer latinoamericano en ganar en 2016 la Copa Volpi al mejor actor en el Festival de Venecia por El ciudadano ilustre, entre los infinitos premios que desfilan por su curriculum. Oscar Martínez (74) tiene todas las cucardas, un lugar predominante en el Olimpo de actores argentinos y una presencia creciente en la actual escena española. A punto de estrenar en España (por Movistar Plus+) y en toda Latinoamérica (el 11 de abril en Star+) la miniserie Bellas Artes de la exitosa dupla Gastón Duprat-Mariano Cohn (Nada, El encargado, El ciudadano ilustre), recorre su vida, cuenta sus proyectos y no esquiva temas. La vejez, la muerte, el tiempo, los miedos, el amor y el exilio. Compartiendo un café en el bar del Hotel Wellington del madrileño barrio de Salamanca, admite con serenidad que no se puede quejar, que su vida actoral le ha dado y le da todos los gustos, y con dolor y apesadumbrada resignación, que no pasa lo mismo con la tierra donde nació, de la que se fue hace cuatro años para radicarse en España: “No lo estaba pasando bien. Iba de la depresión al enojo. Me resultaba doloroso ver la decadencia progresiva del país y no poder ni decirlo porque cuando lo hice fui atacado encarnizadamente”. –Está radicado en España desde hace unos cuatro años. Emigración, exilio, ¿cómo lo llamaría? –Autoexilio, que tiene una larga y numerosísima tradición en la Argentina. –¿Cómo fue que lo decidió? –La idea comenzó a rondar por la cabeza en 2016. Pero no era un plan, una determinación tomada. Íbamos y veníamos por mi trabajo. En 2019 vine a terminar la película (Competencia oficial) con la idea de quedarme un mes más paseando, ir en diciembre a Buenos Aires y pasar el verano en Uruguay. Pero vino la pandemia y el rodaje se paró. –¿Ya tenía la nacionalidad española en ese momento? –No, yo nunca había querido tenerla, aunque me habían sugerido, y tenía todos los papeles incluso para que tramitara la carta de naturaleza, la que le habían dado a Ricardo (Darín), a Campanella, a Rabinovich, a Marcos Mundstock. Pero en 2019 viendo que en las PASO había vuelto a ganar el kirchnerismo le dije a mi mujer: Yo me voy. Si me querés seguir, seguime, pero no me quedo. Y ahí retomé el tema. Me la tramitó Rafael Estrella, que había sido embajador en la Argentina, y creo que en septiembre 2020 me la otorgaron. –Cartón lleno… –Yo tenía un largo tiempo de trabajo acá: una serie y dos temporadas de otra, Bellas Artes. Pusimos en venta la casa y nos vinimos con intención de radicarnos. Y así empezó la aventura. –¿No le costó tomar una decisión tan importante? –Lo hice bastante convencido. A mi mujer le costó porque tuvo que cargar con la mudanza. No había otra. Yo rodaba diez o doce horas por día. Muchas veces me llamó llorando, sobrepasada, qué hago con esto, qué hago con lo otro. Yo conté nueve, diez libros y ya. ¿Qué hago con este?, me decía Marina. ¿Y qué hago con aquel? Le dije “Mirá, lo que leí no lo voy a volver a leer. Y lo que no leí, no lo voy a leer”. –Ese proceso de selección suele ser muy duro… –No sé si estuvo bien o estuvo mal. Pero no me costó. Lo hice cerrando los ojos y apretando los dientes. –¿Qué veía? –La decadencia progresiva de ese país en el que me formé, me eduqué, crecí, tuve hijos, nietos... Ver cómo se perdía el proyecto de ese país, la movilidad social ascendente, la distribución de la riqueza, la salud pública, la educación… –Ese nivel cultural que siempre nos destacó… –Sí, incluso superior comparado con algunos países de Europa. Ver cómo se iba destruyendo todo eso, más la crispación, la violencia, el fanatismo, la fragmentación, el permanente desacuerdo… No hay ningún país en el mundo que, habiendo tenido destino de potencia, si nos remontamos a principios del siglo pasado, haya retrocedido como nosotros. Incluso en los años 60, 70, el índice de pobreza no era, ni por asomo, comparable con la indigencia y la marginalidad de hoy. Era una pobreza digna. –Había cultura del esfuerzo… –Cultura del trabajo, del mérito, del progreso. Bien entendido. –¿Qué diría qué pasó? –No sé, no soy una autoridad en la materia. No quiero ser presuntuoso. Pienso que teníamos todo eso, pero carecíamos de calidad institucional. y que eso permitió que el huracán de la revolución cubana generase lo que equivocadamente algunos sectores llamaron la “juventud maravillosa”, que optó por el camino de la violencia armada, cuya finalidad no era la democracia. Era establecer un gobierno de partido único, totalitario. De todos modos, vuelve la democracia y Alfonsín encarna una esperanza colectiva maravillosa, que lamentablemente hoy nadie puede encarnar, porque entre los costos de esta destrucción progresiva está la fragmentación de la Argentina.“Me resultaba doloroso ver la decadencia progresiva del país y no poder ni decirlo”
–Lamentablemente en estos 40 años de democracia ha quedado mucho pendiente. –Sí, no ha tenido respuestas para todo, pero ya no se le puede estar echando la culpa a nadie, más que a nosotros mismos. Cuando estaba Alfonsín había cinco por ciento de pobreza. ¿Qué pasó, entonces, para que en democracia llegáramos al sesenta? –¿Cree que la ola populista que vemos crecer a nivel global tiene algo que ver? –El populismo ya lo habíamos tenido con Perón. Estuvo Alfonsín un rato. Luego, el menemismo, mejor dicho, el PJ, con la CGT, con todos los sindicatos alineados, con los gobernadores, incluido Néstor Kirchner, aprobando fervorosamente la política liberal que luego dijeron combatir. En términos económicos y sociales, el menemismo hizo más daño que la dictadura. Cuando se fue Menem la pobreza era del 27 por ciento, 22 puntos más que en la dictadura. Dejó un tendal. –Le adjudica al peronismo suprema responsabilidad en todo esto… –Y sí, el propio Perón fue parte de los golpes de Estado en la Argentina y está perfectamente documentado hasta el cansancio. Me descorazona que nadie se haga cargo. Me refiero a la clase política. Hasta que no seamos capaces de asumir nuestras responsabilidades no vamos a poder encauzar el país hacia otro destino. –¿Sigue la actualidad argentina? –La sigo. Muy por arriba, pero la sigo… Me entristece darme cuenta de que harán falta décadas, si alguna vez ocurre, para levantar la cabeza. –¿Y de la era Milei qué opina? –Y bueno, ahora estamos en este experimento estrafalario, que aparece como producto de esta clase política que no se hace cargo de la responsabilidad que tuvo y que tiene en la catástrofe de la Argentina. Un país que se suicidó. Entonces la gente eligió un outsider, eligió a alguien que… era la promesa de no tener que volver a soportar a esta gente. –¿Elegir al menos peor? –Más que eso, elegir a alguien que estigmatiza a la clase política. Porque fue muy hábil en eso, hay que reconocerle a Milei esa habilidad, de ganar con el tema de la “casta” y con la motosierra. –La palabra “motosierra” conlleva no poca crispación. –Desde ya, lo que pasa es que se instaló en la Argentina una manera neofascista de concebir el poder. El fascismo puede ser de izquierda o de derecha, porque no es una ideología, es una manera de concebir y ejercer el poder. El que no está conmigo es mi enemigo. Eso está instalado en la cultura argentina desde hace 20 años. Parece que ahora descubren esta clase de autoritarismo, porque aparentemente tiene un signo ideológico adverso, o distinto al anterior. Ha sido un larguísimo proceso en el que cruzamos muchísimos semáforos en rojo. No podemos echarle la culpa a nadie. –Incluye a la ciudadanía, por supuesto… –Por supuesto. Yo en el 19 cuando dije ‘me voy’ fue porque el resultado de la elección me dejó pasmado. No estoy defendiendo el macrismo ni el gobierno de esos cuatro años, que fue muy deficiente lamentablemente, por diversas cuestiones. –¿Qué responsabilidad le asigna a la clase política que fue oposición en estos años de los que hablamos? –Yo creo que la responsabilidad es para todo el mundo. Pero es muy complejo ser oposición en la Argentina. Alfonsín, que fue indudablemente el padre de la democracia, con todo el poder que le dio ese contundente triunfo del 83, tampoco pudo. No tenemos pluralidad. Y no la tenemos desde nuestros orígenes. La voluntad de Juan Bautista Alberdi no se ha cumplido. Dijo que hasta que no fuéramos capaces de crear una síntesis superadora de Unitarios y Federales nunca íbamos a tener una nación. Profético.
La serie Bellas Artes fue creada y escrita por Andrés Duprat y dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn; se estrena el 11 de abril en Star+
–Es el debate pendiente. –Es un debate político que la clase política debería dar con madurez, con inteligencia, con buena fe y compromiso con las mejores ideas. No alcanza con declaraciones altisonantes y provocaciones verbales para este debate al que yo me refiero. Se trata de discutir cuál es el proyecto de país al que podemos llegar por medio de un consenso que privilegie lo que para cualquier nación es innegociable. –El famoso pacto que nunca se concreta… –El de la Moncloa o lo que sea. ¿Por qué se puede en otros países y acá no? Porque a la clase política argentina le falta grandeza y preparación, en muchos casos son muy ignorantes, no salen de proclamar slogans. Pareciera que lo que quieren unos y otros es aniquilar al adversario para acceder al poder sin ninguna clase de oposición, sin restricciones. Dos modelos de tiranía. –¿Se cuestiona a veces si hizo bien o hizo mal en tomar la decisión que tomó? –Me da una enorme tristeza haber tenido que tomar la decisión que tomé. Pero estoy feliz de haberlo hecho y orgulloso de haberme animado a los 70 años a dejar mi país siendo un privilegiado. Es muy tóxico vivir en ese estado de confrontación y de irritabilidad, más la inseguridad en aumento, y no poder ni decirlo porque cuando lo hice fui atacado encarnizadamente. –¿Se sintió muy atacado? –He sido muy atacado por mis opiniones, aunque siempre hablé con respeto, no con lenguaje tribunero, tratando de reflexionar. “No hablaré más porque cualquier cosa que diga será para que me ataquen”, me dije en 2019. Y ahora estoy hablando de nuevo. –¿Extraña? –Por supuesto, a mis hijas, mis nietos, mis afectos y mis amigos más cercanos, sí. Pero no me instalo en la nostalgia. Lo que extraño es el país que ya no es. –Acá lo tratan muy bien. Estuvo en el aire con la miniserie Galgos y está a punto de estrenar Bellas Artes. –Sí, acá me siento bien, muy bien. Me encantó hacer Bellas Artes porque me gusta mucho trabajar con Gastón Duprat y Mariano Cohn. Hice dos películas con ellos [El ciudadano ilustre y Competencia oficial], me conocen mucho y yo a ellos. Tenemos un vínculo laboral y humano muy fuerte y creo que la serie está mucho mejor de lo que yo imaginaba, y me parece que dará que hablar. Bellas Artes fue creada y escrita por Andrés Duprat y dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn, padres de otras obras, como El encargado, con Guillermo Francella, y Nada, con Luis Brandoni y Robert De Niro. Martínez encarna a Antonio Dumas, un prestigioso historiador de arte y gestor cultural, tan sofisticado como engreído, que toma las riendas de un museo de arte contemporáneo en Madrid. “Creo que es una serie que dará que hablar –dice Oscar–. No solo porque está muy bien hecha y es muy distinta, sino por la forma en la que trata el particular universo donde transcurre, con esa mirada corrosiva y mordaz que desacraliza todo lo que se tiende a sacralizar. Una mirada muy inteligente”. A lo largo de los seis episodios, estará acompañado por las participaciones de grandes figuras de la escena española como Ángela Molina, José Sacristán, Milena Schmidt, Dani Rovira y Aixa Villagrán. –¿Hay alguna película en su horizonte? –No, aunque ahora cine se hace cada vez menos. Ojalá cayera una peli. Me han hablado de algo, pero ni siquiera he leído el guión. –¿Y no tiene nada entre manos? –Sí, en medio de la pandemia escribí una obra que va a producir Antonio Banderas y subirá el año que viene al Marquina, un teatro madrileño muy codiciado. La escribí luego de terminar la película porque el rodaje de Bellas Artes se postergó y me vi con tiempo. Son tres personajes y la voy a dirigir yo, aunque aún no sé si subiré al escenario. –¿Y de qué va? –Todavía no se puede decir. –¿Le da placer dirigir? –Sí, me gusta, pero hace muchos años que no lo hago. He dirigido mucho. Lo que a mí me paso con la dirección fue que el sueño del director es ver plasmado todo lo que soñó. Y el teatro es un arte colectivo hecho por seres humanos. Esa perfección que uno imaginó no se alcanza nunca. Por eso la dejé un poco de lado. Ahora voy a reincidir. –Cuando nos encontramos hace unos días de lo primero que hablamos fue del lujo que significa hoy disponer de tiempo. ¿Usted qué hace cuando lo tiene? –Todas las veces que puedo, escribo. Y escribir me puede ocupar todo el día. Todo el día es todo el día. Una vez me fijé y el promedio era de nueve horas diarias. Solo de computadora. Pero yo escribo a mano y luego lo paso. –¿¡A mano?! –Sí, escribo escenas a mano y luego las voy puliendo y corrigiendo, y hago lo propio en el ordenador. Me hace muy feliz. Cuando una idea te apasiona mucho y estás trabajando en ello, no sé, es como cuando uno se acaba de enamorar. No pensás en otra cosa. –¿Cómo es su proceso creativo? –Bueno, primero me aparece una idea, una idea suficientemente potente y movilizadora, y un personaje. Ahí empiezo. Pocas veces en las cuatro obras que escribí sé adónde voy. La obra me sorprende a mí también. Cuando estoy tomado por la idea me siento a escribir todos los días, pero no puedo no escribir. –Decía que se filman menos pelis y más series. Nombre una que lo haya atrapado. –The Crown, sin dudarlo. Hecha como los dioses, me maravilló. Pero no soy muy de series, soy más de películas. –¿Y ahí qué le gusta? –Bueno, todo lo bueno me gusta, pero no me gustan las violentas, ni las de catástrofes. Cine europeo, por supuesto. En mi primera juventud el neorrealismo italiano me fascinó. Cuando recibí el premio en Venecia [la Copa Volpi al mejor actor por El ciudadano ilustre, primera vez que un latinoamericano se lleva este premio] quise hacer un reconocimiento a esos genios que me habían inspirado tanto de jovencito, cuando los iba a ver al Lorraine o al Cine Arte. Fellini, Visconti, De Sica, Antonioni, Pasolini, Ettore Scola, Tornatore.Y lo dije: que estaba recibiendo ese premio en el país que había hecho el mejor cine del siglo XX. –Ha hecho más de 30 películas. ¿Cuál le gustó más? –Bueno, hay muchas. El ciudadano ilustre es una, Relatos salvajes es otra. Vivir dos veces es otra. Kóblic. La Tregua. Después muchas veces pasa que uno ve las pelis y no se siente muy bien con lo que ve. Eso nos pasa a todos. –Es muy autoexigente con seguridad… –Sí, mucho, pero además de la exigencia es una cuestión subjetiva y de criterio. Y la peli, se sabe eso, es del director y del montajista. Cuando el director es el montajista, como pasa con Campanella, por ejemplo, lo más probable es que la película gane en relación a lo que vos imaginaste, porque lo primero que es Juan es un enorme montajista. Empezó haciendo eso y sabe lo que no sabe nadie. Pero hay muchos directores que delegan la película en el montajista, aunque los más serios se quedan con la última palabra. El montajista entrega al director el material prearmado. Pero a eso a Juan no le pasa. Y Szifron, lo mismo. Damián Szifron [director de Relatos salvajes] se sienta en la sala de montaje y no lo sacan de allí ni con una ametralladora. No delega eso jamás. Y eso es una tranquilidad para el actor. Nunca trabajé con alguien como él, quizá con Carlos Saura, con quien tuve el honor de trabajar [El Sur, 1990]. Tienen la película en la cabeza. No filman para después montar.
Con su mujer, Marina Borensztein, en el Festival Internacional de Series en Cádiz, España. Con Ricardo Darín coincidió en el suceso teatral Art y en el film Kóblic
–¿Qué le dejó el encuentro con Saura? –Mantuvimos desde ese momento una relación hermosa, y tuve la suerte de verlo poco antes de su muerte, cuando él presentó un corto sobre Goya acá en El Prado, septiembre del 21. Fue una gran experiencia filmar Sur con él, que es un cuento autobiográfico de Borges. Recuerdo que Saura me decía que quería que hiciera de Borges, pero no que imitara a Borges. Y fue lo que intenté hacer. Yo valoré muchísimo su trabajo y él el mío. –Si mira hacia adelante, cinco años, ¿cómo se ve? –No proyecto a tanto tiempo porque siempre la vida te sorprende. Hoy no me veo volviendo, pero quién sabe, no sé. –¿Tiene algún sueño, algo que le gustaría hacer? –He tenido sí el sueño, pero lo abandoné hace mucho, el sueño de dirigir cine. Respeto mucho a los que saben. Pero lo que sí te puedo decir es que me gusta pensar que lo mejor todavía no lo hice. Que por alguna razón, ya sea que yo lo genere o porque me lo ofrezcan, va a ocurrir algo que me permitirá hacer algo superior a todo lo que hice hasta ahora. –Y mire que ha hecho mucho. Empezó muy joven. –Empecé a estudiar teatro a los 14 años. A los 21 debuté en televisión con David Stivel y el grupo de teatro en Cosa juzgada y no decía nada, solo “no” en una fiesta. A la semana me llaman para darme un personaje de una página y media con Federico Luppi. Era tocar el cielo con las manos. Año 71, en un programa que el país se paraba para ver. Así yo hice una historia con Marilina Ross, una pareja muy jovencita, al lado de Norma Aleandro, Bárbara Mujica, Federico Luppi, Carella… –Después vino La Tregua. –A los 24, con Sergio Renán, otro personaje clave en mi vida. Nos hicimos muy amigos hasta el último día de su vida. Con David Stivel me pasó lo mismo y eran personas que me llevaban no menos de 20 años. Otro grande en mi vida fue Juan Carlos Gené. Me abrió la cabeza. La lista de nombres prominentes es interminable. Y Cecilio Madanes. Me iba a ver en todo lo que hacía, me esperaba a la salida y me decía: “Yo te voy a traer el gran proyecto”. Y lo hizo. Me trajo Amadeus. –En nuestra última charla merodeamos varias veces los 70 años. No los años 70 de los que ya hablamos, sino de los 70 que tenemos usted y yo. ¿Qué le dice estar en la séptima década? –Un misterio. El tiempo es un misterio. Somos un misterio porque somos tiempo. Da vértigo. Carl Jung, en el libro autobiográfico que dictó a los ochenta y pico de años, dice que somos nuestros procesos internos, más que las vivencias de nuestra vida. Es difícil verbalizar esto. Por un lado, me da mucha tristeza, porque uno sabe que gran parte del viaje ya lo hizo. –Pero también es un desafío… –Sí, sin ninguna duda, para mí es el desafío más grande que me ha tocado vivir. Envejecer. Envejecer conservando el deseo y la alegría, y encontrando un sentido a la vida. –¿Mira hacia atrás? –Lo menos posible. No soy nostálgico, por suerte, y no me parece bueno. Si uno toma la decisión de partir y es nostálgico mejor que no la tome, porque va a ser para sufrir. Pero es verdad que ese dar vuelta la cabeza resignifica el itinerario. A mí me pasó que muchas personas, algunos colegas del medio, muy pocos, los que me han conocido más, aseguran que yo siempre dije que me iba a venir a Europa a trabajar. Cuando tenía veinte y pico de años. Me lo dijo más de una persona, pero yo no lo recuerdo. –¿A veces lo asaltan miedos? –No soy una persona gobernada por los miedos, nunca lo fui, pero te diría que el miedo más grande es la decrepitud, la enfermedad y el dolor. Todo eso que convierte la vida en un martirio. –¿Toma recaudos? –Sí, me cuido. Yo he corrido durante 38 años, pero ahora lo tuve que reemplazar por caminar porque tengo una hernia de disco. Me cuido razonablemente, sin fanatismos. –¿Y del estrés cómo estamos? –Bueno, eso no siempre se puede controlar como uno quisiera. Aunque cuando uno está curtido y ha pasado situaciones difíciles, también se aprende. Mirá, entre septiembre del 2022 y septiembre del 23, que rodé dos temporadas de Bellas Artes y una temporada de Galgos, que es como hacer 5 o 6 películas seguidas, 18 capítulos, sentí que me fundía. A fines de julio no daba más. Un esfuerzo físico, mental y emocional muy alto. Cuando eso terminó me fui tres meses al mar en el sur de España. –¿Qué es felicidad para usted? –Me lo he preguntado mucho y hay muchas definiciones. La que más me gusta es de Woody Allen. La felicidad es estar entretenido. Una genialidad. No me puedo quejar en este sentido, he sido muy afortunado. He vivido una profesión apasionante, he hecho muchas cosas que me han apasionado en cine, en televisión, en teatro. –Y llegó a Academia Argentina de Letras... –Ufff, una emoción inmensa y una sorpresa enorme. Jamás imaginé que podría ser miembro de la Academia. Fue un regalo que sentí como excesivo, pero fue imposible de rechazar. Un honor altísimo. –Una última palabra, Oscar: Marina. –Hablando de regalos de la vida. Marina, la mujer de mi vida, Marina. Estoy casado con ella en terceras nupcias, pero ella ha sido la mujer de mi vida porque me hizo volver a creer.

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