miércoles, 29 de mayo de 2024

Los 90: el aporte de Álvaro Alsogaray para reconvertir el peronismo en el neoliberalismo






Los 90: el aporte de Álvaro Alsogaray para reconvertir el peronismo en el neoliberalismo
Álvaro Alsogaray, Guillermo Estévez Boero, Eduardo Duhalde y Carlos Menem, el 29 de marzo de 1989, en plena campaña presidencial
Considerado el político liberal más perseverante y renombrado de la segunda mitad del siglo XX, el fundador de la Ucedé no suele ser incluido por Javier Milei en la lista de los economistas célebres que lo inspiran.
Pablo Mendelevich
Pocos deben recordar, seguramente, la sigla Frejupo. Era el Frente Justicialista de Unidad Popular, con el que la fórmula Menem-Duhalde ganó las elecciones presidenciales del 14 de mayo de 1989, las últimas con colegio electoral. Además del Justicialismo, partido troncal presidido entonces por Antonio Cafiero, y del Movimiento de Integración y Desarrollo, de Rogelio Frigerio, la coalición a partir de la cual Carlos Menem reconvirtió durante unos diez años y medio al peronismo en lo que muchos llamarían neoliberalismo incluía a dos agrupaciones históricas de centroizquierda (el Partido Intransigente y la Democracia Cristiana), una maoísta (el Partido del Trabajo y del Pueblo) y una de la izquierda nacionalista (el Movimiento Patriótico de Liberación, de Jorge Abelardo Ramos).
La famosa confesión atribuida a Menem que se usa para evocar la brecha fatídica entre las campañas y la realidad (“si yo hubiera dicho lo que iba a hacer no me votaba nadie”) estaba avalada por el contexto original: no había signos libremercadistas, privatistas ni dolarizaciones a la vista en el carreteo de Menem hacia la presidencia. Patillas calcadas, era Facundo Quiroga, no un liberal Benegas Lynch el prócer favorito de aquel Menem cuya oferta programática se tramitaba sobre todo en la esfera etérea de la religiosidad. “Síganme, no los voy a defraudar”, era la consigna.
La hiperinflación “tenía efectos insoportables en términos de empobrecimiento generalizado y de aguda incertidumbre […), cualquier cosa que se hiciera para terminar con ella se justificaba”. Aunque esto podría sonar actual, lo escribió el sociólogo Marcos Novaro con relación a 1989.
El Frejupo le ganó al radicalismo por 46% a 36%. Eduardo Angeloz, candidato oficialista que se esmeraba por diferenciarse del fracaso económico del gobierno de Raúl Alfonsín sin lograrlo, padeció una importante fuga de votos debido al proceso inflacionario. La hiperinflación precipitaría luego la renuncia anticipada de Alfonsín.
La derecha, o la centroderecha, como se le quiera decir, marchó sola aquel 14 de mayo y quedó como tercera fuerza. Aunque mitigó, pero no llegó a quebrar el bipartidismo (el justicialismo y el radicalismo se quedaron con el 82% de los votos), la Ucedé liberal conservadora superó el 7% (10% para diputados), el mejor resultado nacional obtenido en toda su carrera por Alvaro Alsogaray, quien tenía 75 años. Su candidatura presidencial juntó 1.200.000. Entre ellos, el de un estudiante de economía de la Universidad de Belgrano que estaba votando por primera vez: Javier Milei.
En 1983, Alsogaray ya había sido candidato a presidente (su compañero de fórmula era Jorge Salvador Oría, abuelo de Santiago Oría, el cineasta de Milei), pero sacó apenas 51.000 votos.
María Julia Alsogaray, , junto a Carlos Menem y Eduardo Duhaldeel 5 de noviembre de 1996
A Alsogaray (1913-2005) se lo puede definir como el político liberal más perseverante y renombrado de la segunda mitad del siglo XX. Abanderado de la economía social de mercado, un primo ideológico de La Libertad Avanza, si bien Milei se define como anarcocapitalista y no acostumbra a incluirlo en la lista de liberales, libertarios y economistas célebres que lo inspiran. De familia militar, anticomunismo doctrinario y antiperonismo visceral (luego de haber sido funcionario del primer peronismo), el ingeniero con grado de capitán cultivaba un estilo tan didáctico como tajante.
Como cadete del Colegio Militar, el 6 de septiembre de 1930 no pudo marchar para derrocar a Hipólito Yrigoyen porque estaba enyesado, pero fue llevado en un sidecar. Fundó tres partidos: el Partido Cívico Independiente en 1958, la Nueva Fuerza en 1973, y la Ucedé en 1982. De su primera gestión como ministro de Hacienda, bajo el gobierno de Frondizi (la segunda fue durante el gobierno de facto de José María Guido), viene la legendaria frase “hay que pasar el invierno” (1959), que utilizó para anunciarle al país por Canal 7, tras despotricar contra la herencia recibida, una “contracción drástica de los gastos de gobierno”, lo que constituye uno de los pocos antecedentes de franqueza descarnada sobre las cuentas públicas antes de que Milei gritara a los cuatro vientos que pensaba hacer un ajuste brutal. Milei dijo al asumir que hay que pasar el invierno así: “Por más oscura que sea la noche siempre sale el sol por la mañana”.
Predilección por las “bases”
También tenía Alsogaray cierta predilección por la palabra bases. “Bases para la acción política futura”, decía en 1968. “Bases liberales para un programa de gobierno”, proponía en 1989, cuando su proselitismo traía la advertencia de que si ganaba Menem vendría el caos. Pronto, al adherir al flamante gobierno peronista en contra de su prédica de toda la vida, explicaría que no fue él quien cambió sus ideas. “El plan económico concuerda con nuestra doctrina liberal y no con la peronista”, decía un documento del Comité Nacional de la Ucedé, a comienzos de 1990.
Al final del día Alsogaray vivió una paradoja incomparable. Tras su mejor elección se sumó al ganador, su eterno contrario; devino asesor presidencial para la deuda externa (función de importancia decreciente y dudoso legado), impulsó el proyecto de hacer una aeroisla (faraónico, al cabo fallido) y, quizás lo más trascendente, ofrendó a su hija María Julia primero como responsable de las privatizaciones de Somisa y de Entel y luego como secretaria de Medio Ambiente, pero ella, también ingeniera, terminó siendo la única exalta funcionaria presa por la corrupción menemista. Fue condenada en cuatro causas y murió en 2017 a los 74 años, cuando aún tenía otras tres causas pendientes.
En cuanto a la Ucedé, después de su espectacular sumatoria al gobierno peronista de Menem, desdibujada, implosionó. Alsogaray terminó muy disgustado con la dinámica internista que tomó en los noventa la Ucedé, producto del apoyo al peronismo, del aporte de cuadros técnicos y políticos, y finalmente, según decía el propio Alsogaray, de la corrupción que veía dentro del partido. Asunto que involucraba de manera sobresaliente a su hija, tapado de piel mediante, un emblema del lado menos virtuoso de la década menemista.
Álvaro Alsogaray, con su hija María Julia y Adela Dalessio de Viola
Allí estaba también la carismática Adelina Dalesio, diputada que decía que no creía en los políticos, acaso una adelantada, a cuya jura como viceministra del Interior de José Luis Manzano asistió el almirante Isaac Rojas. Una atrevida para la época: todavía se recuerda cuando en el programa de Susana Giménez exclamó “socialismo, las pelotas”, frente a una antagonista que bregaba por un “socialismo con democracia”.
Nada de eso era imaginable en 1989. Entre los militantes ucedeístas que pegaban carteles con la candidatura presidencial del capitán ingeniero no sólo estaba el joven Amado Boudu. En la localidad de San Martín se destacaba un entusiasta y prometedor afiliado de 16 años, Sergio Massa. Massa, en 2023 fue votado como candidato peronista por 11,5 millones de argentinos, desertó en forma repentina de la Ucedé el día que Graciela Camaño se lo presentó en Mar del Plata a su marido, Luis Barrionuevo, quien para darle la bienvenida interrumpió un partido de paddle que estaba jugando con Herminio Iglesias.
Como era su costumbre, Alsogaray acusaba por igual a peronistas y radicales de estatistas. Sin embargo, en los ambientes políticos se especulaba con que en el colegio electoral, ante la eventualidad de jugar como árbitros, sus electores apoyarían a Angeloz. Llegó a decirse que éste lo iba a compensar dándole los ministerios de Economía y de Defensa.
El candidato extravagante que desde el Menemóvil prometía la “revolución productiva”, el “salariazo” y la recuperación de las Malvinas “a sangre y fuego” también generaba en una parte de la sociedad temor, desconfianza, preocupación. Astor Piazzolla, por ejemplo, declaró que si ganaba Menem él se iba del país.
Ya se habían producido tres de los cuatro levantamientos carapintadas (el cuarto, con el coronel Mohamed Seineldín a la cabeza, fue bajo el gobierno de Menem). Con un enfoque sobre los 70 no muy diferente del que hoy tiene la vicepresidenta Victoria Villarroel, Alsogaray proponía en 1989 que el Congreso dictara una ley declarando que las Fuerzas Armadas libraron una guerra antisubversiva por mandato de dos presidentes constitucionales (Isabel Perón e Ítalo Luder) y que el triunfo militar fue lo que hizo posible la democracia. Posición subyacente en el otorgamiento de indultos al por mayor dispuestos luego por el presidente Menem.
Domingo Cavallo jura como ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Carlos Menem; dos años después, pasó a Economía
Cuando asumió, el 8 de julio de 1989, Menem puso como ministro de Economía a un hombre de la multinacional privada Bunge y Born, Miguel Roig, quien el día del ofrecimiento le contó al presidente que él no había estado entre sus votantes. El plan Bunge y Born fue la expresión más cristalina de que el nuevo presidente era más desprejuiciado que cualquier otra cosa y buscaba obtener el apoyo del establishment económico.
Un gremialista, Jorge Triaca, fue a Trabajo. El expresidente y excandidato del peronismo Italo Luder, a Defensa. El empresario fideero Eduardo Bauzá fue nombrado ministro del Interior y Roberto Dromi, de Obras Públicas (ambos venían de ser funcionarios en La Rioja). El desarrollista Antonio Salonia fue a Educación, y Julio Corzo, a Salud y Acción Social. Para canciller Menem designó a un conocido economista de la Fundación Mediterránea: Domingo Cavallo.
Sólo cinco de los ocho ministros estaban afiliados (dos de ellos desde hacía poco) al Partido Justicialista. Luder, Triaca y Corzo eran los únicos que militaban en el peronismo desde los años setenta. Testimoniaba la diversidad de origen el hecho de que no todos habían atravesado la dictadura de la misma manera. Triaca y Bauzá, al igual que el nuevo presidente, habían estado presos. Cavallo y Dromi habían sido funcionarios.
El ministro de Economía, algo que shockeó al país, falleció de un infarto a los seis días de asumir cuando salía de la Embajada de Francia hacia el Palacio de Hacienda. Fue reemplazado por Néstor Rapanelli, también de Bunge y Born. Dos meses más tarde murió el ministro de Acción Social en un accidente aéreo. Así ingresó al gabinete el contador Antonio Erman González, quien a fin de año pasaría de Acción Social a Economía, donde Menem le sumó el asesoramiento de Alsogaray. En enero de 1990, delante de otro brote hiperinflacionario, Erman González desmintió que fuera a haber una “dolarización”. Sólo al comenzar 1991, cuando las cosas iban de mal en peor, la conducción económica terminó en manos de Cavallo, cuarto ministro de Economía (el último de la década fue Roque Fernández, un Chicago Boy que venía de la Ucedé). El 1 de abril de ese año el gobierno peronista instituyó por decreto la convertibilidad.
Menem, que después del giro subordinó al peronismo que lo había encumbrado casi como un encantador de serpientes -pese a que adhesiones como las de Alsogaray producían reacciones alérgicas en los sectores más ortodoxos- tuvo mucha más suerte que Milei con las primeras leyes.
Las leyes de reforma del Estado y la emergencia económica, en las que estaban las delegaciones a su favor, se las sacó el Congreso saliente, ya que los nuevos diputados y senadores recién asumieron el 10 de diciembre. Otro efecto colateral de la híperinflación y la transferencia de poder adelantada.


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