jueves, 3 de octubre de 2024

RELACIÓN Y EDITORIAL


En defensa del liberalismo
Ser liberal implica aceptar que la vida es sagrada, que toda persona vale, que nadie puede ser discriminado, que pensar diferente es deseable y necesario

Rogelio Alaniz

En defensa del liberalismo..Alfredo Sábat
Mi relación con el liberalismo no nació de la fascinación abstracta por un corpus teórico, sino de mis simpatías por el ideal de la libertad y por los luchadores de la libertad. Fue, como toda pasión política genuina, la adhesión a una ética, a una estética y a un estilo. Mi liberalismo incluía héroes: Lord Byron, Victor Hugo, Garibaldi, Larra, Mariana Pineda, Miranda, los jóvenes románticos de 1837. Imposible eludir las citas literarias: Amalia, Eduardo Belgrano, Daniel Bello, héroes y heroínas de la novela de José Mármol que poblaron mi universo liberal.
En términos estrictamente políticos, ser liberal fue para mí aceptar que la vida es sagrada, que toda persona vale, que nadie puede ser discriminado por el color de su piel, el tono de su fe o la clase social. También significa que ninguna teoría dictada en nombre de las masas o la comunidad puede estar por encima del reconocimiento a la vida y al hombre libre. Postula asimismo que pensar diferente es deseable y necesario, sin que el precio a pagar por ese acto sea la cárcel, el cadalso o el paredón.
El liberalismo nació discutiendo e impugnando el poder de la monarquía absoluta y el de la iglesia integrista. Y a la imposición del señorío feudal y las corporaciones propuso la libertad económica.
El orden liberal que reemplaza al mundo antiguo no se construye de un día para el otro, pero sus fundamentos ideales se constituyen con libertades individuales, sociedades abiertas, economía de mercado y Estado de Derecho. El liberalismo recela del poder, pero no lo niega, porque su sentido práctico de la vida y de la política le dice que es necesario. No lo niega, pero le pone límites. Esa relación o esta dialéctica entre orden y libertad el liberalismo la asume con todas las consecuencias del caso. Es decir, admite la contradicción y, al mismo tiempo, no alienta la ilusión o la pretensión de disolverla, sino que se propone convivir con ella .
En lo personal, liberalismo significa aliento a la curiosidad, al asombro, al ejercicio lúcido y práctico de la inteligencia. Por esos valores, por la defensa de esos valores, un liberal que honra esa condición se juega la vida, entre otras cosas porque no concibe una vida digna de ser vivida sin la vigencia de esos valores.
El liberalismo hace posible equilibrar las tensiones entre lo popular y lo elitista. Parece extraño, pero el liberalismo se honra de esos extrañamientos. En términos existenciales significa que, colocado en una situación límite, se pueda tener el coraje intelectual de Schiller: “Si el pueblo revolucionario ingresara a mi casa para incendiar mi biblioteca, lucharía contra él hasta la última gota de mi sangre”.
No vacilo en calificar al liberalismo como una prodigiosa aventura del pensamiento donde el valor de la libertad se conjuga en todos los tiempos posibles. No lo concibo como una ideología, sino como una suma flexible de valores, aprendizajes y prácticas sociales que resisten a las ideologías. El liberalismo así entendido no se propone disponer de la llave de la felicidad y desconfía profundamente de líderes y caudillos que prometen los más diversos “paraísos”. Sus objetivos son más modestos, pero no por eso menos valiosos: la resolución concreta de los problemas concretos, y a la seducción de la utopía prefiere las expectativas de la esperanza.
¿Cómo sostener estos principios en sociedades multitudinarias o en un mundo cuya historia en el siglo XX fue la historia de los regímenes totalitarios? La respuesta, luego de balbuceos, ensayos, fracasos y logros, fue el Estado de Derecho y el control al poder. La libertad pensada como una conjunción de atributos que incluye derechos y deberes. Se trata de pensar el liberalismo como totalidad abierta y articulada. Los años de la modernidad hicieron posible un conjunto de realizaciones económicas y culturales que le permitieron a la humanidad hacer posible de una manera imperfecta pero real la difícil relación entre progreso y tradición, orden y libertad, individuo y multitud, realismo y esperanza.
Decía que el centro del liberalismo es la libertad del hombre y de todos los hombres. Pero para un liberal es la libertad la condición de la justicia y no a la inversa. Parte del individuo, pero del individuo en sociedad y postula un orden político que asegure la protección de sus derechos civiles y políticos. La afirmación de la individualidad le ha valido la imputación de egoísta. Pero el liberalismo no postula al individuo imponiéndose a otros; por el contrario, más que egoísta es igualitario, porque le otorga a todos los hombres el mismo estatus: los hombres son libres, deben ser libres, merecen disponer de una autoestima respetable y la política se justifica si garantiza esos derechos. ¿Y la competencia? En una economía de mercado se compite, pero la competencia no es la ley de la selva ni le otorga a los ganadores la condición de dioses.
¿Derechos humanos? Por supuesto. Los derechos humanos son una conquista de la humanidad que llegó de la mano del liberalismo. Universales y justos. Valen para todos y el principal bien a defender es la vida y la libertad.
En la Argentina debimos padecer las atrocidades de las dictaduras militares para que hasta los enemigos de la libertad merodearan por las inmediaciones del liberalismo, aunque más no sea por miedo. Fueron necesarios estos atropellos para que muchos valoraran las virtudes del estado de derecho o los peligros del Estado devenido Estado terrorista. El aprendizaje de la libertad es arduo y duro, pero lo deseable sería no equivocare en el camino, no insistir en atajos o zambullirse en lodazales donde la humanidad se empantanó una y otra vez. Bienvenido entonces el liberalismo por su humanismo impenitente, su reivindicación incondicional de la libertad, su defensa porfiada de las sociedades abiertas, por su esfuerzo para trasladar a la vida cotidiana aquellos valores universales y “eternos” que le otorgan significado a la vida. Interrogante de respuesta compleja o difícil es el de las relaciones del liberalismo con el capitalismo. Históricamente fueron funcionales. Sin duda que se complementaron, sin embargo no es aconsejable suponer que son lo mismo. A decir verdad, no sabemos si es posible la convivencia entre un orden político liberal con una economía no capitalista. No lo sabemos, pero sería deseable que esa posibilidad esté históricamente abierta. Por el contrario, sí sabemos que un orden político autoritario puede existir con una economía de mercado. La dictadura de Pinochet en Chile así lo demuestra. Pero un ejemplo más contundente es el caso de China, con su economía capitalista y su sistema político totalitario.
Diría a modo de conclusión parcial, que un liberalismo que merezca ese nombre debe recelar de lo sistemas cerrados, no importa el título o el nombre que se emplee para justificarlos; incluso no importa que pretendan presentarse como liberales. Precisamente, fue un gran liberal como Ralf Dahrendorf el que alguna vez dijo que si el liberalismo o el capitalismo devinieran un orden o un sistema cerrado, habría que luchar contra ellos con la misma pasión con la que luchamos contra el comunismo o el fascismo.

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Pensiones por invalidez: no volver a cometer errores
Tras la depuración del escandaloso padrón de beneficiarios que no debieron serlo nunca, urge atender equilibradamente las verdaderas necesidades
De los escandalosos fraudes contra la administración pública que investiga la Justicia, hay uno que resulta doblemente grave: el de las pensiones por discapacidad. Y lo es por dos motivos fundamentales: claramente el económico, ya que la entrega a mansalva de pensiones de ese tipo a muchísimas personas que no las necesitaban implicó un desvío de fondos estimados entre 1200 y 2000 millones de dólares anuales, según la nueva información oficial. Pero la estafa más descarada y dolorosa fue la que se ejecutó contra las personas con verdadera y comprobada discapacidad a las que se pretendía asistir.
Hasta el mes último, en las primeras 10.900 ayudas de ese tipo que revisó la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) en la Capital y la provincia de Buenos Aires entre más de 330.000 otorgadas en ambos distritos, se encontró lo que las autoridades denominaron “inconsistencias alarmantes”, entre ellas, que la mayoría de los destinatarios no viven donde habían declarado y que menos de la mitad cumplen con los requisitos para acceder a ese tipo de prestación que el Estado otorga por algún grado de discapacidad para trabajar.
Destacaron las autoridades el caso de una mujer que intentó hacerse pasar por su esposo fallecido, de lo que no había registro en los sistemas del Estado; de un beneficiario que tenía cuatro diagnósticos diferentes; de dos personas que estaban cobrando la pensión por invalidez desde diciembre del año pasado mientras cumplían condena judicial, y de muchas que fueron otorgadas en tiempo récord sin tomar el menor recaudo de verificación de la situación del peticionante.
Con anterioridad, el vocero presidencial, Manuel Adorni, había dado a conocer otros detalles igualmente denigrantes. Por ejemplo, el otorgamiento durante el kirchnerismo de pensiones a favor de quienes habían tenido una torcedura de tobillo o enfermedades no invalidantes, que presentaron certificados truchos o utilizaron un mismo estudio médico para pretender justificar la supuesta invalidez de más de un solicitante.
Según aquella auditoría, las zonas más “calientes” en cuanto al otorgamiento de beneficios fraudulentos en el país son Chaco, Formosa, Santiago del Estero, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Misiones, Corrientes, Salta y la provincia de Buenos Aires. El caso de Chaco resultó escandaloso: casi la mitad de la población en condiciones de trabajar las recibe.
Como consecuencia de esa investigación, que sigue abierta y que el Gobierno promete que abarcará al ciento por ciento del padrón de beneficiarios –“no podemos cometer el error de sacarle la pensión a quien le corresponde. Citaremos a todos y la evaluación será con criterio médico y socioeconómico. Habrá instancias de revisión”, aseguraron fuentes del equipo a cargo de Diego Spagnuolo–, a fines del mes último fue publicado en el Boletín Oficial un decreto que dispuso una serie de modificaciones en los requisitos para las personas que acceden a las pensiones no contributivas por invalidez laboral. Entre los cambios figura que, para ser beneficiaria, la persona debe encontrarse incapacitada en forma total y permanente, y esto se determina cuando la invalidez “produzca una disminución del 66% o más en la capacidad laborativa”. Se dispuso, además, que esa situación debe ser convalidada mediante la presentación del certificado médico oficial (CMO) y su documentación médica respaldatoria, donde deberán indicarse patología y grado de incapacidad, y que deberá ser suscripta por profesional médico de establecimiento sanitario oficial o de la Agencia Nacional de Discapacidad.
El decreto, que lleva las firmas del presidente Javier Milei; del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y del entonces ministro de Salud, Mario Russo, restableció, además, el requisito de que el peticionante no debe poseer un vínculo laboral formal.
Esta última exigencia provocó la fuerte reacción de diversas organizaciones de personas con discapacidad y especialistas en inclusión laboral, quienes sostienen que no se debería prohibir la coexistencia de una pensión con la realización de un trabajo formal, según la incapacidad evaluada. Fundamentan que son muy altos los costos médicos y de tratamientos a los que se ven sometidas y que, por tanto, debería trabajarse en la generación de más oportunidades laborales adaptables a sus situaciones en vez de negarles la obtención de un sustento extra. Agregan como agravante que tres de cada cuatro de ellas están hoy desempleadas y que no se cumplen los cupos para incorporarlas laboralmente en dependencias del Estado.
Advierten también las mismas fuentes que, como consecuencia del flamante decreto, una persona con discapacidad que tenga una pensión va a dudar de incorporarse al mercado laboral formal, ya que, si pierde en algún momento ese empleo, habrá perdido no solo el beneficio de la pensión, sino el de la cobertura de salud que implica un trabajo en relación de dependencia, la que demorará en recobrar hasta conseguir un nuevo empleo en blanco.
Sin dudas, se trata de un tema muy delicado en el que debe primar el objetivo del que nunca debió apartarse ningún gobierno: poner a la persona con necesidades especiales como centro de la preocupación sanitaria, laboral y asistencial. Ese objetivo fue pisoteado por gestiones inescrupulosas que usaron las pensiones como regalos para amigos y parientes o como pagos por favores políticos. Fue una estafa económica para las arcas públicas, pero, por encima de todo, ética y moral al haberse desentendido de las verdaderas urgencias, de quienes necesitaban y necesitan ayuda.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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