El regreso de Trump y la región
Andrés Oppenheimer
MIAMI
Muchos piensan que el triunfo del presidente electo Donald Trump afectará negativamente a las economías de América Latina por sus promesas de deportar a millones de inmigrantes indocumentados y aumentar los aranceles a las importaciones, pero que el impacto político de su victoria será mucho menor.
Yo creo lo contrario. Los planes económicos de Trump tal vez no hagan tanto daño a la región, pero es probable que su desdén por las reglas democráticas sea utilizado como excusa por aspirantes a autócratas en la región para decir: “Si lo hace el presidente de Estados Unidos, ¿por qué no puedo hacerlo yo?”.
Los planes económicos de Trump incluyen aumentar los aranceles a los productos de todo el mundo en un 20% y a los productos chinos en un 60%.
También ha amenazado con aumentar los aranceles a los productos mexicanos hasta en un 100% si México no hace algo para detener el golpe de los inmigrantes indocumentados, y un porcentaje similar a ciertos productos de China.
“Donald Trump está dispuesto a aplastar a México con aranceles”, titulaba la revista británica The Economist esta semana. El expresidente mexicano Vicente Fox me dijo en una entrevista el 7 de noviembre que si Trump aumenta los aranceles a los productos mexicanos en un 100%, “nos tuerce”.
Además, Trump ha prometido deportar a los 11 millones de inmigrantes indocumentados. Si eso ocurre, México y otros países latinoamericanos verán aún más hacinados sus escuelas y hospitales, y recibirán menos remesas familiares de sus migrantes en Estados Unidos.
Muchos partidarios de Trump dicen que no hay que tomar tan literalmente las amenazas de Trump, porque en su primer mandato no siempre hizo todo lo que prometió. Pero esta vez puede ser diferente, porque Trump va a tener poderes casi absolutos. Ganó la presidencia, el Senado, podría ganar la Cámara de Representantes cuando se terminen de contar los votos y cuenta con una mayoría conservadora en la Corte Suprema.
Sin embargo, no creo que sus planes económicos sean el fin del mundo para América Latina. Por el contrario, podrían beneficiar a varios países de la región si impone aranceles del 60% a las exportaciones chinas y del 20% a los productos latinoamericanos.
Mario Cimoli, exsubsecretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU, me dijo que “el plan de Trump de cerrar China podría beneficiar a México y a varios países centroamericanos, que podrían obtener un mayor acceso al mercado estadounidense”.
En cuanto a las deportaciones masivas de Trump, soy escéptico de que pueda echar del país a varios millones. No se puede descartar que llegue a un acuerdo con la presidenta de México, por el cual ella tomará medidas para reducir la migración de terceros países a México camino a Estados Unidos, a cambio de un flujo ampliado de migrantes temporales legales.
Deportaramillonesdeinmigrantes crearía una enorme escasez de mano de obra en los sectores agrícola, hotelero y de la construcción de Estados Unidos, lo que elevaría los costos laborales y aumentaría la inflación. No creo que Trump quiera que eso ocurra durante su mandato.
Sin embargo, el impacto político de la victoria de Trump podría ser mayor. La negativa de Trump a reconocer su derrota electoral de 2020, su apoyo abierto a la turba violenta que atacó el Capitolio el 6 de enero de 2021 y su afirmación de que los medios independientes son “el enemigo del pueblo” animarán a varios presidentes latinoamericanos a tratar de convertirse en dictadores electos.
Es más, la admiración expresada por Trump a dictadores como Vladimir Putin, de Rusia, y Kim Jongun, de Corea del Norte, podría erosionar aún más la autoridad moral de Estados Unidos para predicar la democracia en otras naciones. Países como México tendrán más munición para justificar su apoyo a las dictaduras de Venezuela y Cuba.
Espero estar equivocado en cuanto al efecto político de la victoria de Trump. Pero el hecho es que el presidente electo tendrá poderes casi absolutos, y una larga historia de intentos de violación del Estado de Derecho.
Un autócrata electo en la Casa Blanca, que ha dicho que le gustaría ser un dictador “en el día uno” de su presidencia, sentaría un pésimo ejemplo para el resto del mundo.
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Un riesgo que vale la pena asumir
Diego M. Jiménez
“Lo único que te saca del núcleo duro de la pobreza es la educación. Independientemente de las condiciones y el contexto, te hace protagonista de tu vida y de tu historia…”, repite Jorge García Cuerva cuando alguna de sus intervenciones públicas roza el tema. Le educación hace realidad el bello concepto de libertad, dotándolo de sentido, corporizándolo y vitalizándolo en personas reales, no en meras abstracciones.
Libre es aquel que tiene “poder” sobre sí mismo, el que domina sus pasiones, el que ejerce el gobierno de sí mismo, quizá el más difícil de todos. También lo es quien puede elegirelcaminoaseguirentreopciones,conscientedesuslimitacionesy de su compromiso con el contexto.
Dos caras, necesariamente unidas, de un derecho fundamental que solo cobra vida en la propia acción humana. Robert Frost expresa como pocos la posibilidad de ejercer una libertad consciente en su poema “El camino no elegido”: “Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, /Yo tomé el menos transitado, /Y eso hizo toda la diferencia”, escribe el norteamericano.
“La educación es un laboratorio que forja esperanza, lo mejor está por venir… y sus artífices son los docentes”, apunta y, como en la mayoría de sus intervenciones, cita al Papa, que propone desde hace tiempo “enseñar a pensar y a razonar de manera integradora”, incorporando al intelecto los afectos y la acción. Es decir, “cabeza, corazón y manos”.
En eso coincide con Luigi Giussani, quien reflexiona que educar es una relación entre sujetos que buscan juntos el sentido de su vida. Por tanto, es un riesgo, dado que no existen ni recetas ni garantías precisas para ello, “sino que supone un desafío constante a la razón, a la voluntad y al corazón del educando y el educador”, explicaba el sacerdote oriundo de Milán.
Porque la educación es, fundamentalmente, un encuentro en donde el vínculo afectivo es crucial para que la conversación con la tradición, la crítica, el desafío a la autoridad y el diálogo con las distintas culturas sea posible. Sin él, toda transmisión de contenido pierde sustancia, se deshumaniza.
Desestimar esta dimensión reduciendo el proceso de enseñanza-aprendizaje solo a meros índices cuantitativos es asumir el riesgo de la incomprensión de un fenómeno complejo como el de educar. Lo “humano” impacta decididamente en los resultados. Por ese motivo, los buenos climas institucionales son cruciales. Ellos condicionan positivamente, empujan a aprender, crean contexto. Construyen un continente que, bien aprovechado, no solo mejora resultados de aprendizaje medibles, sino que anima a la persona a superarse junto a otros.
En educación ocurre lo mismo que en otras actividades y sectores: no es necesario revolucionar todo o buscar inventar siempre algo nuevo. Es preciso focalizar en lo esencial. Pequeños incentivos: reconocimiento al trabajo, estímulo constante desde los directivos a desarrollar proyectos e innovar metodológicamente, un ambiente cordial, retroalimentación y una gestión ordenada que facilite los trámites académicos y administrativos en las escuelas son elementos que predisponen y van construyendo de manera consistente ambientes escolares estimulantes.
“Me gusta ir”, “allí los directivos se ocupan y están atentos a lo que te pasa” o “te facilitan todo” son frases que se escuchan en instituciones donde el clima es amable y derrama hacia las aulas y pasillos. Y esto no requiere presupuesto extra o monetización alguna, solo la conciencia plena de que educar es un asunto humano. Un riesgo que vale la pena asumir para construir sociedades en donde el bien común sea el camino y destino a perseguir.
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Un juicio emblemático
Ha comenzado, por fin, el juicio oral contra el exfiscal general de San Isidro Julio Novo. Se trata de un proceso que puede demostrarle a la ciudadanía que no todos son iguales y que el Poder Judicial no actúa como una corporación que protege a sus miembros, sin importar las consecuencias.
Al citado fiscal se lo acusa de ayudar al narcotráfico, entorpeciendo la investigación que desarrollaba un subalterno, el fiscal Luis Angelini, quien terminó por denunciar a Novo y a otros cuatro funcionarios del Ministerio Público Fiscal bonaerense por el presunto encubrimiento agravado del narcotráfico.
En julio de 2008, los colombianos Héctor Edilson Duque Ceballos y Jorge Quintero Gartner fueron asesinados en el estacionamiento del shopping Unicenter, en San Isidro; siete meses después, en febrero de 2009, sicarios también ejecutaron a otro colombiano, Juan Sebastián Galvis Ramírez, en San Fernando.
El fiscal Angelini quedó a cargo de investigar esos tres homicidios, pero pronto se topó con todo tipo de obstáculos que lo llevaron a concluir que excedían la desidia o la típica burocracia. Sospechó que esas trabas encarnaban, en realidad, una maniobra deliberada, coordinada, dolosa y delictiva de Novo y sus acólitos.
La investigación quedó en manos de la jueza federal Sandra Arroyo Salgado. En 2016 procesó a Novo, a los entonces fiscales generales adjuntos Eduardo Vaiani y Rodrigo Caro, y a las entonces funcionarias Melisa Rey y Mariana Busse, por la presunta comisión de los delitos de encubrimiento agravado, estorbo funcional, abuso de autoridad e incumplimiento de sus deberes.
Tras superar incontables chicanas procesales, el expediente se elevó a la instancia oral en 2019, etapa en la que las defensas pidieron desarrollar medidas de prueba complementarias y buscaron ralentizar la sustanciación de la causa a como diera lugar. Y vaya que lo lograron durante otros cinco farragosos años.
El 26 de septiembre último, el Tribunal Oral Federal N° 3 de San Martín registró la primera audiencia del juicio oral. Desde entonces, los magistrados Nada Flores Vega, Walter Venditti y Esteban Rodríguez Eggers deben escuchar a los testigos, acusadores y defensas, sopesar las pruebas y determinar si Novo y sus colaboradores delinquieron para entorpecer una investigación contra el narcotráfico y, en última instancia, impidieron que saliera a la luz quiénes eran los autores ina telectuales de aquellos homicidios.
Sin importar cuál sea el veredicto final, el saldo de este caso resulta ya inquietante. Primero, porque la investigación criminal solo llegó hasta los sicarios, que han sido condenados, pero no se avanzó sobre los eslabones superiores de responsabilidad criminal, tal y como ha ocurrido también en el llamado “caso Chocolate” por el desvío de fondos públicos en la Legislatura bonaerense y en tantos otros episodios lamentables de nuestra historia reciente. Segundo, porque este caso ha reflejado, una vez más, la lentitud exasperante de nuestros tribunales: ¡han pasado 16 años desde los asesinatos; ocho años desde los procesamientos de Novo y sus acólitos, y cinco años desde que el expediente se elevó a la instancia oral! Y tercero, porque Novo ya alcanzó un objetivo de mínima: aun si es condenado, podrá pedir el arresto domiciliario por tener más de 70 años.
Esperamos, pues, que el Poder Judicial tome la decisión que deba tomar y que, sin importar cuál sea esa decisión, le demuestre a la sociedad que está a la altura de las circunstancias y que si Novo y sus colaboradores son, en efecto, culpables, no actúe como una corporación que protege a sus miembros a cualquier costo.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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