Las alternativas de Aerolíneas: de la intervención a una línea nueva
El Gobierno analiza variantes para la compañía estatal; hay propuestas para reflotar Austral y otras que pretenden que las provincias sean socias de una empresa aérea
Diego CabotFuerzas nacionales, ayer, en Aeroparque
Fueron 11 meses de un juego de ajedrez definitivo con piezas celestes y blancas. Y como en toda partida, cuando el tablero está desierto, los últimos movimientos siempre son a todo o nada. Así transcurrió el tiempo entre la administración de Javier Milei y los gremios de Aerolíneas Argentinas e Intercargo, entre avances, retrocesos y pausas. Pero el año pasó, los conflictos recrudecieron y llegó el tiempo de las decisiones finales.
“El Presidente se cansó del asunto”, se sinceró un hombre de su entorno. Según distintas fuentes consultadas, hay varias personas dedicadas a la búsqueda de opciones para que el mandatario se decante por la decisión final. Y entre las posibles salidas figuran desde una intervención hasta la posibilidad de la creación de otra empresa estatal, temporaria y con futuro privado, que salga al mercado con condiciones nuevas, que sea más ágil y que, a su vez, haga las veces de una ambulancia que recoja los heridos que deje Aerolíneas Argentinas. Sucede que esta solución implica decirle a la línea aérea estatal que ya no hay más dinero y que, de ahora en más, la única caja es la que genere.
“Eso llevará a que la compañía tome medidas fuertes, como la reprogramación de destinos y la cancelación de vuelos al exterior. Y entonces, el que prefiera que se pase a la nueva empresa que será temporaria, apenas como para volar y abastecer el mercado. Luego, se vende”, explicaron quienes trabajan en el proyecto.
El pensamiento del Gobierno es el siguiente. Los gremios de pilotos (APLA), aeronavegantes (APA) y personal aeronáutico (AAA) no tienen fuerza sin la línea aérea de bandera e Intercargo. Pues entonces, la idea sería dejarlos sin ellas y crear otras a las que se acercarán algunos de sus afiliados y tendrán condiciones nuevas.
Unas 15 personas trabajan en el pulido final de la norma que la podría crear. De hecho, en estas horas habrá una nueva reunión entre algunos especialistas que ya redactaron un borrador de decreto que establece que la compañía sería 100% estatal y que a los 180 días de creada sería puesta en venta. “Que al Estado nacional corresponde evitar situaciones en las que la concentración del transporte aéreo, la posición dominante o la ausencia de una competencia adecuada puedan derivar en situaciones perjudiciales para los usuarios”, dice aquel borrador que hoy se discutirá en los pliegues de la administración pública.
El diseño del asunto está bajo el mando de Diego Chaher, el exinterventor de los medios públicos –Télam, Radio y Televisión Argentina (RTA) y Educ.Ar– que desde junio controla las empresas del Estado en una “unidad ejecutora” .
Para que se entienda, en la Casa Rosada ya le bajaron el martillo a la compañía estatal. No creen que sea posible algún tipo de acuerdo marco con los gremios que genere condiciones como para hacer de la firma una empresa que compita en condiciones de mercado. Quienes confiesan que el presidente Javier Milei se cansó del asunto sostienen que el mandatario es partidario de una intervención.
El punto es que los técnicos legales que trabajan sobre la solución sostienen que no es tan sencillo el remedio porque la empresa es una sociedad anónima, con participación estatal mayoritaria, pero que se maneja por el derecho comercial.
No tan lejos de la Casa Rosada, el grupo técnico avanzó con otras propuestas. El desafío es cómo mantener la conectividad aérea en medio del conflicto con Aerolíneas. La semana pasada hubo varios análisis. Por caso, un abogado ligado históricamente a Aeropuertos Argentina 2000 puso en debate la posibilidad de volver a romper la unión de Aerolíneas y Austral. Es decir, desandar el camino de la fusión que hizo la gestión de La Cámpora y avanzar en la escisión. En esa mesa apareció una idea que tienen varios. Primero, al analizar los balances de Aerolíneas, surge una situación determinante: la compañía tiene patrimonio neto negativo. Eso significa que podría ser causal de liquidación.
Si ese es el camino, piensan, habría que tener un sustituto. Se llegó entonces, a la creación de la nueva empresa o a la posibilidad de la escisión de Austral. Fue cuando llegó la discusión sobre una idea que da vueltas desde hace tiempo: integrar a por lo menos siete provincias para que sean accionistas de la nueva empresa. Interesados en vuelos a sus territorios, los gobernadores ya fueron sondeados por el asunto. Uno del centro y otro del norte habrían mostrado interés.
Pero no parece ser fácil el escenario planteado. Separar a Austral no es un camino sencillo. Además, hay algo que tiene que ver con la propiedad de los aviones, especialmente de los Embraer, la flota que se compró en épocas de Cristina Kirchner. No es fácil pasar esas aeronaves que se compraron con dinero del Estado nacional y aportarlas como capital a una sociedad que tendrá otros dueños, sean las provincias o un privado. Da lo mismo. En esa mesa se dijo que seguramente ese remedio necesita un paso por el Congreso, el lugar que sí o sí quiere evitar el Gobierno.
El proyecto, que internamente se llama “ARSA Provincial”, debería, además, contar con habilitaciones y certificaciones, además de un enorme impulso político de la iniciativa. Eso lleva tiempo, y el verano está a la vuelta de la esquina.
De hecho, uno de los que estaban sentados a la mesa habló de la situación del centro de capacitación, Cefepra, donde los pilotos validan sus licencias. Los certificadores son comandantes en actividad, es decir, miembros del gremio. Por lo tanto, están bajo el paraguas del combativo Pablo Biró. Un experimentado consultor dijo que en diciembre habrá un 15% de pilotos que no podrán programarse por los paros en este centro. Por lo tanto, la operatoria en el verano está con una fuerte amenaza.
El recuerdo de Lafsa
De regreso a la creación de una nueva empresa, la temporalidad y la solución tienen un antecedente: Líneas Aéreas Federales (Lafsa), la aerolínea creada pocos días antes de que terminara el mandato de Eduardo Duhalde y que sirvió para colectar los empleados que quedaban sin trabajo con el cierre de Southern Winds y LAPA, entre otras compañías que dejaron de volar. La empresa tuvo una particularidad: nunca voló. Apenas pagó sueldos por años y terminó por hacer un convenio con Southern Winds. Ese acuerdo terminó con las dos compañías cuando una maleta atiborrada de cocaína fue descubierta en Madrid procedente de un vuelo de la línea aérea. Fue el fin de las dos. Con el ingreso de Latam (en aquel momento LAN), gran parte de los empleados pasaron a ser parte de esta nueva sociedad, que entre 2021 y 2022 terminó por abandonar el mercado local.
En los grupos de trabajo sostienen que, más allá de la provincialización o la creación de otra compañía, lo real es que es necesaria la firma de un nuevo contrato de trabajo por empresa y no por actividad. Esa es la única manera de que haya viabilidad comercial para el nuevo sujeto. Es decir, una nueva relación con los gremios.
Hubo quienes dijeron en esos encuentros que si el problema era ese, lo que habría que intervenir son los gremios y no la empresa. Pero eso no pasó de un comentario. En las últimas horas, el Gobierno dejó trascender que hay un ultimátum a los sindicatos. Esa suerte de intimación tiene una pregunta y dos respuestas. La pregunta es si están dispuestos a negociar nuevas condiciones. Y las respuestas son sí o no. Tan simple como eso.
Cerca de Milei están convencidos de que el camino no es salvar la empresa, sino avanzar en otro esquema, la refundación del mercado. Para eso se avanzó en una profunda liberalización con normas desreguladoras en todos las actividades aéreas. Pero el punto es que no hay nadie que tenga en pocos días 60 aviones con sus tripulaciones listas para reemplazar la oferta de Aerolíneas Argentinas.
El factor tiempo es el gran problema. El año transcurrió tal como lo esperaba el Gobierno. Puso un freno a los sueldos de los empleados de Aerolíneas e Intercargo y dejó que las protestas transcurrieran. Los sindicatos avanzaron con medidas de fuerza y en la Casa Rosada los expusieron. Es verdad que tienen un reclamo de atraso salarial genuino, pero también es cierto que la pelea de fondo de ellos tiene que ver con una férrea oposición a los trazos gruesos de la política de la administración Milei.
Mientras el entrecejo de los gremialistas se fruncía con anuncios de paros o medidas de fuerza, en la Casa Rosada sonreían por la exposición a la que se sometían. De hecho, el 13 de noviembre se vence un tiempo de negociación que se firmó en un juicio del Ciadi en el que la Argentina está condenada a pagar alrededor de 350 millones de dólares por la expropiación de Aerolíneas a Marsans. El titular de los derechos es el fondo Titan Consortium y son ellos quienes pidieron al tribunal del Banco Mundial que no haya ninguna medida hasta la semana que viene, dado que hay una negociación en marcha. Ese costo también será usado para exponer el peso económico de la compañía.
El Gobierno y los gremios transitaron un camino que ambos buscaron. En la Casa Rosada expusieron a los líderes sindicales como pretendían, cuestión de quitarles legitimidad. A su vez, estos se acercaron al verano, la zona de mayor demanda para la empresa. Un punto acá: por estos días es cuando se compran los vuelos para volar en temporada alta y la incertidumbre sobre la empresa ya empezó a impactar en las ventas.
Las opciones son extremas. Quizá la más moderada sea un proceso preventivo de crisis, que si bien genera la imposibilidad de tomar medidas de fuerza tradicionales deja a los gremios con la posibilidad de hacer asambleas y pequeñas protestas que compliquen la operación.
El regreso de Austral, la provincialización o la creación de una compañía nueva llevan tiempo y la época de vuelos masivos se aproxima. Por lo pronto, seguirá el debate. El decreto para una símil Lafsa, pero que vuele, ya está redactado y tiene menos de 120 artículos. Le faltan algunas definiciones y, sobre todo, la decisión política de impulsarlo. En el medio, la indefinición de un mercado aerocomercial que no puede confirmar a sus pasajeros si podrá cumplir con lo básico que se le pide a una línea aérea: llevar a un pasajero de un destino a otro un día determinado a una hora acordada.
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Planetas alineados, con algunas sombras
Claudio JacquelinTrump y Milei
“Se nos siguen alineando los planetas. ¡Qué manera de cerrar el mejor mes desde que llegamos!”, festejaron en la Casa Rosada después del apabullante triunfo en las elecciones de los Estados Unidos de Donald Trump, el amigo idolatrado del presidente Javier Milei.
La sostenida baja de la inflación, que mostraría el descenso de otro escalón la semana próxima (esperan un rutilante 2 adelante), la caída del riesgo país y de la cotización de los dólares no oficiales y la recuperación de la economía (en algunos sectores) eran los elementos que daban forma a la metáfora astronómica de la felicidad mileísta. Hasta la madrugada de anteayer, cuando se confirmó la noticia de política externa más deseada por el oficialismo.
La condición de Milei de único presidente amigo, fan y émulo del triunfante Trump en todo el continente, y la alineación absoluta (y ahora más) con los Estados Unidos son las bases sobre las que se posa la esperanza de que el nuevo viento que devuelve al republicano a la Casa Blanca empuje también hacia arriba a la Argentina. O al gobierno de La Libertad Avanza.
El encuentro bilateral que el mileísmo quiere realizar antes de la asunción del 20 de enero, y que aspiran a concretar la semana próxima, buscará resaltar esa sinonimia (o simbiosis) entre ambos mandatarios y sus respectivas construcciones.
No hay dudas de que en el plano político y simbólico el resultado de los comicios norteamericanos, tanto por la magnitud del triunfo del radicalizado candidato republicano como por la dimensión de la debacle de la moderada Kamala Harris, refuerza la identidad mileísta, en el fondo y en las formas, en la estética y en la ética. Aunque también hay algunas disonancias, sobre todo en lo que refiere a la retórica nacionalista que cultiva Trump.
La expectativa en el Gobierno es que esa armonía (si cabe para dos caracteres siempre volcánicos) se traslade al plano económico y financiero. Y allí es donde aparecen algunos matices.
En la Casa Rosada y en Economía confían casi ciegamente en que el triunfo de Trump traerá beneficios para el país en ambos planos, aun antes de que se produzca su asunción y a pesar de muchas incertidumbres que ya dispara la transición norteamericana que acaba de abrirse.
Sin embargo, varios analistas económicos e inversores advierten que nada será lineal. Es más: la mayoría señala que para el comercio internacional y para los bienes exportables argentinos se avecinan tiempos complicados si es que Trump cumple con lo prometido en campaña.
De todas maneras, algunas de esas voces señalan que los beneficios del triunfo trumpista para la Argentina en el plano financiero compensarán los probables perjuicios. Una apuesta a una nueva alineación de planetas, que depende de que ningún eclipse la altere.
Los antecedentes cercanos envalentonan a oficialistas (políticos y económicos), a un conjunto amplio de inversores y a buena parte de los grandes empresarios. No es el caso de medianos y pequeños empresarios ni de sectores del campo, que miran con preocupación las cuentas de sus negocios más que afinidades ideológicas y narrativas políticas.
Un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que aporte dólares frescos de libre disponibilidad, además de la renegociación de la deuda, asoma como la primera de las metas deseadas y alcanzables. La discusión parece centrada en dos puntos: uno es el monto de ese nuevo préstamo y el segundo son las condiciones que tendría, ya que el equipo económico no quiere hacer concesiones anticipadas en el plano cambiario, especialmente en lo que respecta al levantamiento del cepo.
Un sueño de 20.000 millon
“Es probable que con el apoyo de Trump, después de acordar un nuevo programa, el FMI nos dé unos 15.000 millones de dólares, aunque podría llegar a los 20.000 millones”. El cálculo optimista es compartido por autoridades económicas argentinas y por algunos inversores radicados en EE.UU., que dicen haber conversado con funcionarios del Fondo en los últimos días. La suma de base es la que ha venido buscando el ministro Luis Caputo desde que asumió y el objetivo con el que partió en cada viaje a Washington (al menos hasta mediados de año) para volver sin cheques que mostrar.
Pero las cosas han cambiado mucho en los últimos tres meses.
Por un lado, se cuentan el éxito del blanqueo y la consecuente incorporación de dólares, que mejoraron el nivel de las reservas y achicaron la brecha cambiaria. También, el resultado positivo en las cuentas públicas del brutal ajuste fiscal sin desvíos importantes ni (muy especialmente) alteración de la paz social por las consecuencias negativas en la economía real. Por último, se agrega la baja consistente de la inflación para aspirar a ese salvavidas. Y a eso se sumó la baja de la tasa de interés en los Estados Unidos, que volvió más atractivo traer o dejar dólares en estas playas para cambiarlos por pesos, ponerlos a interés y hacer una renta atractiva que no obtendrían en otro lado, antes de volver a llevarse los dólares.
A todo eso, cabe agregarle algunas novedades de la dimensión política que parecieron fortalecer al oficialismo, no tanto por sus éxitos, ya que siguen abundando los errores no forzados y los ruidos internos. Es la comparación lo que mejora, sustancialmente, a LLA.
La oposición ayuda
Las escenas de autodestrucción y fragmentación que continúa proyectando la oposición están para competir en un festival de cine catástrofe. La disputa interna del peronismo, la balcanización del radicalismo y el proceso de dilución de Pro parecen haberle allanado el camino al Gobierno antes de cumplir un año de una forma que ni siquiera los más optimistas del mileísmo soñaban. Eso también miran los mercados y los inversores, no solo financieros.
Pero la situación sigue siendo frágil como para cantar victoria y todavía el instinto de supervivencia, aunque atenuado, se mantiene en algunos opositores. La restricción a los DNU podría avanzar la semana próxima en el Congreso así como un rechazo al decreto que le dejó manos libres al Gobierno para renegociar deuda. En la Rosada confían en que el macrismo los ayude (otra vez) y la sanción no salga este año.
Prefieren regocijarse con halagos en otros terrenos. Ayer, esgrimían como un blasón la llegada de una integrante del directorio mundial de Shell para reunirse con Milei y anunciarle una importante inversión, junto con YPF, para el transporte de petróleo y gas. El anuncio fue celebrado en el entorno presidencial casi tanto como el regalo de unos gemelos de oro con cara de león hecho por la ejecutiva Zoe Yujnovich, junto con la afirmación de que su esposo integra el club de fans de Milei. Gente que sabe tocar fibras sensibles.
Para fortalecer los ánimos celebratorios, un inversor sostiene (con singular optimismo) que “la vulnerabilidad política y financiera de Milei ya está más en el pasado que en el presente y en el futuro”. Aun cuando él y varios de sus colegas admiten que los desafíos que tiene por delante el Gobierno son muchos y que tendrán nuevas situaciones de estrés con la política de Trump.
“Es cierto que las inversiones de corto (el carry trade) ayudan a sostener la baja del dólar y la caída de la brecha, lo cual siempre entraña riesgos, pero la mayoría pertenecen a actores locales o radicados en el país, que en lo inmediato no ponen en riesgo la situación”, coinciden un analista desde Wall Street y otro que asesora a un dirigente opositor.
La única, pero no menor, diferencia entre ambos es la durabilidad de esa operación sin poner el sistema en riesgo por una salida masiva de fondos. Le pasó a Mauricio Macri en 2018 ante el aumento de la tasa de interés en EE.UU., que ahora también se pronostica. Para el primero hay aún una ventana de casi dos años; para el segundo, el plazo máximo que tiene ese esquema es fin de 2025. En cambio, el político que se jacta de su expertise financiero proyecta luces amarillas para el primer trimestre del año próximo. Hagan apuestas.
En este terreno, el Gobierno confía en que las buenas señales provenientes de EE.UU. continúen (aun sin haber cerrado nada con el FMI) y sigan haciendo caer el riesgo país para poder salir a tomar deuda.
“Cuando el riesgo llegue a 500 puntos habrá muchas oportunidades y permitirá renegociar la deuda con los acreedores privados que vence el año próximo”, se entusiasma un analista cercano al Gobierno. Los vencimientos para 2025 llegan a 25.000 millones de dólares. Ante ese panorama, el acceso al crédito asoma como un bálsamo para oficialistas e inversores y como una dosis de ácido para quienes ven el endeudamiento en dólares una recurrente maldición, que recuerda viejos traumas nacionales.
Consecuencias negativas
Al margen de tales consideraciones, la vía financiera deberá compensar los efectos negativos que tendría para el país la política trumpista anunciada. Por ejemplo, la suba de aranceles a la importación, el apoyo a la producción de petróleo y gas no convencional, y una agresiva política comercial de tinte proteccionista.
“No se puede negar que para la Argentina habrá consecuencias negativas. Va a haber un dólar más fuerte contra otras monedas, lo cual complica el sendero descendente de la devaluación programada (crawling peg) que viene aplicando el Gobierno. Y ayer se sumó una nueva devaluación del real. Eso afectará el comercio exterior argentino porque el peso estará más apreciado y los precios de las commodities (petróleo y granos) que produce el país serán más débiles. En cambio, para bien o para mal, no cambiará mucho el comercio bilateral con EE.UU.”, advierte uno de los consultores que el Gobierno suele escuchar, aunque no estaría siendo muy receptivo en estas horas. El optimismo que transmite Luis Caputo a los inquilinos de la Casa Rosada no admite dudas, a pesar de que a estas prevenciones se suman otras dos netamente locales que podrían influir negativamente en la imprescindible (y exigida por el FMI) acumulación de dólares. Por un lado, el atraso cambiario lleva a pronosticar una elevada salida de divisas por turismo durante el verano, que ante el fin del impuesto PAIS haría que se vayan no solo dólares del colchón. Por eso, hay quienes pronostican la adopción de alguna medida para mantener elevado ese precio.
Por otra parte, especialistas en comercio exterior e interior prevén un aluvión de productos importados a partir del primer trimestre del año próximo, con fuerte impacto en las reservas y en las industrias locales. Sigue habiendo mantas cortas.
A eso habría que añadir las turbulencias que podrían agravarse en un mundo con demasiados frentes de conflicto abiertos. En ese terreno, descuella la profundización de la guerra comercial con China y la disputa por temas estratégicos, como el avance sobre el espacio exterior o por los minerales estratégicos. El viaje de Milei a Pekín empieza a estar en duda y habrá que ver si repite que ese país “no exige nada y solo pide que no lo molesten”. En una era de más tensión, las condiciones para el alineamiento pueden ser más rígidas. Trump ya eligió sus enemigos.
A eso se agrega la muy probable quitadelapoyodelosEstadosUnidos a Ucrania, que incomodaría a Milei no solo por la cercanía (hasta estética)quesiemprehaexpresadoporVolodimir Zelensky. Pueden ser tiempos de contorsiones interesantes.
El plano político y el ejercicio del poder amenazan, por otra parte, con darle clima favorable a una profundización de la intolerancia a cualquier cuestionamiento y un avance sobre el periodismo crítico. Las primeras reacciones del Gobierno tras el triunfo de Trump fueron brutalmente en esa línea. Y todavía no empezó la campaña electoral. Un Trump empoderado permite proyectar un Milei ultrarrecargado.
La alineación de planetas también proyecta algunas sombras.
Fueron 11 meses de un juego de ajedrez definitivo con piezas celestes y blancas. Y como en toda partida, cuando el tablero está desierto, los últimos movimientos siempre son a todo o nada. Así transcurrió el tiempo entre la administración de Javier Milei y los gremios de Aerolíneas Argentinas e Intercargo, entre avances, retrocesos y pausas. Pero el año pasó, los conflictos recrudecieron y llegó el tiempo de las decisiones finales.
“El Presidente se cansó del asunto”, se sinceró un hombre de su entorno. Según distintas fuentes consultadas, hay varias personas dedicadas a la búsqueda de opciones para que el mandatario se decante por la decisión final. Y entre las posibles salidas figuran desde una intervención hasta la posibilidad de la creación de otra empresa estatal, temporaria y con futuro privado, que salga al mercado con condiciones nuevas, que sea más ágil y que, a su vez, haga las veces de una ambulancia que recoja los heridos que deje Aerolíneas Argentinas. Sucede que esta solución implica decirle a la línea aérea estatal que ya no hay más dinero y que, de ahora en más, la única caja es la que genere.
“Eso llevará a que la compañía tome medidas fuertes, como la reprogramación de destinos y la cancelación de vuelos al exterior. Y entonces, el que prefiera que se pase a la nueva empresa que será temporaria, apenas como para volar y abastecer el mercado. Luego, se vende”, explicaron quienes trabajan en el proyecto.
El pensamiento del Gobierno es el siguiente. Los gremios de pilotos (APLA), aeronavegantes (APA) y personal aeronáutico (AAA) no tienen fuerza sin la línea aérea de bandera e Intercargo. Pues entonces, la idea sería dejarlos sin ellas y crear otras a las que se acercarán algunos de sus afiliados y tendrán condiciones nuevas.
Unas 15 personas trabajan en el pulido final de la norma que la podría crear. De hecho, en estas horas habrá una nueva reunión entre algunos especialistas que ya redactaron un borrador de decreto que establece que la compañía sería 100% estatal y que a los 180 días de creada sería puesta en venta. “Que al Estado nacional corresponde evitar situaciones en las que la concentración del transporte aéreo, la posición dominante o la ausencia de una competencia adecuada puedan derivar en situaciones perjudiciales para los usuarios”, dice aquel borrador que hoy se discutirá en los pliegues de la administración pública.
El diseño del asunto está bajo el mando de Diego Chaher, el exinterventor de los medios públicos –Télam, Radio y Televisión Argentina (RTA) y Educ.Ar– que desde junio controla las empresas del Estado en una “unidad ejecutora” .
Para que se entienda, en la Casa Rosada ya le bajaron el martillo a la compañía estatal. No creen que sea posible algún tipo de acuerdo marco con los gremios que genere condiciones como para hacer de la firma una empresa que compita en condiciones de mercado. Quienes confiesan que el presidente Javier Milei se cansó del asunto sostienen que el mandatario es partidario de una intervención.
El punto es que los técnicos legales que trabajan sobre la solución sostienen que no es tan sencillo el remedio porque la empresa es una sociedad anónima, con participación estatal mayoritaria, pero que se maneja por el derecho comercial.
No tan lejos de la Casa Rosada, el grupo técnico avanzó con otras propuestas. El desafío es cómo mantener la conectividad aérea en medio del conflicto con Aerolíneas. La semana pasada hubo varios análisis. Por caso, un abogado ligado históricamente a Aeropuertos Argentina 2000 puso en debate la posibilidad de volver a romper la unión de Aerolíneas y Austral. Es decir, desandar el camino de la fusión que hizo la gestión de La Cámpora y avanzar en la escisión. En esa mesa apareció una idea que tienen varios. Primero, al analizar los balances de Aerolíneas, surge una situación determinante: la compañía tiene patrimonio neto negativo. Eso significa que podría ser causal de liquidación.
Si ese es el camino, piensan, habría que tener un sustituto. Se llegó entonces, a la creación de la nueva empresa o a la posibilidad de la escisión de Austral. Fue cuando llegó la discusión sobre una idea que da vueltas desde hace tiempo: integrar a por lo menos siete provincias para que sean accionistas de la nueva empresa. Interesados en vuelos a sus territorios, los gobernadores ya fueron sondeados por el asunto. Uno del centro y otro del norte habrían mostrado interés.
Pero no parece ser fácil el escenario planteado. Separar a Austral no es un camino sencillo. Además, hay algo que tiene que ver con la propiedad de los aviones, especialmente de los Embraer, la flota que se compró en épocas de Cristina Kirchner. No es fácil pasar esas aeronaves que se compraron con dinero del Estado nacional y aportarlas como capital a una sociedad que tendrá otros dueños, sean las provincias o un privado. Da lo mismo. En esa mesa se dijo que seguramente ese remedio necesita un paso por el Congreso, el lugar que sí o sí quiere evitar el Gobierno.
El proyecto, que internamente se llama “ARSA Provincial”, debería, además, contar con habilitaciones y certificaciones, además de un enorme impulso político de la iniciativa. Eso lleva tiempo, y el verano está a la vuelta de la esquina.
De hecho, uno de los que estaban sentados a la mesa habló de la situación del centro de capacitación, Cefepra, donde los pilotos validan sus licencias. Los certificadores son comandantes en actividad, es decir, miembros del gremio. Por lo tanto, están bajo el paraguas del combativo Pablo Biró. Un experimentado consultor dijo que en diciembre habrá un 15% de pilotos que no podrán programarse por los paros en este centro. Por lo tanto, la operatoria en el verano está con una fuerte amenaza.
El recuerdo de Lafsa
De regreso a la creación de una nueva empresa, la temporalidad y la solución tienen un antecedente: Líneas Aéreas Federales (Lafsa), la aerolínea creada pocos días antes de que terminara el mandato de Eduardo Duhalde y que sirvió para colectar los empleados que quedaban sin trabajo con el cierre de Southern Winds y LAPA, entre otras compañías que dejaron de volar. La empresa tuvo una particularidad: nunca voló. Apenas pagó sueldos por años y terminó por hacer un convenio con Southern Winds. Ese acuerdo terminó con las dos compañías cuando una maleta atiborrada de cocaína fue descubierta en Madrid procedente de un vuelo de la línea aérea. Fue el fin de las dos. Con el ingreso de Latam (en aquel momento LAN), gran parte de los empleados pasaron a ser parte de esta nueva sociedad, que entre 2021 y 2022 terminó por abandonar el mercado local.
En los grupos de trabajo sostienen que, más allá de la provincialización o la creación de otra compañía, lo real es que es necesaria la firma de un nuevo contrato de trabajo por empresa y no por actividad. Esa es la única manera de que haya viabilidad comercial para el nuevo sujeto. Es decir, una nueva relación con los gremios.
Hubo quienes dijeron en esos encuentros que si el problema era ese, lo que habría que intervenir son los gremios y no la empresa. Pero eso no pasó de un comentario. En las últimas horas, el Gobierno dejó trascender que hay un ultimátum a los sindicatos. Esa suerte de intimación tiene una pregunta y dos respuestas. La pregunta es si están dispuestos a negociar nuevas condiciones. Y las respuestas son sí o no. Tan simple como eso.
Cerca de Milei están convencidos de que el camino no es salvar la empresa, sino avanzar en otro esquema, la refundación del mercado. Para eso se avanzó en una profunda liberalización con normas desreguladoras en todos las actividades aéreas. Pero el punto es que no hay nadie que tenga en pocos días 60 aviones con sus tripulaciones listas para reemplazar la oferta de Aerolíneas Argentinas.
El factor tiempo es el gran problema. El año transcurrió tal como lo esperaba el Gobierno. Puso un freno a los sueldos de los empleados de Aerolíneas e Intercargo y dejó que las protestas transcurrieran. Los sindicatos avanzaron con medidas de fuerza y en la Casa Rosada los expusieron. Es verdad que tienen un reclamo de atraso salarial genuino, pero también es cierto que la pelea de fondo de ellos tiene que ver con una férrea oposición a los trazos gruesos de la política de la administración Milei.
Mientras el entrecejo de los gremialistas se fruncía con anuncios de paros o medidas de fuerza, en la Casa Rosada sonreían por la exposición a la que se sometían. De hecho, el 13 de noviembre se vence un tiempo de negociación que se firmó en un juicio del Ciadi en el que la Argentina está condenada a pagar alrededor de 350 millones de dólares por la expropiación de Aerolíneas a Marsans. El titular de los derechos es el fondo Titan Consortium y son ellos quienes pidieron al tribunal del Banco Mundial que no haya ninguna medida hasta la semana que viene, dado que hay una negociación en marcha. Ese costo también será usado para exponer el peso económico de la compañía.
El Gobierno y los gremios transitaron un camino que ambos buscaron. En la Casa Rosada expusieron a los líderes sindicales como pretendían, cuestión de quitarles legitimidad. A su vez, estos se acercaron al verano, la zona de mayor demanda para la empresa. Un punto acá: por estos días es cuando se compran los vuelos para volar en temporada alta y la incertidumbre sobre la empresa ya empezó a impactar en las ventas.
Las opciones son extremas. Quizá la más moderada sea un proceso preventivo de crisis, que si bien genera la imposibilidad de tomar medidas de fuerza tradicionales deja a los gremios con la posibilidad de hacer asambleas y pequeñas protestas que compliquen la operación.
El regreso de Austral, la provincialización o la creación de una compañía nueva llevan tiempo y la época de vuelos masivos se aproxima. Por lo pronto, seguirá el debate. El decreto para una símil Lafsa, pero que vuele, ya está redactado y tiene menos de 120 artículos. Le faltan algunas definiciones y, sobre todo, la decisión política de impulsarlo. En el medio, la indefinición de un mercado aerocomercial que no puede confirmar a sus pasajeros si podrá cumplir con lo básico que se le pide a una línea aérea: llevar a un pasajero de un destino a otro un día determinado a una hora acordada.
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Planetas alineados, con algunas sombras
Claudio JacquelinTrump y Milei
“Se nos siguen alineando los planetas. ¡Qué manera de cerrar el mejor mes desde que llegamos!”, festejaron en la Casa Rosada después del apabullante triunfo en las elecciones de los Estados Unidos de Donald Trump, el amigo idolatrado del presidente Javier Milei.
La sostenida baja de la inflación, que mostraría el descenso de otro escalón la semana próxima (esperan un rutilante 2 adelante), la caída del riesgo país y de la cotización de los dólares no oficiales y la recuperación de la economía (en algunos sectores) eran los elementos que daban forma a la metáfora astronómica de la felicidad mileísta. Hasta la madrugada de anteayer, cuando se confirmó la noticia de política externa más deseada por el oficialismo.
La condición de Milei de único presidente amigo, fan y émulo del triunfante Trump en todo el continente, y la alineación absoluta (y ahora más) con los Estados Unidos son las bases sobre las que se posa la esperanza de que el nuevo viento que devuelve al republicano a la Casa Blanca empuje también hacia arriba a la Argentina. O al gobierno de La Libertad Avanza.
El encuentro bilateral que el mileísmo quiere realizar antes de la asunción del 20 de enero, y que aspiran a concretar la semana próxima, buscará resaltar esa sinonimia (o simbiosis) entre ambos mandatarios y sus respectivas construcciones.
No hay dudas de que en el plano político y simbólico el resultado de los comicios norteamericanos, tanto por la magnitud del triunfo del radicalizado candidato republicano como por la dimensión de la debacle de la moderada Kamala Harris, refuerza la identidad mileísta, en el fondo y en las formas, en la estética y en la ética. Aunque también hay algunas disonancias, sobre todo en lo que refiere a la retórica nacionalista que cultiva Trump.
La expectativa en el Gobierno es que esa armonía (si cabe para dos caracteres siempre volcánicos) se traslade al plano económico y financiero. Y allí es donde aparecen algunos matices.
En la Casa Rosada y en Economía confían casi ciegamente en que el triunfo de Trump traerá beneficios para el país en ambos planos, aun antes de que se produzca su asunción y a pesar de muchas incertidumbres que ya dispara la transición norteamericana que acaba de abrirse.
Sin embargo, varios analistas económicos e inversores advierten que nada será lineal. Es más: la mayoría señala que para el comercio internacional y para los bienes exportables argentinos se avecinan tiempos complicados si es que Trump cumple con lo prometido en campaña.
De todas maneras, algunas de esas voces señalan que los beneficios del triunfo trumpista para la Argentina en el plano financiero compensarán los probables perjuicios. Una apuesta a una nueva alineación de planetas, que depende de que ningún eclipse la altere.
Los antecedentes cercanos envalentonan a oficialistas (políticos y económicos), a un conjunto amplio de inversores y a buena parte de los grandes empresarios. No es el caso de medianos y pequeños empresarios ni de sectores del campo, que miran con preocupación las cuentas de sus negocios más que afinidades ideológicas y narrativas políticas.
Un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que aporte dólares frescos de libre disponibilidad, además de la renegociación de la deuda, asoma como la primera de las metas deseadas y alcanzables. La discusión parece centrada en dos puntos: uno es el monto de ese nuevo préstamo y el segundo son las condiciones que tendría, ya que el equipo económico no quiere hacer concesiones anticipadas en el plano cambiario, especialmente en lo que respecta al levantamiento del cepo.
Un sueño de 20.000 millon
“Es probable que con el apoyo de Trump, después de acordar un nuevo programa, el FMI nos dé unos 15.000 millones de dólares, aunque podría llegar a los 20.000 millones”. El cálculo optimista es compartido por autoridades económicas argentinas y por algunos inversores radicados en EE.UU., que dicen haber conversado con funcionarios del Fondo en los últimos días. La suma de base es la que ha venido buscando el ministro Luis Caputo desde que asumió y el objetivo con el que partió en cada viaje a Washington (al menos hasta mediados de año) para volver sin cheques que mostrar.
Pero las cosas han cambiado mucho en los últimos tres meses.
Por un lado, se cuentan el éxito del blanqueo y la consecuente incorporación de dólares, que mejoraron el nivel de las reservas y achicaron la brecha cambiaria. También, el resultado positivo en las cuentas públicas del brutal ajuste fiscal sin desvíos importantes ni (muy especialmente) alteración de la paz social por las consecuencias negativas en la economía real. Por último, se agrega la baja consistente de la inflación para aspirar a ese salvavidas. Y a eso se sumó la baja de la tasa de interés en los Estados Unidos, que volvió más atractivo traer o dejar dólares en estas playas para cambiarlos por pesos, ponerlos a interés y hacer una renta atractiva que no obtendrían en otro lado, antes de volver a llevarse los dólares.
A todo eso, cabe agregarle algunas novedades de la dimensión política que parecieron fortalecer al oficialismo, no tanto por sus éxitos, ya que siguen abundando los errores no forzados y los ruidos internos. Es la comparación lo que mejora, sustancialmente, a LLA.
La oposición ayuda
Las escenas de autodestrucción y fragmentación que continúa proyectando la oposición están para competir en un festival de cine catástrofe. La disputa interna del peronismo, la balcanización del radicalismo y el proceso de dilución de Pro parecen haberle allanado el camino al Gobierno antes de cumplir un año de una forma que ni siquiera los más optimistas del mileísmo soñaban. Eso también miran los mercados y los inversores, no solo financieros.
Pero la situación sigue siendo frágil como para cantar victoria y todavía el instinto de supervivencia, aunque atenuado, se mantiene en algunos opositores. La restricción a los DNU podría avanzar la semana próxima en el Congreso así como un rechazo al decreto que le dejó manos libres al Gobierno para renegociar deuda. En la Rosada confían en que el macrismo los ayude (otra vez) y la sanción no salga este año.
Prefieren regocijarse con halagos en otros terrenos. Ayer, esgrimían como un blasón la llegada de una integrante del directorio mundial de Shell para reunirse con Milei y anunciarle una importante inversión, junto con YPF, para el transporte de petróleo y gas. El anuncio fue celebrado en el entorno presidencial casi tanto como el regalo de unos gemelos de oro con cara de león hecho por la ejecutiva Zoe Yujnovich, junto con la afirmación de que su esposo integra el club de fans de Milei. Gente que sabe tocar fibras sensibles.
Para fortalecer los ánimos celebratorios, un inversor sostiene (con singular optimismo) que “la vulnerabilidad política y financiera de Milei ya está más en el pasado que en el presente y en el futuro”. Aun cuando él y varios de sus colegas admiten que los desafíos que tiene por delante el Gobierno son muchos y que tendrán nuevas situaciones de estrés con la política de Trump.
“Es cierto que las inversiones de corto (el carry trade) ayudan a sostener la baja del dólar y la caída de la brecha, lo cual siempre entraña riesgos, pero la mayoría pertenecen a actores locales o radicados en el país, que en lo inmediato no ponen en riesgo la situación”, coinciden un analista desde Wall Street y otro que asesora a un dirigente opositor.
La única, pero no menor, diferencia entre ambos es la durabilidad de esa operación sin poner el sistema en riesgo por una salida masiva de fondos. Le pasó a Mauricio Macri en 2018 ante el aumento de la tasa de interés en EE.UU., que ahora también se pronostica. Para el primero hay aún una ventana de casi dos años; para el segundo, el plazo máximo que tiene ese esquema es fin de 2025. En cambio, el político que se jacta de su expertise financiero proyecta luces amarillas para el primer trimestre del año próximo. Hagan apuestas.
En este terreno, el Gobierno confía en que las buenas señales provenientes de EE.UU. continúen (aun sin haber cerrado nada con el FMI) y sigan haciendo caer el riesgo país para poder salir a tomar deuda.
“Cuando el riesgo llegue a 500 puntos habrá muchas oportunidades y permitirá renegociar la deuda con los acreedores privados que vence el año próximo”, se entusiasma un analista cercano al Gobierno. Los vencimientos para 2025 llegan a 25.000 millones de dólares. Ante ese panorama, el acceso al crédito asoma como un bálsamo para oficialistas e inversores y como una dosis de ácido para quienes ven el endeudamiento en dólares una recurrente maldición, que recuerda viejos traumas nacionales.
Consecuencias negativas
Al margen de tales consideraciones, la vía financiera deberá compensar los efectos negativos que tendría para el país la política trumpista anunciada. Por ejemplo, la suba de aranceles a la importación, el apoyo a la producción de petróleo y gas no convencional, y una agresiva política comercial de tinte proteccionista.
“No se puede negar que para la Argentina habrá consecuencias negativas. Va a haber un dólar más fuerte contra otras monedas, lo cual complica el sendero descendente de la devaluación programada (crawling peg) que viene aplicando el Gobierno. Y ayer se sumó una nueva devaluación del real. Eso afectará el comercio exterior argentino porque el peso estará más apreciado y los precios de las commodities (petróleo y granos) que produce el país serán más débiles. En cambio, para bien o para mal, no cambiará mucho el comercio bilateral con EE.UU.”, advierte uno de los consultores que el Gobierno suele escuchar, aunque no estaría siendo muy receptivo en estas horas. El optimismo que transmite Luis Caputo a los inquilinos de la Casa Rosada no admite dudas, a pesar de que a estas prevenciones se suman otras dos netamente locales que podrían influir negativamente en la imprescindible (y exigida por el FMI) acumulación de dólares. Por un lado, el atraso cambiario lleva a pronosticar una elevada salida de divisas por turismo durante el verano, que ante el fin del impuesto PAIS haría que se vayan no solo dólares del colchón. Por eso, hay quienes pronostican la adopción de alguna medida para mantener elevado ese precio.
Por otra parte, especialistas en comercio exterior e interior prevén un aluvión de productos importados a partir del primer trimestre del año próximo, con fuerte impacto en las reservas y en las industrias locales. Sigue habiendo mantas cortas.
A eso habría que añadir las turbulencias que podrían agravarse en un mundo con demasiados frentes de conflicto abiertos. En ese terreno, descuella la profundización de la guerra comercial con China y la disputa por temas estratégicos, como el avance sobre el espacio exterior o por los minerales estratégicos. El viaje de Milei a Pekín empieza a estar en duda y habrá que ver si repite que ese país “no exige nada y solo pide que no lo molesten”. En una era de más tensión, las condiciones para el alineamiento pueden ser más rígidas. Trump ya eligió sus enemigos.
A eso se agrega la muy probable quitadelapoyodelosEstadosUnidos a Ucrania, que incomodaría a Milei no solo por la cercanía (hasta estética)quesiemprehaexpresadoporVolodimir Zelensky. Pueden ser tiempos de contorsiones interesantes.
El plano político y el ejercicio del poder amenazan, por otra parte, con darle clima favorable a una profundización de la intolerancia a cualquier cuestionamiento y un avance sobre el periodismo crítico. Las primeras reacciones del Gobierno tras el triunfo de Trump fueron brutalmente en esa línea. Y todavía no empezó la campaña electoral. Un Trump empoderado permite proyectar un Milei ultrarrecargado.
La alineación de planetas también proyecta algunas sombras.
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