Recaudación y motosierra. La puja por los recursos del presupuesto 2025
La UCR y Encuentro Federal buscan modificar la regla del déficit cero para evitar que el Gobierno disponga arbitrariamente de posibles excedentes
Laura Serra
La regla fiscal que impone el déficit cero, sacralizada en el proyecto de ley de presupuesto 2025 que Javier Milei envió al Congreso, está en la mira de la oposición. Tanto dialoguistas como el sector más crítico entrevén que este corsé fiscal le permitiría al Gobierno un manejo discrecional del gasto, prerrogativa que no quieren otorgarle en un año electoral.
Milei pretende hacer del equilibrio fiscal una regla permanente. Así lo establece en el artículo 1º del proyecto: allí define que de ahora en más el sector público nacional deberá obtener un resultado financiero equilibrado o superavitario y, en caso de que la recaudación prevista sea menor, los gastos deberán como mínimo recortarse en la misma proporción.
Salvo el kirchnerismo y la izquierda, nadie en la oposición discute el equilibrio en las cuentas públicas, pero tampoco quiere darle un cheque en blanco a Milei para que elija por dónde pasar la motosierra del ajuste si la recaudación cayera. Como el 70% del gasto es rígido (allí se incluyen las jubilaciones y pensiones, salarios públicos, intereses de la deuda y otras erogaciones), los opositores temen que, una vez más, las obras públicas y las transferencias a las provincias sean víctimas de un nuevo ajuste feroz.
La situación bien podría darse a la inversa, es decir, que la recaudación crezca más allá de las previsiones del Gobierno si la inflación es superior al 18% presupuestado. Un porcentaje muy por debajo de las estimaciones del REM, relevadas por el Banco Central, y del FMI, que mantuvo en 45% su proyección para 2025.
De darse este caso, el Gobierno se haría de un excedente billonario que podría disponer de manera discrecional. Una práctica sistemática durante la era kirchnerista.
“Estamos de acuerdo con la regla del equilibrio fiscal, pero al artículo le falta contenido, una reglamentación sobre qué gastos se pueden reasignar”, advierte el diputado radical Lisandro Nieri, hombre del gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, y delegado del ala dialoguista de la UCR en las negociaciones con el Gobierno.
La contraparte oficialista tomó nota y pidió una redacción alternativa del artículo, pero por ahora no acusa recibo. Al cabo de tres rondas de negociaciones los avances han sido magros. Las tratativas avanzan en cámara lenta y el fin de año se acerca; sin presupuesto sancionado para entonces, el Gobierno podrá prorrogar el vigente –que ya viene prorrogado– y, así, subir y bajar el gasto a discreción. A puro decreto.
Suspicacias y alternativas
Las suspicacias, alentadas desde la propia Casa Rosada, encienden luces de alerta no solo en la oposición, sino también entre los aliados de Pro.
“Nosotros ya tenemos nuestro dictamen de presupuesto listo. El oficialismo no podrá tener excusas para evitar el debate”, apuran Miguel Pichetto y Nicolás Massot, del bloque Encuentro Federal.
El proyecto de este bloque variopinto de opositores –allí confluyen el socialismo, Córdoba Federal y GEN– preserva el equilibrio fiscal que pregona Milei, pero establece otras prioridades en el gasto: propone mejorar las jubilaciones (con la recomposición del 8,1% vetado por el Presidente y el bono de $70.000 en el haber); incrementar en un 17% el presupuesto universitario, y automatizar las transferencias a las cajas jubilatorias provinciales no transferidas a la Anses que hayan superado las auditorías.
Ante eventuales discrecionalidades en el manejo del gasto, este bloque también propone modificar la regla del déficit cero: si la recaudación cae por debajo de lo previsto será el Congreso el que definirá el orden de los gastos a ser reducidos, plantea.
“Si resulta mayor, el Gobierno deberá bajar impuestos, empezando por las retenciones”, desafía Massot.
El legislador cree que lo más efectivo para evitar discrecionalidades en el manejo del gasto es limitar el uso, por parte del Poder Ejecutivo, de los decretos de necesidad y urgencia (DNU). “Si sancionáramos una ley en ese sentido, el Gobierno no podrá reasignar partidas ni subir ni bajar el gasto por decreto como viene haciendo hasta ahora”, insiste.
El dictamen que avanza en esa línea está listo para ir al recinto de la Cámara de Diputados (ve aparte). Los votos estarían asegurados. La oposición solo debe resolver la fecha de la sesión especial: se estima que se realizaría antes del fin del año parlamentario.
El bloque de Pro –aliado al oficialismo– y el sector dialoguista de la UCR no disimulan su fastidio por el aguijoneo constante del bloque de Pichetto. “No le corresponde a la oposición presentar un presupuesto alternativo”, reprochan.
Ambos bloques también le reclamaron al Gobierno una mejora en las partidas para jubilados y universidades, pero son reacios a incorporar fuentes de financiamiento que no autorice el Ministerio de Economía. Apuestan por una salida acordada con el Gobierno.
Sin embargo, las señales que recibieron hasta ahora de la contraparte oficialista no fueron positivas: el ministro de Economía, Luis Caputo, se rehúsa a mejorar las jubilaciones el año próximo, no solo por su impacto fiscal, sino también porque sería un mensaje contrario al pregón de ajuste del gasto que celebran los mercados.
Los dialoguistas tampoco recibieron señales que aplaquen las ansiedades de los gobernadores, que reclaman garantías para financiar las cajas jubilatorias y las obras públicas nacionales transferidas a las provincias. El jefe de gobierno porteño reclama además una cláusula que garantice que la Nación pagará el 2,95% de coparticipación a la ciudad. “Si no hay respuesta, no votamos el presupuesto”, avisan los macristas.
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La oposición busca votos para apurar el proyecto que limita los DNU de Milei
Intentará aprobarlo antes de fin de mes; el oficialismo resiste la embestida
Claudio JacquelinJavier Milei
La oposición intenta apurar en la Cámara de Diputados la votación del proyecto que limita al presidente Javier Milei en el uso de sus facultades constitucionales para dictar decretos de necesidad y urgencia (DNU).
Los votos están prácticamente asegurados en el recinto y todo indica que la sesión especial se realizaría antes de fin de mes.
Los impulsores del dictamen de mayoría –las bancadas de Unión por la Patria, Encuentro Federal y Democracia para Siempre, bloque este último que enrola a 12 radicales críticos del oficialismo– reúnen, a priori, 127 votos. Si a ellos se sumara la izquierda, la aprobación en el recinto estaría asegurada. El Gobierno pretende frenar la embestida y, para eso, apunta a las diferencias entre las distintas bancadas. Pro considera que no es el momento para limitar una facultad que tuvieron los presidentes que antecedieron a Milei.
Las señales auspiciosas de los mercados y los números verdes de algunos indicadores macroeconómicos fundamentales le dieron aire al Gobierno para ponerse en modo electoral. No solo en clave nacional. A pesar del paréntesis que impuso otro de esos errores no forzados políticos y de gestión que suele infligirse el oficialismo.
Mientras avanza el armado libertario nacional, las luces bajas enfocan directo a la infartante elección presidencial de los Estados Unidos, que se celebrará mañana, cuyo desenlace ni siquiera los más expertos se animan a pronosticar con algún grado de certeza.
Como pocas veces antes, la administración argentina tiene puestas enormes expectativas y esperanzas (tal vez demasiadas) en lo que ocurrirá en los comicios norteamericanos. Casi como si fueran propios.
Luego del nuevo sismo en el gabinete con el intempestivo desplazamiento de Diana Mondino, lo que ocurra con Donald Trump, el ídolo mileísta y candidato a volver al poder en los Estados Unidos, ocupa una muy buena parte de la atención de la plana mayor de la administración.
Hoy se vive una ventana de paz interna, que permite volver a mirar más lejos. Hasta la próxima chispa que provoque otra explosión y deje nuevas víctimas, lo que se emite desde la Casa Rosada es que las principales figuras del gabinete han sido confirmadas, tras la nominación como canciller de quien era (no tan casualmente) el embajador en los Estados Unidos, Gerardo Werthein.
El propio Presidente se encargó de reafirmar la estabilidad, especialmente, de una de las figuras que habían tenido roces con el gurú Santiago Caputo y que algunas voces incluían cierta desafección de Karina Milei, la otra integrante del triángulo del poder.
Es el caso de la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, en cuyo entorno miraban con suspicacia y algún temor la forma en la que cayó Mondino, al final de una larga intervención virtual de su ministerio por parte del dúo metalero, como se había consignado en esta columna.
“Les vendieron pescado podrido. Con Sandra está todo muy bien. Se limaron las asperezas que en algún momento han tenido con Santi. Y Kary (así la llama) y Sandra se adoran”, se ocupó de aclarar enfáticamente Milei, como para evitar que las versiones, las suspicacias y los temores reavivaran las brasas de viejos conflictos en el círculo de los funcionarios que le son más cercanos personalmente.
Aun así, en el equipo de Pettovello hay quienes se entrenan para aguzar la visión periférica y detectar vulnerables puntos ciegos. El sostenido avance del gurú sobre todas las áreas del Gobierno y en la construcción política no deja de generar inquietudes.
El cambio en la Cancillería procura darle soporte a la construcción de esa paz interna, siempre al límite de la ruptura.
También, busca reforzar la cohesión y la identidad del Gobierno, cada vez más explícitamente enrolado en un conservadurismo extremo en lo político, alineado con los Estados Unidos e Israel. Sin lugar para deslices liberales (y mucho menos socialdemócratas o progresistas) en lo social y en las relaciones internacionales. Como si se tratara de una especie de vanguardia subcontinental del eventual regreso de Trump al poder, con el afán de ser tratado como un aliado de privilegio.
Nitidez ideológica
La creciente influencia sobre la Cancillería, que en el cuerpo diplomático profesional vienen advirtiendo desde hace un semestre, por parte de fundaciones y think
tanks ultraconservadores estadounidenses y soportes del trumpismo, como la Heritage Foundation, se expresa cada vez con más fuerza en la política internacional argentina. Con ecos poderosos en la política interna.
“Cada uno de los documentos de trabajo que se venían elaborando empezó a ser revisado con ese prisma y se trabaron varios que estaban en estado avanzado. En muchos casos, los cambios o las objeciones revierten posiciones de largo tiempo sostenidas por la Argentina, como pasó con el voto sobre el embargo de los Estados Unidos a Cuba, o que están en línea con tratados internaciones a los que ha adherido el país. Para peor, ni siquiera son posiciones que los norteamericanos nos demanden y ponen en riesgo objetivos nacionales”, dice un perplejo y veterano diplomático, cuyas posiciones políticas personales coinciden en buena medida con el ideario oficialista.
Obviamente, los puntos más sensibles están vinculados con las cuestiones medioambientales y de género, en las que se incluye, en primer lugar, el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Todo lo que tenga que ver con ello pasa por el filtro del integrismo de la Secretaría de Culto y Civilización, a cargo del joven propalador Nahuel Sotelo, y de la abogada de familia y asesora de facto Úrsula Basset, guardianes implacables de la ortodoxia.
A ellos les atribuyen relaciones estrechas con organizaciones internacionales de la nueva derecha extrema, que esperan con ansias la llegada de Trump a la presidencia, para darle más potencia y respalen a la construcción de un nuevo orden y un nuevo sentido común basado en principios e ideas que sirvan para consolidar y ampliar la base de sustentación social tanto como los logros económicos a los que se aspira.
“Es imprescindible bajar la inflación, lograr el déficit cero, hacer que la economía crezca, pero eso no es suficiente para establecer un nuevo orden. Aun cuando se alcancen esos objetivos, que hoy parece difícil lograr que se sostengan, van a llegar nuevas demandas y así sucesivamente”, argumenta uno de los exégetas y soportes ideológicos del mileísmo.
“Nadie nunca va a dar la vida por el superávit fiscal o por la baja de la inflación, pero sí por valores trascendentes y fines superiores”, explica la fuente.
De eso va la hegemonía a la que se aspira y que, en el mediano plazo, incluye el aspiracional de una reforma constitucional, capaz de trazar una parábola que lleve del siglo XIX al XXI, saltándose muchos hitos del siglo pasado.
Por eso, la elección en los Estados Unidos resulta tan importante y no solo por las expectativas (o las ilusiones) económico-financieras que despiertan Milei y su equipo económico.
No da lo mismo, ni mucho menos, que mañana se imponga el conservadurismo extremo que encuentra en Trump a su ejecutor, a que triunfe una representante cabal del secularismo liberal, como la demócrata Kamala Harris.
La disputa por el sentido es tan relevante para esta construcción política como los resultados contantes y sonantes del intercambio comercial, el acceso a préstamos o la refinanciación de la enorme deuda externa, de la que el año próximo habrá más vencimientos que recursos para afrontarla.
Otro paso de la batalla cultural
En definitiva, se trata de la batalla cultural de la que tanto (y con tanta liviandad) se suele hablar. Los ingenieros políticos de este experimento y sus soportes ideológicos e intelectuales (nacionales e internacionales), que integran lo que algunos llaman la Internacional de la Derecha alternativa, están en llamas en estas horas.
Eso es lo que, al mismo tiempo, produce escalofríos en los sectores republicanos y liberales (no solo en lo económico) sobrevivientes en el macrismo, que recelan del Gobierno y complican los proyectos de cooptación caputista.
Otro tanto pasa con los miembros de ese oxímoron que se ha dado en llamar el peronismo republicano y que tiene por referente principal al diputado Miguel Ángel Pichetto.
Si bien el legislador rionegrinobonaerense ha demostrado notable flexibilidad política a lo largo de su dilatada trayectoria, resulta estructuralmente inflexible y refractario ante cualquier manifestación de clericalismo y mucho más de integrismo religioso.
Tal vez por eso, el excompañero de fórmula de Mauricio Macri representa una incómoda piedra en el zapato para Santiago Caputo, como les ha dicho a algunos interlocutores recientemente.
El lugar que tiene el sueño de la ampliación de la internacional derechista en los desvelos del oficialismo no impide que también las ilusiones económicas jueguen un rol sumamente importante respecdo to de lo que sucederá en la elección norteamericana.
En ese plano se mira, quizá con más interés que las ideas económicas de Trump, la influencia que pueda tener en un eventual próximo gobierno republicano Elon Musk, el hipermillonario con el que le gusta intimar y fotografiarse a Milei, devenido en megaespónsor de la campaña trumpista y probable funcionario.
La idea de un mundo regido de hecho, en un futuro más que cercano, por corporaciones supranacionales tecnológicas e industriales es demasiado potente en la cabeza mileísta y, por eso, el presidente libertario se afana más por reunirse con los magnates que con los jefes de Estado.
El sueño de la ayuda concreta
De todas maneras, hay una expectativa inmediata (mesurada por cierto) de lograr ayudas financieras e inversiones en el país impulsadas por el candidato norteamericano de la hermandad de la peluca. El inquietante futuro imaginado tal vez termine siendo más realista que la asistencia esperada.
No son pocos los expertos, incluidos algunos cercanos al Gobierno, que advierten que el mundo que le espera al próximo gobierno de los Estados Unidos será tan complejo como los desafíos internos que le tocará enfrentar y que la Argentina ocupa un espacio muy poco primordial en la lista de las urgencias. Más allá de afectos o desafectos hacia el país que puedan albergar los candidatos.
En ese punto, quienes remiten al tiempo del macrismo como un espejo en el que reflejarse deberían mirar los cambios que se han producido en los últimos ocho años para admitir que todo es muy diferente hasta en la vida cotidiana del mundo entero. Si es que les queda lejos la apreciación de la inestabilidad internacional existente, tanto por los gravísimos conflictos surgidos en estos años como por los flujos económicos y los efectos del cambio climático. Demasiados temas para tener entretenidos a los líderes de las superpotencias.
Además, el recorte que impone la memoria a los recuerdos también parece haber hecho olvidar lo que sucedió durante la gestión de Macri. Si bien, gracias a su cercanía ideológica y personal con el polémico magnate, consiguió el respaldo crucial para obtener el excepcional megapréstamo del FMI con el que evitó irse antes del poder, no logró que se eliminaran barreras arancelarias o paraarancelarias que impedían (e impiden) el ingreso de productos made in Argentina en los Estados Unidos. Entre otras cosas.
Por otra parte, frente a las urgencias argentinas, habrá que recordar que el futuro presidente estadounidense no asumirá hasta el 20 de enero de 2025. Mientras tanto, habrá efectos inmediatos en los mercados. Los ecos pueden resonar en la Argentina, que goza en estos días de un veranito, impulsado por las buenas señales recientes de la realidad económica nacional tanto como por factores globales.
Por eso, mañana será para Milei, pero también para la Argentina toda, un supermartes económico y político, que tendrá incidencia inmediata y de largo plazo para el país.
Las expectativas en un triunfo de Trump son más políticas que económicas para el oficialismo
Creen que servirá para consolidar la construcción de una hegemonía libertaria
“Nadie va a dar la vida por el déficit cero, pero sí por intereses superiores y valores trascendentes”, dicen
La oposición intenta apurar en la Cámara de Diputados la votación del proyecto que limita al presidente Javier Milei en el uso de sus facultades constitucionales para dictar decretos de necesidad y urgencia (DNU).
Los votos están prácticamente asegurados en el recinto y todo indica que la sesión especial se realizaría antes de fin de mes.
Los impulsores del dictamen de mayoría –las bancadas de Unión por la Patria, Encuentro Federal y Democracia para Siempre, bloque este último que enrola a 12 radicales críticos del oficialismo– reúnen, a priori, 127 votos. Si a ellos se sumara la izquierda, la aprobación en el recinto estaría asegurada. El Gobierno pretende frenar la embestida y, para eso, apunta a las diferencias entre las distintas bancadas. Pro considera que no es el momento para limitar una facultad que tuvieron los presidentes que antecedieron a Milei.
Las señales auspiciosas de los mercados y los números verdes de algunos indicadores macroeconómicos fundamentales le dieron aire al Gobierno para ponerse en modo electoral. No solo en clave nacional. A pesar del paréntesis que impuso otro de esos errores no forzados políticos y de gestión que suele infligirse el oficialismo.
Mientras avanza el armado libertario nacional, las luces bajas enfocan directo a la infartante elección presidencial de los Estados Unidos, que se celebrará mañana, cuyo desenlace ni siquiera los más expertos se animan a pronosticar con algún grado de certeza.
Como pocas veces antes, la administración argentina tiene puestas enormes expectativas y esperanzas (tal vez demasiadas) en lo que ocurrirá en los comicios norteamericanos. Casi como si fueran propios.
Luego del nuevo sismo en el gabinete con el intempestivo desplazamiento de Diana Mondino, lo que ocurra con Donald Trump, el ídolo mileísta y candidato a volver al poder en los Estados Unidos, ocupa una muy buena parte de la atención de la plana mayor de la administración.
Hoy se vive una ventana de paz interna, que permite volver a mirar más lejos. Hasta la próxima chispa que provoque otra explosión y deje nuevas víctimas, lo que se emite desde la Casa Rosada es que las principales figuras del gabinete han sido confirmadas, tras la nominación como canciller de quien era (no tan casualmente) el embajador en los Estados Unidos, Gerardo Werthein.
El propio Presidente se encargó de reafirmar la estabilidad, especialmente, de una de las figuras que habían tenido roces con el gurú Santiago Caputo y que algunas voces incluían cierta desafección de Karina Milei, la otra integrante del triángulo del poder.
Es el caso de la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, en cuyo entorno miraban con suspicacia y algún temor la forma en la que cayó Mondino, al final de una larga intervención virtual de su ministerio por parte del dúo metalero, como se había consignado en esta columna.
“Les vendieron pescado podrido. Con Sandra está todo muy bien. Se limaron las asperezas que en algún momento han tenido con Santi. Y Kary (así la llama) y Sandra se adoran”, se ocupó de aclarar enfáticamente Milei, como para evitar que las versiones, las suspicacias y los temores reavivaran las brasas de viejos conflictos en el círculo de los funcionarios que le son más cercanos personalmente.
Aun así, en el equipo de Pettovello hay quienes se entrenan para aguzar la visión periférica y detectar vulnerables puntos ciegos. El sostenido avance del gurú sobre todas las áreas del Gobierno y en la construcción política no deja de generar inquietudes.
El cambio en la Cancillería procura darle soporte a la construcción de esa paz interna, siempre al límite de la ruptura.
También, busca reforzar la cohesión y la identidad del Gobierno, cada vez más explícitamente enrolado en un conservadurismo extremo en lo político, alineado con los Estados Unidos e Israel. Sin lugar para deslices liberales (y mucho menos socialdemócratas o progresistas) en lo social y en las relaciones internacionales. Como si se tratara de una especie de vanguardia subcontinental del eventual regreso de Trump al poder, con el afán de ser tratado como un aliado de privilegio.
Nitidez ideológica
La creciente influencia sobre la Cancillería, que en el cuerpo diplomático profesional vienen advirtiendo desde hace un semestre, por parte de fundaciones y think
tanks ultraconservadores estadounidenses y soportes del trumpismo, como la Heritage Foundation, se expresa cada vez con más fuerza en la política internacional argentina. Con ecos poderosos en la política interna.
“Cada uno de los documentos de trabajo que se venían elaborando empezó a ser revisado con ese prisma y se trabaron varios que estaban en estado avanzado. En muchos casos, los cambios o las objeciones revierten posiciones de largo tiempo sostenidas por la Argentina, como pasó con el voto sobre el embargo de los Estados Unidos a Cuba, o que están en línea con tratados internaciones a los que ha adherido el país. Para peor, ni siquiera son posiciones que los norteamericanos nos demanden y ponen en riesgo objetivos nacionales”, dice un perplejo y veterano diplomático, cuyas posiciones políticas personales coinciden en buena medida con el ideario oficialista.
Obviamente, los puntos más sensibles están vinculados con las cuestiones medioambientales y de género, en las que se incluye, en primer lugar, el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Todo lo que tenga que ver con ello pasa por el filtro del integrismo de la Secretaría de Culto y Civilización, a cargo del joven propalador Nahuel Sotelo, y de la abogada de familia y asesora de facto Úrsula Basset, guardianes implacables de la ortodoxia.
A ellos les atribuyen relaciones estrechas con organizaciones internacionales de la nueva derecha extrema, que esperan con ansias la llegada de Trump a la presidencia, para darle más potencia y respalen a la construcción de un nuevo orden y un nuevo sentido común basado en principios e ideas que sirvan para consolidar y ampliar la base de sustentación social tanto como los logros económicos a los que se aspira.
“Es imprescindible bajar la inflación, lograr el déficit cero, hacer que la economía crezca, pero eso no es suficiente para establecer un nuevo orden. Aun cuando se alcancen esos objetivos, que hoy parece difícil lograr que se sostengan, van a llegar nuevas demandas y así sucesivamente”, argumenta uno de los exégetas y soportes ideológicos del mileísmo.
“Nadie nunca va a dar la vida por el superávit fiscal o por la baja de la inflación, pero sí por valores trascendentes y fines superiores”, explica la fuente.
De eso va la hegemonía a la que se aspira y que, en el mediano plazo, incluye el aspiracional de una reforma constitucional, capaz de trazar una parábola que lleve del siglo XIX al XXI, saltándose muchos hitos del siglo pasado.
Por eso, la elección en los Estados Unidos resulta tan importante y no solo por las expectativas (o las ilusiones) económico-financieras que despiertan Milei y su equipo económico.
No da lo mismo, ni mucho menos, que mañana se imponga el conservadurismo extremo que encuentra en Trump a su ejecutor, a que triunfe una representante cabal del secularismo liberal, como la demócrata Kamala Harris.
La disputa por el sentido es tan relevante para esta construcción política como los resultados contantes y sonantes del intercambio comercial, el acceso a préstamos o la refinanciación de la enorme deuda externa, de la que el año próximo habrá más vencimientos que recursos para afrontarla.
Otro paso de la batalla cultural
En definitiva, se trata de la batalla cultural de la que tanto (y con tanta liviandad) se suele hablar. Los ingenieros políticos de este experimento y sus soportes ideológicos e intelectuales (nacionales e internacionales), que integran lo que algunos llaman la Internacional de la Derecha alternativa, están en llamas en estas horas.
Eso es lo que, al mismo tiempo, produce escalofríos en los sectores republicanos y liberales (no solo en lo económico) sobrevivientes en el macrismo, que recelan del Gobierno y complican los proyectos de cooptación caputista.
Otro tanto pasa con los miembros de ese oxímoron que se ha dado en llamar el peronismo republicano y que tiene por referente principal al diputado Miguel Ángel Pichetto.
Si bien el legislador rionegrinobonaerense ha demostrado notable flexibilidad política a lo largo de su dilatada trayectoria, resulta estructuralmente inflexible y refractario ante cualquier manifestación de clericalismo y mucho más de integrismo religioso.
Tal vez por eso, el excompañero de fórmula de Mauricio Macri representa una incómoda piedra en el zapato para Santiago Caputo, como les ha dicho a algunos interlocutores recientemente.
El lugar que tiene el sueño de la ampliación de la internacional derechista en los desvelos del oficialismo no impide que también las ilusiones económicas jueguen un rol sumamente importante respecdo to de lo que sucederá en la elección norteamericana.
En ese plano se mira, quizá con más interés que las ideas económicas de Trump, la influencia que pueda tener en un eventual próximo gobierno republicano Elon Musk, el hipermillonario con el que le gusta intimar y fotografiarse a Milei, devenido en megaespónsor de la campaña trumpista y probable funcionario.
La idea de un mundo regido de hecho, en un futuro más que cercano, por corporaciones supranacionales tecnológicas e industriales es demasiado potente en la cabeza mileísta y, por eso, el presidente libertario se afana más por reunirse con los magnates que con los jefes de Estado.
El sueño de la ayuda concreta
De todas maneras, hay una expectativa inmediata (mesurada por cierto) de lograr ayudas financieras e inversiones en el país impulsadas por el candidato norteamericano de la hermandad de la peluca. El inquietante futuro imaginado tal vez termine siendo más realista que la asistencia esperada.
No son pocos los expertos, incluidos algunos cercanos al Gobierno, que advierten que el mundo que le espera al próximo gobierno de los Estados Unidos será tan complejo como los desafíos internos que le tocará enfrentar y que la Argentina ocupa un espacio muy poco primordial en la lista de las urgencias. Más allá de afectos o desafectos hacia el país que puedan albergar los candidatos.
En ese punto, quienes remiten al tiempo del macrismo como un espejo en el que reflejarse deberían mirar los cambios que se han producido en los últimos ocho años para admitir que todo es muy diferente hasta en la vida cotidiana del mundo entero. Si es que les queda lejos la apreciación de la inestabilidad internacional existente, tanto por los gravísimos conflictos surgidos en estos años como por los flujos económicos y los efectos del cambio climático. Demasiados temas para tener entretenidos a los líderes de las superpotencias.
Además, el recorte que impone la memoria a los recuerdos también parece haber hecho olvidar lo que sucedió durante la gestión de Macri. Si bien, gracias a su cercanía ideológica y personal con el polémico magnate, consiguió el respaldo crucial para obtener el excepcional megapréstamo del FMI con el que evitó irse antes del poder, no logró que se eliminaran barreras arancelarias o paraarancelarias que impedían (e impiden) el ingreso de productos made in Argentina en los Estados Unidos. Entre otras cosas.
Por otra parte, frente a las urgencias argentinas, habrá que recordar que el futuro presidente estadounidense no asumirá hasta el 20 de enero de 2025. Mientras tanto, habrá efectos inmediatos en los mercados. Los ecos pueden resonar en la Argentina, que goza en estos días de un veranito, impulsado por las buenas señales recientes de la realidad económica nacional tanto como por factores globales.
Por eso, mañana será para Milei, pero también para la Argentina toda, un supermartes económico y político, que tendrá incidencia inmediata y de largo plazo para el país.
Las expectativas en un triunfo de Trump son más políticas que económicas para el oficialismo
Creen que servirá para consolidar la construcción de una hegemonía libertaria
“Nadie va a dar la vida por el déficit cero, pero sí por intereses superiores y valores trascendentes”, dicen
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