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VIERNES 15 A LAS 20 Y ESTE DOMINGO A LAS 17
La obra más popular de Offenbach llegó al Colón
Orfeo en los infiernos se estrenó anoche; se verá en cinco funciones más, con dos elencos
La obra más popular de Offenbach llegó al Colón
Orfeo en los infiernos se estrenó anoche; se verá en cinco funciones más, con dos elencos
Cecilia Scalisi“Hay mucha gente en el escenario”, anticiparon sus realizadores
Desde La Favola d’Orfeo, de Claudio Monteverdi, que marca el inicio del género lírico en 1607, pasando por el Orfeo ed Euridice, de Gluck, a mediados del siglo XVIII y otras versiones menos exitosas como L’anima del filosofo, ossia, Orfeo ed Euridice de Joseph Haydn hasta el Orphée aux enfers de Jacques Offenbach de 1858, el mito griego del músico que embelesa a las fieras con la lira y el canto ha estado presente en diversas interpretaciones a lo largo de la historia de la ópera.
Anoche subió a escena —por primera vez en el Teatro Colón— la opereta de Offenbach con libreto en francés de Cremieux y Halévy:
Orfeo en los infiernos, la obra más popular del compositor, que recurre a la inmortal fábula del músico-poeta, pero en clave de parodia para criticar a la sociedad francesa del Segundo Imperio. Orfeo (un violinista de mediocre categoría) y Eurídice (una mujer hastiada de aburrimiento) representan a un matrimonio de comedia donde ambos se detestan. Liberado Orfeo (tenor) del peso conyugal por la muerte de Eurídice (soprano), es forzado por la Opinión Pública (mezzo soprano) a fingir tristeza y deseo de recuperarla, en una acción por la cual su viaje al infierno desata la trama.
“A pesar de haber creado una música de gran belleza, sentido del humor y del sarcasmo, Offenbach ha sido injustamente relegado”, señala Christian Baldini, director musical de esta producción que reparará la inmerecida ausencia.
¿A qué se debe esa postergación en el coliseo porteño? “A varios factores: a que no hay una partitura definitiva sino varias del propio compositor, quien la estrenó con dos actos y luego la extendió a cuatro con agregados de coros y ballet, pero esas discrepancias nos dan libertad de acción. Otro factor es que el Colón tiene pocas operetas en su haber y si en el pasado se consideró a Offenbach un compositor menor debido al género [es un subgénero ligero de naturaleza cómica que intercala pasajes hablados pero que debe su ligereza al estilo, no a la calidad], es oportuna esta reparación cuando la obra disfruta de un resurgimiento europeo desde hace décadas.”
Por su parte, el director escénico Pablo Maritano —promotor de la idea de producir la icónica pieza en la actual temporada—, explica que “lo esencial es la sátira política centrada en la figura de Napoléon III, sátira para la cual Offenbach dio una enorme libertad a sus libretistas en la creación de la trama”. Entre los atractivos que presenta este Orfeo satirizado, el régisseur señala dos elementos: el teatro y la comicidad. “La genialidad de su invención melódica y su construcción de escena y efecto cómico es extraordinaria. Respecto de la forma —agrega—, si bien el primer acto transcurre en una estructura tradicional de introducción-nudo-desenlace, ese acto que tiene un cierre fabuloso en el dúo de Orfeo con la Opinión Pública, funciona como prólogo de ‘la ópera en sí’, el mundo de los dioses que sucede a continuación.”
Belleza y rechazo
¿Dónde se advierten la crítica y el sarcasmo en el plano musical? “En la cita del Orfeo de Gluck —menciona Baldini como ejemplo—, tomada como un emblema de la belleza que genera rechazo, algo bello que provoca el efecto contrario. O la crítica a la figura con poder, en los personajes de Júpiter y Napoleón III. Todo el mundo sabe de los abusos y la corrupción, pero en contraste, canta una música solemne acerca de la justicia, perfectamente lograda la crítica en la relación de lo argumental con lo musical.”
Maritano añade una pincelada de lo estético-teatral aclarando que “es una sátira a las instituciones, al matrimonio, al concepto del mito griego y la institución del gobierno enmarcada en el olimpo de los dioses. La sátira, más corrosiva que la parodia, es una forma que arrasa con todo. Por eso, lo que queremos realizar con este equipo que requiere una particular unión de pericias (escenografía, coreografía, iluminación, bailarines, actores, dirección musical y elenco), es darle ese toque de decadencia belle époque que expresa un poco de nuestra influencia francesa.”
“El desafío está en el hecho de que la obra es un híbrido perpetuo que hace el trabajo más complejo e intrincado”, concluye el realizador.
“Algo que van a ver —agrega Baldini— es que las fronteras están borradas: hay mucha gente en el escenario, coro, bailarines, elenco, figurantes. Los cantantes terminan bailando, los bailarines hacen roles no usuales. Los límites nunca están claros y el esfuerzo físico ha sido llevado a un extremo difícil para el desempeño vocal ¡Pero el resultado es excelente!”
La consagración del absurdo
Tres grandes hits ofrece la partitura: el mencionado dúo de Orfeo con la Opinión Pública, la famosísima resolución del Galop infernal —conocida como la “melodía del Can-Can”— y una desopilante escena que los protagonistas coinciden en destacar como la pieza maestra, el famoso “dúo de la mosca”, una consagración del absurdo en el momento cúlmine del argumento.
Mercedes Arcuri, soprano argentina radicada en Alemania que regresa al país tras dos décadas en el exterior para su doble debut en el Teatro Colón y el rol de Eurídice, se refiere al fragmento en los siguientes términos: “Cuando el dios Júpiter, ridiculizado, se transforma en mosca y atraviesa la cerradura de la puerta donde está encerrado mi personaje para lograr un encuentro amoroso con ella, el disparate es total: un momento de virtuosismo, onomatopeyas y coloraturas con segundas intenciones. Vocalmente es una locura. Offenbach, como mucho de lo que ha compuesto para mi cuerda, escribe en una tesitura central que se apoya más en el texto, en la cosa picante y el doble sentido en las coloraturas con función teatral que hacen del rol un puro placer”.
“Sin embargo, la parte que más me gusta —revela la soprano— es el aria lenta que canto cuando descubro que he sido picada por la serpiente y voy a morir ¡Ya estoy muerta! Siento que la muerte no es algo malo. Me gusta cantarla por demás lenta porque el resto de la obra es pura burbuja y diversión, y esto, en cambio —la invocación a la muerte—, es belleza, simpleza e intimidad.”
El tenor Carlos Natale, conocedor del estilo por su vínculo con el repertorio offenbachiano que frecuenta como cantante radicado en Francia, a pesar de cantar un papel que actúa en el primer acto y luego se retira, es el que se lleva el privilegio del título: Orfeo. “Este rasgo raro solo se entiende en Offenbach porque musicalmente es una mezcla donde no existen los roles hiperprotagónicos como en otros compositores. También a nivel interpretativo, porque el peso recae en lo teatral antes que lo vocal, que no es tan demandante. Él trabajaba con los artistas del Bouffes-Parisiens, una especie de teatro-cabaret para el que produjo más de 170 obras, donde no necesariamente contaba con cantantes líricos, sino que aprovechaba las habilidades disponibles de los bailarines y actores de la compañía y escribía música accesible para un registro central. La melodía, las demandas de la voz… Todo está puesto al servicio del teatro” explica Natale después de haber dado vida a varios personajes del compositor alemán naturalizado francés.
El espectáculo en el Teatro Colón es, según sus protagonistas, un despliegue incesante tanto visual como auditivo, una escena repleta de personajes, movimientos y situaciones entretenidas. “Es cierto que no somos bailarines —aclara Natale acerca del esfuerzo del elenco para incorporar la coreografía—, pero esta es una habilidad que está implícita en el género. Aquí no solo somos cantantes, sino también actores y bailarines. Somos todo lo necesario que requiere la trama porque es la condición de los personajes que aceptamos interpretar ¡Y porque finalmente —concluye con la voz que da título a la obra—: esto es la opereta!”. Una fiesta para los sentidos con el perfume decadente de una belle époque.
Anoche subió a escena —por primera vez en el Teatro Colón— la opereta de Offenbach con libreto en francés de Cremieux y Halévy:
Orfeo en los infiernos, la obra más popular del compositor, que recurre a la inmortal fábula del músico-poeta, pero en clave de parodia para criticar a la sociedad francesa del Segundo Imperio. Orfeo (un violinista de mediocre categoría) y Eurídice (una mujer hastiada de aburrimiento) representan a un matrimonio de comedia donde ambos se detestan. Liberado Orfeo (tenor) del peso conyugal por la muerte de Eurídice (soprano), es forzado por la Opinión Pública (mezzo soprano) a fingir tristeza y deseo de recuperarla, en una acción por la cual su viaje al infierno desata la trama.
“A pesar de haber creado una música de gran belleza, sentido del humor y del sarcasmo, Offenbach ha sido injustamente relegado”, señala Christian Baldini, director musical de esta producción que reparará la inmerecida ausencia.
¿A qué se debe esa postergación en el coliseo porteño? “A varios factores: a que no hay una partitura definitiva sino varias del propio compositor, quien la estrenó con dos actos y luego la extendió a cuatro con agregados de coros y ballet, pero esas discrepancias nos dan libertad de acción. Otro factor es que el Colón tiene pocas operetas en su haber y si en el pasado se consideró a Offenbach un compositor menor debido al género [es un subgénero ligero de naturaleza cómica que intercala pasajes hablados pero que debe su ligereza al estilo, no a la calidad], es oportuna esta reparación cuando la obra disfruta de un resurgimiento europeo desde hace décadas.”
Por su parte, el director escénico Pablo Maritano —promotor de la idea de producir la icónica pieza en la actual temporada—, explica que “lo esencial es la sátira política centrada en la figura de Napoléon III, sátira para la cual Offenbach dio una enorme libertad a sus libretistas en la creación de la trama”. Entre los atractivos que presenta este Orfeo satirizado, el régisseur señala dos elementos: el teatro y la comicidad. “La genialidad de su invención melódica y su construcción de escena y efecto cómico es extraordinaria. Respecto de la forma —agrega—, si bien el primer acto transcurre en una estructura tradicional de introducción-nudo-desenlace, ese acto que tiene un cierre fabuloso en el dúo de Orfeo con la Opinión Pública, funciona como prólogo de ‘la ópera en sí’, el mundo de los dioses que sucede a continuación.”
Belleza y rechazo
¿Dónde se advierten la crítica y el sarcasmo en el plano musical? “En la cita del Orfeo de Gluck —menciona Baldini como ejemplo—, tomada como un emblema de la belleza que genera rechazo, algo bello que provoca el efecto contrario. O la crítica a la figura con poder, en los personajes de Júpiter y Napoleón III. Todo el mundo sabe de los abusos y la corrupción, pero en contraste, canta una música solemne acerca de la justicia, perfectamente lograda la crítica en la relación de lo argumental con lo musical.”
Maritano añade una pincelada de lo estético-teatral aclarando que “es una sátira a las instituciones, al matrimonio, al concepto del mito griego y la institución del gobierno enmarcada en el olimpo de los dioses. La sátira, más corrosiva que la parodia, es una forma que arrasa con todo. Por eso, lo que queremos realizar con este equipo que requiere una particular unión de pericias (escenografía, coreografía, iluminación, bailarines, actores, dirección musical y elenco), es darle ese toque de decadencia belle époque que expresa un poco de nuestra influencia francesa.”
“El desafío está en el hecho de que la obra es un híbrido perpetuo que hace el trabajo más complejo e intrincado”, concluye el realizador.
“Algo que van a ver —agrega Baldini— es que las fronteras están borradas: hay mucha gente en el escenario, coro, bailarines, elenco, figurantes. Los cantantes terminan bailando, los bailarines hacen roles no usuales. Los límites nunca están claros y el esfuerzo físico ha sido llevado a un extremo difícil para el desempeño vocal ¡Pero el resultado es excelente!”
La consagración del absurdo
Tres grandes hits ofrece la partitura: el mencionado dúo de Orfeo con la Opinión Pública, la famosísima resolución del Galop infernal —conocida como la “melodía del Can-Can”— y una desopilante escena que los protagonistas coinciden en destacar como la pieza maestra, el famoso “dúo de la mosca”, una consagración del absurdo en el momento cúlmine del argumento.
Mercedes Arcuri, soprano argentina radicada en Alemania que regresa al país tras dos décadas en el exterior para su doble debut en el Teatro Colón y el rol de Eurídice, se refiere al fragmento en los siguientes términos: “Cuando el dios Júpiter, ridiculizado, se transforma en mosca y atraviesa la cerradura de la puerta donde está encerrado mi personaje para lograr un encuentro amoroso con ella, el disparate es total: un momento de virtuosismo, onomatopeyas y coloraturas con segundas intenciones. Vocalmente es una locura. Offenbach, como mucho de lo que ha compuesto para mi cuerda, escribe en una tesitura central que se apoya más en el texto, en la cosa picante y el doble sentido en las coloraturas con función teatral que hacen del rol un puro placer”.
“Sin embargo, la parte que más me gusta —revela la soprano— es el aria lenta que canto cuando descubro que he sido picada por la serpiente y voy a morir ¡Ya estoy muerta! Siento que la muerte no es algo malo. Me gusta cantarla por demás lenta porque el resto de la obra es pura burbuja y diversión, y esto, en cambio —la invocación a la muerte—, es belleza, simpleza e intimidad.”
El tenor Carlos Natale, conocedor del estilo por su vínculo con el repertorio offenbachiano que frecuenta como cantante radicado en Francia, a pesar de cantar un papel que actúa en el primer acto y luego se retira, es el que se lleva el privilegio del título: Orfeo. “Este rasgo raro solo se entiende en Offenbach porque musicalmente es una mezcla donde no existen los roles hiperprotagónicos como en otros compositores. También a nivel interpretativo, porque el peso recae en lo teatral antes que lo vocal, que no es tan demandante. Él trabajaba con los artistas del Bouffes-Parisiens, una especie de teatro-cabaret para el que produjo más de 170 obras, donde no necesariamente contaba con cantantes líricos, sino que aprovechaba las habilidades disponibles de los bailarines y actores de la compañía y escribía música accesible para un registro central. La melodía, las demandas de la voz… Todo está puesto al servicio del teatro” explica Natale después de haber dado vida a varios personajes del compositor alemán naturalizado francés.
El espectáculo en el Teatro Colón es, según sus protagonistas, un despliegue incesante tanto visual como auditivo, una escena repleta de personajes, movimientos y situaciones entretenidas. “Es cierto que no somos bailarines —aclara Natale acerca del esfuerzo del elenco para incorporar la coreografía—, pero esta es una habilidad que está implícita en el género. Aquí no solo somos cantantes, sino también actores y bailarines. Somos todo lo necesario que requiere la trama porque es la condición de los personajes que aceptamos interpretar ¡Y porque finalmente —concluye con la voz que da título a la obra—: esto es la opereta!”. Una fiesta para los sentidos con el perfume decadente de una belle époque.
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