jueves, 7 de noviembre de 2024

EL ESCENARIO 1, 2 Y 3


El mundo se prepara para otra era de alto riesgo
Luisa Corradini
En el resumen de la edición del día para sus abonados, el diario italiano La Repubblica tiene una pequeña sección llamada “La prima cosa bella” (la primera cosa bella) de la jornada. Ayer, el título de esta fue: “Kamala Harris elegida presidenta de Estados Unidos”. Una broma en forma de fake news, cierto, pero que expresa claramente el sentimiento de millones de europeos, excepción hecha de los representantes de la extrema derecha.
En las capitales del Viejo Continente, todos son conscientes de estar ante uno de esos momentos de altísimo riesgo del cual Europa saldrá reformada o dislocada. Un crash-test tamaño real. Sea cual fuere el futuro ocupante de la Casa Blanca, los europeos deberán decidir si siguen jugando en equipo o no. Pues, si Donald Trump es reelegido, no faltarán aquellos que se precipitarán a Washington para firmar contratos de armamento y aprovisionamientos energéticos que les asegurarán las gracias del nuevo presidente.
Una estrategia juzgada “miope” por los más europeístas, pero que se explica porque los intereses de los 27 miembros del bloque no son los mismos: algunos dependen más que otros de Estados Unidos para su seguridad o para las relaciones comerciales, amenazadas por un aumento de los derechos de aduana. Las debilidades actuales de Alemania y Francia –en plena crisis económica y política– los hacen discrepar sobre todo. Ursula von der Leyen decidió incluso crear una task force para imaginar y preparar el futuro de la relación transatlántica poselectoral pero, sea cual sea el resultado, todo permite prever un endurecimiento y los europeos tendrán que armonizar sus respuestas.
En todo caso, los efectos secundarios de una elección de Donald Trump se anuncian duros.
“China, que verá cerrarse el mercado norteamericano, dirigirá sus exportaciones hacia el resto del mundo. Casi la totalidad de los países del planeta verán entonces aumentar su déficit bilateral con Pekín”, advierte Antoine Bouet, presidente del Centro de Estudios Prospectivos y de Informaciones Internacionales (Cepii).
“El PBI chino disminuirá y también su demanda, y esto se traducirá en menos importaciones. Ante semejante posibilidad, es probable que muchos países aumenten también sus barreras aduaneras frente a China”, agrega.
El futuro de Ucrania
Una vez conocidos los resultados, se planteará una decisión existencial sobre la suerte de Ucrania, sobre todo para Europa. La elección de Kamala Harris deja una ventana abierta para 2025. La de Trump podría ser mucho más estrecha. Si Washington decide abandonar a Kiev, ¿podrá Europa sostenerla sola? ¿Y durante cuánto tiempo?
“La Unión Europea deberá entonces obtener mínimas garantías de seguridad para Ucrania y tener la posibilidad de pesar en la recomposición de la arquitectura de seguridad europea”, reflexiona asegura Gérard Araud, exembajador de Francia en Washington. A su juicio, “la gran consecuencia de una victoria de Trump será, ante todo, que Vladimir Putin se verá fortalecido. Y esto provocará un gigantesco sismo en Europa”.
En efecto, nadie olvidó la advertencia del candidato republicano en febrero pasado, dirigida a los Estados miembros de la OTAN que –a su juicio– no pagan lo suficiente a la organización: “No los defenderé [en la hipótesis de un ataque ruso]. En realidad, alentaré [a Moscú] a hacer lo que quiera”, dijo.
Pero, incluso si la victoria fuera para Harris, el Congreso norteamericano no está al abrigo de una mayoría republicana que amenazaría directamente el apoyo de Estados Unidos a Ucrania. En forma general, cualquiera sea el próximo presidente estadounidense podría desentenderse progresivamente del teatro europeo –aunque también africano y medio-oriental– para orientarse hacia la región Asia-Pacífico, nuevo centro geoestratégico del mundo, en un contexto de crecientes tensiones con Pekín.
Los europeos son conscientes de que Europa será cada vez menos central para Estados Unidos. Con esa certeza, el jueves por la noche, en vísperas de una cumbre informal, los dirigentes de los 27 cenarán en Budapest, donde la elección norteamericana será servida como plato principal. Todos tienen un mes antes de la cumbre europea de diciembre para decidir sus posiciones, hallar convergencias y salir airosos de ese famoso crash-test.
Pero el eventual regreso de Trump al poder tendría un impacto que irá mucho más allá de Ucrania y del teatro europeo: acelerará la competencia internacional no regulada, ampliará los fenómenos de depredación de recursos, agregará inestabilidad a la paz mundial y debilitará el modelo democrático. Y sobre este último punto, el impacto podría ser histórico e irreversible.
“Solo seré dictador el primer día [de mi presidencia]”, ironizó frente a la inquietud creciente de sus adversarios sobre las derivas fascistas de quien promete aniquilar a los “gusanos” y encerrar a sus opositores políticos en la cárcel.
“¿Los demócratas del mundo podrán seguir reivindicándolo como modelo si Estados Unidos se deja seducir por el hombre fuerte que glorifica los méritos del húngaro Viktor Orbán, de Kim Jong-un o de Putin?”, pregunta Patrick MartinGenier, especialista en relaciones internacionales.
Si Harris gana la elección, los europeos podrán respirar. La política exterior de Estados Unidos será menos agresiva que la del expresentador de televisión. Consciente de sus ventajas, la demócrata insistió en ese punto cuando presentó su programa, subrayando que su rival tiene la intención de aumentar los derechos de aduana, medida que impondría “una tasa nacional sobre el consumo” con efectos devastadores, que evaluó en 3900 dólares por año y por familia.
Aranceles
Esas “tasas Trump” aplicadas a la energía, la alimentación y las tecnologías también tendrían fuertes repercusiones sobre las empresas extranjeras, que verían la competitividad de sus exportaciones reducirse en forma drástica, lo mismo que sus ventas.
Pero las puertas de Estados Unidos no estarán ampliamente abiertas con un triunfo de Harris.
“A su modo, los demócratas también son muy proteccionistas. Y lo hacen a través de subvenciones sectoriales que crean las condiciones de una competencia desleal con las empresas extranjeras”, analiza Maxime Darmet, economista de Allianz Trade.
En cuanto al resto del mundo, sea cual fuere el candidato que llegue a la Casa Blanca, los observadores creen que la situación en Medio Oriente no debería cambiar demasiado. Tanto Harris como Trump apoyan la guerra de Israel contra Hamas y Hezbollah. No obstante, el respaldo incondicional manifestado por Trump al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, es motivo de preocupación en las capitales occidentales, que consideran que podría desembocar en una guerra abierta contra Irán de imprevisibles consecuencias regionales.
Los palestinos, por su parte, se encuentran entre la espada y la pared. Según Inés Abdel Razek, directora del Instituto Palestino para la Diplomacia Pública, una organización independiente basada en Ramallah, decidir qué cambiaría con Harris o Trump en la Casa Blanca es una cuestión sin respuesta: “Para los palestinos es como escoger entre la peste y el cólera. Durante estos cuatro años demócratas en la Casa Blanca nada cambió. Lo prueba el genocidio en Gaza”, explica.
El duelo Harris-Trump también inquieta en Asia, donde, hasta el 8 de noviembre, los parlamentarios de la Asamblea Popular Nacional china están reunidos para aprobar un probable plan de reactivación masivo de la segunda economía mundial.
“Ese plan de salvataje podría aumentar entre 10% y 20% en caso de elección de Trump, para hacer frente a una nueva guerra comercial”, juzga el banco Nomura en una de sus notas. El campeón de America first prometió, en efecto, aumentar 60% los derechos de aduana punitivos contra los productos chinos, anunciando una nueva guerra comercial en el Pacífico.
El espectro de esa nueva escalada sino norteamericana, con Taiwán como telón de fondo, obsesiona a los “tigres” de la región Asia-Pacífico, empeñados en conservar buenas relaciones con las dos grandes potencias mundiales. El eventual retorno de republicano a la Casa Blanca pesa enormemente en las agendas políticas de la región, pulmón de la economía mundial que, entre nerviosismo y resignación, simula una cierta indiferencia frente a las presidenciales en Estados Unidos.

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América Latina, entre la esperanza y el temor a una “catástrofe”
Janaína Figueiredo
Una eventual victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales en Estados Unidos implicaría, en palabras de una alta fuente del gobierno brasileño, “una derrota para las democracias en América Latina”. En un escenario global y regional en el que se internacionalizó la polarización política entre una extrema derecha con alto nivel de coordinación y gobiernos de izquierda y centroizquierda que enfrentan serias dificultades para lidiar con un adversario nuevo y aún, en muchos aspectos, desconocido, el resultado de la disputa entre Trump y la candidata demócrata Kamala Harris tendrá enorme impacto fuera del territorio norteamericano.
Aun habiendo sido relegada de la agenda prioritaria de los sucesivos gobiernos norteamericanos en los últimos años, América Latina tiene mucho que perder si el candidato republicano logra regresar al poder, de acuerdo con esta visión.
La vuelta de Trump, enfatizó la fuente del gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, “fortalecería la nueva derecha global”, lo que significaría impulsar teorías, alianzas y estrategias geopolíticas en el mundo, y también en la región, que generarían un nuevo y desafiante panorama para los que no pertenecen al mismo movimiento. Festejarían los presidentes de la Argentina, Javier Milei, y El Salvador, Nayib Bukele, principalmente, aunque, según analistas, ambos no deberían esperar grandes beneficios por su afinidad política con Trump. Una cosa es sacarse una foto abrazados o hasta recibir una declaración pública de admiración y otra, muy diferente, es lograr que esa sintonía se traduz Tampoco ca en ayuda económica y acuerdos concretos de cooperación.
En capitales como Brasilia, Bogotá, Santiago de Chile, Caracas, Managua y La Habana, por el contrario, un eventual triunfo de Trump es visto como catastrófico. Es un sentimiento de tal magnitud que Lula, en un gesto arriesgado, declaró públicamente su apoyo a Harris: “Creo que si Kamala gana las elecciones es mucho más seguro para fortalecer la democracia en Estados Unidos”. Faltaban solo cuatro días para el cierre de la elección y el presidente brasileño, consultado en una entrevista, no ocultó su preferencia.
En el caso de Lula, el colombiano Gustavo Petro y el chileno Gabriel Boric, no se trata apenas de una cuestión de simpatía personal y temor por el futuro de la democracia en la región. Un segundo gobierno de Trump implicaría un duro golpe al multilateralismo, en el cual los tres presidentes creen, y a agendas globales que los tres países defienden, entre ellas la de políticas de combate al calentamiento global.
Otros miedos
En Caracas, La Habana y Managua, los miedos son otros. Los tres países son vistos como miembros de una especie de eje del mal por Trump y podrían sufrir una nueva ola de sanciones, presiones de todo tipo y, en el caso de Venezuela, analistas creen que hasta algún tipo de acción radical para intentar, por segunda vez, sacar a Nicolás Maduro del poder. Otros son más cautos. “La máxima presión a Maduro en 2019 fracasó, Trump deberá buscar otra alternativa. Pero Maduro debe tener mucho cuidado”, opina el exsubsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental embajador Thomas Shannon. Según él, “Trump no toleraría el actual nivel de caos en el Caribe, y los venezolanos deben tener eso claro”.
Tampoco puede descartarse un eventual acuerdo entre el republicano y el venezolano, porque lo que está en juego es el petróleo de Venezuela, y Trump, se sabe, siempre hace lo que más le conviene a él y a sus aliados y amigos. En Washington, comenta Michael Shifter, profesor de la Universidad de Georgetown, “se comenta que miembros de la oposición venezolana quedaron decepcionados al enterarse de contactos entre Trump y el chavismo. Un acuerdo no puede ser descartado”. Para Shifter, “los republicanos se sintieron traicionados por la oposición que respaldó a Juan Guaidó, hoy visto como un perdedor en Estados Unidos. Además, el impacto de decisiones sobre la base de Trump en el estado de Florida ya no importa tanto, es un terreno que el republicano domina”.
Queda bastante claro que Trump y Harris representan escenarios muy diferentes para América Latina. Al analizar uno de los temas más importantes de la agenda doméstica estadounidense y, también, de su agenda con la región, la migración, un gobierno republicano implicaría cambios drásticos y complicados para los inmigrantes latinos en situación irregular. Un eventual triunfo de Harris sería menos traumático, básicamente una continuidad del endurecimiento mostrado por Joe Biden el último año, pero que jamás llegará al plan de deportaciones masivas anunciado por Trump, y que muchos creen que sería capaz de llevar a cabo, aún separando padres de hijos nacidos en Estados Unidos.
Postura extrema
En 2023, vivían en Estados Unidos 11,7 millones de inmigrantes en situación irregular, la gran mayoría latinoamericanos. Los dos países que lideran en ranking son México y Venezuela. En 2022, el número era de 10,9 millones. “La postura de Trump sobre el tema migración fue extrema, virulenta y de un alcance inusitado. No dudo de que intentará llevar adelante las deportaciones, como una acción simbólica importante. Así se mostraría como un duro ante la región”, opina Juan Tokatlian, vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella.
El especialista no espera un Trump “indiferente a la región”, recordando que el republicano ha colocado sobre la mesa la doctrina Monroe, para defender los derechos y prerrogativas de Estados Unidos a la hora de contener la influencia de China en la región. “No sería una agenda positiva”, asegura Tokatlian, que destaca, también, el tema del consumo de fentanilo, droga que, comentó, “provoca anualmente más muertes de norteamericanos de los que fallecieron en Vietnam, Afganistán e Irak”.
La candidata demócrata implica una alternativa mucho más tranquilizadora para muchos países, entre ellos México, ahora gobernado por primera vez por una mujer. Es difícil imaginar una relación fácil entre Trump y Claudia Sheinbaum, con temas a discutir como migración, drogas y comercio (el actual acuerdo entre México, Estados Unidos y Canadá debe renegociarse en 2026), con China produciendo automóviles en territorio mexicano. La misoginia de Trump, sin duda, complicaría las cosas.
Si Harris es elegida, la relación con México igualmente enfrentará turbulencias, porque el conjunto de temas a discutir es espinoso para ambos. Pero la candidata demócrata, dice Tokatlian, “buscará un diálogo con México, y buscará tener una buena relación. Las dos presidentas podrían generar un vínculo positivo”.
Cuando se piensa en Venezuela y Cuba, un eventual gobierno de Harris no es visto como una gran amenaza a la estabilidad regional. La actual vicepresidente podría, según algunos de los analistas consultados, retomar la agenda de aproximación con la isla iniciada por Barack Obama, con quien mantiene una excelente relación. En relación al gobierno de Maduro, no se esperan muchos cambios. Harris seguiría apoyando los esfuerzos de Brasil y Colombia, aún en momentos en que ambos países enfrentan crisis bilaterales con el Palacio Miraflores. Un gobierno demócrata apoyaría a la oposición, pero no al punto de promover acciones desestabilizadoras contra Maduro.
América Latina está expectante, y no es para menos.
Una cosa es sacarse una foto y otra, que eso se traduzca en ayudas y acuerdos
Un gobierno de Trump implicaría cambios drásticos para los inmigrantes
Trump no toleraría el actual caos en el Caribe, y Venezuela debe tenerlo claro
En América Latina algunos líderes se ilusionan con Trump, pero la mayoría lo ve como algo “catastrófico”
El regreso de Donald Trump al poder en 2025 preocupa a los líderes del continente, que temen que sus políticas autoritarias y de confrontación afecten la estabilidad democrática y las relaciones diplomáticas en la región.
Janaína Figueiredo
Trump es un firme aliado del expresidente brasileño Jair Bolsonaro
La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales en los Estados Unidos implica, en palabras de una alta fuente del gobierno brasileño, “una derrota para las democracias en América Latina”. En un escenario global y regional en el que se internacionalizó la polarización política entre una extrema derecha con alto nivel de coordinación y gobiernos de izquierda y centroizquierda que enfrentan serias dificultades para lidiar con un adversario nuevo y aún, en muchos aspectos, desconocido, el resultado de la disputa entre Trump y la candidata demócrata Kamala Harris tendrá enorme impacto fuera del territorio norteamericano. Aún habiendo sido relegada de la agenda prioritaria de los sucesivos gobiernos norteamericanos en los últimos años, América Latina tiene mucho que perder con el regreso del candidato republicano, de acuerdo a esta visión.
México sería uno de los países más afectados por las políticas migratorias que propone Donald Trump
La vuelta de Trump, enfatizó la fuente del gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, “fortalecerá la nueva derecha global”, lo que significará impulsar teorías, alianzas y estrategias geopolíticas en el mundo, y también en la región, que generán un nuevo y desafiante panorama para los que no pertenecen al mismo movimiento. Festejarán los presidentes de Argentina, Javier Milei, y El Salvador, Nayib Bukele, principalmente, aunque, según analistas ambos no deberían esperar grandes beneficios por su afinidad política con Trump. Una cosa es sacarse una foto abrazados o hasta recibir una declaración pública de admiración, y otra, muy diferente, es lograr que esa sintonía se traduzca en ayuda económica y acuerdos concretos de cooperación.
En capitales como Brasilia, Bogotá, Santiago de Chile, Caracas, Managua y La Habana, por el contrario, el triunfo de Trump es visto como catastrófico. Es un sentimiento de tal magnitud que Lula, en un gesto arriesgado, declaró públicamente su apoyo a Harris: “Creo que si Kamala gana las elecciones es mucho más seguro para fortalecer la democracia en Estados Unidos”. Faltaban sólo cuatro días para el cierre de la elección, y el presidente brasileño, consultado en una entrevista, no ocultó su preferencia.
En el caso de Lula, el colombiano Gustavo Petro y el chileno Gabriel Boric, no se trata apenas de una cuestión de simpatía personal y temor por el futuro de la democracia en la región. Un segundo gobierno de Trump implica un duro golpe al multilateralismo, en el cual los tres presidentes creen, y a agendas globales que los tres países defienden, entre ellas la de políticas de combate al calentamiento global.
En Caracas, La Habana y Managua los miedos son otros. Los tres países son vistos como miembros de una especie de eje del mal por Trump y podrían sufrir una nueva ola de sanciones, presiones de todo tipo y, en el caso de Venezuela, analistas creen que hasta algún tipo de acción radical para intentar, por segunda vez, sacar a Nicolás Maduro del poder. Otros son más cautos. “La máxima presión a Maduro en el 2019 fracasó, Trump deberá buscar otra alternativa. Pero Maduro debe tener mucho cuidado”, opina el ex-subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, embajador Thomas Shannon. Según él, “Trump no toleraría el actual nivel de caos en el Caribe, y los venezolanos deben tener eso claro”.
El dictador venezolano, Nicolás Maduro
Tampoco puede descartarse un eventual acuerdo entre el republicano y el venezolano, porque lo que está en juego es el petróleo de Venezuela, y Trump, se sabe, siempre hace lo que más le conviene a él y a sus aliados - y amigos. En Washington, comenta Michael Shifter, profesor de la Universidad de Georgetown, “se comenta que miembros de la oposición venezolana quedaron decepcionados al enterarse de contactos entre Trump y el chavismo. Un acuerdo no puede ser descartado”. Para Shifter, “los republicanos se sintieron traicionados por la oposición que respaldó a Juan Guaidó, hoy visto como un perdedor en los Estados Unidos. Además, el impacto de decisiones sobre la base de Trump en el estado de Florida ya no importa tanto, es un terreno que el republicano domina”.
Queda bastante claro que Trump y Harris representaban escenarios muy diferentes para América Latina. Al analizar uno de los temas más importantes de la agenda doméstica estadounidense y, también, de su agenda con la región, la migración, un gobierno republicano implica cambios drásticos y complicados para los inmigrantes latinos en situación irregular. Especialmente por el plan de deportaciones masivas anunciado por Trump, y que muchos creen que sería capaz de llevar a cabo, aún separando padres de hijos nacidos en los Estados Unidos.
En 2023, vivían en Estados Unidos 11,7 millones de inmigrantes en situación irregular, la gran mayoría latinoamericanos. Los dos países que lideran en ránking son México y Venezuela. En 2022, el número era de 10,9 millones. “La postura de Trump sobre el tema migración fue extrema, virulenta y de un alcance inusitado. No dudo que intentará llevar adelante las deportaciones, como una acción simbólica importante. Así se mostraría como un duro ante la región”, opina Juan Tokatlian, vicerector de la Universidad Torcuato Di Tella.
Varios letreros que piden ayuda se encuentran frente a un campamento de solicitantes de asilo provenientes en su mayoría de Venezuela, Congo y Angola, junto a un motel desocupado propiedad del condado, el miércoles 5 de junio de 2024 en Washington
El especialista no espera un Trump “indiferente a la región”, recordando que el republicano ha colocado sobre la mesa la Doctrina Monroe, para defender los derechos y prerrogativas de los Estados Unidos a la hora de contener la influencia de China en la región. “No sería una agenda positiva”, asegura Tokatlian, que destaca, también, el tema del consumo de fentanilo, droga que, comentó, “provoca anualmente más muertes de americanos de los que fallecieron en Vietnam, Afganistán e Irak”.
Es también difícil imaginar una relación fácil entre Trump y Claudia Sheinbaum, con temas a discutir como migración, drogas y comercio (el actual acuerdo entre México, EEUU y Canadá debe renegociarse en 2026), con China produciendo automóviles en territorio mexicano. La misoginia de Trump, sin duda, complicaría las cosas.

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