jueves, 7 de noviembre de 2024

MÉTODOS ANTICONCEPTIVOS EN LAS MUJERES, ESCRITORES Y EDUCACIÓN


Encuesta inédita: relevaron qué métodos anticonceptivos usan las mujeres argentinas
El 40% de ellas, de entre 15 y 49 años, prefiere el preservativo como prevención; el dato surge de un trabajo del Centro de Estudios de Estado y Sociedad
Lucila Marin
El 30% de las mujeres de 19 a 49 años usa pastillas anticonceptivas
La mayoría de las mujeres de la Argentina utiliza algún método anticonceptivo. De hecho, ocho de cada diez (78%) se ocupan de cuidar su salud sexual, reproductiva y no reproductiva. Cuatro de cada diez (39%) lo hace con preservativo, que continúa siendo el más utilizado, seguido por tres de cada diez que usan pastillas anticonceptivas. Así lo reveló un estudio que aporta estadísticas sobre un tema aún poco explorado.
Los datos surgen del “Estudio Lucía”, una investigación cuantitativa y cualitativa, que analiza las prácticas, los conocimientos y las creencias sobre anticoncepción y la salud sexual y reproductiva en mujeres de 15 a 49 años en la Argentina. Las autoras fueron Silvina Ramos y Mariana Romero, investigadoras del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes)
A las pastillas anticonceptivas, que son utilizadas por poco más de un tercio de las mujeres encuestadas (34%), les siguen la ligadura tubaria, también conocida como ligadura de trompas, un procedimiento quirúrgico que consiste en cortar, anudar o sellar las trompas de Falopio para bloquear el paso de los óvulos hacia el útero y prevenir el embarazo. Una de cada diez mujeres (13%) optó por este método. Mientras que en las más jóvenes (de 15 a 19 años) apenas un 1% lo eligió, en quienes tienen entre 30 y 39 se incrementa a un 22%, al igual que entre las de 40 a 49.
Por el contrario, el implante subdérmico, que ocupa con un 11% el cuarto lugar de los métodos elegidos, es utilizado en una mayor proporción por las jóvenes, sin diferencias en términos de nivel socioeconómico y nivel educativo. Es el tercer método más reportado entre las mujeres de 15 a 19 años (27% lo usa actualmente) y por las de entre 20 y 29 años (20%).
En tanto, un 15% de las encuestadas contestó no usar actualmente ningún método anticonceptivo durante sus relaciones sexuales y un 9% respondió que jamás utilizó ninguno.
El uso reportado de los métodos anticonceptivos de larga duración –como los inyectables, el DIU de cobre y el DIU hormonal (SIU)– es inferior al 6%.
Pese a que las mujeres en edad fértil representan un tercio de la población, según los datos del último censo, comparada con otros países de América Latina, la Argentina no tiene tradición en relevamientos de este tipo. Solo cuenta con información de la Encuesta Nacional sobre Salud Sexual y Reproductiva, realizada en 2013 por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).
De acuerdo a esos datos, ocho de cada diez mujeres o varones utilizaban métodos anticonceptivos en aquel año. Los métodos más utilizados, según manifestaron entonces la mitad de las mujeres, eran los hormonales: pastillas, inyectables, parches o implantes. Y le seguían los métodos de barrera como el preservativo y el diafragma, con un 30%. Entre los varones, un 49% utilizaba anticoncepción de barrera, y un 38% anticonceptivos hormonales.
“Hacía muchísimos años que en la Argentina no disponíamos de información confiable sobre un tema que es clave para la generación de políticas. La última y única encuesta es de 2013. Y era una encuesta que no cubría todos los aspectos. Estábamos en un claro déficit”, afirmó Ramos, investigadora titular del Cedes.
“La anticoncepción no es un tema muy complejo. Es un tema simple: se sabe lo que hay, se sabe lo que hay que hacer, los datos ahora están, pero creo que lo que es importante comprender para quienes tienen que tomar decisiones de política pública es que la información está, hace falta voluntad política y sostenimiento”, planteó.
Y remarcó: “La política anticonceptiva no sirve si es espasmódica, si es desigual, sino que sirve para nutrir, resguardar los derechos de las personas y contribuir a la inclusión social de las mujeres, particularmente si es igualitaria, equitativa y sostenida. Esas son las oportunidades por las que debemos velar”.
El estudio, basado en una encuesta realizada de manera online a 2000 mujeres en esa franja etaria de todo el país, fue liderado por el Cedes con la colaboración técnica de la Asociación Médica Argentina de Anticoncepción (Amada) y llevado adelante con el apoyo de Bayer.
Cómo los eligen
Un 93% de las mujeres afirma que el método que utilizan actualmente es el de su preferencia. Un 39% elige junto a la persona con quien tiene relaciones sexuales qué método anticonceptivo utiliza, mientras que un 37% lo hace de forma individual. Ramos marcó este como uno de los datos interesantes que reveló el estudio. “El hecho de que ‘empataban’ la cantidad de mujeres, cuatro de cada 10, que decidían solas con aquellas que lo hacían con la pareja sexual nos permite al menos hipotetizar y debatir de si esto está expresando de alguna manera un cambio cultural respecto a la autonomía de las mujeres. Permite pensar que hay algo que está pasando en la sociedad argentina que merece nuestra consideración”, analizó.
El 50% de las encuestadas recibió asesoramiento sobre anticonceptivos en el último año, y, de ellas, siete de cada 10 lo recibió a través del sistema de salud y a través de un profesional en el marco de una consulta médica solicitada.
El estudio demuestra que las mujeres van a buscar información y prefieren obtenerla por profesionales de la salud. Cuando tienen una duda en primer lugar prefieren sacar turno con un especialista (59%), seguido por la búsqueda en internet (54%) y en tercer lugar, asistir al hospital o una guardia (26%). En ese sentido, las especialistas destacaron la aparición de nuevos canales de información como las redes sociales y cuentas de influencers o especialistas que se ubicaron en cuarto lugar con un 20% de las mujeres que suelen utilizar ese recurso cuando quieren informarse.
“Quieren información de los médicos, pero a veces es difícil ese acceso y es nuestra responsabilidad también tomarnos el tiempo para hacer esa asesoría. Tenemos que saber qué, cómo y a quién para ayudarlos mejor”, señaló Marisa Labovsky, médica ginecóloga y presidenta de la Federación Internacional de Ginecología Infanto Juvenil.
Y consideró que los médicos también deben aprovechar e involucrarse en estos nuevos canales. “Las adolescentes nacieron en la tecnología, pero las grandes también. Casi todos aunque no tengan dinero tienen acceso a un celular, a la tecnología, entonces todos googlean la información. Ahí tenemos que aprovechar y usar buenas instagrammers, tiktokers. Recomendar los médicos y quienes atendemos a adolescentes y adultas jóvenes buenos sitios de información porque ese es un problema, cuando reciben información no científicamente validada e información que es para todas por igual cuando cada cuerpo es distinto”, apuntó.
En ese sentido, el estudio cita como principales referentes destacadas a la Lic. Cecilia Ce, psicóloga, sexóloga clínica y escritora; la médica ginecóloga Carolina Milito y la médica tocoginecóoga feminista Fabiana Taul.
A la vez, las especialistas también apuntaron que no observaron diferencias significativas en el acceso a la información y destacaron el rol de la Educación Sexual Integral (ESI). “Ha sido un gran igualador de las posibilidades de acceso a la información que tienen las personas, sobre todo las personas más jóvenes. No vimos grandes disparidades por nivel socioeconómico respecto de la información, a veces lo hay respecto de la cobertura de salud, porque sabemos que hay métodos que las obras sociales son más reticentes a cubrir a pesar de que están en el Plan Médico Obligatorio, entonces las personas terminan yendo al hospital público, pero no vimos grandes diferencias en torno al conocimiento”, señaló Romero, investigadora titular CEDES-Conicet.
La ESI fue instrumentada mediante la ley N° 26.150, sancionada en 2006, para garantizar el acceso a la educación sexual de niñas, niños y adolescentes en todas las escuelas del país. Actualmente, es una de las iniciativas cuestionada por el presidente Javier Milei y otros referentes libertarios que consideran que sirve para adoctrinar jóvenes y podría ser desfinanciada en 2025.

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No se fíen
Javier Cercas

El sugestivo encanto de los escritores excéntricos
Me refiero a los escritores. Más en concreto, me refiero a los escritores que no tenemos una concepción edificante de la literatura; de los que sí la tienen, en cambio –de los que usan sus obras para defender causas, normalmente justísimas–, pueden fiarse, aunque propongan arreglar el mundo pegándole fuego: ellos sí tienen respuestas. Nosotros, no: nosotros, sobre todo los novelistas (los que incurrimos en el ejercicio irresponsable de contar historias que jamás sucedieron), somos unos rompepelotas, unos egoístas sin escrúpulos que escribimos por el puro placer de escribir, por el propósito aguafiestas, gamberro y nihilista de formular preguntas sin respuesta que solo sirven para complicarle la vida a la gente, para mostrar que la realidad es todavía más compleja de lo que parece.
¡Qué vergüenza, Dios santo! Y no se dejen engañar por las apariencias si, un día en la semana, algunos nos vestimos de bonito y, como quien asiste a misa de doce, escribimos columnas donde tratamos de difundir ideas constructivas y orientadas al bien común; es pura pose, una farsa dictada por la mala conciencia: quien firma esos artículos no es más que un tipo que intenta hacerse perdonar el placer incomparable que le depara escribir sus chifladuras y sembrar alegremente el caos con ellas; solo es un impostor: el auténtico yo del escritor es el ser asocial que habita en sus novelas. “Ojo conmigo”, escribió Ferlosio. Cualquier escritor de verdad podría decir lo mismo.
Porque los escritores, digámoslo de una vez, somos un peligro público. La felicidad es muda, literariamente improductiva: en un mundo feliz no habría literatura (no al menos novela; poesía quizá: poca y pésima). Los escritores nos alimentamos de lo malo, no de lo bueno: somos bestias carroñeras; vivimos de la basura: de la discordia, del dolor, de la violencia, del infortunio. En ese sentido nos parecemos a los periodistas; la diferencia es que los periodistas se dedican a describir la basura, mientras que los escritores nos dedicamos a reciclarla. Wayne Koestenbaum –un escritor californiano cuya poesía debería traducirse de inmediato a nuestra lengua– dice que la humillación es “un horno a través del cual pasa el alma humana para salir de él limpia, barnizada y endurecida”, y en Oda a Anna Moffo añade: “Las imágenes que hoy me atormentan serán un paraíso en veinte años”. Los alquimistas intentaban transmutar el hierro en oro; los grandes escritores obran un prodigio semejante: transmutar lo peor en lo mejor, las experiencias más ingratas en sentido y belleza. Es lo que hace el arte en general, según dice el duque Vincentio de Shakespeare en Medida por medida: “La música tiene a menudo encanto suficiente/ para hacer del mal un bien y llevar el bien al dolor”. En eso consiste la utilidad o parte de la utilidad de la literatura (me refiero a la que no se dedica a difundir causas, ni justas ni injustas: la que lo hace no sirve absolutamente para nada); pero tampoco se engañen: digan lo que digan, los escritores no obran ese prodigio por altruismo, sino para satisfacer una urgencia personal, íntima. De ahí que, como tantos clichés, aquel que dice que la literatura es terapéutica o purificadora posee una parte relevante de verdad; aquí me tienen a mí, sin ir más lejos: si no escribiera, sería un sujeto todavía más peligroso de lo que soy (y ya es decir); por eso siempre he pensado que, en aras del bien común, el Estado del bienestar debería abonarme un estipendio mensual por escribir: un sueldo público más, ¿qué importa al mundo?
Ah, los escritores: mala gente. Como los músicos, los pintores o los cineastas. Recuerdo la última entrevista que concedió Federico Fellini, o la última que le leí. Se hallaba ingresado en un hospital, ya muy enfermo, y, mientras el periodista hablaba con él, el gran hombre trataba de mirarles el escote a las enfermeras. En algún momento el entrevistador le preguntó si pensaba que el calvario que estaba atravesando tenía algún sentido. “Sí”, reaccionó al instante Fellini. “Pero solo si con él puedo filmar una película”. Lo dicho: egoístas sin escrúpulos, recicladores de basura. Lo dicho: no se fíen.

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No es tanto la universidad, es la escuela
Manuel Alvarado Ledesma 

Mi experiencia como fiscal en las últimas tres elecciones, en una escuela del conurbano, a pocos kilómetros de la Casa Rosada, fue dura. Cuando ingresé al baño, quedé espantado. Los compartimientos de los inodoros habían perdido sus puertas. Mi pregunta saltó de inmediato: ¿cómo se arreglan los chicos? Este cuadro era apenas una muestra del corroído edificio donde se educan los niños del barrio, pese al esfuerzo del personal. ¿Cómo es posible educar así? La mayor parte del gasto público se dirige al campo social. Pero, paradójicamente, la falta de atención sobre las necesidades más elementales es una realidad difícil de tragar. Que avergüenza.
Afirma Dan Acemoglu, recientemente premiado por la Academia Sueca: “Estoy mucho más preocupado por la educación primaria y secundaria (que por la terciaria). Los alumnos no están aprendiendo habilidades valiosas. Esto requiere algún tipo de inversión y algún compromiso para crear igualdad de oportunidades”.
El gasto social debe proveer servicios públicos, pero, principalmente, lo debe hacer cumpliendo con lo más elemental, esto es, con la educación, más precisamente aquella dirigida a toda la población, cosa que desde hace décadas no se realiza. La educación pública primaria y secundaria es un servicio público esencial para que todos accedan gratuitamente a los conocimientos básicos que aseguren su subsistencia y, seguramente, su ascenso social. La escuela es el comienzo del proceso educativo y ella debe cubrir al espectro social completo. Desde lo más bajo hasta lo más alto.
Pero la realidad no se asemeja en nada al ideario de la república tal como la concibieron Avellaneda, Sarmiento y Alberdi: solo aquellos en condiciones de pagar (salvo contadas excepciones) reciben una educación equiparable a la de países avanzados y, por lo tanto, ellos son catapultados a la educación superior, cuando a la mayor parte se le presenta un escollo generalmente infranqueace ble. Los números son elocuentes: alrededor del 35% de los alumnos de primaria asisten a escuelas privadas. Solo el 15% de la población estudiantil de nivel primario del quintil de mayor ingreso asiste a la escuela pública. Parece que no solo los ricos, sino también los pobres rehúyen la escuela pública.
Las pruebas son contundentes. Los resultados del Estudio Regional Comparativo y Explicativo, de la Unesco (ERCE) de 2019 revelan que la mitad de los estudiantes de tercer grado tienen dificultades para comprender lo que leen. El 73% de los alumnos de 15 años son incapaces de resolver una operación matemática básica (PISA, 2022).
Las cifras de egreso de la educación secundaria marcan un déficit importante. La tasa de egreso (indicador que incluye a quienes pueden haber repetido una o más veces en el curso de nivel) gira en torno al 54%; la tasa de egreso a término u oportuna (sin mediar repeticiones) lo hace sin alcanzar el 30%.
Mientras la escuela estatal carepasado de lo más elemental, el Estado debe financiar la educación universitaria, que, en definitiva, está destinada a un grupo minoritario. Claramente acá hay un problema de equidad. En el nivel socioeconómico más alto, el 51% de los mayores de 25 años consiguen completar la universidad y en el decil más bajo únicamente el 2% de la población termina la universidad (Observatorio de Argentinos por la Educación).
Solo con los dedos de una mano se pueden contar los países que tienen, simultáneamente, ingreso irrestricto y gratuidad. Y no solo para sus ciudadanos, también para los extranjeros. La Argentina es uno de ellos. El fracaso de miles de estudiantes que vegetan en universidades de las que no se graduarán capta fondos que deberían destinarse a las escuelas

Economista; consejero académico de Libertad y Progreso; profesor de maestría en Ucema, Unnoba, UCA y UCC; exdirector de la sede Pilar de la USAL

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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