Celulares: delito en alza
Se calcula que el 88% de los argentinos cuentan con teléfono celular y acceso a internet. Antes del cierre del censo 2022, ya se detectaban más líneas de telefonía móvil que ciudadanos: más de 57 millones.
Los dispositivos celulares se han vuelto codiciados objetos del arrebato tanto en calles como en fiestas masivas, y de nuevas y creativas formas de sustracción. En la ciudad de Buenos Aires se habla de unos mil robos de celulares por día, protagonizados por punguistas y arrebatadores de cualquier edad o motochorros, como también por los llamados “canguros”, que aprovechan ventanillas abiertas del transporte de colectivos, trenes o autos.
En los últimos tiempos, se ha extendido una modalidad en bares y restaurantes. Vendedores callejeros de bolsas de residuos, medias u otros objetos ingresan al lugar y van dejando sus mercancías en las mesas de los comensales. Hábilmente las ubican encima de los celulares para, en rápida maniobra, llevarse ocultos los valiosos dispositivos debajo de sus mercancías.
Se ha sabido también de creativos “cuentos del tío” con los que muchos caen en la trampa y llegan incluso a entregar sus celulares. Se trata de valiosas prendas para los adictos que los venderán en un mercado de celulares robados para convertirlos en estupefacientes. Otros los desbloquearán para vaciar las cuentas bancarias y billeteras electrónicas de sus vulnerados titulares. Los que no logran desbloquearse podrán destinarse a países como Paraguay o Perú, por la facilidad para evitar el bloqueo de banda negativa.
La División Contravenciones y Faltas contra el Orden Público de la Policía de la Ciudad inspecciona comercios y procede a clausurarlos cuando detecta venta de celulares robados sin documentación, siendo la comuna 3 (barrios de Balvanera y San Cristóbal) la que concentra el mayor número. Lleva recuperados más de 1600 celulares en los primeros cuatro meses del año. El programa Justicia Restaurativa del Ministerio de Justicia y Seguridad de la ciudad busca devolver a los dueños que radicaron las denuncias los dispositivos robados.
Lamentablemente, las propias víctimas alimentan un mercado ilegal cuando, por razones económicas, optan por reponer sus dispositivos en dudosas bocas comerciales, físicas o virtuales, que venden celulares robados como “usados”, en lugar de recurrir a tiendas oficiales.
Los comercios clausurados vuelven a abrirse. El negocio es redondo para los reducidores, ya que pagan poco aduciendo que los utilizarán solo para repuestos, y terminan haciendo una buena diferencia. A lo sumo serán acusados de “encubrimiento”, pero jamás irán a prisión. La calesita sigue funcionando al ritmo de una melodía conocida y con un luctuoso saldo en demasiados casos.
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