martes, 27 de junio de 2023

LAS EMOCIONES VEN MÁS QUE LOS OJOS


Aldo Cicchini. “Las emociones nos ayudan a ver donde los ojos no llegan ”
El violinista uruguayo, que forma parte de la Sinfónica Nacional Italiana, asegura que la música sana heridas
Melanie ShulmanCicchini descubrió su pasión cuando, de muy chiquito, escuchó Las cuatro estaciones, de Vivaldi
Aldo Sebastián Cicchini es un violinista de pura cepa. Tiene 35 años y nació en Uruguay. Sin embargo, vive en Italia, en Milán, una de las ciudades cuna de la música. Allí forma parte de la Sinfónica Nacional Italiana (RAI) y deleita al público con sus clásicas melodías, a través de las cuales encontró una manera de expresarse y conectarse consigo mismo.
Cicchini, en la última charla resaltó que su pasión por el violín está marcada por tres instancias de su vida: una cuando tenía tres años, otra a los 10 y la última durante 2020.
“Era domingo y estaba en la casa de mis abuelos escuchando una música que me hipnotizaba. Se trataba de Las cuatro estaciones de Vivaldi, un repertorio que marcó mi vida para siempre”, relató el joven. Al ver su espeluznante reacción, Tata, como llamaba a su abuelo, le regaló el CD y desde ese día, ese instrumento se convirtió religiosamente en parte de su rutina: “Lo escuchaba todas las tardes cuando volvía del jardín de infantes, con los ojos cerrados y tirado en el sillón, pero no entendía las sensaciones que lo invadían. Después salía a jugar”, recordó el músico.
Con el pasar del tiempo, este ritual aún perduraba y sus padres, atónitos por el gran interés de su hijo en el mundo artístico, le consultaron si quería empezar a tomar clases de música. En ese entonces ya tenía cinco años y sumido en una profunda timidez, les respondió de manera monosilábica “sí”. Y así, empezó un camino mágico de la mano de su instrumento preferido. “Mi viaje con el violín fue amor a primera nota. A través de la música, siento que la comunicación no tiene límites”, dijo Cicchini.
El recuerdo del abuelo
Un día y con toda la inocencia que reina en los niños, no tuvo mejor idea que darles un concierto a sus amigos del barrio a quienes entretuvo un largo rato al compás de las canciones que sonaban en aquel entonces en la radio.
Los años seguían transcurriendo al compás de notas y acordes, y cuando tenía 10, llegó la oportunidad más esperada que hasta el día de hoy recuerda como si fuera ayer. Tuvo el honor de ser telonero en un recital de la reconocida cantante argentina Soledad Pastorutti que tocó en el Estadio Centenario de Montevideo. Allí, se dio el lujo de tocar su repertorio favorito: Las cuatro
estaciones de Vivaldi y según recordó con una enorme sonrisa y voz cálida, cuando arrancó a tocar, el público empezó a bailar. “Ahí me di cuenta que esos 10.000 desconocidos, de golpe se volvieron amigos. A pesar de no tener palabras, conectamos desde el corazón”, recordó.
Entre los espectadores estaba toda su familia, menos su abuelo, que no pudo asistir porque se encontraba muy enfermo. Por eso, al día siguiente, Cicchini le llevó el concierto a su habitación “y por un instante nos olvidamos que nos estábamos despidiendo”, confesó.
Nuevos rumbos
Y por esas casualidades difíciles de poner en palabras y explicar, asistió a un evento que reunía personalidades de todo tipo en el que le tocó compartir la mesa con varios desconocidos. Entre ellos había un señor de 90 años que le contó al joven violinista de tan solo 19, que también era músico, pero que a diferencia de él, tocaba la viola. Entre anécdotas que fueron y vinieron en aquella cálida charla, llegó una sorprendente confesión que dejó a Cicchini atónito: “Me dijo que había sido parte del equipo que grabó Las cuatro estaciones de Vivaldi. Fue gracias a esta conexión y al estrecho lazo que entabló con este hombre, que su vida tomó un rumbo nuevo. Hizo las valijas y partió hacia su nuevo hogar en el viejo continente, sede de las orquestas sinfónicas más distinguidas del mundo y casa de los grandes maestros musicales. Su destino fue Milán, ciudad en la que formó parte de la Sinfónica Nacional Italiana (RAI), un lujo que nadie le había regalado, pero que se ganó gracias a la perseverancia y la pasión al tocar su violín.
Todo iba viento en popa hasta que en 2020, con el estallido de la pandemia de Covid, Milán fue una de las primeras ciudades en cerrar y declarar la cuarentena obligatoria para todos sus ciudadanos. Indefectiblemente, la música también dejó de sonar, “lo único que se escuchaban eran las sirenas de las ambulancias”, resaltó Cicchini.
Frente a este escenario desolador donde reinaba la incertidumbre de no saber qué iba a pasar, “el 13 de marzo me llegó un mensaje, era una cadena de difusión masiva que invitaba a los músicos a salir a los balcones y tocar”, recordó. Con cierto aire de duda y otro tanto de ilusión, ensayó unas canciones, grabó con su guitarra y piano unos acompañamientos y salió al balcón de su departamento lindero a la zona del barrio chino.
“Toqué las primeras notas casi arrepiniténdome de lo que estaba haciendo. A los dos minutos se llenó de vecinos y toqué todo lo que había preparado. Cuando terminé, los aplausos se multiplicaban y me pedían que siguiera. Improvisé y toqué temas de Gardel”, confesó este músico apasionado que reveló que tenía sus manos heladas y que les prometió repetir el concierto al día siguiente y a la misma hora.
En total, los deleitó con 36 recitales y fue en uno de ellos que una vecina lo grabó y compartió su video en una red social china. Rápidamente se convirtió en furor y por supuesto en tendencia. Acto seguido y sin esperárselo, los seguidores se estaban desafiando a través de un challenge inspirado en él en donde cada uno tocaba un instrumento.
Casi por arte de magia, de un momento al otro y sin buscarlo, se había convertido en una inspiración. Desde su casa, había llegado a todos los rincones del planeta difundiendo lo que a él, tantas enseñanzas le había dado.
“El motor de mi vida era cambiarle el día a la gente por medio de la música. En ese balcón, la melodía del violín fue mi terapia y creo que pude ayudar a muchas personas a conectarse con sus emociones e incluso, llegar a lugares internos, deshabitados, tal como me pasó aquella vez, cuando tenía tres años”, reflexionó.
Para este violinista, la música representa una herramienta que sana heridas, que lo conecta con sus emociones y que lo ayuda a transitar la vida con armonía y tranquilidad. Una actividad que desde chico, la adoptó para afrontar la timidez que lo caracterizaba y poder expresarse sin la necesidad de tener que hablar.
En este camino, reveló que muchas veces se pregunta cómo sería su vida si su abuelo no le hubiese regalado el CD de Vivaldi: “Las emociones nos ayudan a ver donde los ojos no llegan ”, concluyó Cicchini

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