sábado, 7 de octubre de 2023

CRÍTICA DE CINE


Una reinvención con guiños a la original
Paula Vázquez PrietoLa nueva versión del clásico de terror repite lugares comunes
(ESTADOS UNIDOS/2023). DIRECCIÓN: David Gordon Green. GUION: David Gordon Green, Peter Sattler, Scott Teems. FOTOGRAFÍA: Michael Simmonds. EDICIÓN: Timothy Alverson. ELENCO: Leslie Odom Jr, Lydia Jewett, Ann Dowd, Olivia O’Neill, Ellen Burstyn. CALIFICACIÓN: apta para mayores de 13 años con reservas.

Una ciudad, una virgen. Dos imágenes que se entrelazan en el inicio de El exorcista, el clásico de William Friedkin. Luego un prólogo en el norte de Irak, con el sol naciente y el cielo anaranjado, un grupo al mando del padre Merrin (Max Von Sydow) cataloga hallazgos arqueológicos, entre ellos el símbolo del Mal que asoma en la tierra. El sacerdote anuncia que debe regresar a Occidente y el misterio está instalado, solo resta esperar su manifestación.
A cincuenta años de su estreno, es difícil medirse con semejante obra maestra. Una película exitosa y parteaguas para el terror, todavía terrorífica para ver una noche oscura. David Gordon Green asume el desafío de continuar aquella estela como lo hiciera con Halloween, intentando recrear la mística desde otro lugar, aquel que combina el homenaje -reaparición de personajes, citas visuales, música emblemáticacon la consciente actualización a nuestro tiempo. Otra época, otros miedos.
En el presente, Gordon Green sitúa el prólogo en Haití, donde una pareja de afrodescendientes saca fotos entre un tumulto de feriantes y rituales. Ella, embarazada, es conducida a una bendición pagana y luego un terremoto la sepulta entre los escombros. Su marido debe decidir entre la vida de su esposa y la de su hija aún no nacida. “Debes protegerla” dice la madre agonizante. Protegerla cueste lo que cueste.
La historia continúa en Georgia, Estados Unidos. Como Regan (Linda Blair) entonces, Ángela (Lydia Jewett) está por cumplir 13 años. Es menos aniñada, más curiosa. Los objetos de su madre juntan polvo en el desván y será una chalina signada por la muerte la que pueda comunicarla con esa figura perdida. Lo que distingue hasta aquí a ambas películas es que Friedkin afirmaba su historia en una puesta precisa e inteligente, sin efectismos ni sobresaltos, ceñida a los espacios en los que se movían los personajes: el misterioso altillo de la casa de Georgetown, el camino a través de la iglesia de Chris McNeil (Ellen Burstyn), la habitación mortuoria de la madre de Karras. Un sigiloso cambio de encuadre, una alteración en la angulación o un sinuoso movimiento de cámara bastaban para sembrar la inquietud, el temblor de la fe, la presencia de lo extraño.
Mientras tanto, Gordon Green acumula recursos ya desgastados del género -que, de hecho, El exorcista contribuyó a gestar-, uno sobre otro para alcanzar, quizás, el mismo efecto por acumulación. Cuando Ángela y su amiga Katherine (Olivia O’Neill) se internan en un bosque lindante para invocar a los espíritus, flashes de rostros putrefactos, gritos ahogados y fragmentos de un horror evidente sedimentan la irrupción del mal. Más allá de la comparación, que puede ser odiosa, El exorcista: creyentes no consigue instalar la crisis de fe, que es la clave de su universo.
La profunda perturbación que definió a El exorcista en su tiempo, y que todavía hoy la mantiene viva, es algo que no parece poder repetirse tan fácilmente, no con la poética del ahora.

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