miércoles, 1 de mayo de 2024

DESPUÉS DE LA MARCHA E INFLACIÓN


Marcha universitaria: los referentes estudiantiles rechazan el arancelamiento, defienden las auditorías y piden recursos
Reunidos  cuatro estudiantes de fuerzas políticas distintas debatieron sobre el alcance de la protesta y sus consecuencias
Federico González del Solar

Luca Bonfante (25 años), Tomás García (28), Agustín Baletti (22) y Yanina Aricuri (33) son referentes estudiantiles de diferentes fuerzas políticas e intercambiaron opiniones de la marcha universitaria al ser convocados
Con matices en la interpretación del significado y alcance de la marcha universitaria, cuatro referentes estudiantes identificados con fuerzas políticas distintas reunidos coinciden en rechazar cualquier tipo de arancelamiento, se muestran a favor de las auditorías y defienden sin concesiones el acceso a una educación pública y de calidad. El intercambio de los estudiantes se dio después del masivo reclamo y antes de la reunión de mañana entre el Gobierno y los rectores del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) por el presupuesto universitario.
Luca Bonfante (25 años) es estudiante de la carrera de Historia de la Universidad de Buenos Aires (UBA), milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y participó de la movilización de la semana pasada. Dice que pudo haber sido el primer capítulo de un despertar estudiantil. Coincide con él Yanina Aricuri (33), estudiante de sociología de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y referente de cuatro de los siete centros de estudiantes de esa institución. “Fue histótica y contundente”, dijo la militante kirchnerista.
Tomás García (28) es licenciado en Administración, estudiante de contaduría y referente del centro de estudiantes de la facultad de Ciencias Económicas. Es militante radical y también estuvo en la Plaza de Mayo, el martes pasado. En línea con la presidenta de la Federación Universitaria, su correligionaria Piera Fernández de Piccoli, García insiste con que todo lo que escape al “desguace que emprende el Gobierno” en la educación pública es desviar el foco de atención.

De izquierda a derecha: Luca Bonfante (militante de izquierda), Tomás García (UCR), Agustín Balleti (libertario) y Yanina Aricuri (kirchnerista); el libertario es el único que no participó de la movilización
Agustín Baletti (22) es estudiante de Ciencias Políticas de la UBA y milita con los libertarios, quienes todavía no pudieron hacer pie en los centros estudiantiles. Para sorpresa de sus pares, realiza una férrea defensa de la educación pública, pero concibe a las auditorías como una parte esencial de esta defensa.
“La consigna fue clara”, remarca García. “La sociedad entendió que no era una marcha en contra del Gobierno de Milei sino en defensa de la educación pública. Todos fuimos detrás de esa consigna. Por eso trascendió edades, y se vio gente de diferentes colores políticos. Después, puede haber habido algún otro tipo de expresión, pero no hay que correr el foco”, afirma el estudiante identificado con la UCR.
“En las provincias hubo muchísima movilización también”, advierte Aricuri, defensora de las universidades del conurbano. “Fue una foto contundente y el mensaje llegó: “Meterse con la educación pública es tocar una fibra muy sensible de la idiosincrasia argentina. La educación pública es el orgullo nacional”.
“Hubo una expresión que fue claramente en contra el Gobierno”, subraya Bonfante, comunista de pura cepa, según se describe en sus redes sociales. “Fue una masiva respuesta contra al ataque a la educación, pero también contra el plan de ajuste del Gobierno. Se podía ver en los carteles y en los cantos”, describe, y ejemplifica: “Se pedía que no se derogue el DNU”.
Baletti, militante del “Presidente”, matiza: “La marcha tuvo las dos cosas. Estudiantes preocupados por la educación pública, pero también a los principales responsables de que la educación pública, en su conjunto, esté como esté. Sobrevive por la profesionalidad y la calidad de quienes componen las universidades. En un punto también fue la marcha de la casta universitaria, que buscaba bancar a las agrupaciones que ellos ponen. Pero también, -regula- la de un montón de gente auto convocada que plantea una discusión válida”.
Para el radical García, la “partidización” de la marcha no es más que una estrategia fogoneada por el oficialismo para “deslegitimar una movilización totalmente masiva”. Y agrega: “¿Había dirigentes opositores, diputados, senadores, funcionarios? Sí. Pero estaba la sociedad en su conjunto que le expresó su voluntad al gobierno: las universidades se defienden, tienen que ser públicas y tener un presupuesto acorde para funcionar”. Para Bonfante, se trató de un golpe la mentón: “El Gobierno está recalculando su discurso, quedaron aturdidos”.
Baletti, primera generación de universitarios en su familia, se tiñe de violeta libertario, y alega que la “confusión” fue promovida por la oposición. “Defendemos siempre el prestigio de la UBA. Se la valora y se la pondera. Pero venimos de una campaña de terrorismo mediático en la que le dicen a los estudiantes ‘el Gobierno quiere destruir la educación pública’. No es así. El gobierno ha hecho todos los esfuerzos para sostenerlas”, contrapone.
“Estamos en una situación crítica del país –continúa–, y todas las áreas del Estado están bajo la lupa. No hay un ataque a un sector en particular. El Gobierno se está haciendo cargo de una situación crisis social, económica y política. Nación está haciendo un esfuerzo, las provincias y municipios están haciendo un esfuerzo. ¿Por qué las universidades no pueden hacerlo y revisar sus cuentas?”
A través del Polo Obrero, la izquierda manda en dos universidades de la UBA; el reformismo lo hace en 9 y La Cámpora en otras dos. La Libertad Avanza explora su inserción en la vida universitaria
García señala una ambivalencia: “Hace algunas semanas el Gobierno decía que no había un desfinanciamiento. Ahora reconoce que todo el Estado se está ajustando. Semana a semana cambian el discurso: primero era con el adoctrinamiento, después con las auditorias, pero las balas no entran”. Reconoce, sin embargo, que la situación de ajuste a la educación no es nueva, ni exclusiva de este Gobierno, pero distingue: “Una cosa es un ajuste y otra un desguace”.
En la Unsam, apunta la “cristinista” Aricuri, la cristalización de ese “desguace” fue un fuerte recorte en un mecanismo de apoyo económico para estudiantes. “El ajuste de Milei dejó sin posibilidad de estudiar a 300 de los 800 estudiantes que contaban con una beca, un estipendio de 23 mil pesos mensuales”, ilustra.
Acuerdos y matices
Todo ellos se muestran en contra de cualquier esquema de arancelamiento, por progresivo que fuera. Ni en el transcurso de una segunda carrera, ni para los extranjeros que estudien en la universidad pública. Ni siquiera para aquellos que se encuentren en la cúpula de la pirámide socioeconómica. “Es un retroceso absoluto. La gratuidad y el acceso irrestricto son banderas y derechos que conquistamos”, se planta Aricuri. La izquierda y el reformismo se pliegan sin mayores argumentos.
El libertario Baletti no disiente. “Los efectos de la marcha”, chicanea Bonfante. Sin embargo, para Baletti, con la plaza del martes pasado, “se abrieron discusiones”.
“Es una idea interesante proponer aportes voluntarios a los graduados, o algún tipo de mecanismo que los incentiven. O profundizar los convenios con las empresas”. Con respecto a los extranjeros, exhibe alguna duda: “No pasa por cobrarle al –enfatiza- extranjero, pasa por una cuestión de reciprocidad. Vos vas a otro país y no te dan la educación pública que recibís acá”.
Bonfante se opone a “trasladar la lógica del mercado” al terreno de la educación, e intenta poner un freno: “La educación no es un servicio esencial, es un derecho esencial. Lo que pregona este Gobierno es pensar a la salud, a la educación y a los servicios como mercancías”.
Con respecto a las auditorías, el libertario Baletti no da el brazo a torcer. “La última que se hizo fue en la UBA en 2018, fue en Psicología, y se presentaron recién los documentos en la Auditoría General de la Nación (AGN) en 2023. Educación pública sí, pero para defenderla se tienen que hacer auditorías”, resalta.
En una respuesta coral, los opositores destacan que las auditorías ya existen, aunque no se oponen a profundizarlas. “No hay nada oscuro como para justificar el desfinanciamiento”, se defiende el radical García. Entiende que la garantía de las auditorías internas radica en la pluralidad de la vida universitaria: “El Consejo superior no es el rector, son graduados, docentes y estudiantes de diferentes colores políticos”. Y agrega: “Si hay dudas, pidámosle al Congreso que haga más auditorías a través de la AGN”.
La marcha universitaria de la semana pasada, en Santa Fe
El combativo Bonfante, que vio en el texto que leyó Fernández de Piccoli algo muy “light”, advierte: “Haría de todo, menos subestimar la potencialidad de un movimiento estudiantil. Sobre todo cuando se une a sectores de la clase trabajadora. Se está poniendo de pie un sujeto con mucho protagonismo en la historia, que es el movimiento estudiantil. Lejos de ser una marcha para descomprimir, como le hubiese gustado a muchos, esto recién está empezando”.
Baletti señala que hubo voluntad por parte del gobierno para “escuchar” el reclamo, vuelve a enfatizar la necesidad del ajuste, y se anima a deslizar una crítica: “A este Gobierno le toca, y por eso ganó con el 56%, decir que la situación está complicada, tenemos que hacer reajuste en todas las áreas del Estado. Capital Humano tiene una tarea titánica por delante: auditar un montón cuentas por todos lados, pero tiene que pisar más el acelerador porque hay recursos que tienen que llegar un poco más rápido”.
“Seguir hablando del 56% del balotaje –retruca Bonfante–, cuando se viene pulverizando los salarios o la educación puede llevar a un Gobierno a que no la vea”.
La discusión se acelera y comienza a tomar nuevos rumbos. “El Gobierno está decodificando el mensaje”, analiza García. Aricuri mete presión a los diputados. “Hay un pedido para que legislen en favor de la educación pública. Esperamos que los legisladores puedan actuar en consecuencia. Anteayer (por el miércoles) no dieron quorum”, indica, en un disparo por elevación para con el bloque radical. El debate continúa mientras el Gobierno y las autoridades universitarias negocian por el presupuesto y los recursos.

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Caputo defendió el valor del dólar, negó controles y pidió precios “razonables”
Descartó un “cimbronazo” con el tipo de cambio y justificó el avance con las prepagas
Carlos ManzoniEl ministro de Economía, Luis Caputo, ayer, en un encuentro del Ieral en la Bolsa
Frente a unos 500 empresarios, el ministro de Economía, Luis Caputo, defendió ayer el valor del dólar y negó controles de precios, pero les pidió “niveles más razonables”.
En un encuentro organizado por la Fundación Mediterránea, el funcionario se mostró confiado respecto de la desaceleración en el ritmo de aumento de los precios e incluso dijo que habrá “una sorpresa” para este mes con relación a la inflación núcleo, la que no toma en cuenta precios regulados (como las tarifas) y estacionales. “Nosotros no controlamos precios, controlamos conductas”, dijo, en alusión a la decisión que tomó el Gobierno respecto de las prepagas. Luego pidió a los empresarios poner precios “razonables”.
“Vamos a convivir con un tipo de cambio más apreciado, muchachos. Esto es una obviedad”, les adelantó. Además, volvió a señalar que aún es preliminar un nuevo acuerdo con el FMI y que habrá que esperar para salir del cepo.
El ministro de Economía, Luis Caputo, defendió el valor del dólar y negó controles de precios, pero pidió a unos 500 empresarios que lo escuchaban atentamente “niveles más razonables”. No se detuvo solo en eso, sino que agregó que no hay motivos macroeconómicos para que haya inflación en la Argentina, afirmó que la idea sigue siendo bajar impuestos y quitar el cepo y los arengó a invertir.
En un encuentro organizado por el Ieral de la Fundación Mediterránea, Caputo se mostró confiado respecto de la desaceleración en el ritmo de aumento de los precios y se animó proyectar: “Este mes se van a llevar una sorpresa [positiva] con la inflación núcleo. Y en mayo seguirá bajando. Somos muy optimistas con el proceso de desinflación”.
Detodosmodos,nodejódeadvertir que “hoy en muchos sectores los precios en dólares y en pesos quedaron totalmentedesfasadosylagentenose losconvalida”.“Algunosempresarios lo están entendiendo”, dijo. Y agregó: “Si la mayoría [de los empresarios] tomara esto como válido la economía se recuperaría mucho más rápido, porque si los empresarios pusieran los precios a niveles más razonables venderían a esos nuevos precios y la economía se recuperaría y creceríamos y tendríamos superávit y bajaríamos impuestos”.
Aprovechó el momento en el que se le preguntó por el caso de las prepagas para afirmar que, a partir de mayo, estarán bajando los precios que habían aumentado en forma desmedida. Respecto de este tema, aclaró: “Muchos criticaron que nos habíamos vuelto ‘kirchneristas’, o yo en particular ‘morenista’. Nosotros no controlamos precios, controlamos conductas. Si hay una conducta no acorde, cartelista, y se prueba, debemos actuar para corregir la situación”.
Siempre en lo que se vio como una interpelación a los empresarios que lo escuchaban atentamente en primera fila –intercalando algún que otro aplauso–, el ministro señaló: “Pasamos de una situación de crisis a una de equilibrio fiscal, superávit comercial y superávit de cuenta corriente. Nuestra función es arreglar la macro y convencerlos a ustedes de que hay una oportunidad, porque la recuperación viene mucho de la mano de la microeconomía”.
Luego de enumerar logros que, según dijo, no se han visto en varias décadas, enfatizó su pedido al sector empresarial.“Silosempresariosapoyan este cambio, no solo con el voto, sino con las acciones e invierten, la economía va a crecer, si la economía crecevamosarecaudarmás,sirecaudamos más vamos a tener superávit y a bajar los impuestos”, destacó.
“No quiero parecer soberbio”, remarcó, antes de decir que a él y al Gobierno en general no les sorprende lo que están logrando. Lo más importante en este momento es garantizar esta estabilidad. La sorpresa no son los resultados, la sorpresa es que la Argentina haya hecho lo que hay que hacer. Ya empezamos a ver una recuperación del salario real. El salario privado registrado subió en febrero 14,1% versus una inflación de 13,2%. En general, estos indicadores suelen ser una señal de una recuperación”.
Era ineludible un párrafo para el tema cambiario y allí Caputo también se mostró firme. “Nosotros no nos ponemos una meta de tipo de cambio real; no nos parece razonable porque hay tantos factores que influyen en distintas épocas en la medición de ese tipo de cambio que comparar un año con otro no nos parece una comparación válida. Está claro que mucha gente mira eso, no lo ignoramos”, explicó.
En el mismo sentido, añadió: “Cuando ves el tipo de cambio real de situaciones de más confianza, el promedio es de $560 a precios de hoy; el tipo de cambio de la convertibilidad es $550, la mitad de lo que es hoy el contado con liqui. Naturalmente, vamos a convivir con un tipo de cambio más apreciado muchachos, esto es una obviedad. Tenemos equilibrio fiscal, superávit comercial, superávit de cuenta corriente. No podemos comparar la situación actual con la de hace cinco meses, es errónea. Esa apreciación vino, más o menos, para quedarse. No se engañen más. No esperen más el cimbronazo. Esto pasa cuando se hacen los deberes. Sí, el tipo de cambio se aprecia”.
Ante los empresarios, hubo también mención a la eventual salida de las restricciones cambiarias. “¿Se podría sacar el cepo hoy? Podría ser, pero no vamos a correr ese riesgo porque no hay certeza de que va a ser sin ningún sofocón. Preferimos seguir con los pies sobre la tierra”, explicó el ministro de Economía. Respecto de la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por un nuevo acuerdo que, según los analistas, podría aportar fondos frescos para ayudar a esa salida del cepo, el ministro dijo que se está “arrancando”. Y señaló que el FMI está sorprendido con los resultados del plan del Gobierno (por ejemplo, la recuperación de las reservas), pero que –por eso mismo– no tiene incentivos para acelerar las conversaciones.

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