Una necesidad imperiosa: la sólida infraestructura institucional
La argentina. Para superar la crisis hace falta un orden político asentado en tres pilares: uno democrático, otro republicano y otro auténticamente liberal Jesús Rodríguez
Las referencias que nos ofrece el mundo en esta segunda década del siglo XXI señalan un nítido contraste con la ilusión de un futuro de paz y progreso global que se presumía cierto, al final de la Guerra Fría, al abrigo de la ola democratizadora y el auge de la globalización económica. En ese marco, los países de América Latina siguen lidiando, además, con los asuntos problemáticos que distinguieron su historia en el siglo pasado: el autoritarismo, la desigualdad y la violencia.
A pesar de este adverso contexto global y regional, los tres países de Latinoamérica que son considerados como democracias plenas según la clasificación de The Economist –Uruguay, Costa Rica y Chile– exhiben, y no como resultado del azar, los mejores resultados relativos en términos de desempeño económico, reducción de la pobreza y acción estatal efectiva en la pandemia. En este marco de recesión democrática y deterioro económico y social, es crítico identificar las claves que explican el cambio tectónico que, en términos políticos, significa el nuevo gobierno argentino. También, analizar si las ideas del nuevo gobierno constituyen una base sólida para afrontar los desafíos de este tiempo.
Nuestro país integra, junto a Venezuela y Cuba, el reducido grupo de naciones que en el hemisferio occidental han registrado un retroceso, en términos relativos, en su desarrollo. Aunque sí es verdad que la inauguración democrática de 1983 –un verdadero cambio civilizatorio– terminó para siempre con la violencia como método de acción política y contribuyó de manera decisiva al fin de las dictaduras en la región. La nueva institucionalidad, sin embargo, no fue suficiente para instaurar un orden político que sostuviera un conjunto de políticas públicas eficaces para promover un desarrollo económico y social perdurable, a diferencia de muchos de nuestros vecinos de la región
Los datos que muestran el retroceso son dramáticos: en el período 1974-2020, el ingreso por habitante de la región creció al 1,8% anual acumulativo, tres veces más que el de la Argentina. Sobre este deterioro secular de la economía argentina, se desplegó la pésima gestión oficial de la pandemia en 2020, que ubicó a la Argentina en el lote de 15 países con los peores indicadores de fallecidos por millón de habitantes. Además nuestro país, en el primer año de la pandemia, triplicó, según el FMI, la caída promedio del PBI mundial y registró un incremento de la pobreza tres veces más alto que el promedio de Latinoamérica, según la Cepal. Con ese clima de época de recesión democrática como telón de fondo, una sociedad mayoritariamente enojada y desesperanzada creyó encontrar una opción superadora al habilitar el acceso al poder de una extravagante propuesta política, percibida como cuestionadora del frustrante orden político establecido.
El nuevo gobierno se propone una reformulación profunda de las relanaro, ciones entre la sociedad, el mercado y el Estado, liderada por quien se presenta como “el primer presidente libertario de la historia de la humanidad”. Esa autoimpuesta misión a escala planetaria pretende reemplazar la “necrofilia ideológica” –el amor por ideas muertas y fracasadas que orientó los cuatro gobiernos elegidos de cuño peronista que tuvimos en el siglo– y también impugnar una parte sustancial del pacto de convivencia expresado en la Constitución nacional, por un recetario que conduce directo a una “autocracia de mercado”, eludiendo las reglas del Estado de derecho y potenciando los modos populistas de la acción política, tan internalizados por la sociedad argentina.
El profesor Loris Zanatta sintetizó los rasgos dominantes del populismo según Isaiah Berlin que, por otra parte, se adaptan como el guante a la mano a la práctica política del oficialismo: es un fenómeno antipolítica, independiente del tipo de ordenamiento institucional; formula un planteo regeneracionista de un pueblo elegido que exige recuperar un pasado idealizado de esplendor.
Es pertinente no confundir la concepción y la práctica política del populismo –con su desprecio por la división de poderes y la rendición de cuentas a los ciudadanos– con los contenidos de las políticas económicas. En rigor, fueron tan populistas las experiencias “neoliberales” de Alberto Fujimori en Perú –que llegó a clausurar el Congreso– como los cuatro gobiernos peronistas de este siglo –que casi duplican el gasto público con relación al PBI–, gobernando desde el primero hasta el último día de sus gestiones con facultades delegadas por el Congreso y con permanentes avances sobre la independencia del Poder Judicial.
Además, con un populismo hegemónico, existen riesgos que pueden devenir peligros para la salud democrática. Estas características fueron sistematizadas por los autores de Cómo mueren las democracias describiendo distintos comportamientos autoritarios de actores políticos relevantes, como, por ejemplo: rechazar, ya sea de palabra o mediante acciones, las reglas democráticas del juego; negar la legitimidad de sus oponentes; tolerar o alentar la violencia; anunciar la voluntad de restringir las libertades civiles de sus opositores, incluidos los medios de comunicación.
Aunque es de estricta honestidad intelectual reconocer que el gobierno argentino aún no alcanzó las cotas rupturistas de Trump, BolsoOrbán y Erdoğan, también es cierto que su praxis política, con la habitual dosis de descalificación y agravios a opositores y periodistas, agrega un contenido tóxico al muy tensionado clima político. La relevancia de la dimensión institucional excede los aspectos vinculados con los derechos civiles y políticos de los ciudadanos y, en rigor, también determina el desempeño económico.
La anomia social y la debilidad institucional ayudan a explicar la asimetría en el desempeño económico entre la Argentina y sus vecinos. Mientras que entre 2006 y 2022 Uruguay y Chile redujeron la pobreza en 22 y 35 puntos porcentuales, respectivamente, el deterioro secular de nuestra economía hizo que, solo en el último período presidencial, se haya incrementado el contingente de pobres en cerca de 1,5 millones de personas. De acuerdo con un estudio reciente sobre la calidad institucional, nuestro país registró solo en 7 de los últimos 21 años un desempeño superior al promedio de los países de América Latina y, además, los países que encabezan el ranking, Chile y Uruguay, casi duplican a la Argentina en el promedio del período considerado.
En la policrisis de la Argentina, donde las distintas dificultades se superponen como en las matrioskas rusas, no es aconsejable el reduccionismo simplificador de creer que estamos frente a una crisis fiscal con derivaciones múltiples, sino que es pertinente saber que sufrimos una crisis social, política, económica y de convivencia democrática, con implicaciones fiscales.
La condición de superación de esa crisis combinada es, sin dudas, la consagración de un orden político asentado en tres pilares: uno democrático, donde la soberanía popular expresada en elecciones limpias y verificables esté garantizada; otro republicano, que establezca la independencia, el equilibrio y la rendición de cuentas de los poderes, y un tercer soporte de naturaleza auténticamente liberal que asegure los derechos de cada ciudadano, en particular de todas las minorías.
Entonces, para poder esperanzarse con un horizonte de progreso social y realización individual es imprescindible que una sólida infraestructura institucional –como decía el presidente de la República de Italia Sandro Pertini en referencia a la integración económica de su país con Europa– deje de ser un ideal para constituirse en una necesidad imperiosa
El profesor Loris Zanatta sintetizó los rasgos dominantes del populismo según Isaiah Berlin, que se adaptan como el guante a la mano a la práctica política del oficialismo
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Trenes de la vida
A casi dos meses del fallecimiento del doctor Martín Urtasun, promotor del Tren Hospital Alma, vaya un cálido recuerdo a su enorme trabajo en favor de la niñez
Muchas grandes historias se van a la tumba con sus protagonistas. Algunas saldrán luego a la luz para honrar vidas dedicadas a un heroísmo silencioso. Lazos de vida (2023), protagonizada por Anthony Hopkins y Elena Bonham Carter, es una película recientemente en cartel que relata cómo el empresario británico de origen judío Nicholas Winton salvó a 669 niños judíos de morir en el Holocausto, una gesta solo comparable con la del alemán Oscar Schindler.
Ni su mujer ni los hijos de Winton se enteraron de que a lo largo de 1939 este humilde agente de Bolsa había logrado sacar a tantos chicos de Checoslovaquia en ocho viajes entre Praga y Londres, siete de ellos en tren. Ya en destino, los niños fueron temporariamente adoptados por familias británicas. El cierre de fronteras que impuso la invasión alemana de Checoslovaquia impidió la partida de un noveno convoy. Winton lamentó profundamente que cerca de 250 chicos terminaran perdiendo sus vidas en campos de concentración. Unos 15.000 niños murieron asesinados en Checoslovaquia en la Segunda Guerra Mundial.
La hazaña recién se conoció en 1988, cuando la mujer de Winton encontró un maletín con listas de los rescatados, algunas fotos de los niños y cartas de sus padres que prolijamente guardaba su esposo. El Daily Mirror y luego la BBC difundieron el secreto guardado durante 50 años. Más de 6000 personas están hoy vivas gracias a quien distinguía entre la bondad pasiva y la activa que ejerció humildemente. Falleció en 2015, luego de recibir infinidad de condecoraciones.
En 1980, Martín Jorge Urtasun, cirujano pediátrico del Hospital Churruca, promovía otro tren que sería una bendición para muchos niños argentinos. “En lugar de traer aquí a los pacientes, debemos llegar a ellos”, argumentaba quien, contando con vagones cedidos por el Ferrocarril Belgrano Cargas y Logística (BCyL), pasó a liderar el proyecto de la Fundación Alma: el Tren Hospital para Chicos.
Desde distintos puntos del país se sumaron pediatras, médicos generalistas, odontólogos, radiólogos, trabajadores sociales, enfermeros y bioquímicos, ofreciendo su tiempo y resignando sus saberes voluntariamente. El Tren Hospital Alma, una formación inicial de tres vagones con dos consultorios médicos y uno odontológico, quirófano, sala de rayos, cocina comedor y camarotes para el personal, comenzó a recorrer pequeños poblados de Formosa, Chaco, Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, La Rioja, San Juan y Santa Fe. Una vez por año llegaba a cada destino, pallamó ra el seguimiento y atención a los pacientes, articulando también con docentes de las escuelas locales en educación sanitaria.
Cada viaje al norte argentino duraba 15 días, y se hacían ocho o nueve al año, entre abril y noviembre. En 2002 debió suspender la tarea por desperfectos técnicos y requerimientos de mantenimiento mecánico. Volvió a funcionar en 2004, pero en 2015 un incendio destruyó por completo los viejos vagones. Se iniciaron gestiones para que el Estado proveyera nuevas unidades, pero el compromiso oficial de reemplazarlos con unidades reacondicionadas para funcionar como hospital rodante no se cumplió. Los viajes sanitarios con otros medios de movilidad continuaron hasta 2019, pero la pérdida del tren fue seguida de una caída de la financiación por donantes corporativos, que volvió ya inviable el funcionamiento de la fundación.
Mañana se cumplen dos meses del fallecimiento del doctor Urtasun, incansable impulsor del Tren Alma, que atendió a más de 90.000 chicos a lo largo de 40 años de tarea voluntaria. Esta Argentina empobrecida de hoy necesita soñadores generosos, de bondad activa, dispuestos a atender las infinitas necesidades de muchos niños vulnerables. Vaya nuestro homenaje a quien tanto hizo por ellos. Con menos ramales ferroviarios, hoy seguramente optando por carreteras, aquel esfuerzo sigue siendo tan imprescindible como entonces. Miles de niños demandan atención sanitaria en lugares apartados o de difícil acceso. Hay trenes que pasan solo una vez y en ellos va la vida de muchos.
Nuestro país necesita de soñadores generosos como el doctor Urtasun, dispuestos a atender las infinitas necesidades de muchos niños vulnerables
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Nuevo presidente panameño
El 5 de marzo pasado, José Raúl Mulino se convirtió en el candidato presidencial del partido panameño Realizando Metas (RM). Fue después de que el Tribunal Electoral (TE) inhabilitara al exmandatario Ricardo Martinelli como aspirante al Poder Ejecutivo, tras una sentencia a más de diez años de prisión por blanqueo de capitales. Desde la embajada de Nicaragua, donde se asiló tras su condena, hizo campaña por quien fue su ministro de Seguridad.
Mulino ganó la elección presidencial, mientras que Ricardo Lombana, del Movimiento Otro Camino, quedó segundo. La jornada electoral se destacó por una histórica participación del 77,57 por ciento de los ciudadanos habilitados para votar.
El presidente electo, que asumirá el 1º de julio próximo, prometió trabajar estrechamente con el sector privado para impulsar la economía, pero sin dejar de lado a los pobres, uniendo al país y dejando atrás las diferencias con otros políticos para centrarse en el trabajo. Mulino a la unidad nacional y al entendimiento con otras fuerzas políticas, aspecto fundamental debido a la fragmentación que a partir de las últimas elecciones se verifica en el Parlamento de su país.
El próximo presidente de Panamá enfrentará desafíos apremiantes. Deberá afrontar problemas fiscales en un país acostumbrado a crecer muy por encima del 2,5% que se proyecta para este año. También ambientales, traducidos en las protestas que llevaron a cerrar una mina de cobre que aportaba casi el 5% del PBI o la crisis hídrica provocada por la sequía, algo que afecta a las operaciones del Canal de Panamá. Otra de las problemáticas por encarar es la migratoria como el flujo de cientos de miles de personas que cruzan la selva del Darién en la frontera con Colombia.
Sobre el particular, Mulino prometió deportar a los migrantes, en su mayoría venezolanos, que ingresen por esa vía en su travesía hacia Estados Unidos. Cifras oficiales reportan más de 520.000 personas en 2023 y 110.000 en el primer trimestre de este año que cruzaron la inhóspita selva obligando al gobierno panameño a destinar recursos para asistirlas.
Con el fin de recuperar la economía, el presidente electo necesitará alcanzar consensos para aumentar los impuestos y las contribuciones a la seguridad social, así como la edad de jubilación. El cierre de Minera Panamá, subsidiaria de la canadiense First Quantum, resulta otro tema pendiente, dados los multimillonarios reclamos que esperan a Panamá en los tribunales internacionales.
Mucho se especula respecto de la influencia y los vínculos que ejercerá el expresidente Martinelli en la administración de Mulino. El presidente electo deberá hacer frente al reto de desvincularse de su mentor, condenado por corrupción, dejando que la Justicia siga su curso y ejerciendo su mandato con impronta propia. La relación que mantendrán en el futuro es uno de los mayores interrogantes de la próxima gestión gubernamental.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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