lunes, 27 de mayo de 2024

LO QUE SUENA....


La otra cara de una artista que no teme evolucionar
Mauro ApicellaapBillie Eilish y un disco que marca un antes y un después


People say I look happy just because I got skinny, but the old me is still me and maybe the real me, and I think she’s pretty”. La gente dice que parezco feliz sólo porque estoy delgada, pero sigo siendo mi antiguo yo; tal vez mi verdadero yo. Pienso que ella es bonita”. Billie Eilish, 2024.

Es probable que cuando Billie Eilish comenzó a mostrar sus primeras canciones, a mediados de la década pasada, no hubiera visto en el espejo algo tan llamativo como para transformarse en una tendencia, primero nacional, en los Estados Unidos, y luego mundial. Pero lo cierto es que fue una especie de influencer sin proponérselo y emprendió un viaje en el que, de solo andar, comenzó a comprender de qué se trataba. En primer lugar, una chica con cierto perfil “emo” que cautivaba a los de su generación y, por añadidura, a una industria musical siempre ávida de nuevos talentos juveniles. Aceptó ciertas condiciones y, al mismo tiempo, sostuvo de manera férrea el timón de su barco para que sus condiciones se siguieran imponiendo. Le gusta trabajar con su hermano Finneas, el que escribió el primer tema con el que se hizo famosa (”Ocean Eyes”, de 2015) y el que le sigue dando material y produciendo sus invenciones. Se trata de una sociedad que ya tiene tres álbumes publicados: When We All Fall Asleep, Where Do We Go? (2019), Happier Than Ever (2021) y Hit Me Hard and Soft (que acaba de ser publicado).
Ya sea porque así concibió cada uno o por una lectura (forzada o no) que sus fans y la crítica hicieron de esos lanzamientos, en cada uno hay una etapa de su vida, a pesar de que no han pasado tantos años entre el primero y este último (apenas un lustro). En cualquier caso, se podría decir que es buena representante de su generación al volcar en un álbum
Situaciones que en otras épocas eran cuestiones de diván o por una tendencia a plasmar egotrip en un puñado de canciones. En esto se podría decir que no es la única responsable porque hay detrás una industrial musical que ve con buen ojo y escucha con buen oído cualquier guiño que sea demostración de empoderamiento o la fragilidad de sus artistas. Y hay, también, un escenario social (de red social) que espera con ansiedad poder entrar en la trastienda de los álbumes y encontrar allí a sus protagonistas, en el estado más vulnerable.
“Skinny” es la primera canción y es aquella que dice que la gente la ve mejor, simplemente, porque está más delgada, sin percatarse de que todo lo anterior de la vida de Billie es lo que también conforma su presente. Lo dice en otras palabras, pero, de algún modo, eso quiere expresar. En otras pistas hay relaciones de pareja que resultaron desencuentros, sensuales tendencias antropofágicas y situaciones obsesivas. ”Lunch”: “Yo podría comerme a esa chica de almuerzo. Sí, ella baila en mi lengua. Sabe como si ella pudiera ser la indicada. Y de la que nunca podré tener suficiente. Podría comprarle tantas cosas”. En “The diner” dice: !No tengas miedo de mi. Soy lo que necesitas. Te vi en las pantallas, sé que estamos destinados a ser. Estás protagonizando mis sueños”.
Si fuera un disco de muchas canciones, quizás habría momentos que pasarían inadvertidos. Pero al tratarse de una producción que evita los tour de force, se puede escuchar de corrido y pacientemente. Eso permite descubrir pequeños laberintos, como el del último tema, “Blue”, que cambia su perspectiva, hacia el final: “Naciste más azul que una mariposa. Hermosa y tan privada de oxígeno. Más frío que los ojos de tu padre. Nunca aprendió a simpatizar con nadie (...) Naciste buscando las manos de tu madre, víctima de los planes de tu padre para gobernar el mundo”.
Hit Me Hard and Soft probablemente sea el mejor de los álbumes que ha publicado hasta ahora, aunque no sea un disco revelador. Tampoco tiene la obligación de serlo. Cumple con una consigna que es la que está expresada en su título: eso es lo que logra a través de los cambios “musicales” de ánimo de las diez canciones que lo integran; pegar fuerte y con suavidad, según el momento. Si se lo pone en el contexto actual, muestra un conservadurismo absolutamente revolucionario. Esto, por supuesto, trae consigo un toque de ironía, pero lo cierto es que, desde formas muy clásicas, Eilish se despega absolutamente de lo que hoy se ve y se escucha. Su disco no es un apilamiento de canciones, 15, 21 o 30.
Su disco no trae colaboraciones estratégicas con otros artistas. Su disco no trae una lista interminable de nombres en los créditos de autores y compositores de las canciones; solo figuran su nombre y el de su hermano. Su disco es un disco, y se define perfectamente en las dos caras de un vinilo, de 5 tracks cada una.
En cuanto al arte de tapa, que seguramente se apreciará más en los formatos físicos que en el digital de las plataformas, cualquier descripción tendrá un mejor marco en alguna rama de la psicología. Se ve una puerta abierta a las profundidades del mar. Y allí hay alguien (parece que es Billie), sumergiéndose, de espaldas y sin gestos de regreso a la superficie

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