Los 70: el día que Perón llamó “imberbes” y “estúpidos” a los Montoneros y los echó de la Plaza
Juan Domingo Perón en el balcón de la Casa Rosada, el 1 de mayo de 1974
Se cumplen 50 años de una jornada histórica, que marcó el enfrentamiento del líder justicialista con la organización guerrillera, en un escenario de violencia política y social
Mariano De Vedia
Pocas veces en la liturgia peronista la celebración del Día del Trabajo pasó a un segundo plano. Eso ocurrió en la tarde del miércoles 1 de mayo de 1974, hace 50 años, cuando el líder justicialista Juan Domingo Perón, presidente por tercera vez después de 18 años de exilio, echó a los Montoneros de una Plaza de Mayo colmada.
La grieta, visible cuando activistas montoneros dejaron un hueco en la plaza que la televisión oficial intentó disimular –entre incidentes con militantes de la rama sindical del peronismo-, se resquebrajó cuando Perón los llamó “imberbes” y se refirió a ellos como “esos estúpidos que gritan”. Las voces que partían de la “Orga” no se quedaban atrás y polemizaban con el Presidente. “¡Qué pasa, que pasa General, que está lleno de gorilas el gobierno popular!”, cantaban desafiantes en el comienzo del acto, antes de enrollar sus banderas y retirarse de la plaza. Aludían a la creciente influencia del ministro de Bienestar Social, José López Rega, con cuyo brazo parapolicial –la Triple A- se enfrentarían meses después, luego de decidir en septiembre su pase a la clandestinidad.
Detrás de un vidrio blindado y flanqueado por López Rega y por su esposa y vicepresidenta, Isabel Perón, el Presidente reivindicó en su discurso del 1 de mayo en el balcón de la Casa Rosada su alianza con el aparato sindical. “Hace 21 años en este mismo balcón y con un día luminoso como el de hoy hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones porque venían días difíciles”, fueron sus primeras palabras.
La columna de Montoneros desplegó sus banderas frente a Perón, el 1 de mayo de 1974
Y siguió: “No me equivoqué. Ni en la apreciación de los días que venían, ni en la calidad de la organización sindical, que a través de 20 años, pese a esos estúpidos que gritan [en referencia a los Montoneros] … se han mantenido inconmovibles y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que resistieron durante 20 años”.
Con el correr de los años, varios dirigentes montoneros –entre ellos, Mario Firmenich y Roberto Perdía- relativizaron el enojo de Perón y argumentaron que no habían sido expulsados por el líder del movimiento, sino que ellos se retiraron. De todos modos, la ruptura estaba expuesta. Tres meses después, Perón murió y en septiembre los Montoneros –abiertamente enfrentados con el gobierno de Isabel Perón, pasaron a la clandestinidad.
Para el acto en la Plaza de Mayo, las columnas de la JP-Montoneros se concentraron previamente en la Facultad de Derecho, donde –al mejor estilo de mitines sindicales- estacionaron varios micros. El día anterior la agrupación fundada por Firmenich había publicado solicitadas en los diarios con exigencias al gobierno de Perón. Antes del discurso del Presidente, Isabel Perón coronó a la “reina del trabajo”, lo que derivó en fuertes abucheos que partieron del sector montonero.
“Terrorismo criminal”
El distanciamiento entre Perón y las organizaciones guerrilleras se había profundizado en enero de ese año, por el tono y el duro contenido del mensaje que el Presidente ofreció por cadena nacional tras el sangriento ataque del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) contra el Regimiento 10 de Caballería Blindada de Azul. Ante lo que llamó “un ataque a la patria y a las instituciones”, en ese discurso el líder peronista ordenó “aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal”.
Mario Firmenich, al ser arrestado durante el gobierno constitucional de Raúl Alfonsín
En marzo, en un acto en la cancha de Atlanta para celebrar el aniversario del triunfo electoral de Cámpora de 1973, Firmenich cargó contra la “burocracia sindical” y denunció que las fuerzas policiales constituían su brazo armado”.
La misma mañana del 1 de mayo, Perón había inaugurado en el Congreso el período ordinario de sesiones legislativas y cambió el sentido de una frase que había hecho historia. En lugar de la popular leyenda “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”, dijo: “Ha comenzado el tiempo de que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”.
En ese contexto, con la intención de atenuar la presencia de Montoneros en la plaza, Perón convocó a la celebración del Día del Trabajo en la Plaza de Mayo con la consigna de no ir con banderas políticas, aunque sí se autorizó a llevar insignias a las columnas sindicales, en una manifiesta parcialidad en favor del sector ortodoxo del peronismo. Los Montoneros burlaron los controles policiales llevando banderas y aerosoles escondidos dentro de los bombos. Una vez en la plaza, cuando Perón salió al balcón, las columnas de Montoneros desplegaron sus carteles, en señal de desafío.
Isabel Perón junto a Casildo Herreras (izquierda) y Lorenzo Miguel (derecha) en la CGT, el 6 de diciembre de 1974
Era el desenlace de un enfrentamiento que se venía agudizando. Dos días después de las elecciones que habían consagrado presidente a Perón en septiembre de 1973, fue asesinado el líder sindical José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT. Si bien Montoneros no se atribuyó el crimen, varias fuentes coinciden en que con ese golpe la organización guerrillera retomó la lucha armada activa, que había frenado durante el breve gobierno de Héctor J. Cámpora.
En las semanas siguientes al ataque guerrillero al cuartel militar de Azul, Perón forzó las renuncias de gobernadores provinciales identificados con Montoneros, como Oscar Bidegain (Buenos Aires), Ricardo Obregón Cano (Córdoba) y Alberto Martinez Baca (Mendoza). Tras la muerte del Presidente, su viuda y sucesora, Isabel Perón, les pidió la renuncia a los mandatarios Jorge Cepernic (Santa Cruz) y Miguel Ragone (Salta), enrolados en la Tendencia Revolucionaria.
Molesto por el asesinato de Rucci y por el sangriento ataque al regimiento de Azul, a fines de enero de 1974 Perón recibió en Olivos a ocho diputados de la Juventud Peronista, cercanos a Montoneros, quienes le plantearon reparos a las modificaciones impulsadas para endurecer las normas del Código Penal. “Acabamos de ver que una banda de asaltantes invoca cuestiones ideológicas o políticas para cometer un crimen. un crimen es un crimen, cualquiera sea la pasión que impulse al criminal”, les dijo el Presidente, al invitarlos a “sacarse la camiseta peronista”. Cortocircuitos que fueron el preludio de la ruptura.
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