Las sorpresas que se llevará Trump
Moisés Naím MIAMI
Cuando al primer ministro británico Harold Macmillan un periodista le preguntó qué podría descarrilar su naciente gobierno, se dice que respondió:
“Events, dear boy, events!”. Tenía razón. Los presidentes recién elegidos llegan al poder cargados de planes y promesas, pero lo usual es que su agenda se desvíe al tener que responder a eventos que nadie había anticipado. Donald Trump y su gobierno no son inmunes a esta tendencia. Sin dudas, el enorme poder político que le han dado los votantes al presidente Trump y los vastos recursos del sector público estadounidense le darán al gobierno un amplio margen de maniobra. Aun así, es probable que una variedad de crisis, internas e internacionales, sacudan a la nación y requieran del gobierno respuestas y reacciones que no estaban en sus planes. Peor, muchas de estas crisis escapan al control de los gobiernos.
La más obvia es la emergencia climática. Ya es normal que los medios reporten de alguna parte del mundo –de Siberia a Nueva York– acerca de los catastróficos efectos de incendios incontenibles y huracanes cada vez más poderosos. También nos informan del número de fatalidades, de los enormes costos materiales de estos accidentes climáticos e, inevitablemente, de lo inadecuadas que son las instituciones a cargo de responder a estas tragedias. La incompetencia gubernamental en este ámbito es un fenómeno global. Esta incompetencia es en parte debida a lo novedosos que son los retos que se les plantean a las burocracias públicas encargadas de responder a las nuevas emergencias. En todas partes, las organizaciones, leyes, normas, tecnologías y presupuestos con los que cuentan los organismos públicos que se ocupan de esto son obsoletos. Además, la respuesta gubernamental se complica debido a la polarización del debate acerca del cambio climático. Según Trump, la alarma por el calentamiento global y sus efectos son fraudes inventados por China para quitarles competitividad a las empresas estadounidenses. La columnista del Financial Times
Gillian Tett escribe que durante la reciente campaña electoral Trump desdeñó la emergencia y les dijo a sus seguidores que no se preocuparan, que el cambio del clima “solo serviría para crear más propiedades frente al mar”.
Esta postura de Trump contrasta con el hecho de que cerca de la mitad de todas las viviendas en Estados Unidos están ahora expuestas a eventos climáticos extremos, según reporta Tett.
Las investigaciones sobre el calentamiento global concuerdan en que la frecuencia, la ferocidad y los costos de estos eventos irán en aumento. No es razonable suponer que estas tendencias se vayan a revertir o atenuar. Más bien, cabe esperar que en los próximos 4 años que dura su presidencia, Trump se vea obligado a dedicar ingentes recursos públicos, no en apoyo de su agenda, sino a responder a la emergencia climática.
Otra distracción para la administración Trump podría ser una pandemia del mismo calibre que la que produjo el Covid-19. “La próxima pandemia: no si, sino cuando” es el titular de portada de una reciente publicación de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard. Los expertos no saben cuándo va a ocurrir ni cuál es el virus que la podría desencadenar, pero concuerdan en que los gobiernos no están preparados para responder con la velocidad y los recursos necesarios. La postulación de Robert F. Kennedy Jr. como secretario de Salud de la administración Trump es muy reveladora: es conocido por sus denuncias contra las vacunas y su promoción de medicinas sin respaldo científico. Que sea él quien quizás dirija los esfuerzos del gobierno en caso de que ocurra una pandemia sería una letal distracción.
La economía también puede sorprender al mundo y al gobierno de Trump. Ya nos hemos acostumbrado a que periódicamente un país o un sector específico, como la construcción, por ejemplo, entre en crisis. Las vulnerabilidades económicas preexistentes tales como los enormes y crecientes déficits fiscales, las frágiles redes de suministro, la azarosa economía china o los anémicos mercados europeos y los costos de las guerras entre Ucrania y Rusia y del Oriente próximo señalan algunas de las principales fuentes de inestabilidad. A estas amenazas hay que añadir la guerra comercial entre EE.UU. y China que Trump anuncia reiteradamente, el recorte de los impuestos que pagan los más ricos, la drástica reducción del tamaño del gobierno y la eliminación de ciertas regulaciones al sector privado. Todos estos cambios crean un ambiente lleno de consecuencias no anticipadas que limitan la acción gubernamental.
Trump también podría ser sorprendido por la capacidad de sus adversarios para usar el sistema judicial para atrasar o hasta bloquear algunas de sus iniciativas. Si bien el éxito electoral que tuvo Trump le abre posibilidades que sus predecesores recientes no tuvieron, cabe recordar que el sistema judicial estadounidense es altamente descentralizado y que los jueces gozan de gran autonomía. Algunos de ellos podrían sorprender al presidente con decisiones que afecten negativamente su agenda.
Y finalmente está la geopolítica: desde un Medio Oriente en ebullición hasta un estrecho de Taiwán cada vez más estrecho, la seguridad del planeta es precaria. Trump cree que desestimar a la OTAN y alardear de su admiración por Putin es un pasatiempo sin consecuencias. Pero ¿y si no lo es? Los entusiastas admiradores de Trump quieren creer que su líder es inmune a los vaivenes de la política y de la historia. Esa ilusión les durará poco. Los eventos se encargarán de eso.
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Alegato por la libertad
Maximiliano Gregorio-Cernadas
En el vasto mercado de transacciones del cual se compone la vida, donde nada valioso se obtiene por nada, como dicta el sabio apotegma filosófico –nihil ex nihilo–, y donde hasta el amor o la amistad más genuina exigen un esmerado cultivo, la libertad se cotiza como el bien más preciado del ser humano, salvo para los necios que la desprecian como un derecho adquirido.
Los pueblos e individuos inmaduros suponen que la libertad constituye un don de la naturaleza, pero ella es un típico producto cultural del esfuerzo humano, que cuesta sacrificios, entre ellos el de ejercerla al precio de sostener una severa consciencia, de respetar antes la de otros confiando en que también se observará la propia y de defenderla con menoscabos de quienes incitan a cederla a cambio de otros bienes, con el riesgo de erigir una sutil prisión, pues no se advierte que la suma de la cesión de pequeñas libertades individuales alcanza en otras manos un poder al que ya no podrá desafiarse ni aguardar su devolución.
Como todo lo humano, la libertad se prodiga no solo en abundantes beneficios, sino además, y paradójicamente, en innumerables contingencias, las cuales son agitadas como espantosos testimonios de sus pretendidas deficiencias por los astutos codiciosos de la libertad ajena, quienes siempre hallan individuos crédulos u holgazanes dispuestos a creer que si las ceden, se liberarán de la ardua tarea de ejercerlas y adquirirán a cambio mayor igualdad por menor esfuerzo, lo cual termina siendo más costoso que el trabajo de cultivar la libertad, pues nunca se alcanza la igualdad con los que tomaron la libertad de otros.
Ocurre que aunque hombres y pueblos de todos los tiempos han ofrendado sus vidas por la libertad en momentos graves, los más sensatos han advertido que es en rigor durante la bonanza cuando se corren los mayores riesgos de perderla bajo la inconsciente rutina de vivir libres y, por ende, cuando más se requiere estar atentos a los costos permanentes de su ejercicio responsable y de su onerosa custodia.
Los clásicos debates que planteaba el inspirado concepto del “miedo a la libertad” de Erich Fromm (1941) o el sofisma de la Constitución argentina del 49 según el cual “el Estado no reconoce libertad para atentar contra la libertad” continúan acechando al hombre, aunque no en la escala de dilemas que plantean para la libertad las inconmensurables tecnologías del conocimiento y la comunicación, los cuales deben asumirse con la inteligencia de que la difusión de la libertad es lo óptimo, su escasez la cotiza y su ausencia ya es puro mal.
No debe perderse de vista que aunque los interrogantes en torno a la libertad interpelan la esencia misma de la humanidad, pues dejan al hombre solo y desnudo frente a los desafíos de ser responsables de su destino, el planteo también desciende desde aquellas abstracciones hasta las más familiares de las disyuntivas, como por ejemplo las que sufren los jóvenes de nuestro tiempo que deben enfrentar el dilema entre la molicie de la casa paterna y el cada vez más alto costo de ejercer su independencia.
Alberdi, quien había tenido la desgracia de padecer y al mismo tiempo la oportunidad de abocar su genio al estudio de ese colosal atropello a la libertad que fue la dictadura de Rosas, concibió y nos legó el mandato de que la supervivencia y el triunfo de la libertad requieren de dos aliadas sine qua non, que la contengan, la inspiren y la alienten: la educación y la ley, pues ellas constituyen los dos recursos más poderosos con que cuenta cada ciudadano para ser dueño responsable de la sustancia y el contorno de su propia libertad
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Locura iraní
Los extremos a los que puede llegar la teocracia iraní para imponer el uso del velo son cada vez más escalofriantes. En estos días anunciaron la apertura de una “clínica de tratamiento” para apoyo psicológico, supuestamente de forma confidencial, en un ambiente sin prejuicios y según la decisión del paciente. Se espera que las mujeres puedan allí “expresar sus problemas con confianza y total seguridad mental” y “curar” a quienes desafíen las leyes islámicas. Se trataría de una instancia alternativa al pago de las multas fijadas por no portar el velo.
“No será una clínica, será una prisión”, denunciaron quienes alientan a sus pares a manifestarse masivamente como lo hicieron tras la muerte de Mahsa Amini, en 2022.
Días atrás, se viralizaron las imágenes de una joven en ropa interior y actitud desafiante sentada frente a la Universidad Azad de Ciencia e Investigación de Teherán. Fue su forma de revelarse ante el acoso de milicias por no cumplir con el código de vestimenta. Terminó subida por la fuerza a un vehículo. La universidad reportó que la entregó a una comisaría y que desde allí fue derivada a un hospital psiquiátrico pues, aseguran, sufre un trastorno mental. Organismos de DD.HH. denunciaron que fue sometida a palizas, violencia sexual y medicación forzada, y exigieron su inmediata liberación, la garantía de protegerla de maltratos y de darle acceso a su familia y a un abogado.
Nada parece indicar que la situación de las mujeres iraníes pueda mejorar en el corto plazo. Por el contrario, el régimen sigue persiguiéndolas y coartándoles libertades. El mundo debe seguir alzando la voz y condenando tanta locura.
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