Colapinto o Cositorto: dos modelos contrapuestos de país
La argentina. Conviven la idea del trabajo, el riesgo y el sacrificio; la apuesta al talento y a la construcción de una carrera, con la cultura del atajo, el pensamiento mágico y el sueño de ganar plata sin esfuerzo
Luciano Román
Si miráramos un ranking de menciones en la prensa, nos encontraríamos en los últimos tiempos con dos apellidos repetidos: Colapinto y Cositorto. Son dos nombres propios, pero también los exponentes de dos culturas contrapuestas que conviven en la Argentina: por un lado, la idea del trabajo, el riesgo y el sacrificio; la apuesta al talento y a la construcción de una carrera. Por otro, la del atajo y el pensamiento mágico; el sueño de “salvarse” y de ganar plata sin esfuerzo; la audacia de la “avivada” y la temeridad de la trampa.
Colapinto es la expresión, si se quiere rutilante, de algo que subsiste en la sociedad: la cultura del mérito y del trabajo duro. Es una historia de sacrificio y de un progreso paso a paso, no exento de vicisitudes y de incertidumbre. Sus padres vendieron una casa para invertirla en su proyecto profesional; él no buscó la comodidad, sino el desafío: vivió en talleres mecánicos, se sobrepuso a adversidades y fracasos. Estudió a la distancia para completar el secundario. Así se hizo un lugar en un mundo ultracompetitivo. ¿Es una excepción? ¿Una rareza? Si miramos alrededor, encontraremos motivos para la esperanza. Hay millones de jóvenes que se aventuran en un emprendimiento, que se esfuerzan para estudiar una carrera, que apuestan al comercio, a la ciencia y a la tecnología, al arte o al deporte, por mencionar solo algunos campos en los que abundan los “Colapintos”. Muchos arriesgan un capital, intentan algo innovador, se la juegan por una idea o por un sueño.
Son herederos de una cultura que, contra viento y marea, ha logrado sobrevivir en la Argentina. Es el espíritu que moldeó a la clase media, basado en el mérito y el esfuerzo, en la noción de largo plazo, en el sentido del sacrificio.
Pero las noticias de los últimos tiempos también hablan de Cositorto. Es un símbolo de una Argentina oscura, que no apuesta al esfuerzo, sino a una especie de salvación mágica, y que tampoco parece excepcional, sino parte de un fenómeno creciente y extendido.
Las estafas piramidales se han convertido en una suerte de epidemia nacional. Con metodologías ligeramente distintas, escondidas en plataformas digitales o amparadas en la novedad de las criptomonedas, han hecho es tragos en distintas comunidades. El caso de San Pedro, una localidad bonaerense de 70.000 habitantes, es sintomático y elocuente: casi un tercio de su población apostó sus ahorros con la promesa de rendimientos exorbitantes. En otras localidades, como Villa María, Goya o San Rafael, hubo desembarcos similares. Detrás hay organizaciones dedicadas a la sugestión y al engaño que, curiosamente, logran captar a muchos “inversores” que, aun con prevenciones y reparos, imaginan que se llevarán grandes ganancias antes de que todo se desmorone.
Hay que mirar otros fenómenos que están de algún modo emparentadoscon ese ilusionismo financiero. El juego “online” se ha convertido en una trampa para millones de chicos y adolescentes. Uno de cada cuatro estudiantes de entre 12 y 19 años ha hecho apuestas virtuales al menos una vez, según un relevamiento de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires. Es otra epidemia que se extendió a una escala exponencial en los últimos cinco años.
Cada vez es más frecuente escuchar a jóvenes que se definen como “traders” y que operan con “inversiones cripto” en especies de burbujas de inversión que florecen en los márgenes del sistema financiero. Puede ser muy virtuosa, por supuesto, la incursión en mercados innovadores, así como la educación financiera en las nuevas generaciones. Pero la tendencia tal vez merezca una mirada atenta, no desde el prejuicio, pero sí desde la prudencia. La era digital también parece meter la cola en estos fenómenos económicos, pero también socio-culturales: exacerba la idea de la inmediatez y potencia la circulación de ilusiones y fake news a través de las redes. Las aplicaciones en el celular han sido, de hecho, las grandes aliadas para que organizaY ciones como Generación Zoe (Cositorto), RainbowEx o Wenance tuvieran una vertiginosa penetración.
Indagar en las causas de estos fenómenos es una tarea compleja. No existen respuestas simples ni factores únicos. Pero es evidente la incidencia de un deterioro socioeconómico que ha devaluado las alternativas del camino largo para potenciar la fantasía de los atajos. El modelo de Cositorto ha avanzado, precisamente, por el deterioro del modelo de Colapinto.
Colapinto representa un sistema de valores que identificó, históricamente, a la clase media argentina. Pero ahora asistimos a la realidad de un país en el que se ha producido, en apenas 25 años, una dramática reconfiguración de la estructura social. Hoy, según la pirámide elaborada por la consultora Morguer, la clase baja supera a la clase media. ese desplazamiento ha generado un tejido social y cultural mucho más fragmentado, con expectativas y comportamientos cada vez más diferenciados. El sector social mayoritario, según los estudios cualitativos de esa misma consultora, tiene una mirada de “supervivencia”, más que de progreso, y vive con una noción de “día a día”, sin perspectiva de largo plazo.
La inflación crónica, la falta de crédito y la expansión de la actividad “en negro”, que hoy alcanza el 40% de las transacciones, han generado una suerte de anomia económica que también moldea una cultura y una mentalidad. Son deformaciones que naturalizan la búsqueda de atajos y de tácticas “salvadoras”, que anulan la planificación y desalientan el ahorro. Ese ecosistema de descalabro e inestabilidad económica se convierte en un almácigo en el que germina la usura y se robustecen los Cositortos.
El modelo del “manotazo” y de la salvación fácil tal vez sea la peor herencia del populismo de izquierda: la más difícil de revertir y también la menos tangible. Es una cultura que ha permeado en la sociedad y que ha contaminado a varias generaciones. Remite a una idea en la que el futuro y el largo plazo se sacrifican en función de un presente fácil y engañoso. Estigmatiza el mérito y el esfuerzo mientras nivela hacia abajo y “vende” una falsa inclusión.
El crecimiento de la pobreza ha producido un enorme deterioro en el tejido social y ha debilitado dos pilares básicos de la clase media: la educación y la contención familiar. Ese debilitamiento hizo que un sector cada vez más amplio de la sociedad se torne vulnerable a la cultura demagógica y populista del atajo. Modelos como el de Cositorto, y otros aún peores, como el del narco, encuentran mayores oportunidades en sociedades social y culturalmente degradadas.
Podrá decirse, con razón, que las estafas piramidales no son precisamente una novedad. De hecho, si hoy se las identifica con variantes del esquema Ponzi, es porque se las asocia a un modelo que inventó el estafador italiano Carlo Ponzi hace más de cien años. También sería una simplificación conectar el ilusionismo financiero con la desesperación y la necesidad económica. En distintas escalas, modelos como los de Cositorto han atraído a inversores con capitales sólidos, tanto acá como en el mundo. Se puede ver en Netflix la historia de Bernard Madoff para recordar hasta qué extremo pueden llegar este tipo de fraudes basados en algo tan antiguo y tan humano como la codicia.
Entre nosotros, sin embargo, la pregunta de fondo sería esta: ¿quién representa mejor esta época de la Argentina? ¿Colapinto o Cositorto? Son dos modelos que están ahí: uno parece haber avanzado en detrimento del otro, pero la buena noticia es que esos valores que hoy lucen en la Fórmula Uno han logrado sobrevivir.
Sanear la economía, bajar la inflación y recuperar el crédito parecen objetivos meramente económicos, pero también son necesidades culturales. Serán la base para recuperar el valor del esfuerzo y la noción de largo plazo. Demandarán, además, fortaleza institucional y códigos de convivencia. Si se lograra esa articulación, el futuro será de los Colapinto.
Indagar en las causas de estos fenómenos es una tarea compleja; no existen respuestas simples ni factores únicos
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Lujos, testaferros y corrupción
La escandalosa trama que envuelve al exfuncionario bonaerense Martín Insaurralde debe ser rápidamente dilucidada por la Justicia
Días pasados, desde este espacio celebrábamos la actuación de la Unidad de Información Financiera (UIF) y cuestionábamos la posición asumida por el juez Ernesto Kreplak de no objetar el blanqueo de 600.000 dólares no declarados solicitado por Sofía Clerici, compañera de aventuras del exintendente Martín Insaurralde, investigado por lavado y enriquecimiento ilícito.
En la causa del llamado “Yategate”, la Cámara Federal de La Plata confirmó su competencia federal argumentando que el delito de lavado debe considerarse un delito autónomo contra el sistema financiero nacional, que afecta la estabilidad de los sistemas democráticos. En la causa se investiga también si el exjefe comunal de Lomas de Zamora realizó las operaciones delictivas por sí mismo o a través de terceros como Jesica Cirio o Sofía Clerici, entre otros.
También en estos días, Kreplak rechazó por segunda vez el pedido de apartar al fiscal Sergio Mola del caso tramitado por la defensa del exjefe de Gabinete bonaerense. Lo acusan de “persecución penal contra la hija menor de Insaurralde en relación con la indagación sobre asistencia, cuotas y pagos, dirigida al instituto educativo al que la niña asiste”. También hacia su segunda mujer, Carolina Álvarez y sus hijos, así como respecto del fastuoso casamiento posterior con la modelo Jesica Cirio en 2014. Mola había imputado también a Clerici e Insaurralde por los costosísimos regalos exhibidos en redes sociales que holgadamente superaban los ingresos declarados de ambos. A todo esto, con absoluto desparpajo Clerici sigue ostentando sus bienes en Instagram, exhibiendo un auto de su propiedad que valdría algo más de 100.000 dólares.
Insaurralde, quien a principios de 2012 había declarado cero pesos en bienes, acumulaba a fines de 2023 un patrimonio millonario que no guardaría proporción con sus ingresos, incluyendo una casa en Banfield y acciones en la empresa Sasaxa Libero, en la que ubicó a familiares directos y que podría haber sido solo una fachada para otras maniobras. Fue dicha firma la que firmó el comodato por el uso del inmueble en Fincas de San Vicente, permitiéndoles a Cirio e Insaurralde su uso y ocultando su titularidad real, no así muchos pagos relacionados que salieron de sus cuentas y que hoy se verifican.
La lupa sobre el lujoso departamento de Puerto Madero que Insaurralde habitó con Cirio habla de negocios y vínculos con el contador Andrés Galera, condenado como testaferro de José López y quien controlaba la empresa Revilier SA, titular de la referida propiedad, entre otros numerosos indicios de supuesto tráfico de corrupción ligados a la obra pública que señalan los fiscales.
Entre 2003 y 2009, Insaurralde fue concejal, para después quedar al frente de la intendencia de Lomas de Zamora y, desde 2013, ser diputado nacional hasta 2014, cuando retomó la intendencia hasta 2021, concediéndose cómoda licencia para ejercer la Jefatura de Gabinete de la gobernación bonaerense. El escándalo de 2023 pondría fin a su carrera política, pero Insaurralde conservaría apoyos dentro del peronismo. Su turbia cercanía con el Instituto Provincial de Loterías y Casinos, como su influencia en la obra pública, era por muchos conocida. A los numerosos y costosos viajes internacionales por miles de dólares, se sumaron también las compras en efectivo de vehículos cuya titularidad tampoco acreditaba como propia y que, en algunos casos, eran puestos a nombre de Jesica Cirio.
La UIF amplió la acusación y sostuvo que, desde 2006, Insaurralde habría manejado plata negra a través de terceros por montos superiores a 1.100.000 de dólares, una cifra menor habida cuenta de las maniobras que podrían comprobarse. Además de su indagatoria y la de Cirio y Clerici, el organismo apunta también a un hijo de Insaurralde, Rodrigo, a su sobrino Gastón Barrachina, a su excuñado Víctor Donadio y a los responsables jurídicos de las empresas DOIO y Sasaxa, como presuntos testaferros del exfuncionario.
La evolución patrimonial de Insaurralde, Clerici y Cirio no encontraría correlato en sus ingresos declarados. Los plazos para que justifiquen sus patrimonios están corriendo y fijarán las convocatorias a indagatorias. La Justicia deberá imprimirles el ritmo necesario a las investigaciones para probar los delitos de los que se los acusa sin demoras ni cuestionables parcialidades. Quienes han vivido lujosa y ostentosamente durante tantos años a la vista de todos hoy están bajo el ojo escrutador de una sociedad con más de un 50% de pobres. Los oscuros meandros de la corrupción política deben salir a la luz para que los responsables reciban la pena que les corresponda.
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El último baile de Nadal
De estrella a leyenda
La noticia, aunque no puede tildarse de sorpresiva, causó un gran impacto en el mundo del deporte y especialmente entre los amantes del tenis. A través de un emotivo video, Rafael Nadal, de 38 años, explicó las razones de su alejamiento de los courts y agregó que en las finales de la Copa Davis, que se jugarán en su país del 19 al 24 de noviembre, asistiremos a su último baile como profesional en una cancha de tenis.
El resonante anuncio conmueve a todos aquellos que disfrutamos durante más de 20 años de sus memorables e irrepetibles logros y de su particular manera de comportarse en la cancha y fuera de ella. Dentro del rectángulo desplegaba la furia de un león enjaulado, de un competidor feroz, que entregaba absolutamente todo y más. Pero ya en las conferencias de prensa pospartido y en su vida diaria exhibía una sencillez y ubicuidad notables, muy a contramano de quien alcanza tanta fama, despertando idolatrías y con una cosecha de más de 135 millones de dólares solo en premios.
Nadal es ejemplo para sus millones de seguidores y fanáticos de cada rincón del planeta. Con una raqueta en la mano ha sabido trascender los estadios de tenis, e inspirado no solo a deportistas de otras disciplinas, sino también a la sociedad en general con sus muchas y potentes virtudes. El jugador nacido en Manacor, Baleares, nos demostró que los límites no existen y que la pasión, al final, derriba cualquier barrera. Su caballerosidad y respeto con todos sus colegas, a los que muchas veces apabullaba e invisibilizaba en la cancha, lo convierten en un faro y modelo a seguir para chicos y grandes.
Cuesta creer que sus 22 copas en torneos de Grand Slam –incluidas 14 en Roland Garros–, sus 92 títulos y sus más de 1000 victorias en el circuito parezcan poco al lado de su tan inmenso como memorable legado. El adiós a Nadal es ya un hecho inminente y quienes amamos al otrora deporte blanco no podemos dejar de emocionarnos. Se retira un grande entre grandes y da lugar a la leyenda. Su impronta se verá crecer en cada niño que empuñe una raqueta y en cada adulto que nunca se dé por vencido. Hay estrellas que trascienden su propio tiempo y brillan por siempre.
Si miráramos un ranking de menciones en la prensa, nos encontraríamos en los últimos tiempos con dos apellidos repetidos: Colapinto y Cositorto. Son dos nombres propios, pero también los exponentes de dos culturas contrapuestas que conviven en la Argentina: por un lado, la idea del trabajo, el riesgo y el sacrificio; la apuesta al talento y a la construcción de una carrera. Por otro, la del atajo y el pensamiento mágico; el sueño de “salvarse” y de ganar plata sin esfuerzo; la audacia de la “avivada” y la temeridad de la trampa.
Colapinto es la expresión, si se quiere rutilante, de algo que subsiste en la sociedad: la cultura del mérito y del trabajo duro. Es una historia de sacrificio y de un progreso paso a paso, no exento de vicisitudes y de incertidumbre. Sus padres vendieron una casa para invertirla en su proyecto profesional; él no buscó la comodidad, sino el desafío: vivió en talleres mecánicos, se sobrepuso a adversidades y fracasos. Estudió a la distancia para completar el secundario. Así se hizo un lugar en un mundo ultracompetitivo. ¿Es una excepción? ¿Una rareza? Si miramos alrededor, encontraremos motivos para la esperanza. Hay millones de jóvenes que se aventuran en un emprendimiento, que se esfuerzan para estudiar una carrera, que apuestan al comercio, a la ciencia y a la tecnología, al arte o al deporte, por mencionar solo algunos campos en los que abundan los “Colapintos”. Muchos arriesgan un capital, intentan algo innovador, se la juegan por una idea o por un sueño.
Son herederos de una cultura que, contra viento y marea, ha logrado sobrevivir en la Argentina. Es el espíritu que moldeó a la clase media, basado en el mérito y el esfuerzo, en la noción de largo plazo, en el sentido del sacrificio.
Pero las noticias de los últimos tiempos también hablan de Cositorto. Es un símbolo de una Argentina oscura, que no apuesta al esfuerzo, sino a una especie de salvación mágica, y que tampoco parece excepcional, sino parte de un fenómeno creciente y extendido.
Las estafas piramidales se han convertido en una suerte de epidemia nacional. Con metodologías ligeramente distintas, escondidas en plataformas digitales o amparadas en la novedad de las criptomonedas, han hecho es tragos en distintas comunidades. El caso de San Pedro, una localidad bonaerense de 70.000 habitantes, es sintomático y elocuente: casi un tercio de su población apostó sus ahorros con la promesa de rendimientos exorbitantes. En otras localidades, como Villa María, Goya o San Rafael, hubo desembarcos similares. Detrás hay organizaciones dedicadas a la sugestión y al engaño que, curiosamente, logran captar a muchos “inversores” que, aun con prevenciones y reparos, imaginan que se llevarán grandes ganancias antes de que todo se desmorone.
Hay que mirar otros fenómenos que están de algún modo emparentadoscon ese ilusionismo financiero. El juego “online” se ha convertido en una trampa para millones de chicos y adolescentes. Uno de cada cuatro estudiantes de entre 12 y 19 años ha hecho apuestas virtuales al menos una vez, según un relevamiento de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires. Es otra epidemia que se extendió a una escala exponencial en los últimos cinco años.
Cada vez es más frecuente escuchar a jóvenes que se definen como “traders” y que operan con “inversiones cripto” en especies de burbujas de inversión que florecen en los márgenes del sistema financiero. Puede ser muy virtuosa, por supuesto, la incursión en mercados innovadores, así como la educación financiera en las nuevas generaciones. Pero la tendencia tal vez merezca una mirada atenta, no desde el prejuicio, pero sí desde la prudencia. La era digital también parece meter la cola en estos fenómenos económicos, pero también socio-culturales: exacerba la idea de la inmediatez y potencia la circulación de ilusiones y fake news a través de las redes. Las aplicaciones en el celular han sido, de hecho, las grandes aliadas para que organizaY ciones como Generación Zoe (Cositorto), RainbowEx o Wenance tuvieran una vertiginosa penetración.
Indagar en las causas de estos fenómenos es una tarea compleja. No existen respuestas simples ni factores únicos. Pero es evidente la incidencia de un deterioro socioeconómico que ha devaluado las alternativas del camino largo para potenciar la fantasía de los atajos. El modelo de Cositorto ha avanzado, precisamente, por el deterioro del modelo de Colapinto.
Colapinto representa un sistema de valores que identificó, históricamente, a la clase media argentina. Pero ahora asistimos a la realidad de un país en el que se ha producido, en apenas 25 años, una dramática reconfiguración de la estructura social. Hoy, según la pirámide elaborada por la consultora Morguer, la clase baja supera a la clase media. ese desplazamiento ha generado un tejido social y cultural mucho más fragmentado, con expectativas y comportamientos cada vez más diferenciados. El sector social mayoritario, según los estudios cualitativos de esa misma consultora, tiene una mirada de “supervivencia”, más que de progreso, y vive con una noción de “día a día”, sin perspectiva de largo plazo.
La inflación crónica, la falta de crédito y la expansión de la actividad “en negro”, que hoy alcanza el 40% de las transacciones, han generado una suerte de anomia económica que también moldea una cultura y una mentalidad. Son deformaciones que naturalizan la búsqueda de atajos y de tácticas “salvadoras”, que anulan la planificación y desalientan el ahorro. Ese ecosistema de descalabro e inestabilidad económica se convierte en un almácigo en el que germina la usura y se robustecen los Cositortos.
El modelo del “manotazo” y de la salvación fácil tal vez sea la peor herencia del populismo de izquierda: la más difícil de revertir y también la menos tangible. Es una cultura que ha permeado en la sociedad y que ha contaminado a varias generaciones. Remite a una idea en la que el futuro y el largo plazo se sacrifican en función de un presente fácil y engañoso. Estigmatiza el mérito y el esfuerzo mientras nivela hacia abajo y “vende” una falsa inclusión.
El crecimiento de la pobreza ha producido un enorme deterioro en el tejido social y ha debilitado dos pilares básicos de la clase media: la educación y la contención familiar. Ese debilitamiento hizo que un sector cada vez más amplio de la sociedad se torne vulnerable a la cultura demagógica y populista del atajo. Modelos como el de Cositorto, y otros aún peores, como el del narco, encuentran mayores oportunidades en sociedades social y culturalmente degradadas.
Podrá decirse, con razón, que las estafas piramidales no son precisamente una novedad. De hecho, si hoy se las identifica con variantes del esquema Ponzi, es porque se las asocia a un modelo que inventó el estafador italiano Carlo Ponzi hace más de cien años. También sería una simplificación conectar el ilusionismo financiero con la desesperación y la necesidad económica. En distintas escalas, modelos como los de Cositorto han atraído a inversores con capitales sólidos, tanto acá como en el mundo. Se puede ver en Netflix la historia de Bernard Madoff para recordar hasta qué extremo pueden llegar este tipo de fraudes basados en algo tan antiguo y tan humano como la codicia.
Entre nosotros, sin embargo, la pregunta de fondo sería esta: ¿quién representa mejor esta época de la Argentina? ¿Colapinto o Cositorto? Son dos modelos que están ahí: uno parece haber avanzado en detrimento del otro, pero la buena noticia es que esos valores que hoy lucen en la Fórmula Uno han logrado sobrevivir.
Sanear la economía, bajar la inflación y recuperar el crédito parecen objetivos meramente económicos, pero también son necesidades culturales. Serán la base para recuperar el valor del esfuerzo y la noción de largo plazo. Demandarán, además, fortaleza institucional y códigos de convivencia. Si se lograra esa articulación, el futuro será de los Colapinto.
Indagar en las causas de estos fenómenos es una tarea compleja; no existen respuestas simples ni factores únicos
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Lujos, testaferros y corrupción
La escandalosa trama que envuelve al exfuncionario bonaerense Martín Insaurralde debe ser rápidamente dilucidada por la Justicia
Días pasados, desde este espacio celebrábamos la actuación de la Unidad de Información Financiera (UIF) y cuestionábamos la posición asumida por el juez Ernesto Kreplak de no objetar el blanqueo de 600.000 dólares no declarados solicitado por Sofía Clerici, compañera de aventuras del exintendente Martín Insaurralde, investigado por lavado y enriquecimiento ilícito.
En la causa del llamado “Yategate”, la Cámara Federal de La Plata confirmó su competencia federal argumentando que el delito de lavado debe considerarse un delito autónomo contra el sistema financiero nacional, que afecta la estabilidad de los sistemas democráticos. En la causa se investiga también si el exjefe comunal de Lomas de Zamora realizó las operaciones delictivas por sí mismo o a través de terceros como Jesica Cirio o Sofía Clerici, entre otros.
También en estos días, Kreplak rechazó por segunda vez el pedido de apartar al fiscal Sergio Mola del caso tramitado por la defensa del exjefe de Gabinete bonaerense. Lo acusan de “persecución penal contra la hija menor de Insaurralde en relación con la indagación sobre asistencia, cuotas y pagos, dirigida al instituto educativo al que la niña asiste”. También hacia su segunda mujer, Carolina Álvarez y sus hijos, así como respecto del fastuoso casamiento posterior con la modelo Jesica Cirio en 2014. Mola había imputado también a Clerici e Insaurralde por los costosísimos regalos exhibidos en redes sociales que holgadamente superaban los ingresos declarados de ambos. A todo esto, con absoluto desparpajo Clerici sigue ostentando sus bienes en Instagram, exhibiendo un auto de su propiedad que valdría algo más de 100.000 dólares.
Insaurralde, quien a principios de 2012 había declarado cero pesos en bienes, acumulaba a fines de 2023 un patrimonio millonario que no guardaría proporción con sus ingresos, incluyendo una casa en Banfield y acciones en la empresa Sasaxa Libero, en la que ubicó a familiares directos y que podría haber sido solo una fachada para otras maniobras. Fue dicha firma la que firmó el comodato por el uso del inmueble en Fincas de San Vicente, permitiéndoles a Cirio e Insaurralde su uso y ocultando su titularidad real, no así muchos pagos relacionados que salieron de sus cuentas y que hoy se verifican.
La lupa sobre el lujoso departamento de Puerto Madero que Insaurralde habitó con Cirio habla de negocios y vínculos con el contador Andrés Galera, condenado como testaferro de José López y quien controlaba la empresa Revilier SA, titular de la referida propiedad, entre otros numerosos indicios de supuesto tráfico de corrupción ligados a la obra pública que señalan los fiscales.
Entre 2003 y 2009, Insaurralde fue concejal, para después quedar al frente de la intendencia de Lomas de Zamora y, desde 2013, ser diputado nacional hasta 2014, cuando retomó la intendencia hasta 2021, concediéndose cómoda licencia para ejercer la Jefatura de Gabinete de la gobernación bonaerense. El escándalo de 2023 pondría fin a su carrera política, pero Insaurralde conservaría apoyos dentro del peronismo. Su turbia cercanía con el Instituto Provincial de Loterías y Casinos, como su influencia en la obra pública, era por muchos conocida. A los numerosos y costosos viajes internacionales por miles de dólares, se sumaron también las compras en efectivo de vehículos cuya titularidad tampoco acreditaba como propia y que, en algunos casos, eran puestos a nombre de Jesica Cirio.
La UIF amplió la acusación y sostuvo que, desde 2006, Insaurralde habría manejado plata negra a través de terceros por montos superiores a 1.100.000 de dólares, una cifra menor habida cuenta de las maniobras que podrían comprobarse. Además de su indagatoria y la de Cirio y Clerici, el organismo apunta también a un hijo de Insaurralde, Rodrigo, a su sobrino Gastón Barrachina, a su excuñado Víctor Donadio y a los responsables jurídicos de las empresas DOIO y Sasaxa, como presuntos testaferros del exfuncionario.
La evolución patrimonial de Insaurralde, Clerici y Cirio no encontraría correlato en sus ingresos declarados. Los plazos para que justifiquen sus patrimonios están corriendo y fijarán las convocatorias a indagatorias. La Justicia deberá imprimirles el ritmo necesario a las investigaciones para probar los delitos de los que se los acusa sin demoras ni cuestionables parcialidades. Quienes han vivido lujosa y ostentosamente durante tantos años a la vista de todos hoy están bajo el ojo escrutador de una sociedad con más de un 50% de pobres. Los oscuros meandros de la corrupción política deben salir a la luz para que los responsables reciban la pena que les corresponda.
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El último baile de Nadal
De estrella a leyenda
La noticia, aunque no puede tildarse de sorpresiva, causó un gran impacto en el mundo del deporte y especialmente entre los amantes del tenis. A través de un emotivo video, Rafael Nadal, de 38 años, explicó las razones de su alejamiento de los courts y agregó que en las finales de la Copa Davis, que se jugarán en su país del 19 al 24 de noviembre, asistiremos a su último baile como profesional en una cancha de tenis.
El resonante anuncio conmueve a todos aquellos que disfrutamos durante más de 20 años de sus memorables e irrepetibles logros y de su particular manera de comportarse en la cancha y fuera de ella. Dentro del rectángulo desplegaba la furia de un león enjaulado, de un competidor feroz, que entregaba absolutamente todo y más. Pero ya en las conferencias de prensa pospartido y en su vida diaria exhibía una sencillez y ubicuidad notables, muy a contramano de quien alcanza tanta fama, despertando idolatrías y con una cosecha de más de 135 millones de dólares solo en premios.
Nadal es ejemplo para sus millones de seguidores y fanáticos de cada rincón del planeta. Con una raqueta en la mano ha sabido trascender los estadios de tenis, e inspirado no solo a deportistas de otras disciplinas, sino también a la sociedad en general con sus muchas y potentes virtudes. El jugador nacido en Manacor, Baleares, nos demostró que los límites no existen y que la pasión, al final, derriba cualquier barrera. Su caballerosidad y respeto con todos sus colegas, a los que muchas veces apabullaba e invisibilizaba en la cancha, lo convierten en un faro y modelo a seguir para chicos y grandes.
Cuesta creer que sus 22 copas en torneos de Grand Slam –incluidas 14 en Roland Garros–, sus 92 títulos y sus más de 1000 victorias en el circuito parezcan poco al lado de su tan inmenso como memorable legado. El adiós a Nadal es ya un hecho inminente y quienes amamos al otrora deporte blanco no podemos dejar de emocionarnos. Se retira un grande entre grandes y da lugar a la leyenda. Su impronta se verá crecer en cada niño que empuñe una raqueta y en cada adulto que nunca se dé por vencido. Hay estrellas que trascienden su propio tiempo y brillan por siempre.
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