sábado, 11 de julio de 2020

EL TIEMPO EN CUARENTENA


En busca del tiempo perdido. La percepción de la vida cotidiana en cuarentena
Desde perspectivas psicoanalíticas, históricas y filosóficas, especialistas examinan sobre las ventajas y los inconvenientes de una época que parece inmóvil

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La persistencia de la memoria, de Dalí, refleja el tiempo escurridizo del aislamiento
“El tiempo es una de las pocas cosas importantes que nos quedan”, dijo Salvador Dalí. En estos meses de cuarentena extendida y sin fecha cierta de salida, la imagen de los relojes derretidos pintados por el artista catalán en el cuadro La persistencia de la memoria refleja una de las tantas nociones del tiempo que genera el confinamiento. Un tiempo estirado hasta el infinito, que se nos escapa de las manos y que se repite en un loop eterno, aun cuando creemos que lo tenemos controlado.
“El tiempo está fuera de quicio”, exclama Hamlet cuando ve el fantasma de su padre muerto. Esta cita de William Shakespeare es una de las elegidas por Darío Sztajnszrajber en estos días extraños para abordar la sensación de tiempo desquiciado. “La cuarentena ha puesto en entredicho nuestra percepción del tiempo cotidiano. Como dice Bernhard Welte, vivimos ‘ahoras decisivos’: situaciones temporales que nos hacen tomar conciencia de que estamos atravesados por el tiempo. Es una gran preocupación porque el tiempo estructura nuestra subjetividad, más allá de que marca nuestra finitud”. Para el autor de Filosofía a martillazos, entre otros exitosos libros de divulgación filosófica, “lo que se desencaja en la cuarentena es la forma en la que percibimos el tiempo productivo en la vida cotidiana. Estamos tan encaramados en una idea de tiempo lineal como una cadena de montaje que, de repente, este paréntesis nos desencaja por completo”.

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Desde el psicoanálisis, el tiempo es una de las coordenadas que rigen al ser humano. La otra es el espacio. “Cuando se modifica una coordenada, cambia la otra. Durante la cuarentena, el espacio se volvió estático por el confinamiento y eso impacta en la noción de tiempo que adquiere cierta inmovilidad. El tiempo queda detenido entre paréntesis y los días transcurren de manera continua, como si fueran interminables”, apunta el psicoanalista Juan Eduardo Tesone.
“Reloj no marques las horas / porque voy a enloquecer”, cantaba Armando Manzanero. De relojes biológicos y de relojes como instrumento de control social hablan el biólogo Diego Golombek y el historiador Felipe Pigna desde sus respectivas disciplinas. La preocupación del hombre por medir el tiempo existe desde siempre. Pero, como señala Pigna, la invención del reloj tal como lo conocemos marcó un hito en la historia. “A finales de la Edad Media se empiezan a colocar relojes en las iglesias, un símbolo de control y de poder. Y la jornada laboral se empieza a determinar por el tiempo”.
Pero una cosa es la medición “objetiva” del tiempo y otra la percepción subjetiva de cómo transcurre. El autor de Los mitos de la historia argentina, entre otros títulos, destaca que el ritmo de las comunicaciones marcó el paso del tiempo, en distintos momentos históricos. Por ejemplo, cuántos meses tardaba en llegar una carta (y su respuesta) ente América y Europa. O cuántos días de navegación eran necesarios para llegar de un continente a otro.
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“Había que tener mucha paciencia y manejar las ansiedades”, bromea Pigna, que también resalta la lentitud en los procesos de transmisión de ideas y la difusión de los pensamientos antes de la invención de la imprenta. Ya a mediados del siglo XIX, la aparición de las telecomunicaciones instantáneas, como el telégrafo y luego el teléfono, aceleró el ritmo. “Después con los métodos modernos, nos invade la sensación de que los días son más cortos, que el tiempo pasa volando, por el vértigo y la ansiedad. La respuesta a la pandemia que nos interpela es, en la mayoría de los casos, la hiperactividad. En lo personal –agrega el historiador– al principio no paraba de hacer cosas. Pero después me di cuenta de que esto iba para largo, que podía tomarme un tiempo para parar un poco y reorganizar la vida, el trabajo, los pensamientos. Pienso que, en definitiva, en esta circunstancia particular, uno puede medir el tiempo propio”.
Especialista en cronobiología, disciplina que estudia los ritmos biológicos en los seres vivos y su incidencia en el funcionamiento del organismo, Golombek explica por qué son muchos los que sienten que el tiempo está alterado en la cuarentena: “Tenemos un cerebro lleno de tiempos y de relojes que miden ese tiempo. Hay relojes que miden tiempos cortos, otros que miden días y el devenir de las horas. Pero para que estos relojes funcionen bien tiene que haber señales que los pongan en hora, que marquen que el tiempo subjetivo va pasando. Cuando no tenemos hitos muy claros o perdemos las rutinas, los relojes que miden la duración del tiempo subjetivo se alteran. Eso es algo que está sucediendo en estos días de cuarentena y por eso sentimos que el tiempo se estira”.
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Cronologías extrañas
Para el psicoanálisis, en nuestra psiquis coexisten en tensión dos clases de tiempo: el de la conciencia y el del inconsciente. “El primero es cronológico y transcurre de manera sucesiva. A un día le sigue otro y así, de modo lineal, se desgranan las hojas del calendario y las estaciones del año. Para el inconsciente, en cambio, la noción de tiempo es atemporal, es decir que el pasado no existe, sino que hay un presente continuo”, agrega Tesone.
Así como la ciencia y la historia hablan de relojes como indicadores, el psicoanálisis y la filosofía hablan de “fantasmas” como símbolo del tiempo desquiciado. “Hamlet dice: ‘El tiempo está fuera de quicio’ cuando ve el fantasma del padre. Me gusta esa cita porque creo que nos volvimos un poco fantasmas a partir de este desquiciamiento del tiempo: ante el colapso de la productividad cotidiana aparece el fantasma como figura emblemática de la ansiedad que nos genera un orden que hoy está tambaleante”, asegura Sztajnszrajber.
Los especialistas coinciden: la percepción del tiempo está alterada por la cuarentena. Desde el punto de vista de la ciencia, como sostiene Golombek, más tarde o más temprano “nos vamos a adaptar porque nuestro sistema nervioso es muy plástico y puede ajustarse a los cambios en un sentido y en otro”. ¿Y después? “Tal vez un poquito hasta extrañemos este tiempo loco que nos tocó vivir”, arriesga el investigador.
En el espectáculo Desencajados, Sztajnszrajber cita a Welte y su concepto del “rato”: se pregunta cuánto dura y qué valor le damos a esa porción indefinida de tiempo. En diálogo con la nacion, el filósofo y docente rescata esa idea para hablar del “mientras tanto”. “Me interesa la figura temporal del ‘mientras’, que es una palabra que usamos mucho pero que no nos detenemos a pensar. Estamos viviendo el tiempo de la cuarentena ‘mientras’ se resuelve la cuestión de la pandemia, que es la que marca el ritmo. Este ‘mientras’ es un tiempo que va en paralelo, es una espera que distiende el tiempo porque nos permite vivir el presente desde otro lugar”, opina.
Frente a la posibilidad de que la cuarentena siga extendiéndose, Sztajnszrajber considera que tenemos dos opciones frente al tiempo desquiciado: “O nos agarramos de los pelos porque no nos bancamos esta sensación de tiempo libre y nos inoculamos con la productividad típica de la vida cotidiana o nos dejamos llevar por esta nueva forma de percibir el tiempo. Yo apuesto a la segunda alternativa, que está relacionada con lo que los griegos llamaban el dios Kairós: el tiempo como oportunidad para probar otras cosas, para deconstruir aquello que uno creía que era definitivo”.
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Con esa idea en mente, el panorama cambia: ya no es un tiempo pensado en términos cuantitativos sino cualitativos. A modo de cierre Sztajnszrajber reflexiona: “Si bien no soy optimista a nivel social, en cuanto a lo que pueda traer de bueno esta situación, sí lo soy a nivel personal y existencial: espero que muchos puedan encontrar su tiempo Kairós, su tiempo de oportunidad para moverse de lugar”.

N. B.

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