Carme Riera
“Los políticos no debaten ideas porque no las tienen”
Texto de Ana D'Onofrio
MADRID.- ¡Qué va, es una cuestión de suerte!, responde Carme Riera (76), con una risita entre pícara y tímida, cuando se le mencionan los más treinta premios ganados desde que debutó en España con el libro de relatos Te dejo, amor, el mar como ofrenda (1975), incluyendo el Premio Nacional de Literatura, y su trayectoria, tan nutrida como polifacética, que la ubica entre las grandes referentes de las letras ibéricas. La escritora Rosa Montero se refiere a su prosa con estas palabras: “Solo una maestra como Riera puede unir de forma tan sedosa lo íntimo y lo público, lo grandioso y lo sórdido”. Es filóloga, narradora, guionista, investigadora, ensayista, columnista, catedrática de fuste, especializada en literatura del Siglo de Oro español, y una activa militante en defensa de los derechos de autor de sus colegas. Mallorquina de nacimiento, pero residente en Barcelona desde hace muchos años, ahora Carme agrega una perla a su currículum: ocupa desde enero último nada menos que la subdirección de la Real Academia Española. –Es la primera vez que una mujer ocupa ese puesto en la RAE. –Bueno, yo estoy en la RAE desde 2012, cuando me presentaron Álvaro Pombo, Pere Gimferrer y Carmen Iglesias, y tuve la enorme suerte de ser elegida y ocupar la silla “n”. Este nuevo puesto, el de subdirectora, fue una votación. Una votación de los compañeros. Aclaro que no me voté. Voté a un contrincante. Y, si no hubiera salido, me hubiera quedado también muy tranquila. Porque es más trabajo y mucha más responsabilidad. Tienes que estar a la altura para que no digan: como es mujer no hace nada. No, no. –Pero leí que, además, vuelve a dirigir la organización que vela por los derechos de sus colegas. –Sí, se llama CEDRO [Centro Español de Derechos Reprográficos]. Los escritores se asocian allí gratis y la entidad de algún modo cuida el destino de su obra. Si el libro se reproduce, se lee, hay copias, cobramos y le damos un porcentaje. Bastante trabajo lleva. Y todo ad honorem. No es tarea menor, más cuando tenemos por delante la llegada de la inteligencia artificial. –Bueno, sé que la RAE tiene un plan al respecto… –Sí, hay un plan, se llama Leia, y una legislación que dicen que se va a regular. Pero, como dijo alguien que se dedica a IA, “estamos en la Edad de Piedra”. Y yo creo personalmente que encierra muchísimos peligros. De momento no respeta la propiedad intelectual. Y si hasta ahora los escritores teníamos pocas posibilidades de defendernos, esto irá a peor. Porque la gente, el público, no sabe que para escribir un libro con IA se han volcado allí infinitos libros que tienen un propietario. O se legisla bien para poner coto, o realmente va a ser un desastre. –¿Cuánto sabe usted de IA? Yo, cero… –Yo sé poquísimo porque, insisto, el desarrollo es escaso todavía. –¿Y de bueno qué le ve? –No vamos a engañarnos, no todo es malo. Un robot que opera con más precisión que la mano de un ser humano es un avance evidente. Cuando ante un obstáculo el coche frena, no frenas tú; en los aviones, etc. Todo lo relacionado con la precisión, la sistematización, el saber incluso un diagnóstico... Y eso está muy bien. Pero para mí la creación es otra cosa. El arte, la literatura, no es lo mismo. Lo que necesitamos es saber hasta dónde la IA nos puede ser útil y hasta dónde nos va a utilizar a nosotros. En el fondo es un debate moral y también ecológico. –¿Ecológico? –Porque todos los aparatos que controlan estos complejísimos sistemas necesitan alto consumo de agua, y el mundo tiene cada vez menos agua. Están precisamente en el norte, creo que en Finlandia, en países fríos. Es decir que todo plantea un debate multidisciplinario. Moral, ecológico y también social, porque cuando la IA hace las listas bibliográficas de un libro está reemplazando a la persona que antes las hacía. Esa persona perderá su trabajo. –Estará haciendo otra cosa… –No estará haciendo nada, estará en el paro.
Frente a la entonces princesa Leticia, en 2013 Riera ingresó a la RAE; en la firma de su último libro
–Bueno, pero también se pensaba así cuando apareció el automóvil o la televisión. –Sí, sí, todo esto nos lleva hacia atrás, cuando la Revolución Industrial quitó puestos de trabajo en cantidad, pero se ubicaron en otro lado. Yo he vivido en los Estados Unidos y me impactó mucho darme cuenta de que la sociedad está dividida en dos grandes bloques, que es lo que viene aquí. Es decir, los creadores, los inteligentes, los que ofrecen talento o valor agregado, y luego la enorme masa informe que vive no sabiendo nada, preocupada nada más que de los deportes, con sueldos precarios o viviendo de una subvención. –¿Usted dice que eso llega acá a Europa? –Sí, acá todavía tenemos seguridad social, no como allá que a veces la gente muere porque no tiene para pagar su operación, o empeña la casa para solventarla. Allá la sociedad está organizada de otro modo. Y me parece que la IA va a empeorar todo esto. El estado de bienestar está en vías de caducar. –¿Cree que Europa está tomando medidas para evitarlo? –Creo que no, creo que Europa es un parque temático, que no se ha dado cuenta de que su tiempo ha pasado. Sí, tuvimos un momento de esplendor y cultura, pero eso ya es pasado. –Hablemos del lenguaje en épocas de redes sociales. –Ese es un gran problema. Las redes merman las capacidades lingüísticas. En WhatsApp, por ejemplo, lo que la gente hace básicamente es abreviar, y abreviar además con el uso de los emoticones, y por tanto, ni siquiera se refiere a la palabra entera. Los emoticones no expresan los matices de nuestra lengua. Puede representar una tristeza, pero transmitir los matices no lo hace. Se pierden. Claramente las redes no han ayudado. Las redes han empobrecido el lenguaje. –En muchos autores modernos, jóvenes, algunos muy premiados, se nota un estilo despojado, telegráfico en muchos casos en su prosa. ¿Influencia de las redes? –Ah, sí, sí, claro, además las subordinadas ahora no gustan. Todo mucho más escueto. Si tú no puedes redactar nada más que algo corto, cortísimo, todo, el escribir y el hablar, se vuelve telegráfico. Por eso, hay notable pobreza de palabras. –¿Pero le parece que evoluciona el lenguaje? –Sí, claro que evoluciona. No hablamos igual que en el siglo XVI, ni igual después de que las naciones americanas hicieran suyo el español, una lengua que ha sido enriquecida por todos los americanismos que han surgido en esta lengua que hablan más de quinientos millones de personas. El lenguaje evoluciona porque evolucionan las personas y porque nos invade la tecnología con términos que provienen del inglés, y que todo el tiempo estamos viendo cómo los incluimos sin dejar de ser genuinos. –¿Algún otro factor incidió en la evolución del lenguaje? –Sí, y está vinculado con lo que se llama lenguaje inclusivo. Los políticos, con tal de ganar votos, no solo son capaces de decir señoras, señores, ciudadanos y ciudadanas, sino luego repetir queridos y queridas tantas veces como haga falta, y así el mensaje se alarga infinitamente. ¿Y qué pasa con la lengua? La lengua tiende a la economía. Es decir, si nos podemos expresar con pocas palabras de una manera correcta, y no de una manera aburrida con frases eternas, mejor que mejor. –¿Cómo fue el debate del lenguaje inclusivo en la RAE? –A la RAE siempre nos llegan pedidos o sugerencias para que opine sobre palabras o aspectos vinculados con el uso. Llegó lo del lenguaje inclusivo, que en realidad parte de América, de los Estados Unidos y de países de América hispana, Argentina entre ellos, que han forzado más el hecho de que las mujeres se sientan, digamos, protagonistas de la lengua. Y aquí, como en el resto de Europa. también tienden a considerar que es muy importante el lenguaje inclusivo. Personalmente pienso que es importante siempre y cuando a igual trabajo haya igual salario. Eso es inclusivo para mí. Y esencial. –¿Han ganado algo mujeres con esta batalla? –Es que esta batalla así dada no interesa, es como cuando, yo que sé, por corrección te dejan pasar delante. Yo agradezco a ese señor el gesto, pero si todo queda en este gesto, y luego me pagarán menos en su empresa porque soy mujer, creo que se están riendo de mí. Pues igual pasa con el lenguaje inclusivo. Si por el hecho de decir ‘ciudadanos y ciudadanas’ no me suben el salario al mismo nivel de los hombres, cosa que de momento no pasa, entonces a mí no me interesa. –Pero no parece estar allí el acento… –Es que es un poco teatral, a mi juicio. Como el tema de la cancelación. Las profesoras de literatura lo sabemos bien. Y recuerdo el caso de Pablo Neruda, al que lo atacaron mucho por el no reconocimiento de esa chiquita discapacitada que tuvo y abandonaron tanto él como su primera mujer. También he escuchado críticas que decían cómo un poeta puede decir ‘me gustas cuando callas…’. Bueno, pues léelo entero y entenderás. Porque estás como ausente habla de un ensimismamiento y no de la prohibición de hablar. Creo que ese tipo de movimiento es muy superficial. Hay que ir al fondo, y si en el fondo hay aspectos que hay que rechazar o explicar, bueno, hagámoslo. El día en que por el mismo trabajo ganen lo mismo hombres y mujeres, podemos empezar a hablar muy en serio del lenguaje inclusivo. Si no, parece que se nos quiere consolar y no necesitamos consuelo. Necesitamos actos.“La Inteligencia Artificial no respeta los derechos de autor”
–¿Gana igual que sus pares en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)? –Ah, por supuesto. Pero no pasa así en todos los ámbitos. Una portera gana menos que un portero, y hay más casos. –¿Y en la RAE? –No, los únicos que cobran en la RAE son el director y el secretario, creo. –¿Sintió el peso del techo de cristal a lo largo de su carrera? –Jamás lo pensé. A veces las cosas vienen, suceden, tampoco pensé jamás que entraría en la RAE, jamás se me ocurrió. –Hablando del lenguaje, también se advierte un alto nivel de crispación en los políticos… –Es terrible. Acabo de escribir un artículo luego de leer a John Carlin en La Vanguardia que contaba que tres presidentes de Uruguay, Sanguinetti, Lacalle y Mujica, recorrieron el país para repudiar insultos y pedir por la armonía. Decía Carlin que acá eso no ocurriría, pero no es del todo cierto. Recuerdo que Felipe González y Rajoy se reunieron en Galicia hace dos años para mediar en ese disparate que tenemos ahora de enfrentamientos. Y a mí me parece que esto es un desastre enorme. Lo primero, ¿cómo le dices a un adolescente o a un niño que no mienta?; ¿cómo le dices a un niño que no insulte? Está la ventaja de que la gente no ve la televisión y, por lo tanto, no los ve. La gente se informa poco, está desinformada en España. Se informan por las redes de los amigos, y a veces la política no les interesa nada, y no saben el estado de exaltación que hay. –Tema que se toca mucho con el auge de noticias falsas viralizadas. Una medida de esto es que The New York Times tiene 10 millones de suscriptores y Trump más de 80 millones de seguidores en X… –Un verdadero drama. Yo he vivido bastante en los EE.UU., y no entiendo cómo hay gente tan infantil que le cree a este personaje. Cómo es posible tomárselo en serio… Esto es lo más preocupante. Pensamos que en Europa no va a pasar, pero llegará. Y pronto. –Y acá vuelve el tema de la influencia de las redes. –Las redes son la madre del cordero. La gente ya no se informa sino a través de quienes piensan lo mismo que ellos, y eso es dramático. Con las redes, X, WhatsApp mismo, hemos sustituido una conversación de café. Una conversación sin ningún interés, donde se dice cualquier cosa, que luego aparece, se viraliza como verdad y la gente lo cree. Creen que es verdad una tontería dicha por alguien, sin ninguna fuente ni justificación. –¿Influye esto en la conducta de la gente? –Muchísimo. Los políticos no son más que gente igual que nosotros, a veces incluso peores, que muestran un nivel de debate insalubre para la convivencia. Todo ese ruido no es otra cosa que tapar lo que no quieren que salga a la luz. Y nadie habla de los problemas verdaderos. Por ejemplo, el debate en Cataluña tapa el gran problema que hay con la sequía, están a punto de racionar el agua. Ese sí que es un problema. ¡Y de esto nadie habla! –La afrenta continua también es un deterioro del lenguaje. –No debaten ideas porque no las tienen. No les importa el país, ni los problemas reales. No les importa la enseñanza. Tenemos unos informes PISA horrorosos. Tampoco la sanidad o la justicia. Nunca hablan de los temas de fondo. –Mencionó el tema de la educación, ¿qué ve en sus alumnos? –Lo que veo es que a partir del año 2000 la calidad se fue a pique, en literatura, en filología, vienen prácticamente sin leer las obras imprescindibles, digamos los clásicos… Esto viene desde el instituto. Yo… y esto lo digo con una tristeza infinita, he hecho leer en voz alta un texto en clase y no saben leer de corrido ¡Esto en la universidad! Pero vienen mal desde el bachillerato. –¿Y usted ante eso qué hace? –Un drama. Yo suspendo y entonces vuelven a la otra convocatoria, y en la universidad te dicen que tienen que aprobar porque las letras además tienen el drama de que tenemos pocos estudiantes, y que los que vienen son rebotados de otras carreras, que no pueden llegar a hacer, con lo cual ya se sabe que mucho trabajo no tendrán después. Con un grupo de empresarios amigos, en la Fundación Roura, estamos en una cruzada en pos de apoyar la Formación Profesional. ¿Por qué una persona que es fontanero no tiene que ser un buen fontanero cuando son tan necesarios? Los países se miden por la calidad de sus albañiles, de sus fontaneros, de sus pintores, de lo que antes se llamaban trabajos manuales. En España, desde antiguo, trabajar con las manos estaba mal visto, y entonces se cree que todo el mundo tiene que ir a la Universidad. Pues es un error. Tiene que haber de todo. Un buen fontanero, un buen electricista, son un lujo. Pero hay que formarlos bien. Y otra cosa, en general ganan más que un médico. Tenemos que hacer que haya muchas más posibilidades para los oficios que para las carreras llamadas universitarias. Y yo creo que un país se mide por eso. Y como acá faltan 150 mil puestos de trabajo nosotros bregamos por la legalización de los inmigrantes. –¿Por qué lo hacen? –Porque es fundamental. Porque creo que esta gente es una mano de obra que necesitamos para cubrir puestos de trabajo que no están cubiertos. Ellos sí contribuirían a la riqueza del país. No entiendo cómo no se ve. –Volviendo a la lengua, ¿dónde cree que se habla hoy el mejor español? –Para mí, en Colombia, donde se habla un español con palabras que nosotros no usamos, porque nos hemos dejado ganar por la apisonadora de la televisión. Ellos hablan con una riqueza de vocablos estupenda. Son los menos contaminados por los anglicismos, que están entrando a saco [N. de la R.: en gran cantidad]. –Sin embargo, cuando uno llega acá desde la Argentina tiene la sensación que allá se usan más. –No sé, pero acá son demasiado, nos machacan. Hay muchas palabras que se pueden traducir. Te invitan a algo en una empresa y te envían en un lugar de “guarde la fecha” un “Save the date”. ¿Perdón? Yo no me he enterado. Póngalo en castellano. Parece que decir dos o tres frases en inglés es estar a la moda. Y para nada. –¿Cómo es el proceso para incorporar palabras en la RAE? –Muy interesante. La primera reunión de cada jueves es de una comisión en la que se trabaja con palabras. Palabras que llevamos nosotros o que el propio público escribe y pide que se analice determinado vocablo. Primero se discute; luego, se ve cuántas menciones hay en periódicos, revistas, libros… es decir, si está muy mencionada. Luego de eso, si se aprueba, va a América, a las veintidós academias de la lengua que tienen también el español como referente, y ellas dicen si en sus países esa palabra se usa o no, o cuánto, o cómo. Si en México no es de uso, pero aquí sí, se incluye una referencia que dice, por ejemplo, España. Tener una lengua común proporciona también riqueza, y esto tiene que ver con todas las innovaciones tecnológicas que han hecho que la lengua evolucione en lo que va en el siglo XXI mucho más de lo que evolucionó en el siglo XX. –¿Cómo analizan los anglicismos? –Tratamos de encontrar las equivalencias en castellano. En algunos casos es posible, pero en otros, no. Tratamos de españolizarlas en relación a la fonética. Wifi, por ejemplo. Usar la fonética para pronunciar esas palabras tan usuales, pero que no pertenecen a nuestra lengua. Esto no es nuevo, en toda lengua siempre hay muchos préstamos. Aquí ha pasado cuando el mundo árabe. Cuando alguien dice “ojalá” está trayendo una palabra árabe al lenguaje. Pero lo cierto es que la lengua de la tecnología es la inglesa, y allí estamos perdiendo la batalla. Llegará un momento en que tendremos tantos términos en inglés que ni imaginamos. Hay muchas empresas acá, en España, donde se habla en inglés adentro, entre los empleados. –¿Qué me dice de la literatura actual? –Que está tendiendo a desaparecer tal como la hemos entendido hasta ahora. Yo entendía la literatura como búsqueda del lenguaje preciso, en el sentido de que las palabras sean exactamente lo que quieres decir. La palabra exacta, pero, digamos, que a la vez tenga alas. Que seas capaz con ella de hacer fluir la imaginación de la persona que te lee, porque las imágenes están fijas, pero las palabras tienen alas. Esto está clarísimo. Entonces esa búsqueda de unión, de lo que en literatura llamamos denotativo y connotativo, para mí era y es importantísimo. Pero ahora no es lo que funciona. Ahora funciona la literatura de consumo. –¿Esa es la que funciona? –Lo que ahora funciona, y lo sé porque estoy en varios jurados, es literatura llamada novela negra al estilo de la novela policiaca de antes, pero con muchos crímenes y mucho morbo y mucha turbulencia. Es lo único que triunfa. Lo dicen los mismos editores. Y cómo va a transformarse en una serie, da igual que sea un disparate o una burrada. –Digamos que las reglas del mercado rigen para la literatura también, pero no me la imagino subiéndose a esa ola… –No, no, no. Yo escribo lo que siento y lo que me parece que tengo que escribir en cada momento. –Usted es una escritora multipremiada, una treintena de premios al menos… –Bueno, a veces eso es estar en el lugar oportuno. –¿Pero siempre está en el lugar oportuno? –También es una cuestión de suerte [ríe con timidez]. Cuando escribo no me preocupa nada. No pienso en quien me va a leer. Pero cuando está en la calle, ay, ay, ay. Es que hoy en día si no has vendido cierta cantidad de ejemplares, te pondrán problemas para volver a publicar. Y eso es terrible. –¿A partir de cuántos ejemplares vendidos se puede esperar que el editor la llame por otra obra? –Y… a partir de diez mil ejemplares, que es muy poco. Lo dicen los editores, un libro literario no se vende. Rosa Montero, a quien quiero mucho, es muy amiga mía, vendía de cualquier libro cien mil ejemplares tranquilamente. Ahora si vende cuarenta está muy satisfecha. Ha bajado mucho, muchísimo la venta. Por eso cuando el libro está en la calle yo no entro en las librerías. –¿Cuánto es lo máximo que vendió? –La versión en catalán de Te dejo, amor, el mar como prenda, vendió 150 mil ejemplares. –Ahora llega con otra novela, Una sombra blanca, y en una entrevista dijo que lo pasa mal cuando saca un libro… –Uh, horroroso, porque ese libro tiene que competir con otros libros que seguramente son mejores que el mío. Buscar un espacio, intentar que alguien lo compre y lo lea, y le guste, no, no, es terrible. –¿Es competitiva? –No… bueno, no, competitiva, no se trata de eso, se trata de que hay tantas cosas por leer que, si alguien te escoge a ti… A veces estoy en un transporte público y veo a alguien con un libro mío en las manos y me tengo que reprimir para no darle un beso. Llega Sant Jordi, el 23, y habrá ferias en muchos lugares y se venderán muchos libros supongo. Al menos en Cataluña, Sant Jordi es el día de mayor venta de libros. Creo no equivocarme si digo que un 60 por ciento del total de ventas anuales se vende en esa fecha. –¿Por qué pasa eso si usted misma comprueba en sus clases que no leen? –Del mismo modo que en Navidad te compras un turrón, en Sant Jordi te compras un libro. Pero comprarlo no es garantía de leerlo. –Su última novela, La sombra blanca, aborda la vida después de la muerte. ¿Por qué se le ocurrió este tema? –Nació de una preocupación que tenemos cuando ya estamos mayores, como yo. ¿Hay algo después de la muerte? Pues a partir de eso empecé a leer textos científicos y a investigar mucho. Elisabeth Kübler-Ross, por supuesto. Y ahora me he encontrado con una cantidad de médicos que están diciendo que una cosa es que el cerebro pare y otra que no tenga conciencia. Una soprano tiene un infarto cerebral en el MET y vive una experiencia de luz blanca y todo eso que siempre dicen los que experimentan momentos parecidos. –Además de ese tema hay, principalmente en la leyenda de la Diosa Blanca y las pruebas a las que deben someterse los peregrinos, un giro ético que le da mucha más sustancia. –Sí, me parece importante hacer hincapié en los principios que toda persona debe tener. Los básicos, los que podríamos decir nos proporcionó la Revolución Francesa. Igualdad, Libertad, Fraternidad. Pienso que un texto literario debe entretener en el buen sentido de la palabra, pero, si además puedes aportar algo, en el sentido de la visión personal o ideas de carácter ético, mejor. La leyenda que usted dice quiere recordar la importancia de la solidaridad entre la gente, tan olvidada. Y planteo algo que, increíblemente nadie en las críticas reparó, es que a veces para ganar es necesario perder. Lo que aquí planteó la transición. La concordia fue posible porque no todo el mundo ganó en su momento. Todos perdieron algo. Esto es fundamental. Llegar al siglo XXI organizando todavía guerra significa que no hemos avanzado nada, estamos en la edad de piedra. –¿Qué aconsejaría a alguien que quiere escribir? –Pues algo muy básico. Leer, leer y leer. Y corregir, corregir y corregir hasta que salga bien. No hay otra. –Usted empezó a leer tarde, según tengo entendido. –Ah, pero es que yo era medio retrasada, no me interesaba nada, y las monjas te hacían leer cosas aburridas. Y como yo no sabía, me inventaba todo. Ellas le dijeron a mi madre que era retrasada, que no podía ser, y me castigaban al final de la clase. Si yo hubiera nacido en Argel sería analfabeta, seguro. Nunca habría escrito una línea. Pero por suerte mi padre me entusiasmó leyéndome a Rubén Darío y, además, me cambiaron a un colegio donde otras monjas, francesas estas, nos hacían escribir una redacción de tema libre cada semana. Y así empecé. –Fue amiga de Sábato, ¿cómo se conocieron? –Lo conocí hace muchísimos años a través de su última pareja, Elvira González Fraga, y estuvimos bastante tiempo compartiendo el Congreso de la Lengua. Me pidió que lo tradujera al catalán y empecé con El Túnel. Pero abandoné cuando me di cuenta de que en la primera página le había cambiado cantidad de cosas y eso no puede ser de ninguna manera, ¡nada menos que al gran maestro Sábato una tonta mallorquina le cambie cosas! Y decidí que no era capaz de traducirle. Lo dejamos estar y bueno, luego ya murió. –¿A Borges lo conoció? –Lo conocí y leí mucho, pero no fuimos amigos. Sí fui amiga de María. Mi discurso de presentación en la RAE estaba titulado con una frase de Borges, cuando conoció Mallorca. Sobre un lugar parecido a la felicidad. El vino varias veces, vino con María y también vino en su juventud más de una vez, con su madre y su hermana. Siempre le gustó la isla. Dice que es un lugar para ser feliz, pero él nunca ha sido, nunca ha tenido el caudal de dicha para sentirse bien ante una belleza tan inconmensurable como es la costa norte de la Isla. No podría hoy decir lo mismo, pero bueno, algunos sitios de la isla aún la conservan. –¿Sábato o Borges? –Los españoles somos muy barrocos, yo escojo los dos.
Libros de Carme Riera
Una sombra blanca
2024
La paz de los sueños felices
2022
Carmen Balcells, traficante de palabras
2022
Vengaré tu muerte
2018
Las últimas palabras
2017
La voz de la sirena
2015
Tiempo de inocencia
2013
Naturaleza casi muerta
2012
Con ojos americanos
2009
El gran libro de las nanas
2009
El hotel de los cuentos y otros relatos neuróticos
2008
El verano del inglés
2006 (2016)
El Quijote desde el nacionalismo catalán
2005
La mitad del alma
2004 (2016)
El maravilloso viaje de María al país de los Tulip
2003
Los poemas sin mi orgullo: antología poética de José Agustín Goytisolo
2003
Por el cielo y más allá
2000 (2016)
Azorín y el concepto de clásico
2000
Tiempo de espera
1998
En el último azul
1994 (2016)
Contra el amor en compañía
1991
Por persona interpuesta
1989
Una primavera para Domenico Guarini
1980
Pongo las gaviotas por testigo
1977
Te dejo amor, en prenda el mar
1975
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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