Adorni, un vocero con vuelo propio
Se hizo conocido por sus cáusticos tuits siempre terminados con la palabra “fin”. Cada mañana, en la Casa Rosada, enfrenta al periodismo
Pablo Sirvén
Nunca se sintió tan a sus anchas el vocero presidencial Manuel Adorni como en estos días.
“¿Quieren venir mañana a la conferencia? La verdad es que son bárbaros”, se sinceró, eufórico, el miércoles a la noche al agradecerle de esa manera a la multitud que en el Luna Park coreó calurosamente su nombre durante el peculiar show del presidente Javier Milei para presentar su nuevo libro.
Hay quienes ya empiezan a considerar a Adorni como un candidato posible a senador el año que viene. “¿Me votarías?”, le preguntó un poco en broma, un poco en serio, a una de las periodistas acreditadas en la Casa Rosada. Falta un siglo para eso y todo es posible. Comparado con su antecesora, Gabriela Cerruti, se nota que Adorni disfruta mucho más de su papel y que se siente cómodo como vocero del actual gobierno. Si bien a veces puede sonar soberbio –ya lo imitan en la radio– y frecuenta muy seguido la chicana con los periodistas acreditados que lo escuchan y lo interrogan cada mañana en la Casa Rosada, cumple mejor con su rol de pararrayos presidencial. Tarea que no solía salirle tan bien a la portavoz de Alberto Fernández, que, en vez de cerrar los frentes de tormenta con que lidiaba el gobierno anterior, abría nuevos conflictos motu proprio por imprudencia o por el afán de hacer lío. Nunca, de todos modos, llegó al extremo de Jorge Capitanich, que como jefe de Gabinete de Cristina Kirchner también se ocupaba de la vocería y hasta rompió un ejemplar del diario Clarín ante las cámaras con tal de hacer buena letra con la jefa. Ahora no hay “jefa”, sino “el Jefe”, tal como cataloga Milei a su hermana Karina, la poderosa secretaria general de la Presidencia, y de quien depende directamente Adorni.
“No todos pueden tener un vocero de lujo como @madorni”, le dio un categórico espaldarazo el Presidente a su vocero el martes último a propósito del mal momento que pasó el portavoz del Grupo Socialista, en el Congreso de los Diputados de España, cuando estaba a pleno el jaleo chisporroteante entre Javier Milei y Pedro Sánchez.
Patxi López, que ocupa ese cargo en la madre patria, no salió airoso al quedar poco menos que petrificado tras recibir una pregunta incómoda sobre si pensaban disculparse con el mandatario argentino por “haberle llamado fascista, drogadicto y mala gente”. Fue peor su estrategia de querer pasar sin más a la siguiente pregunta de otro colega, porque el mismo periodista volvió a arremeter. “Portavoz –lo puso contra la pared–: usted cobra 113.000 euros al año, dinero público, para responder a los medios de comunicación acreditados”. Igual no hubo caso, no logró conmoverlo, pero el video de ese afilado cruce se viralizó de este y del otro lado del Atlántico. Adorni no ha sufrido por ahora ningún traspié semejante.
Dar las “noticias parroquiales” de cualquier gobierno y someterse diariamente a la aguda requisitoria periodística en esta tempestuosa era, en que la información corre a supersónica velocidad sazonada con las dosis inusitadas de maldad con que se despachan los activos internautas e influencers de las redes sociales, no parece una tarea sencilla. Siempre se está al borde de meter la pata y quedar a tiro de terminar escrachado en grandes titulares y ser objeto de mofa todo el día en la radio, la TV y las redes sociales.
Adorni, economista de formación, se hizo conocido por sus afilados tuits, que le valieron el año pasado el Martín Fierro digital al mejor tuitero. A pesar de que la palabra “fin” con que cierra sus mensajes se convirtió en su marca registrada, terminó convirtiéndose en un genérico del que se han apropiado hasta los kirchneristas.
Con un estilo parecido al de los severos preceptores de colegio secundario público de antaño, siempre encorbatado y adusto, habla con seriedad. Pero como si los acreditados fueran alumnos a los que hay que reconvenir suavemente, les dedica algunas chanzas al paso para aflojar cierto clima tenso que puede producir el ida y vuelta de las incisivas preguntas. Un momento muy esperado por lo desopilante es cuando Fabián Waldman, de la FM La Patriada, formula sus cáusticas preguntas, que Adorni sortea con esgrima verbal, combinando información e ironía. Aunque también a veces queda al borde de perder la paciencia, como cuando Jon Heguier, de El Destape, quiso profundizar sobre cuántos perros (vivos) en verdad tiene el Presidente, un tema tabú que casi saca de las casillas al vocero por considerarlo “una falta de respeto” (?).
Últimamente, los viernes se suman con preguntas alumnos de facultades de periodismo y es deseo de Adorni incorporar también inquietudes del público, aunque no se resolvió todavía su mecanismo ni está decidido que se haga. En Instagram, la vocería presidencial cuenta con algo más de 400.000 seguidores, número que duplica Adorni en el suyo personal.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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