martes, 28 de mayo de 2024

Fito Páez se levantó y vio el posteo de un colega que recordaba el 35° aniversario del álbum Del 63.






Una dedicatoria muy especial, una arriesgada decisión y el primer golpe sin La Trova Rosarina: “Del 63″ cumple 40 años
A cuarenta años del primer disco solista de Fito Páez, "Del 63"GETTY
Fue el primer disco de Fito Páez, que publicó en 1984 y resultó el envión de una carrera que luego contó con grandes hitos como “Giros”, “Ciudad de pobres corazones” y “El amor después del amor”
Mauro Apicella
Si Fito Páez se autohomenajeó dos veces cuando se cumplieron aniversarios redondos del lanzamiento de El amor después del amor fue porque, tanto él como su público, han de considerarlo uno de sus grandes discos, sino el mejor. En realidad, fue el más vendido de su carrera y, como soporte físico, el más comprado de toda la historia del rock argentino, hasta hoy. En cuanto a si es o no el mejor, aunque no sea justa este tipo de calificación, responde más al gusto de cada persona que a los atributos que pueda haber en una creación artística. El puntaje es subjetivo.
En cualquier caso, para que hoy exista en la discografía de Fito un disco llamado El amor después del amor, con reediciones y reversiones, es porque casi diez años antes existió otro, llamado Del 63, que se publicó en 1984 y fue su carta de presentación. Aquel primer disco solista, aunque con las imperfecciones que el propio autor le pueda encontrar es, escuchado a la distancia, un buen primer paso en el mundo de la música de este artista rosarino.
La tapa del debut de Fito Páez, Del '63

Todos los “fitos” posibles que existieron hasta ese momento se congregaron en ese disco con una consigna tan autorreferencial como lo fue un título que aludía al año de su nacimiento. Para 1984 era el Fito Páez que había dejado bellas canciones en la banda de Juan Carlos Baglietto y el que daba un paso al costado del grupo comandado por uno de sus ídolos, Charly García. Era ese Fito que tomaba el camino unívoco de su vida, el de cantautor que se expresa a través del rock argentino, más allá de que, con los años, su producción mostrara también otras aristas, muy prósperas.
“Nací en el 63, con Kennedy a la cabeza. Una melodía en la nariz, creo que hasta el aire estaba raro”. 21 años tenía cuando cantó aquellos primeros versos que confirmaron lo que muchos suponían: Fito debía dejar de ser actor de reparto en la historia del rock argentino para tomar un rol protagónico. Y eso fue lo que hizo, gracias a ese primer álbum.
En la tapa del disco se lo vio de pie, con los brazos pegados al cuerpo, “esos diez dedos largos y flacos” (como el mismo había escrito años antes, en una canción que popularizó Baglietto, “La vida es una moneda”) y “un manojo de palabras” que seguramente estarían en su mente. Su cabeza, casi recostada sobre un hombro; los ojos, cerrados, como si se hubiera quedado dormido de pie. Remera con motivos japoneses, jeans y alpargatas rojas. El contexto era un baño público, donde se podía ver de un lado el lavatorio y del otro un teclado apoyado contra una pared de azulejos blancos. Sobre la parte superior izquierda, en la tipografía cibernética de la época, se podía leer en letras rojas: FITO PAEZ (sin acento, porque era letra de imprenta de calculadora luminosa), DEL 63.
Si seguimos la línea de la canción “La vida es una moneda” -”mi vida es una hoja en blanco, un piano desafinado, diez dedos largos y flacos...”-, la vida artística de Fito estaba comenzando. Hasta ese momento había usado como tarjeta de presentación unas cuantas canciones acuñadas por la trova rosarina y sus cualidades pianísticas en la banda de García. Del 63 fue una presentación completa. Su biografía (aunque con apenas 20 años no era todavía descollante lo que había para contar) estaba perfectamente retratada en el tema que le dio título a la placa. En realidad, el tema habla de ese mundo que a Páez le había tocado para vivir. Y ponía una primera pregunta, en tono retórico. “¿Qué pasa en la tierra que el cielo cada vez es más chico?”
Fito Páez y Fabiana Cantilo, una musa en los primeros discos del rosarinoTwitter @FabianaCantilo

Tenía muchas cosas para decir acerca de lo que quería y de lo que veía. “Yo ya no quiero más nadar en piletas. Quiero vivir aquí, más quiero cambiar para sentirme vivo”, decía en la muy tanguera ”Tres agujas”. “Viejo mundo” es el tema quizá menos recordado de toda su carrera. Es el tercer track de este primer disco, suena entre Serú Girán y Juan Baglietto y tiene versos que dicen: “Cómo serás, cómo seré. Cuántos seguiremos. Los que sobrevivieron, marcaron huellas”. “La rumba del piano”, uno de los temas más pegadizos del disco, es su primer acercamiento al Brasil de Caetano, de Gil, de Milton Nascimento, a una parte de la tropicalia, mucho antes de su ligazón estética con Os Paralamas do Sucesso.
Un punto de partida
Volvamos a recordarlo. Del 63 se publicó en 1984. Pero eso no significa que todas las canciones fueran de ese año ni del anterior. De ahí que por más que sea hijo del retorno de la Democracia, habla de un país que atravesó toda su adolescencia. En todo el disco Fito refiere a romper con lo viejo, a cambiar las formas, a renovarse en muchos sentidos. Y si es concreto con algunos conceptos, estos son los referidos a lo que se había vivido en la Argentina antes de ese clima democrático. Es por esto que hoy quizá puedan sonar un poco extemporáneos los versos que dicen: “Mi general, qué bien se lo ve, parece que hoy comió traidores ¡Fuego! Tiene más filo una decisión que una gillete en la espalda”, (”Cuervos en casa”). Sin embargo, para aquel tiempo era algo que todavía podía estar en el aire.
La mayoría de los discos del pop y del rock argentinos de la década del ochenta son fácilmente ubicables dentro de su contexto histórico por el banco de sonidos que se usaban en los sintetizadores. El afán por lo nuevo era un valor en sí mismo. Y a todo eso Fito trató de echarle mano. Sobre la base de su piano eléctrico sonaron los syntes de la época y el sonido de batería “eléctrica”. Para este proyecto, Páez tomó distancia de su entorno de ese momento. A pesar de que Charly García venía oficiando de “padrino” para muchos de los músicos que lo rodearon, a veces como productor de los discos que algunos de ellos grabaron o simplemente como invitado, el caso del rosarino fue absolutamente diferente. Por un lado, Fito decidió ser el productor de su propio debut discográfico en solitario. Por otro, la banda que armó también tomaba un poco de distancia de su círculo de trabajo de aquel momento y se nutrió de algunos nombres surgidos en su Rosario natal y de sus alrededores, con los que había trabajado unos años antes.
El guitarrista del disco fue Fabián Gallardo, a quien Fito conocía de la banda de Juan Carlos Baglietto. Había allí una muy buena sintonía, al punto de que en ese repertorio de nueve canciones que quedaron reunidas para Del 63, solo una no lleva la firma de Páez. Se trata de “Rojo como un corazón”, de Gallardo. El bajo quedó en las manos de un porteño muy jovencito, César Franov, quien con apenas 17 años había sido convocado por Spinetta para su banda Jade y a los 18 debutó discográficamente en el disco de Fito. Para la batería buscó a alguien de confianza, Daniel “Tuerto” Wirtz, un bonaerense de San Nicolás de Los Arroyos (muy cerca de Rosario) que había tocado en la banda Irreal y luego en el colectivo musical encabezado por Baglietto. Wirtz también tocó con Fito en sus álbumes siguientes, Giros (1985) y Ciudad de pobres corazones (1987) y en el disco doble de Páez con Spinetta, La la lá (1986) y años después integró la banda de Spinetta Los socios del desierto. Como apoyo participaron en algunas canciones el Negro García López, Oscar Feldman, Daniel Melingo y Rubén Goldín, que puso su voz diáfana en tres canciones.
Y eso fue todo lo que requirió Fito para la grabación que hizo en el estudio Panda de Buenos Aires. Con el paso de los años no se mostró muy conforme con el resultado final de algunas canciones, pero si se la toma como lo que es, su primera experiencia como solista y como productor, el resultado no fue para nada malo. Además, sirvió muy bien como carta de presentación solista. “Del 63″ fue la más perfecta introducción. “Rumba del piano”, “Un rosarino en Budapest” y “Tres agujas” fueron canciones que impusieron un sello distintivo en su manera de componer. Y el disco, en definitiva, funcionó como antesala de esos fotogramas emocionales que llegaron con los años, muy distintos entre sí (Giros, Ciudad de pobres corazones, El amor después del amor).
Una mañana de 2019, Fito Páez se levantó y vio el posteo de un colega que recordaba el 35° aniversario del álbum Del 63. Si bien Charly García no participó de manera explícita en la producción, Fito contó en un video que le sugirió ideas para el álbum. Además, el rosarino dejó en claro aquello de que todo lo que vino después no habría podido ser sin aquel álbum debut: “Gracias por permitirme ser hoy un compositor de canciones”, dijo. “Sin esa piedra fundamental no podría haber hecho nada. No habría podido vivir si vos”.
Cuando yo me vaya de aquí, me iré por todas partes, transformándome (...) Quiero música y trajes de cualquier color. Cuando yo me vaya de aquí, quiero un sol, un dígito que marque 3. Una revolución (..) Cuando yo me vaya de aquí, me iré como cantando, acercándome. (...) Creo que hay motivos como para correr. Correr implica apresurarse. Por eso entonces ahora, cantaré, cantaré. Quiero una fiesta en mi alma. Cantaré, cantaré, hasta que no quede nada” (”Un rosarino en Budapest”).

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