martes, 28 de mayo de 2024

Retrato de un artista desconocido que se cree es de Blaise Pascal alrededor de 1650; un genio de esos que se dan pocas veces en la historia






Blaise Pascal: niño prodigio, filósofo, físico y matemático, fabricó hace casi cuatro siglos una de las primeras computadoras de la historia
Retrato de un artista desconocido que se cree es de Blaise Pascal alrededor de 1650; un genio de esos que se dan pocas veces en la historia
El ingenioso mecanismo de engranajes tenía el propósito de ayudar a su padre, inspector de impuestos del Rey; también tuvo una idea que derivaría en un invento que los argentinos sentimos como nuestro
Ariel Torres
Vivió solo 39 años (cuatro más que Mozart, que nacería más de un siglo después) y acuñó una de las frases más célebres de la filosofía, de la que nos apropiamos, tras sacarla de contexto, por la imperiosa necesidad de entender nuestros sentimientos. “Le cœur a ses raisons, que la raison ne connoît point”, escribió Blaise Pascal en el artículo 24, apartado 5, de sus Pensamientos. “El corazón tiene sus razones, que la razón no conoce.” Con el tiempo, se convirtió en la más conveniente “El corazón tiene razones que la razón no entiende”, y nos sirvió para explicar todas esas locuras que, si hemos vivido, alguna vez hicimos por amor.
Pero el artículo 24 de los Pensamientos trata sobre otra forma de amor. Remata diciendo: “Voilà ce que c’est que la foi : Dieu sensible au cœur, non à la raison.” Traducido, “Esto es la fe: Dios sensible al corazón, no a la razón.”
Pascal fue un niño prodigio que perdió a su madre a los tres años y cuyo padre, hombre también brillante, decidió criar por las suyas, lo mismo que a sus hermanas, Jacqueline y Gilberte. A los 16 años, Blaise escribió un ensayo sobre geometría (sobre secciones cónicas, para ser preciso, que originan diferentes curvas) tan avanzado que René Descartes, con quien desde entonces sostendría tensiones intelectuales, supuso que se lo había escrito su padre. Una de las discusiones más enérgicas con Descartes tuvo que ver con el vacío. De allí que en el artículo 25 de los Pensamientos, Blaise dejara otra de esas frases que todavía resuenan con un poder tremendo y que podemos aplicar a casi todo: “Le silence éternel de ces espaces infinis m’effraye.” Es decir: “El silencio eterno de estos espacios infinitos me espanta”. Con el tiempo, “me espanta” se convirtió en “me atormenta”, que suena más poético.
Y una más, porque lo vale: “L’homme n’est qu’un roseau, le plus faible de la nature, mais c’est un roseau pensant.” Traducido: “El hombre es sólo un junco, el más débil de la naturaleza, pero es un junco que piensa.”
La Pascalina
Este inmenso filósofo, matemático, físico y católico devoto, cuyos escritos lo dejan a uno pensando por horas y despiertan preguntas que de otro modo habrían quedado adormecidas, fue también un pionero de la computación. Uno de los más inesperados, ciertamente, porque diseñó y construyó una máquina de calcular más de 300 años antes de la primera computadora de propósito general de la historia, que se puso en marcha en 1946. La Calculadora de Pascal o, como la llamó primero, Máquina Aritmética, Rueda Pascalina y finalmente Pascalina (Pascaline), nació con el fin de ayudar a su padre, miembro de la Noblesse de Robe (robe es vestido en francés y el título se traduce como Nobleza de Toga; o sea, funcionario), que se la pasaba haciendo cuentas como supervisor de impuestos de la ciudad de Ruan. No porque sí existe un lenguaje de programación llamado Pascal. Fue el segundo que aprendí, mucho después de haber leído los Pensamientos del filósofo, y la curiosidad me llevó a descubrir que este filósofo francés había creado también una de las primeras computadoras de la historia.
Una réplica exacta de una Pascalina de seis diales en el Conservatorio de Artes y Oficios de París; encima, el aritmómetro de Thomas de Colmar, de 1820, la primera máquina calculadora comercialmente exitosaScience & Society Picture Librar - Getty Images

Tras fabricar unos 50 prototipos, logró su objetivo y presentó la máquina en sociedad. No tuvo, sin embargo, el éxito comercial que esperaba, básicamente por la misma razón que muchos dispositivos informáticos fracasarían en el futuro: la Pascalina era muy costosa. También imponía una curva de aprendizaje bastante escarpada, por lo que los potenciales clientes prefirieron seguir con el lápiz y el papel (el grafito había sido descubierto más o menos un siglo antes). Sobrevivieron, sin embargo, ocho Pascalinas, que pueden verse en varios museos de Francia y Alemania. Para ser justos, pasarían 180 años antes de que la civilización viera la primera calculadora comercialmente exitosa, llamada Aritmómetro, obra de otro francés, Thomas de Colmar.
Internamente, las Pascalinas se basaban en un principio que hoy parece un poco ingenuo. Sus engranajes funcionaban de tal modo que cada rueda contaba de 0 a 9, y cuando una giraba más allá del nueve, quedaba en cero y la siguiente adelantaba un punto. Al principio tenían cinco diales, pero al final llegaron a ser diez, y permitían sumar, restar, multiplicar (por repetición de sumas) y dividir (por repetición de restas); fabricó versiones decimales y no decimales y las proyectaba no solo para el uso de los contadores, como su padre, sino también para científicos y topógrafos.
Aunque parezca ingenuo en nuestro mundo de microprocesadores electrónicos binarios basados en silicio, la relojería que diseñó Pascal para su calculadora es un prodigio de ingenio y de sentido común. Las ayudas mecánicas para calcular se remontaban hasta los sumerios, más de 2000 años antes de Cristo, pero ahora, con la minuciosa complejidad de los engranajes, Blaise debía hacer algo más que simplemente obtener resultados correctos. La máquina tenía que soportar el castigo del trabajo cotidiano; fue de lo que más tiempo le llevó, y casi 300 años después, los fabricantes de computadoras volverían a encontrarse con los mismos problemas, aunque de una naturaleza muy diferente.
Otro mundo
La vida de Pascal transcurre en los tiempos turbulentos del Cardenal Richelieu, cuyos favores el padre de Blaise, Étienne, perderá y recuperará de acuerdo con una arbitrariedad que la modernidad condenaría con horror, pero que desgraciadamente seguimos viendo, al parecer incurable, en la política. De regreso en la Noblesse de Robe, Étienne obtiene el puesto de inspector de impuestos del Rey y toma a Blaise como ayudante. Es 1642 y nace la Pascalina.
Vamos a poner esta fecha en contexto. Faltaban casi 150 años para la Revolución Francesa. Cervantes Saavedra había publicado el Quijote menos de 40 años atrás, en 1605. Eso, gracias a que Gutenberg había fabricado otro prodigio mecánico, la imprenta de tipos móviles metálicos, casi 200 años antes. Colón había llegado a las Indias, es decir a las Américas, en 1492; justo un siglo y medio atrás, y medio siglo después de la imprenta. El Imperio Romano se había desplomado con Constantinopla, luego de 53 años de sitio, el 29 de mayo de 1453, y llegaba así a su fin la Edad Media. El Renacimiento traería toda clase de innovaciones y nuevas formas de ver el mundo. Además, el año en que Pascal fabrica la Pascalina es significativo por otro motivo: en 1642 nació Isaac Newton.
Sir Isaac Newton...SIR GODFREY KNELLER - SIR GODFREY KNELLER

Hasta ahí estamos bastante bien. Predecible, digamos. ¿Pero qué tal si nos alejamos un poco más? El joven Pascal, harto de hacer cuentas a mano y de verlo a su padre sufrir por cada error, decide resolver un problema. Eso es muy humano. Pascal es un genio, uno de esos que solo se dan pocas veces por siglo, y por lo tanto crea algo revolucionario, una de las primeras máquinas de calcular de la historia. No un ábaco, sino una máquina, un mecanismo, una relojería. Una computadora, diríamos hoy. Pero lo que notamos al alejarnos y ver el mapa completo es un paradigma. ¿Por qué Blaise se propone resolver el dilema con engranajes? Porque eran la forma de pensar de su tiempo.
René Descartes, con quien Pascal sostuvo debates intelectuales durante toda su vida
La electricidad todavía estaba lejos. Muy lejos. La lamparita incandescente es de mediados del siglo XIX. Tomás Alba Edison patentaría su modelo en 1881. LA NACION se había fundado once años antes, el 4 de enero de 1870. Pascal, el genio de la matemática y de la física que, además, como muchos en ese período de revisión renacentista, se preguntará por la existencia de Dios y por la fe, se ilumina por las noches con velas. Ni siquiera el alumbrado público por gas ha madurado lo suficiente en su tiempo. Está, su mundo, a un siglo del comienzo de la Revolución Industrial. ¿Vale aquí preguntarse cómo será el mundo en el año 2124? Claro que sí.
Pascal era cualquier cosa menos un sujeto negado. En su corta vida brilló tanto que su resplandor todavía revela capítulos enteros del pensamiento. Y sin embargo no podía (nadie habría podido) escapar del paradigma de su época. Ni siquiera pudo planteárselo. Usó engranajes, resortes, ganchos y la gravedad para que su máquina hiciera cuentas. Faltaban casi exactamente 300 años para que William Shockley inventara el transistor, en 1947. En 1958 nacería el circuito integrado, de la mano de Jack Kilby, primero, y seis meses después, de la de Robert Noyce, uno de los dos fundadores de Intel. Será el punto de inflexión de lo que llamamos la Revolución Digital. Gracias a las ideas de uno de nuestros pioneros inesperados, Federico Faggin, aparecería el (mal llamado) cerebro electrónico, es decir, el microprocesador, y con él arrancaría una carrera frenética por la miniaturización, que todavía hoy continúa. El primer cerebro electrónico tenía 2300 transistores. Los actuales llegan a 10.000 millones.
El milenio que viene
Pero ahora alejémonos más todavía del mapa. ¿En qué se diferencia nuestra época de la de Pascal? Cierto, nos parece mucho más moderna, con sus luces LED, sus pantallas delgadas y sus cromados relucientes. Pero la historia de la Pascalina (no menos que la del ábaco, si se quiere) nos deja una lección adicional. Nosotros también, hoy, aquí, desde este presente en el que nos parece que todo pasado fue peor, estamos presos de un paradigma.

Hoy hacemos computación con transistores basados en silicio, con bits, con electricidad. Sabemos más del mundo físico de lo que se sabía en la época de Pascal, pero cuanto más sabemos, más advertimos todo lo que ignoramos. Nos resulta imposible pensar fuera de la electricidad de la misma forma que a Pascal le resultaba imposible pensar en otra solución que los engranajes.
Y sin embargo, dentro de 400 años, si los humanos sobrevivimos a nuestros propios excesos, la electricidad, los transistores y los bits serán vistos con la misma tierna condescendencia con que miramos los engranajes de la Pascalina. Por supuesto, seguimos usando engranajes y es probable que sigamos usando electricidad en 2424. Pero es improbable que permanezcamos en el mismo paradigma que guía hoy nuestra forma de pensar. Si alguien está considerando la computación cuántica, sí, quizás. Pero tengo la impresión de que en algún momento del futuro las ciencias básicas harán un descubrimiento revolucionario y esa será la nueva divisoria de aguas y marcará el inicio de un nuevo paradigma.
Y una cosita más
Blaise Pascal llevó una vida ascética, diríamos hoy de privaciones, convencido de la vida es sufrimiento. En 1659 cayó enfermo. En medio de sus padecimientos –que se especula que se debieron a la tuberculosis y al cáncer, pero pudieron haber sido causados también por una insuficiencia renal–, continuó una horrible y larga interna religiosa con el Luis XIV. Aún así, cerca de su muerte, que llegaría, irremediable, en 1662, veinte años después de la Pascalina, tuvo otra idea increíble, que lo sobrevive intacta: el transporte público.
Pascal también tuvo la idea del servicio de transporte de pasajeros; en la foto, un tren de alta velocidad, estacionado en el exterior de la estación central de Fráncfort, AlemaniaMichael Probst - AP

Se llamó Carrosses à cinq sols y fue una compañía fundada por Pascal y el Duque de Roannez en noviembre de 1661. Las carrozas de cuatro caballos salían a intervalos regulares, con o sin pasajeros, como los colectivos y los trenes actuales. Fue aprobada por el Rey en enero del año siguiente. El 19 de agosto, Blaise murió luego de una noche terrible. Sus últimas palabras fueron “Que Dios no me abandone jamás”.

Se llamó Carrosses à cinq sols y fue una compañía fundada por Pascal y el Duque de Roannez en noviembre

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