martes, 28 de mayo de 2024

VAMPING, PROBLEMAS MUNDIALES Y NUEVO GOBIERNO


Vamping. El hábito digital nocturno que genera insomnio y se puede transformar en adictivo
El uso prolongado de dispositivos tecnológicos antes de dormir no solo retrasa el sueño, sino que también genera otros problemas 
Laura GambaleEl escroleo activa el sistema de recompensa del cerebro

El fenómeno del vamping pone de manifiesto el poder altamente adictivo que tiene para nuestro cerebro el uso nocturno de tecnología gracias a la liberación de dopamina, el neurotransmisor asociado al placer y a la gratificación.
El término vamping proviene de las palabras en inglés vampire (vampiro) y texting (envío de mensajes), y se refiere a la práctica que consiste en hacer un uso excesivo de los dispositivos electrónicos antes de dormir. Como explica a Marian la nacion Durao, doctora en psicología y especialista en neurociencias, “alude a cómo estos dispositivos pueden succionar nuestro tiempo de sueño, impactando negativamente en diversas áreas de nuestras vidas”.
Y detalla: “Este hábito nocturno, especialmente reflejado en el escroleo sin rumbo por redes sociales, mirando perfiles de personas desconocidas o pasando horas en aplicaciones de compras o de citas, activa poderosamente el sistema de recompensa del cerebro a través de la liberación de dopamina. Este neurotransmisor, asociado con el placer y la gratificación, se libera durante estas actividades digitales, provocando una euforia temporal similar a la experimentada con el consumo de drogas”.
Según la especialista, este tipo de refuerzo positivo crea un ciclo adictivo en el que se acude a escrolear para experimentar una y otra vez ese placer efímero y repentino, a pesar de las consecuencias negativas. “Muchas personas sostienen que al final del día necesitan relajarse conectándose ‘un rato’ a distintas apps e internamente hay una contradicción que genera tensión, ya que al ser un comportamiento altamente adictivo por el placer inmediato que genera es muy difícil tomar consciencia de cuándo parar”, agrega. En este sentido, consultado por el neurólogo Alejandro Andersson coincide en que el vamping no solo compromete el ciclo de sueño, sino que puede tener consecuencias similares a los comportamientos adictivos con sustancias por activar los mecanismos de recompensa del cerebro.
“La luz blanca retrasa el comienzo del sueño suprimiendo el pico de melatonina (la hormona que regula el ciclo sueño-vigilia) necesaria para establecer el descanso de manera natural. Al mismo tiempo, el contenido que consumimos en los dispositivos activa la liberación de dopamina en el cerebro produciendo la sensación de gratificación inmediata, creando un hábito nocivo en el que se va generando la necesidad orgánica de repetir el mismo comportamiento cada noche”, detalla.
Entre las consecuencias más evidentes del vamping, los expertos concuerdan en que perjudica la conciliación del sueño, al mismo tiempo que empeora la calidad general del descanso, con efectos perjudiciales en niños, adolescentes y adultos, entre los que destacan irritabilidad, falta de concentración, ansiedad y fatiga general.
Durao dice que existe “una desregulación significativa en la corteza prefrontal, la región cerebral responsable de la toma de decisiones y el control de impulsos”.
“Este comportamiento no solo conduce a un uso excesivo de dispositivos electrónicos, sino que también puede resultar en problemas financieros y personales, especialmente si involucra compras impulsivas o interacciones repetitivas en aplicaciones de citas. Este uso compulsivo de dispositivos digitales por la noche actúa a menudo como un mecanismo para aliviar la ansiedad o el estrés, reforzando las conexiones neuronales que vinculan el escrolear con el alivio emocional o el placer, perpetuando así el comportamiento adictivo”, puntualiza.
Además, la experta resalta que el uso excesivo “puede causar fatiga visual y trastornos musculoesqueléticos, incluyendo dolor de cuello y espalda, contribuyendo a un deterioro general del bienestar físico”.
“En el plano social –continúa–, el tiempo excesivo frente a la pantalla puede llevar a una reducción significativa de la interacción cara a cara con familiares y amigos, deteriorando las relaciones personales y sociales, y contribuyendo así a una sensación de aislamiento o de desconexión del entorno inmediato. Al mismo tiempo, el constante acceso a las redes incentiva la comparación con otros, lo que puede exacerbar sentimientos de insuficiencia y contribuir a problemas de salud mental, como ansiedad y depresión”.
Alteraciones en los chicos
En el caso de niños y adolescentes, la educadora experta en neurociencias Eli Delacour explica que, con la alteración del ciclo cion circadiano, “se evidencia la necesidad de la gratificación constante por la falta de concentración que logran mantener las infancias durante la vida diurna. Al alterarse el ciclo del sueño los menores sufren consecuencias inmediatas, teniendo en cuenta que en niños y adolescentes se necesitan determinadas horas de sueño para que el cerebro funcione y logre adquirir mayor concentración, mayor habilidad psicomotora y sostener una correcta estabilidad socioemocional. Cuando están fatigados e irritables por falta de descanso, los problemas se notan directamente en el rendimiento escolar, perjudicando también los vínculos con pares y docentes, con la familia y los entornos más cercanos”.
Por este motivo, Delacour resalta la importancia de ser “un buen ejemplo” para los menores. “Los adultos son los que proporcionan los límites y las normas. Es fundamental que se limite a niños y adolescentes en el horario de exposición y se controle qué es lo que están viendo. Para eso, se necesita de un adulto que participe en el desarrollo de las herramientas de autocontrol en infancias y, particularmente en adolescentes, poniendo límites claros y dando el ejemplo. Si el adulto deja los dispositivos a un lado, el mensaje llega con mucha más fuerza”.
La Academia Americana de Pediatría sugiere evitar el uso de pantallas hasta los 24 meses, excepto para videochats, y limitar el tiempo de pantalla a una hora al día para niños de 2 a 5 años sugiriendo contenido de alta calidad; para los mayores de 6, recomienda mantener un equilibrio saludable asegurando suficiente tiempo para el sueño, la actividad física y otras interacciones, con límites bien definidos en el tiempo frente a la pantalla. En tanto, la OMS recomienda no más de una hora diaria de pantalla para menores de 5.
“Los padres o cuidadores deben evaluar cómo el vamping afecta las relaciones y responsabilidades del niño o adolescente. Si sacrifican actividades importantes, como jugar o reunirse con otros, rendimiento escolar o intereses previos en favor del tiempo en dispositivos, es crucial intervenir. Frente a estos comportamientos, es esencial establecer y mantener límites claros respecto del uso de tecnología, promover actividades que no involucren pantallas y fomentar una comunicación abierta sobre los riesgos y beneficios de la tecnología”, recomienda Durao.
En tanto, Andersson sugiere algunas pautas sencillas y valiosas para controlar el hábito a toda edad: “Primero hay que establecer un horario de apagado de dispositivos electrónicos. Luego, crear un ambiente propicio para dormir con un cuarto oscuro, fresco y confortable. Practicar una buena higiene del sueño, estableciendo un horario para dormir y otro para despertarse, es fundamental, ya que el organismo los aprende de manera inconsciente”. Y ejemplifica: “Si tenés rituales previos a irte a dormir, como puede ser poner música relajante, cuando los repetís habitualmente ayudás a que tu organismo los incorpore y ‘sepa’ que viene el momento de dormir”.
La relación que puede producirse entre el vamping, el insomnio y la necesidad de consumir medicación para dormir genera un círculo vicioso. Andersson entiende que ese hábito “contribuye al insomnio, en gran parte, por la exposición a la luz blanca, que inhibe la producción de melatonina, acompañada por la estimulación mental a partir del escroleo en redes. En paralelo, el insomnio generado por este hábito suele llevar a las personas hacia un mayor consumo de hipnóticos para dormir, generando dependencia y así agravando el problema”.
Durao también observa que la constante necesidad de interactuar con estos dispositivos puede inducir altos niveles de estrés y ansiedad. “El estado de alerta perpetuo activa el sistema de respuesta al estrés del cuerpo, liberando hormonas como el cortisol, que pueden exacerbar los ciclos de insomnio. La exposición prolongada a este estrés puede llevar a desequilibrios hormonales que afectan adversamente la salud general”, detalla.

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El naciente orden internacional
Moisés Naím WASHINGTON

Están proliferando aceleradamente problemas mundiales que ningún país puede resolver por sí solo. La lista de dificultades que afectan a la humanidad, independientemente de fronteras territoriales, marinas o espaciales, es larga y peligrosa. Son de distintos tipos, desde la amenaza que puede representar la inteligencia artificial hasta las duras realidades de un planeta que se va calentando aceleradamente, pasando por la proliferación nuclear, las migraciones, las pandemias o la criminalización de los gobiernos. Muchos de estos problemas, como por ejemplo el de las migraciones descontroladas, han existido siempre. Otros, como el calentamiento global, no tienen precedentes.
Son problemas que se resuelven en el nivel global o no se resuelven. Si se resuelven, todos nos beneficiamos sin excluir a nadie. Si no se resuelven, todos nos perjudicamos, estemos donde estemos. Para enfrentarlos hace falta que se produzcan a gran escala lo que los economistas llaman bienes públicos. Son bienes cuyo uso por un consumidor no excluye que otros también se beneficien. Un ejemplo es el de un faro que ilumina la costa, permitiendo a los barcos ver por dónde pueden navegar sin encallar. Varios barcos a la vez pueden “consumir” los servicios del faro sin que estos se acaben.
Normalmente, son los gobiernos los que tienen que financiar y proveer los bienes públicos: las fuerzas armadas de un país, por ejemplo, dan seguridad a todos sus habitantes y por eso son pagadas y organizadas por el gobierno. Pero en el nivel global no hay gobierno. Entonces ¿quién ha de proveer los bienes públicos globales? Es un espinoso problema que admite pocas soluciones. Si un país es lo suficientemente poderoso para imponer a sus ciudadanos y a otros países su sistema de gobierno, se le llama “hegemónico”. Las potencias hegemónicas siempre han tenido interés en imponer el bien público más básico, que es el orden. Es lo que hicieron los romanos en el mundo mediterráneo hace 2000 años y lo que hicieron los emperadores chinos en el vasto territorio asiático que controlaron.
Pero mantener la hegemonía es costoso y sus líderes tienden a ir perdiendo poder. Para evitar esa trampa, en el siglo XX los estadounidenses intentaron el multilateralismo, un sistema en que todos los países se asocian voluntariamente para el bien común, a través de organizaciones como las Naciones Unidas. Pero pronto se dieron cuenta de que la competencia con la Unión Soviética haría inviable a ese modelo y por eso intentaron con el “minilateralismo”. Es un sistema en el cual una potencia dominante, como Estados Unidos, arma una red de países fuertes que colaboran para proveer esos bienes públicos globales. La OTAN es un buen ejemplo de minilateralismo, manteniendo la paz y seguridad en el Atlántico Norte a través de una colaboración militar estrecha entre aliados. El Fondo Monetario Internacional y muchos otros organismos del mismo tipo han servido para proveer bienes públicos globales entre países amigos.
Los resultados del minilateralismo han sido enormemente positivos: nunca tantos seres humanos habían vivido con tanta prosperidad y seguridad como lo han hecho bajo el minilateralismo promovido por EE.UU. Entre 1945 y 2018, la pobreza absoluta en el nivel global bajó del 55% de la población del planeta al 10%, al tiempo que esa población se multiplicaba por 4.
Pero el minilateralismo solo es viable si los países que se alían para mantenerlo son lo suficientemente poderosos para imponer su arreglo a los demás, y ese supuesto está cada vez más en entredicho. La agresión rusa contra Ucrania, apoyada por el poderío chino, es la prueba más evidente de lo vapuleado que está el sistema con el que veníamos contando para proveer bienes públicos globales, como la paz. Los países que no aceptan ni confían en el liderazgo norteamericano son cada vez más numerosos y fuertes, y no están dispuestos a colaborar con el sistema que lidera Washington para seguir proveyendo esos bienes públicos globales.
Esto ocurre cuando el mundo se encuentra en la necesidad de expandir dramáticamente su capacidad de proveer bienes públicos globales. La colaboración en materia ambiental, por ejemplo, se va haciendo más y más apremiante justo cuando menor es nuestra capacidad de colaboración. En vez de colaborar para disminuir los riesgos que surgen de la inteligencia artificial, Washington y Pekín están en una carrera por crear cada cual un sistema más poderoso –y, en consecuencia, más peligroso– que el del rival. El andamiaje de acuerdos de control de armas nucleares que se había logrado construir entre Washington y Moscú se ha detenido por completo. El caos migratorio es mundial. La demanda de bienes públicos globales está disparada, mientras que la oferta está estancada. Si nadie logra imponer algo de orden en el sistema internacional, inevitablemente reinará una peligrosa anarquía.

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Cómo defender las instituciones
Julio Montero

Los primeros meses de Milei como presidente generaron encendidas reacciones. Sindicatos, movimientos sociales, artistas, empleados de empresas del Estado, investigadores, libreros y la comunidad universitaria, entre muchos otros, nos advierten sobre el enorme costo de sus medidas de austeridad sobre el bien común y el futuro del país. A veces se trata de meros embates corporativos que buscan conservar el botín conquistado tras años de lobby; pero en otros casos son intervenciones honestas orientadas a defender instituciones realmente valiosas.
Carlos Nino decía que una gran virtud de la democracia es que obliga a los ciudadanos a defender sus causas apelando a “intereses generalizables”, es decir, intereses que todos podamos compartir. Nadie que alegue: “Esta ley debe votarse porque me favorece a mí o a mi sector” tiene chances reales de convencer a una mayoría en la competencia por los recursos. La persuasión y el engaño son parte del debate público, por supuesto. Sin embargo, el requisito de argumentar con base en el bien común es un filtro que deja por el camino muchas demandas facciosas y autointeresadas que no pueden traducirse a ese lenguaje.
Evaluar la legitimidad de los reclamos contra el Gobierno es tarea de las autoridades democráticas, pero su irrupción en el espacio público puede ayudarnos a reflexionar sobre cómo defender lo que tanto nos interesa. En este sentido, y solo para dar un ejemplo, sería buena idea que todos trabajáramos desde adentro para que esas instituciones hicieran un uso eficiente de los recursos, evitando el nepoórganos tismo, la inflación de las plantas y prácticas clientelares dirigidas a recompensar a los propios y disciplinar a los réprobos.
También es fundamental militar activamente contra la partidización. Ninguna institución pública debería pronunciarse a favor o en contra de partidos o candidatos, mostrando verdadero respeto por el pluralismo. Evitar la producción de solicitadas y la retórica de la resistencia cada vez que no gobierna el peronismo seguramente contribuiría a que la sociedad vea a esas instituciones como enclaves técnicos que trabajan por el interés general sin ponerse al servicio de un partido o una ideología con dinero de todos.
Naturalmente, para resultar creíble, este compromiso con el pluralismo debería observarse también en la conformación de los de gobierno, los boards y los directorios. Lograr diversidad ideológica no solo es un modo de apuntalar la cultura democrática en un momento de polarización extrema, sino también de mantener canales abiertos con distintos partidos en caso de necesidad.
Por último, después de dos décadas de colonización populista del Estado y la sociedad civil, ayudaría mucho que las instituciones que defendemos revisaran la tendencia al autoensalzamiento sistemático, reconocieran errores y aspectos a mejorar y se declararan dispuestas a acompañar los sacrificios que sobrelleva la sociedad. Este es el mejor seguro de vida contra ajustadores libertarios o neoliberales. Esperemos que no sea tarde

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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