miércoles, 18 de septiembre de 2024

TEATRO ÓPERA






El Ópera: historia de un teatro fundamental en cuatro actos
El frente del primitivo Teatro Ópera tal como lucía hacia 1880, antes de la remodelación de Jules Dormal....Archivo General de la Nación
Este escenario es un símbolo en la Avenida Corrientes, como las pizzerías, los cafés o las librerías. Guarda una rica historia de resurgimiento en su mágico mundo de artistas, incluida una demolición.
Hugo Mouján
La Avenida Corrientes es sinónimo de actividad cultural. Tradicionalmente referida como “la calle que no duerme” en los años 70, es territorio de reconocidas pizzerías, cafés, cines, librerías e, indudablemente, de icónicos teatros. Con solo cruzar la Avenida 9 de Julio, en apenas dos cuadras se erigen cuatro espacios muy representativos: el Nacional, el Gran Rex, el Tabarís y el Teatro Ópera.

-Inaugurado en 1872 y esta imagen es de 1880 - FOTO AGN -El teatro ya remodelado por el arquitecto Dormal en 1889 - FOTO AGN -El Teatro en 1936, el día de su inauguración - FOTO Teatro OperaAGN / Teatro Ópera
La programación de este último ha sido multidisciplinaria: lírica, orquestas, recitales, danza, cine, teatro, musicales... La trayectoria de este ámbito cultural tiene muchos sucesos, diríamos que el Ópera es una obra en cuatro actos. El primer edificio se fundó en 1872, se lo remodeló en 1889, fue demolido en 1935 y un año después se abrió el que conocemos hoy.
Primera escena: la competencia lírica
El Teatro de la Ópera, que funcionaba desde 1872, fue un coliseo “a la italiana” con planta en herradura y fachada neoclásica –retirada de la línea municipal de construcción– con cinco portones de madera flanqueados por columnas corintias portando un frontis, según el diseño del ingeniero Émile Landois y lo dispuesto por el empresario genovés Antonio Pestalardo. Se alzó sobre un predio de 2.500 m2 con frente a Corrientes (entre Suipacha y Esmeralda) propiedad de doña Carmen Díaz Vélez de Cano.
Fachada del primer teatro, hacia 1880.
Abrió sus puertas al público el 25 de mayo en 1872 tal cual lo había prometido el propietario. Lo logró a pesar de retrasarse los trabajos por la epidemia de fiebre amarilla que asoló la ciudad un año antes. Incluso, se cerró el puerto, por lo tanto, no llegaban los materiales.
Empecinado, cumplió y el día patrio los invitados disfrutaron del tenor Giulio Perotti y la soprano Julia Marziali Passerini, que emocionaron con la puesta de Il Trovatore, de Verdi. Días después, representaron Ruy Blas, de Marchetti. En aquellos días descollaban también las voces italianas de Francesco Tamagno, Fernando De Lucía, Enrico Tamberlick, Roberto Stagno y el francés Armand Castelmary.
El tenor Giulio Perotti y la soprano Julia Marzialli Passerini, en el debut del Teatro de la Ópera en 1872.
Por supuesto, el protagonista del género operístico era el primer Teatro Colón, que estaba frente a la actual Plaza de Mayo; pero dio su última función el 13 de septiembre de 1889 ya que se decidió su derribo para levantar el Banco Nación. De alguna manera, su heredero natural para las veladas musicales fue el Teatro de la Ópera (como se le decía entonces).
Segundo acto: el espléndido boato
Sustituir al Colón no fue sencillo. Había que conformar los gustos de los habitués de alcurnia que lo frecuentaban. El nuevo dueño del Ópera, el empresario y estanciero Roberto Cano -que ya participaba en la sociedad del Teatro Alegría-, decidió darle esplendor y recurrió al arquitecto belga Jules Dormal, quien avanzó la fachada hasta la línea municipal de construcción.
El frente tal como lo proyectó el arquitecto Jules Dormal, en 1889.Archivo General de la Nación
Le dio un estilo afrancesado, tipo estilo Beaux-Arts, con un foyer y un salón recargado (el Promenade) donde se admiraban las arañas de hierro y el tapizado de las paredes. Lujosos también los antepalcos –toda una innovación– y la escultura que remataba el frente del edificio. Suntuosidad y elegancia agradaron a los devotos del bel canto. En este contexto glamoroso, el 14 de mayo, se dio un hito con la actuación del gran Enrico Caruso.
La sala del Teatro Ópera a finales del siglo XIX.
Además, fue el pionero en utilizar energía eléctrica apelando a una usina propia con cuatro dínamos y cuatro motores. Tal fue la potencia que las luces de las candilejas molestaron a los artistas de ego generoso. Se quejaban del brillo que los encandilaba y no podían ver a sus admiradores de las primeras filas.
Las monedas o fichas que servían como ingreso, con la fecha de inauguración de la remodelación de 1889.
Tercer acto: la amplitud de Corrientes y el coloso
Como era de esperar, al inaugurarse el nuevo Teatro Colón, en 1908, el correlato fue la decadencia del Ópera; aunque pisaron su escenario Enrique Santos Discépolo, Tania y Florencio Parravicini; pero también hubo bailes de carnaval y bajó la calidad artística ya en la década del 20.
No se puede precisar la fecha de cierre definitivo. El dato más significativo fue su demolición en 1935, a raíz del ensanche de la calle Corrientes, aunque algunas versiones estiman que no era necesario porque la parte que se abría era la vereda norte.
Las enormes vigas de 65.000 kg sorprendían a los porteños.Teatro Ópera
Fue el calabrés Clemente Lococo, empresario cinematográfico y teatral de medio centenar de salas, el adquirente de terreno y artífice del nuevo e imponente edificio de 24 m de ancho, 70 m de profundidad y 37,5 m de altura (el equivalente a unos 8 pisos, dijo el periodismo) que se estructuró gracias a enormes vigas de 65.000 kg que sorprendieron a los transeúntes.
5 B El presidente Justo y su esposa junto a Clemente Lococo en la inaguración del Opera.
Fue diseñado por el experimentado arquitecto belga Albert Bourdon, quien tenía en su haber los proyectos de unos 40 teatros. Las tareas se iniciaron en octubre de 1935 y comentarios de esos años aseguraron que el edificio que se estaba levantando no tendría nada que envidiarle al Radio City neoyorquino o al parisino Rex.
Deslumbra su fachada que se eleva en forma telescópica con dos paneles laterales vítreos y una marquesina volada que abarca todo el frente y dispone de luminarias de gran tamaño.
El teatro Ópera en 1940.Archivo General de la Nación
El enorme hall de triple altura tiene anchas escaleras imperiales para acceder al primer piso, así como la sala ornamentada con criterios cinematográficos o escenográficos (como el cielorraso estrellado con nubes desplazándose –mediante un reflector llamado Brenograph Magic Lantern–, o los laterales como si fueran castillos) y el escenario con una elevadísima parrilla de luces y recursos de bambalinas o telones.
El estilo Art Déco primó en balcones con barandas cromadas, la decoración con esculturas y las luminarias curvas. Confortables butacas de pana en platea, pulman y súper pullman con pisos alfombrados le otorgaron jerarquía.
Vista lateral de la platea.
En el subsuelo, se ubican los camarines, áreas técnicas y el Petit Opera, un elegante salón especial que servía para proyectar películas en forma más privada para entidades y donde Lococo (apasionado del cine) solía recibir invitados y se comunicaba directamente con los operadores. En la actualidad se utiliza para reuniones o para los meet and greet de los artistas.
Cuarto acto: el ímpetu de Lococo
Con una capacidad para 2.500 espectadores y con claro criterio cinematográfico fue inaugurado 7 de agosto de 1936 con la asistencia de personalidades de la cultura y con la presencia del presidente Agustín P. Justo, todos vestidos de etiqueta. Primero sonaron los acordes de la orquesta sinfónica de Radio El Mundo, dirigida por el maestro Eduardo Armani, que interpretó el Himno Nacional y luego Rapsodia en Blue, de George Gershwin.
Luego, se pasó al ensueño del séptimo arte con la vista de Los Tres Lobitos, de Walt Disney. Y tras el intervalo, se estrenó el filme El ensueño del Mississipi, de James Whale, como informó la marquesina en la vereda. Y, por supuesto, estuvieron los críticos de los diarios y radios, como Manuel Peña Rodríguez, de La Nación, y Ulises Petit de Murat, de Crítica. Semanas después se formaron largas colas para el estreno de Tiempos Modernos, el genial film de Charles Chaplin. El Cine Teatro Ópera empezó su gloria.
Balcones con esculturas en el primer piso. En el centro, Artemisa.
El empresario Lococo murió en 1980 y la sala siguió en manos de su familia hasta que en 1997 fue adquirida por la firma mexicana CIE asociada con Daniel Grinbank (que luego se abrió de la compañía) con el propósito de traer musicales. Como hacía falta agrandar el escenario, se lo avanzó restando butacas de la platea; mientras el pullman debió empinarse más para permitir una buena visualización, lo cual también implicó restar líneas de asientos.
El arquitecto belga Albert Bourdon le dio su aspecto art déco al Ópera.
La reapertura fue con La Bella y la Bestia y le sucedieron otros éxitos de Broadway como Los miserables y Chicago. Cinco años después lo compró la empresa de entretenimientos Time for Fun (T4F), que sigue al frente. Paralelamente, en determinados lapsos hubo sponsors (Allianz, Citi, Orbis) que hicieron contratos periódicos; el último, Axion. Con este asunto de los patrocinios en un momento se lo renombró como Citi Opera, pero generó tanto rechazo y críticas que le devolvieron su identidad.
Hall de planta baja, al que balconean los pisos superiores

Son muchos años de éxitos con aplausos que aclamaron a artistas famosos como Edith Piaf, a la formación del music hall galo Les Folies Bergère, al inigualable Louis Armstrong, a Ava Gardner, Los Abuelos de la Nada, folkloristas como Mercedes Sosa (con 13 recitales a sala llena en 1982), Ariel Ramírez y Jaime Torres... La lista, arbitraria, permite citar el musical Hello, Dolly!, a Lali Espósito y su explosivo show, al eximio Jairo, a La Sole o Abel Pintos (con 31 conciertos con entradas agotadas) y sucesos más recientes como El Principito con Juan Carlos Baglietto o el musical Rent. Es una enumeración interminable que acredita cabalmente el prestigio del Ópera.
De puertas adentro
La otra parte clave de cada teatro es su gente. LUGARES se informó con tres de los factótums del lugar, quienes desde hace muchos años sienten pasión por sus trabajos desde un segundo plano, humildes, sustentando toda la actividad artística. “Es una vida trabajando acá, viviendo todos los cambios y palpitando un sinnúmero de espectáculos y artistas y anécdotas, tantos que uno se acostumbra y todo te parece normal”, afirmó Héctor Fernández, con 30 años en el área de mantenimiento.
Marquesina con sponsor y una obra de gran éxito, Mamma Mia, en 2012.Teatro Ópera
Alejandro Stefanini, con 20 años desempeñándose como acomodador, expresó: “Es un privilegio y un orgullo estar en un teatro con tanta historia, donde hemos visto a gente que empieza o que representa nuevas tendencias y a los consagrados, como a Morrissey –mi preferido–, pero también otros músicos importantes nuestros como Divididos, Catupecu Machu, Babasónicos, Soledad... o grandes producciones como Drácula o El Fantasma de la Opera”.
Omar Ciprés, junto al legendario proyector de cine.
Por su parte, Omar Ciprés, con años de antigüedad, electricista e iluminador –y quien fue el operador cinematográfico– explicó con deleite cómo funcionaba el legendario proyector estadounidense de cine súper Simplex de 35 mm, que se usó en la sala cuando el cine era una actividad de todas las tardes. “Las exhibiciones concluyeron con la proyección (una reposición) del polémico film Ultimo tango en París, de Bertolucci, me acuerdo muy bien, fue en 1993″, afirmó.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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