¿Cuál es el verdadero Javier Milei?
Joaquín Morales Solá
La confusión se apoderó de la política. ¿Qué hacer con Javier Milei cuando es el presidente que más apostó por una economía normal en un país históricamente anormal? ¿Qué hacer cuando, al mismo tiempo, es el jefe del Estado que, junto con Cristina Kirchner, menos respetó las instituciones de la Constitución y más atacó la libertad de prensa, a los medios periodísticos y a los periodistas? Solo agravia a la prensa independiente; nunca habla de los medios con clara afinidad kirchnerista, como C5N o Radio 10, entre varios más. ¿Lo hace porque siente un rencor infinito contra el periodismo independiente, por inexplicables prejuicios o por una simple estrategia para desprestigiar a la prensa? La respuesta de fuentes oficiales es siempre la misma, y es peor: esa guerra no terminará nunca, anuncian, hasta que el periodismo deje de hacer periodismo. “El cambio real llegará cuando el periodismo cambie”, escucharon decir en diálogos cimeros. Los liberales, sobre todo, están desorientados. El Presidente liberal en el manejo de la economía deja de serlo cuando se enfrenta con las instituciones de la Constitución, como lo son el Poder Judicial, el Poder Legislativo y la propia prensa. Ni él ni sus funcionarios entendieron nunca que las formas y el contenido son igualmente importantes en un sistema democrático. Milei conoce de economía, pero sabe muy poco de política y de historia. Al revés de lo que él dijo, Raúl Alfonsín no pesificó la deuda de nadie durante su mandato ni fue un golpista. Más allá de sus manejos de la economía (muy bien contados por Juan Carlos Torre en Diario de una temporada en el quinto piso y por Pablo Gerchunoff en El hemisferio invertido), Alfonsín debió reconstruir un sistema democrático –y lo hizo no solo en el fondo, sino también en las formas– mientras heredaba de los militares un país en default con una deuda externa cercana a los 50.000 millones de dólares, sin posibilidad de pagarla por el escaso nivel de las exportaciones argentinas de entonces. Esa cantidad de dólares era muchísimo dinero en aquella época, sobre todo para un país aislado por una reciente guerra perdida en el confín del Atlántico Sur. El mérito histórico de Alfonsín fue haberles dado a los argentinos una noción de civilización política y de respeto a sus instituciones. Recibió, por eso, más de seis doctorados honoris causa en universidades de Estados Unidos y de Europa. Pero ¿quién le dijo a Milei que los radicales son mejores adversarios abroquelados contra él que fracturados como venían? En efecto, la alusión agraviante contra el expresidente radical unió en el acto lo que estaba dividido en el viejo partido que fundó Alem. Más grave aún: la revisión maniquea de la historia no puede ser una constante de la política, porque ese manoseo del pasado común fue perpetrado, con distintos sesgos ideológicos, tanto por la señora de Kirchner como por el actual presidente.
Los liberales y cualquier ser normal no saben qué hacer frente a un presidente tan aficionado a la paradoja
Milei tenía derecho a prescindir de los servicios de quien era su canciller, Diana Mondino, pero no tenía derecho a despedirla como a una secretaria indolente. Mondino cuenta con una enorme trayectoria profesional y académica que Milei debió respetar. El pretexto fue el voto argentino en la Asamblea de las Naciones Unidas a favor de una declaración contra el embargo norteamericano a Cuba. Solo dos países votaron contra esa declaración, Estados Unidos e Israel, pero la apoyaron desde la Hungría del ultraderechista Viktor Orbán hasta la Italia de Giorgia Meloni, pasando por el gobierno de Gran Bretaña, el aliado más coherente de los Estados Unidos en el mundo. Sucede que todos los países consideran que el pataleo cubano por el embargo es el mejor pretexto que tiene el régimen que incubó Fidel Castro para justificar el fracaso de su gestión económica. Javier Milei no ignoraba que la Argentina votaría de esa manera porque la Cancillería le hizo llegar en tiempo y forma todos los antecedentes y le adelantó el voto. Una aclaración importante: los embajadores no votan según sus ideas, sino según la indicación precisa que reciben de sus gobiernos. El voto del embajador Ricardo Lagorio, representante argentino saliente en las Naciones Unidas, está entonces fuera de la discusión. Lagorio fue injustamente criticado por el mileísmo en los últimos días. Es inadmisible, por eso, la auditoría ideológica que ordenó Milei entre los diplomáticos argentinos. Tales inquisiciones son más propias del soviético kirchnerismo que de gobernantes liberales. Las ideas diversas fueron siempre bienvenidas en la Cancillería, en tanto los diplomáticos respetaran las instrucciones que reciben del gobierno. El responsable de la política exterior es, en efecto, el presidente de la Nación.
De acuerdo con fuentes diplomáticas, la furia de Milei solo se podría explicar si recibió una mala información sobre los antecedentes que envió Mondino a la Casa de Gobierno. Nadie sabe quién le dijo qué a Milei sobre Mondino, porque la canciller no habló directamente con el Presidente sobre el voto argentino en las Naciones Unidas. Ningún canciller hace eso. ¿Jugueteó Karina Milei para estropear la carrera de Mondino? Dicen que no, que ambas intercambiaron mensajes telefónicos afectuosos en las últimas horas. ¿Intervino el poderosísimo asesor Santiago Caputo? Es probable, pero no seguro. Todos los gobiernos argentinos han votado a favor de esa clase de declaraciones esperando una ayuda de las Naciones Unidas para el reclamo argentino por las Malvinas. Todos han perdido el tiempo: el conflicto con Londres sobre esas islas cercanas al fin del mundo se resolverá con los británicos, no en asambleas de las Naciones Unidas. O no se resolverá nunca. La Cancillería de Mondino preparaba un durísimo informe sobre los derechos humanos en Cuba, asunto que examinarán las Naciones Unidas en los próximos días. Sea como fuere, lo cierto es que Milei decidió prescindir de Mondino de mala manera justo cuando la canciller terminaba de enhebrar un acuerdo de libre comercio del Mercosur con países nórdicos y se predisponía a firmar el 6 de diciembre próximo otro tratado igual con los Emiratos Árabes. El respeto a las personas es también un atributo de los auténticos liberales.
Ya fue una falta de respeto a la Corte Suprema que se nominara al juez federal Ariel Lijo para que la integrara, sobre todo porque Milei había recibido mensajes de los jueces supremos sobre quiénes la deberían integrar. Esos mensajes no fueron iniciativa de los jueces, sino respuestas a preguntas precisas del Gobierno. Ningún juez de la Corte nombró nunca a Lijo, pero resultaba obvio que un candidato así no es lo que esperaban en la cresta del Poder Judicial. Según información judicial y política, la postulación de Lijo está naufragando en un mar de negociaciones estériles entre representantes de Milei y de Cristina Kirchner. Los votos que esta controla son imprescindibles para alcanzar los dos tercios del Senado, la mayoría especial que necesita el acuerdo senatorial para un eventual juez de la Corte. El peronismo cuenta con 33 senadores y se necesitan solo 25 para trabar los dos tercios. Todo dicho. Incluso, la lista de 149 jueces que el Gobierno enviará al Senado en los próximos días (los nombres de los propuestos no se conocen) no fue negociada con el peronismo ni con el radicalismo. A matar o morir, como suele decir Milei, en un giro dialéctico que también lo asocia a Cristina Kirchner. Ella mandaba proyectos al Congreso con la instrucción de que no se cambiara ni una coma. A matar o morir, instruía a sus legisladores. Los demócratas no resuelven sus discordias contando los muertos.
Milei desfila entre ovaciones recurrentes de los empresarios. El blanqueo está fortaleciendo las reservas de dólares del Banco Central. Los hombres de negocios destacan también, y sobre todo, que el Gobierno alcanzó rápidamente el equilibrio fiscal y el ordenamiento monetario, y que logró bajar la inflación. Los argentinos tienen que recurrir al diccionario cuando se les habla de equilibrio fiscal, simplemente porque nunca antes habían escuchado hablar de eso, salvo entre los teóricos de la economía. Milei es el primer presidente de la nueva democracia argentina que sabe de economía; los otros mandatarios tenían buenas o malas nociones, pero ninguno fue un especialista en la materia. El fuerte ajuste de Milei provocó una profunda recesión, pero la Bolsa de Comercio de Rosario aseguró en los últimos días que la recesión terminó en marzo pasado. Esa misma certeza es la que expone el economista Fausto Spotorno, quien junto a su socio Orlando Ferreres suele medir con precisión la actividad de la economía. Es cierto que el consumo, el comercio, los supermercados y las pymes siguen con la actividad estancada. No pasa lo mismo con el sector agropecuario (que está molesto por la baja de los precios internacionales y la indiferencia del oficialismo) y con la energía, que se reactivaron desde marzo pasado. La restitución del crédito es una novedad en una economía que vivió gran parte de los últimos años sin crédito. El crédito motorizó, a su vez, las ventas de autos, de motos y de inmuebles. Falta todavía una readaptación del sistema financiero a la nueva realidad, y falta, fundamentalmente, una decisión sobre el cepo al dólar. Hay dos corrientes de economistas: una sostiene que las condiciones para salir del cepo están cerca y la otra propone un mayor fortalecimiento de la economía para abandonar las restricciones en el mercado cambiario. Milei había prometido que saldría del cepo a fines de este año, pero ahora los que conocen los secretos del mileísmo suponen que el cepo se quedará hasta después de las elecciones legislativas del año próximo. No hay caso: es unánime en la política argentina el terror a una corrida cambiaria.
Los liberales y cualquier ser normal no saben qué hacer frente a un presidente tan aficionado a la paradoja. Liberalismo en lo económico y autoritarismo en las cuestiones políticas e institucionales, incluido el maltrato a las personas. ¿Cuál es el verdadero Milei? La incertidumbre es una de las pocas certezas.
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En busca de una nueva hegemonía libertaria
Milei analiza la posibilidad de nombrar a los jueces de la Corte por decreto si no hay acuerdo antes de fin de año; la idea de una reforma constitucional y la lógica detrás de la disputa contra los medios
Jorge Liotti
Javier Milei, al participar en la CPAC en EE.UU., donde se dio un efusivo abrazo con Trump entre bastidores
En la cúspide del poder de la Casa Rosada se percibe que el clima cambió. Se respira un aire de sosiego mezclado con cierto aroma a triunfalismo. Todavía recuerdan cuando meses atrás estaban con la vista inquieta sobre los mercados y la reacción social al ajuste. Hoy exhiben casi en tono de revancha los datos financieros en alza, la acumulación de reservas y el éxito del blanqueo para pronosticar que en los próximos tres meses la economía crecerá con fuerza. “Javier cambió mucho últimamente. Está envalentonado, agrandado. Te ametralla con los indicadores y te mete miedo. Percibo que en su entorno le tienen pánico”, describió un legislador amigo que habla regularmente con Milei.
Los empresarios que acceden al ministro Luis Caputo pintan un retrato similar. “Acá vino muy confiado a sentarse con el Fondo y dejó en claro que por ahora no piensa ceder en su estrategia”, sintetizó un operador de Wall Street que lo trató la semana en su viaje a EE.UU.
El Gobierno vive un momento de prematura euforia, como si las lecciones del pasado no aplicaran simplemente “porque esta vez es distinto”. Incluso coquetean con naturalidad con lo que van a hacer en “los próximos siete años de gestión”, dando por asumida la reelección presidencial.
Esta efervescencia embriagadora que vive el Gobierno libera el camino para los sueños más profundos de Milei, esos que apuntan a una transformación refundacional de la Argentina; aquel discurso que resonaba como fantasía en la campaña pero que el Gobierno se lo toma muy en serio. “Queremos construir una nueva hegemonía libertaria y una superestructura que la sustente. Suena un poco gramsciano (por el teórico marxista Antonio Gramsci), pero es así”, sintetiza una figura muy cercana al Presidente, como si se tratara de una consigna aprendida de memoria.
La foto de Santiago Caputo con Agustín Romo, Nahuel Sotelo, y militantes universitarios.
Esa nueva hegemonía imaginada tiene un plano económico (el dogma del déficit cero y la liberalización de los mercados); uno político (la destrucción de la vieja “casta” y la reconfiguración del tablero a partir de la polarización entre las fuerzas libertarias del bien y las socialistas del mal) y otro cultural (la batalla por la imposición de las ideas en materia de género, salud, medio ambiente, derechos humanos, aborto). El Gobierno entiende que en los dos primeros ya hay progresos tangibles, y que en consecuencia es momento de avanzar hacia el último.
La batalla que la Casa Rosada se propone profundizar para intentar reconfigurar parte de la idiosincrasia nacional tiene aristas judiciales, culturales, institucionales y comunicacionales. Y el corolario, bien a futuro, sería poder transformar lo que definen como la “aberrante” Constitución Nacional de 1994, que según sus términos “sólo sirvió para desvirtuar la original y crear kioscos y cargos para la política”. Un agrio homenaje a los constituyentes por los 30 años de la reforma, que al igual que las críticas a Raúl Alfonsín demuestran la irreverencia para interpelar los principios que se creían intocables. Milei, que no siente ninguna deuda con el pasado, está dispuesto a sacudir las bases más sensibles del sistema institucional para remodelarlo por completo. Va por todo, y no lo disimula.
Por esa razón, al principio de su gestión le dio un mandato terminante a Santiago Caputo, el arquitecto de su proyecto reformista: “Garantizar la sostenibilidad del proyecto en el mediano y largo plazo”. “El proyecto sólo es sustentable si está basado en principios claros. Y para eso es necesario tallarlo en piedra. Si tenemos los consensos suficientes en la política menor, vamos a querer dar la discusión constitucional”, avalan en el entorno presidencial. No importa que hoy les cueste aprobar una simple ley.
Argentina's President Javier Milei (R) waves next to El Salvador's President Nayib Bukele on the balcony of the Casa Rosada presidential palace in Buenos Aires on September 30, 2024. Bukele is on an official visit to Argentina.
El politólogo Natalio Botana establece una diferencia entre la “legitimidad de origen” de los gobiernos democráticos, donde la Argentina ha dado un salto cualitativo desde 1983, y la “legitimidad de resultados”, donde el país aparece rezagado desde hace años ante la imposibilidad de satisfacer las principales demandas sociales. En El Salvador, donde en una administración de fuerte impronta autoritaria Nayib Bukele mantiene el 80% de aprobación popular, la percepción social es, paradójicamente, que la democracia se ha fortalecido. Según el Latinobarómetro, el 64% de los salvadoreños dice estar “satisfecho” con el funcionamiento de la democracia, frente a un promedio regional del 28%. Es decir, los logros de su política de seguridad le permitieron mejorar la percepción institucional, a pesar de establecer un régimen de restricciones antidemocráticas. Los resultados se impusieron a la legitimidad.
En ese espejo se mira Milei. Percibe que la sociedad argentina transita todavía un estado de conmoción y que en la desesperación por dejar atrás un pasado de estancamiento y frustración está dispuesta a dejar hacer. Si así fuera, se desvanecería la creencia arraigada de que la Argentina tiene los anticuerpos institucionales y sociales para limitar los excesos, de que la Justicia, los medios y la clase media ilustrada pueden actuar como contención ante las ambiciones hegemónicas. Si así fuera, la mutación de la Argentina sería mucho más profunda que lo que se percibe. Para los que ven al Presidente con simpatía, se trataría de la definitiva liberación de las ataduras de la casta, de los privilegiados, de los poderes corporativos.
Que no se corte
Una expresión nítida se da en el terreno judicial, donde la Casa Rosada está dispuesta a avanzar, pese a las dificultades que enfrenta. La negociación con el kirchnerismo por los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla quedó abortada ante la falta de señales de Cristina Kirchner. La estrategia mutó entonces a tratar de conseguir votos en conversaciones individuales por los laterales, incluso con miembros del bloque peronista de senadores no tan leales a la nueva jefa partidaria. En todos los diálogos aparece la demanda por la ampliación de la Corte, un debate que el Gobierno acepta dar, una vez que se aprueben los pliegos.
En el oficialismo aseguran que ya están bordeando el número necesario para el dictamen y la aprobación en el recinto. Así lo refleja un pizarrón con las caras de todos los senadores y su postura frente al pliego de García-Mansilla (el más difícil de apalancar) que Santiago Caputo exhibe ante quienes lo visitan en su despacho.
El candidato a la Suprema Corte, Manuel García Mansilla, responde preguntas a legisladores en el Senado de la Nación.
Y si las cuentas vuelven a fallar, en el Gobierno tienen prevista otra jugada: nombrar a los jueces por decreto en comisión. “El diseño de la Corte no está preparado para funcionar con sólo tres jueces (en diciembre se jubila Juan Carlos Maqueda). Si se llega a fin de año sin acuerdos, y el Senado está en receso, vamos a evaluar todas las opciones. Podemos nombrar en comisión a Lijo y García-Mansilla, dado que sus pliegos están desde abril, y después que los senadores se pronuncien”, explican.
Un espíritu similar anida detrás de la decisión de avanzar con los pliegos de 150 jueces en forma unilateral. Se suponía que era parte de las tratativas con los gobernadores para destrabar los nombramientos de la Corte, pero ante la falta de avances, se resolvió empezar con la primera tanda esta semana. El viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, guarda esa lista en reserva, que tiene alterado a todo el ecosistema de los tribunales. Es una demostración de que no están dispuestos a permitir que la política les trabe su espíritu reformista.
Esta avanzada judicial también tiene un correlato en el plano comunicacional, a partir del anuncio de una batería de medidas vinculadas con la prensa. Más allá de la cuestión fiscal de imponer el IVA a los medios gráficos y digitales, Milei apunta a un reformateo del sistema basado en la desintermediación que proponen las redes sociales. En definitiva, en la licuación de la función periodística de interceder entre la realidad y las audiencias. En este marco hay que encuadrar la escalada de agresiones verbales que profundizó en las últimas semanas contra medios y periodistas.
El vocero de la presidencia, Manuel Adorni, en LN+
En el Gobierno hablan de “una industria de las telecomunicaciones monopólicas y estado-dependiente” (anticipan que los 150 Mhz que se pondrán a disposición en la licitación de 5G serán sólo para nuevos operadores, no para que amplíen su margen los actores actuales) y de “una influencia encubierta de la política en los medios”.
Desde esta cosmovisión, “hay una industria contaminada por la política, que en muchos casos no tiene audiencia y sólo existe como herramienta de presión”. No hay observaciones en cuanto al derecho a la libertad de expresión o al profesionalismo de un periodismo independiente, como fundamentos del sistema republicano. Se trata básicamente de una pulseada por poder, como con la Justicia. Los medios desafían el proyecto de hegemonía, y desde esa perspectiva, también deben ser sujetos de una reformulación.
La “batalla cultural” se complementa con la proliferación de agrupaciones de matriz libertaria, que buscan la diseminación de las ideas de Milei en los sectores más jóvenes. El hoy secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo, había creado “La Julio Argentino”, para reivindicar a Roca. Esta semana alumbró “La Carlos Menem”, por impulso del operador bonaerense Sebastián Pareja, que se sumó al ya existente Movimiento Estudiantil del Nuevo Encuentro Mayoritario (M.E.N.E.M) que fundaron los veinteañeros Matías Pascual y Santiago Ravera, en otra demostración de que el atractivo por las utopías retrospectivas no es patrimonio exclusivo del kirchnerismo. La apuesta será reforzada la próxima semana con la presentación de la Fundación Faro, que será presidida por el politólogo Agustín Laje y por Alberto Benegas Lynch (h), y entre cuyos objetivos declarados se encuentra la promoción de la “batalla cultural”.
Enzo Di Fabio, el secretario general de La Carlos Menem, en su discurso inaugural
Este ecosistema organizacional libertario se encuentra apalancado esencialmente en una intensa actividad en las redes y las plataformas digitales, que es el campo de disputa principal en el objetivo de liderar la agenda pública y difundir las ideas de LLA. De hecho es muy probable que el año próximo haya muchos militantes virtuales que pasen a la arena política real como candidatos. Así como en algún momento las listas se poblaron con figuras de la televisión y la farándula, ahora sería el momento de la primera oleada de influencers y streamers. Aunque hay una diferencia: estos están ideológicamente mucho más comprometidos que aquellos.
El dilema de Mondino
La salida tormentosa de Diana Mondino y el impacto de las próximas elecciones en Estados Unidos también pueden ser interpretadas como parte del debate ideológico que propone Milei. El voto en contra del bloqueo norteamericano a Cuba fue una nueva demostración de las desconexiones que muchas veces caracterizan a la gestión libertaria. Mondino tiene razón cuando dice que los emisarios del Presidente sabían cómo se votaría, al punto de que el vicecanciller Eduardo Bustamante, puesto por la Casa Rosada, circuló un paper con algunas sugerencias para la argumentación. Juan Carreira, director de Comunicación Digital, llegó a compartir un mensaje interno que decía: “Argentina NO quiere quedar expuesta internacionalmente como que avala bloqueos comerciales cuando proponemos el libre comercio”. El propio Partido Libertario de los Estados Unidos se expresa desde hace más de una década en contra del bloqueo.
Werthein y Mondino
Así partió la instrucción al embajador ante la ONU, Ricardo Lagorio, desde la Dirección de Organismos, para que votara como lo hizo. El gran problema fue que Milei no estaba al tanto, se enteró por los medios y reaccionó de la peor manera. ¿Fue una trampa de la línea diplomática a Mondino, o un intento por esmerilar a Karina Milei y a Santiago Caputo? ¿O un malentendido producto de los cortocircuitos internos? “En el tema Cuba no podíamos votar en contra de Estados Unidos, eso la gente de Diana lo sabía”, se escudan en la Casa Rosada, donde mandaron a rastrear el recorrido de la decisión.
Lo cierto es que el episodio desnudó un dilema troncal que Carreira expuso: ¿debe el Gobierno seguir los principios de la libertad, y en consecuencia manifestarse en contra de cualquier restricción comercial, o debe prevalecer el alineamiento con Estados Unidos en toda circunstancia? Este interrogante es clave para evitar lecturas demasiado lineales respecto de las implicancias de las elecciones de pasado mañana.
Donald Trump y Javier Milei
Está claro que en la Casa Rosada prefieren un triunfo de Donald Trump, no sólo por afinidad ideológica, sino porque se imaginan que potenciaría el mensaje de Milei a nivel global y su sueño de construir una liga de líderes “antisistema”. También porque piensan que el jefe republicano podría involucrarse más para que el FMI no sólo habilite fondos sino para que flexibilice sus requerimientos de lo que se podrá hacer con ese dinero (en sordinas se quejan de que la administración Biden hizo pocos esfuerzos por interceder en el Fondo a su favor).
Sin embargo, Trump también prometió apelar a un mayor proteccionismo comercial, un principio que se contrapone con el aperturismo de Milei, y sugirió que la guerra de Ucrania se debería clausurar con un acuerdo que incluya concesiones territoriales a Rusia, una lógica que colisiona con el apoyo del Gobierno a Volodimir Zelensky.
La candidata presidencial demócrata, la vicepresidenta Kamala Harris, habla durante un mitin de campaña el viernes 1 de noviembre de 2024, en Milwaukee, Wisconsin.
Claro que estos dilemas quedan reducidos cuando lo contrastan con los efectos que tendría un triunfo de Kamala Harris, a quien identifican con un temario opuesto a su ideología en materia económica (más gasto, más inflación) pero también de valores, con un impulso a la Agenda 2030 de la que la Argentina se apartó por sus diferencias en materia de género, salud y medio ambiente. Tampoco contribuye su mensaje a favor del multilateralismo y el institucionalismo global, aborrecidos por la narrativa libertaria.
Una persona que mantiene una relación muy cercana con el Presidente y que compartió con él todo su ascenso al poder hizo una reflexión hacia el final de la semana que describe el presente de Milei: “Siento que a medida que las cosas le van saliendo, el Gobierno se va radicalizando, se encierra cada vez más en los puros y le cuesta ampliar la mirada”. Es el daño colateral que tienen los proyectos políticos cuando sienten que superaron la fase de iniciación y pueden mirar el horizonte con algún margen. En ocasiones alcanzan a ver la imagen de un futuro virtuoso; pero también puede tratarse de una trampa.
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