La refundación del pacto democrático
Javier Milei asume con la consigna de desafiar los fundamentos del sistema político; los problemas que emergieron en el Congreso y la configuración híbrida de su equipo
Jorge LiottiJavier Milei, en el recinto del congreso al que volverá hoy
“Función de Gala en el Teatrocolón.obra:madama Butterfly”. Así cerraba el programa oficial de la asunción de Javier Milei como presidente que difundió su equipo. Parecía una sutil reivindicación personal después del desagradable momento que había pasado hace 20 días, cuando fue a ver esa ópera y hubo algunos abucheos. Sin embargo, esta noche lo que se escuchará en el imponente coliseo serán algunas piezas sueltas, oberturas, arias y coros, más algún tango.
“No sé de dónde salió lo de Madama Butterfly, era materialmente imposible ejecutarla porque fue alquilada a San Pablo”, explicó uno de los hombres que estuvo en la coordinación. La idea había salido del deseo de Milei de volver a ver esa obra icónica. Pero la realidad impuso sus límites. Una historia mínima cargada de simbolismo para la etapa que se inicia hoy.
Milei planea darle a su asunción un carácter refundacional, en un homenaje involuntario a su aborrecido Raúl Alfonsín, quien hace exactamente 40 años inició una etapa histórica del país. Si hace cuatro décadas el gobierno radical tenía como principal misión dejar atrás la oscuridad de la dictadura y consolidar la transición democrática, el nuevo presidente entiende su mandato en términos económicos, el principal fracaso de la institucionalidad obtenida desde entonces. Si en 1983 el objetivo era la reconstrucción constitucional del sistema, sus leyes, sus normas; ahora la mirada está puesta en el desafío a esa arquitectura política y en la apelación al acompañamiento popular como fuente de movilización y cambio. Un debate filosófico sobre modelos de representación democrática que la larga crisis del país incubó. En los términos de Milei, “un nuevo contrato social” que pase de un modelo “colectivista” a otro “liberal”.
Así se entiende la decisión de Milei de no hablar hoy ante la Asamblea Legislativa y solo hacerlo en las escalinatas de afuera, de cara a la gente. Allí hará una cruda descripción de la situación económica, reversionará el clásico pedido de “sangre, sudor y lágrimas” de Winston Churchill y buscará insuflar esperanza (las medidas concretas se demorarían al menos un par de días). Es un formato tomado de la tradición norteamericana, pero en la Argentina los historiadores no recuerdan un hecho similar. Apenas Hipólito Yrigoyen se acercó a eso cuando evitó dirigir un discurso a la Asamblea, pero dejó un mensaje por escrito. La señal es inequívoca: a la casta no me dirijo; mi mandato es del pueblo. Sería un mero gesto de populismo si no permitiera una lectura más inquietante que refleja una idea instrumental del Congreso. En definitiva, la legitimidad del voto de Milei es la misma que la que tienen los legisladores.
Allí anida una colisión de tremenda importancia para la etapa que comienza y que reside en la naturaleza del poder. Milei entiende que cuenta con un mandato de cambio radical y está dispuesto a exponer esa fortaleza en las calles. Por eso se encargó de convocar a un banderazo frente al Congreso. Así busca marcarle la cancha a los legisladores. Un término que se escucha recurrentemente entre los libertarios es la de “cambio cultural”. Un lejano aroma a los arándanos del macrismo original.
Pero en el Congreso Milei está en minoría objetiva y allí cada legislador vale uno. La matemática política puede ser ingrata si se dispone a obstaculizar la épica popular. Y si bien en la mayoría de los bloques parlamentarios hay una asunción implícita de que no pueden complicar los primeros pasos del gobierno, también es cierto que van a medir la potencia y la habilidad del nuevo oficialismo para sobrellevar las medidas. El peronismo espera agazapado. Madama Butterfly sobrevuela.
Esta semana hubo dos episodios nítidos de lo tortuoso que será el camino. En la Cámara de Diputados una sesión preparatoria, que en general tiene un carácter protocolar, se transformó en un laberinto legislativo que actúa como un espejo inquietante para lo que viene. Martín Menem, flamante presidente del cuerpo, en su inexperiencia quedó enredado por la casta avispada que representan el peronista Germán Martínez y el macrista Cristian Ritondo. Antes de la sesión se reunieron los tres y lo comprometieron a que la distribución de las comisiones se haría en forma proporcional entre los bloques con más integrantes, es decir, los suyos: Unión por la Patria con 105 y Pro con 40.
En plena sesión el entuerto quedó expuesto cuando Juan Manuel López, de la Coalición Cívica (CC), pidió que la proporcionalidad sea tenida en cuenta para bloques, interbloques o “bloques que trabajan juntos”. La CC, junto con la UCR y el flamante Cambia Federal de Miguel Pichetto y Emilio Monzó podían sumar unos 50 y quedarse con más lugares. Estaba claro que a los libertarios, que solo tienen 38 diputados propios, le convenía darles más lugares a este sector y al Pro, y no al peronismo, pero la impericia jugó al revés y así se definió una pulseada importante.
Fue preocupante ver la ausencia de voces de La Libertad Avanza en ese momento del debate. Como si el oficialismo no existiera. Los legisladores más novatos que al ingresar al recinto se pasaron largos minutos haciéndose selfies con sus familias, enmudecieron. La sesión la arrastraron los de siempre.
La fragmentación en Diputados es total. Solo el viejo Juntos por el Cambio está dividido de hecho en 7 fracciones. En el Pro hay tres líneas: la bullrichista, con figuras como Hernán Lombardi o Silvana Giudici, que estará en plena sintonía con el gobierno; la macrista, referenciada en Ritondo, que acompañará pero no automáticamente; y la larretista -que en la semana amagó con escindirsecon figuras como María Eugenia Vidal o Diego Santilli, que estará más distantes. En la UCR quedaron dos posturas, la que promovió a Rodrigo de Loredo como jefe de bloque, inspirado en los gobernadores y en Evolución; y la que impulsaba a Facundo Manes, con Gerardo Morales como cabeza visible. Después está la Coalición Cívica y la fisura de Cambia Federal. Unión por la Patria todavía mantiene una unidad ficticia para negociar las comisiones, pero ya hay un grupo de legisladores que responden al gobernador salteño Gustavo Sáenz que está a punto de coaligarse con sus pares de fuerzas provinciales de Neuquén, Río Negro y Misiones.
Este panorama complejiza las negociaciones porque la construcción de mayorías se ramifica, pero Guillermo Francos entiende que allí reside también una oportunidad. “La llave van a ser los gobernadores porque ellos son los que tienen necesidades concretas, y allí vemos disposición a dialogar”, confían cerca del ministro del Interior. Relativizan un dato clave: esta vez no habrá demasiados fondos para conquistar el corazón materialista de esos señores (pese a la impronta de la época en favor de la igualdad de género, después de muchos años no habrá ninguna mujer al frente de una provincia).
La otra fotografía inquietante la devolvió el Senado. Cristina Kirchner impidió que en la sesión preparatoria del jueves se designaran también a las autoridades del cuerpo. Pero no se trató solo de su irrefrenable vocación por hacerse notar en los traspasos del poder. También hubo un pacto reservado detrás. Ella había dicho que los cargos institucionales debían quedar en manos del nuevo oficialismo, pero José Mayans, jefe del bloque en la cámara, buscaba forzar un debate para imponer la mayoría peronista. Pareció olvidar las lecciones de 2001 y la entronización de Ramón Puerta.
Como compensación, Mayans quedó habilitado para negociar con Guillermo Montenegro, diputado e influyente mano derecha de Victoria Villarruel, el recambio de la presidencia provisional. Mayans quería revertir la decisión de que fuera Francisco Paoltroni el segundo de la cámara. Tiene un motivo claro: Paoltroni es formoseño como él, y no ocultó su intención de aprovechar su futuro rol para erosionar la hegemonía de Gildo Insfrán.
El mismo jueves Paoltroni recibió dos llamadas ingratas: una de Villarruel, y la otra de Milei. Ambos le dijeron que no ocuparía el cargo que se había informado en modo oficial y que ese lugar iría para el puntano Bartolomé Abdala. Como en Diputados, otra vez los libertarios aparecían retrocediendo para acordar con el peronismo en un intento por comprar gobernabilidad. Villarruel bajó la orden de aislar a Paoltroni, y el viernes a la noche Montenegro organizó una cena a la que invitaron a los otros seis senadores de LLA, pero no al formoseño, quien encerrado salió ayer a advertir: “Si a mí me bajan, será un síntoma de debilidad política, producto de una operación entre Guillermo Montenegro y José Mayans”.
Los movimientos de Villarruel habían traído ya algún ruido con su propio grupo de legisladores, porque se había reunido con todos los otros bloques del Senado sin hacerlos partícipes. La vicepresidenta explora una línea de acción propia y ha transmitido su intención de tener una relación directa con los gobernadores. Parece incubar un proyecto que tomó un cariz más personal en los últimos tiempos, paralelo al de Milei.
Tien algunos motivos. Ella también quedó marginada con la doble designación de Patricia Bullrich y Luis Petri en Seguridad y en Defensa. Eran las áreas que estarían bajo su esfera de influencia. Pero además, surgieron evidencias de incompatibilidad con Karina Milei, una figura destinada a generar más conflictos con los futuros ministros porque todos tienen que pasar por su filtro para acceder al líder. La influencia de la hermana poderosa también provocó otro exilio inesperado, el de Ramiro Marra, el referente original más emblemático del espacio después de Milei. Si se suma la amargura de Carolina Píparo y el apartamiento de Carlos Kikuchi queda claro que del núcleo libertario original casi no queda nada. “El efecto interno ha sido muy fuerte porque ahora nadie confía del todo en Javier, si es capaz de desprenderse tan rápidamente de sus leales”, reflexionó un testigo cercano de estos movimientos. Un homenaje involuntario a Alberto Fernández, que supo rifar todas sus amistades en el altar de las presiones políticas. Un Alberto Fernández a quien probablemente la historia absorberá.
Así como el Congreso quedó transformado en un incierto archipiélago de islas autónomas, el Gobierno quedó integrado de un modo innovador. Hay heterogeneidad, pero sin acuerdos políticos. El retroceso de los libertarios puros fue compensado con una dosis de Pro, pero sin pactar con Mauricio Macri; con unas grageas de peronismo cordobés, pero sin hablar con Juan Schiaretti; y con unas gotas de massismo, conversadas con el saliente ministro en la reunión secreta del domingo pasado. Federico Sturzenegger, cada vez más involucrado, estaría a cargo de una agencia de desregulación, que tendría un trabajo puntual durante un tiempo hasta cumplir su objetivo. Guillermo Nielsen, que llegó el martes de Arabia Saudita y el miércoles se reunió con Milei en una larga charla a solas, colaborará pero sin un cargo fijo. Es una especie de “We Are the World” político, que refrenda la idea de Milei de que “hay que mirar hacia adelante y contar con los mejores”. Después poner esa maquinaria en funcionamiento será otra historia. Lo más probable es que los primeros meses se consuman entre idas y venidas de ese mecanismo que nunca trabajó en conjunto. La mano del líder será vital para organizar ese andamiaje. Milei es tan obsesivo del orden, que una de las cosas que más puede alterar su humor en forma violenta es ver un plato de papas fritas, directamente lo desencaja; el desorden simbolizado en un alimento. Lo deberían tener en cuenta los mozos de Casa Rosada.
En el equipo libertario hay una naturalización de la idea de que los primeros meses van a ser muy complicados. Los más cercanos están convencidos de que la gente asimiló la idea de un ajuste porque es inevitable. Macri pensó lo mismo en 2015. Los más políticos admiten que habrá “un principio de gestión anárquico”. Los más lastimados directamente hablan de una “crisis muy fuerte”. objetivamente, el escenario no da argumentos para el optimismo. Pero esa sería una mirada clásica, basada en la relación de fuerzas tradicionales y en las dinámicas que ya han fracasado.
Sin embargo, Milei representa un fenómeno diferente, dispuesto a desafiar los parámetros convencionales, a romper el tablero político para reconfigurarlo y desactivar las dinámicas económicas para reformarlas por completo. Y así como ganó la elección después de romper los manuales de la política, ahora promete transformar la Argentina desde una lógica completamente distinta a la utilizada hasta ahora. Milei es un objeto político no identificado. Puede descender hasta el caos o convertirse en la clave histórica que revierta décadas de estancamiento económico. Esa es la encrucijada que empezará a develarse a partir de hoy.
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Claves de “la bomba” económica que espera al nuevo gobierno
La administración de Alberto Fernández llega a su fin con un Banco Central sin divisas, una escalada de precios acelerada y un gasto del Estado abultado y sin financiamiento; los riesgos de corto plazo
Sofía DiamanteEn las últimas semanas la suba de precios se espiralizó
El gobierno saliente de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa se suponía que iba a “volver a poner de pie a la Argentina”. Prometía recomponer el salario real, reactivar la economía, solucionar el problema de la deuda y bajar la inflación.
Cuatro años después, el producto bruto interno (PBI) está en los mismos niveles de 2012, la inflación es cercana al 150% interanual, la Argentina sigue sin acceder a los mercados internacionales de deuda y el poder adquisitivo cayó entre 13% y 34%, según si es un salario promedio de un empleo registrado o una jubilación media.
El país también sumó dos problemas macroeconómicos que no tenía a fines de 2019. El Banco Central (BCRA) pasó de tener US$12.000 millones de reservas netas positivas a US$11.000 millones negativas y una deuda comercial de los importadores que creció en US$20.000 millones en apenas dos años.
La segunda complicación es que el Estado pasó de tener un resultado fiscal casi en equilibrio, en 0,4% del PBI, a un déficit primario de casi 3% del PBI que no tiene forma de financiar, salvo con emisión monetaria. Fernández repitió en las últimas entrevistas, e incluso en su último mensaje televisivo difundido el viernes, que su gobierno sufrió la pandemia, una guerra (la invasión de Rusia a Ucrania) y la peor sequía de los últimos 100 años.
Excepto el conflicto bélico, que benefició al país porque los precios de los productos y servicios que exporta la Argentina subieron más que los precios de los que importa, la pandemia y la sequía tuvieron un gran impacto en las cuentas fiscales y externas del país.
Sin embargo, los sucesivos equipos económicos liderados por Martín Guzmán, Silvina Batakis y Massa no pudieron amortiguar los shocks y la mala praxis amplificó los efectos iniciales.
Por ejemplo, si bien la pandemia requirió un mayor déficit del Estado por la ampliación de los planes de ayuda y la contracción de los ingresos, la Argentina nunca volvió al nivel de gasto que tenía previamente a la crisis del Covid, como sí hizo el resto de los países de la región. Con respecto a la sequía, el gobierno saliente se resistió a acomodar el tipo de cambio a su valor real debido a los menor cantidad de dólares disponibles. De hecho, durante los cuatro años de gestión, mientras que el tipo de cambio oficial subió alrededor de 500%, la inflación acumulada fue superior a 800%. El retraso del valor del dólar explica por qué hay escasez de reservas en el Banco Central.
“En los últimos cuatro años pasó de todo y el plan económico se dedicó a aguantar, pero no alcanzó. La herencia más pesada es fiscal, ya que se deben ajustar las cuentas porque el Tesoro no tiene quien lo financie. El Banco Central (BCRA) se quedó sin dólares y tiene que ajustar varios precios relativos (tipo de cambio, tarifas) en un clima social difícil, con la pobreza en 43%. Y esta economía la hereda un presidente ‘nuevo’, que no es del Partido Justicialista, que deberá buscar consensos y gobernabilidad para hacer los cambios. Milei hereda una economía sumamente vulnerable, pero que tiene solución, como todo”, opinó el economista Fernando Marull en su último informe.
El analista financiero Juan José Battaglia, economista jefe de Cucchiara y Cía, también hizo un detallado resumen de la “mortal herencia” que recibirá el presidente electo, Javier Milei. “Asume con la economía en terapia intensiva. Ya no es la pesada, sino la mortal herencia. Sería un error político excusarse cuatro años de mandato en la herencia. Sin embargo, también sería un gran error no explicar en detalle el punto de partida”, dijo en la red social X.
El economista se refirió al Banco Central “quebrado”, con las reservas negativas en US$11.000 millones, “un nivel sin precedentes”, y agregó que esta situación “pone al país al borde del abismo desde diferentes ópticas: te acerca a la hiperinflación, al default externo y te obliga a poner un tipo de cambio muy alto para componer reservas”. Además, señaló que, “para peor, la necesidad de recomponer las reservas complica la desinflación y estabilización”, porque “comprar divisas implica emitir más pesos, por ende, debemos tener más paciencia para bajar la inflación”.
Luego se refirió al déficit fiscal primario de 3% del PBI sin acceso al financiamiento. “Bajar tres puntos implica bajar el gasto corriente en 15%, tarea titánica, sobre todo cuando vemos los ítems donde hay que atacar. No hay margen para tocar jubilaciones y asignación universal por hijo (AUH), porque ya se comieron un brutal ajuste. Los candidatos son subsidios, transferencias a provincias, empresas públicas y otros programas sociales, como Alimentar y Argentina Trabaja. Esto tiene un ineludible costo político y social”, explicó.
Entre otras herencias que deja el gobierno saliente está el atraso del tipo de cambio real multilateral, muy cerca del nivel que había dejo Cristina Kirchner a Mauricio Macri en 2015. “La brutal inercia inflacionaria complica todo el panorama cambiario y monetario. Corregir el tipo de cambio real desde esta nominalidad [inflación] pone el escenario de híper muy cerca y hace extremadamente compleja la tan deseable unificación [cambiaria]”, dijo Battaglia.
Otro combustible para la inflación será la corrección de la distorsión de precios relativos, con valores que en los últimos años aumentaron a distintas velocidades. Por ejemplo, según la consultora 1816, mientras que el rubro “prendas
Cuatro años después el PBI está en los mismos niveles que en 2012
El poder adquisitivo cayó entre 13% y 34%, según si es un salario o una jubilación
de vestir y calzado” tuvo subas de precios de 1115%, entre diciembre de 2019 y octubre pasado, las tarifas de agua, gas y electricidad aumentaron la mitad en el mismo período: en promedio, 456%.
Estas distorsiones son palpables cuando se observa que un café en la ciudad de Buenos Aires pueda llegar a costar $2000, mientras que el boleto de colectivo no supera los $75. “Para ‘estabilizar’, primero hay que ‘acomodar’. Hay que ‘acomodar’ con un nivel de pobreza altísimo. Quizás el peor punto de la herencia. El ajuste es inevitable y la pobreza subirá antes de bajar. Es tan complejo como doloroso el plan macro necesario para estabilizar. Pobreza e inercia hacen muy compleja la unificación cambiaria. Con brecha cambiaria se dificulta acumular reservas. Sin acumular reservas es casi imposible estabilizar. Por ello la herencia es muchísimo más que pesada”, dijo Battaglia.
En cuanto a la deuda, la Argentina no tiene significativas obligaciones de pago en 2024 con acreedores privados (alrededor de US$4000 millones), pero en 2025 necesitará salir a los mercados internacionales para refinanciar los vencimientos. Para ello, necesitará haber dado una señal de estabilización y corrección de las distorsiones macroeconómicas acumuladas durante los últimos años
El gobierno saliente de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa se suponía que iba a “volver a poner de pie a la Argentina”. Prometía recomponer el salario real, reactivar la economía, solucionar el problema de la deuda y bajar la inflación.
Cuatro años después, el producto bruto interno (PBI) está en los mismos niveles de 2012, la inflación es cercana al 150% interanual, la Argentina sigue sin acceder a los mercados internacionales de deuda y el poder adquisitivo cayó entre 13% y 34%, según si es un salario promedio de un empleo registrado o una jubilación media.
El país también sumó dos problemas macroeconómicos que no tenía a fines de 2019. El Banco Central (BCRA) pasó de tener US$12.000 millones de reservas netas positivas a US$11.000 millones negativas y una deuda comercial de los importadores que creció en US$20.000 millones en apenas dos años.
La segunda complicación es que el Estado pasó de tener un resultado fiscal casi en equilibrio, en 0,4% del PBI, a un déficit primario de casi 3% del PBI que no tiene forma de financiar, salvo con emisión monetaria. Fernández repitió en las últimas entrevistas, e incluso en su último mensaje televisivo difundido el viernes, que su gobierno sufrió la pandemia, una guerra (la invasión de Rusia a Ucrania) y la peor sequía de los últimos 100 años.
Excepto el conflicto bélico, que benefició al país porque los precios de los productos y servicios que exporta la Argentina subieron más que los precios de los que importa, la pandemia y la sequía tuvieron un gran impacto en las cuentas fiscales y externas del país.
Sin embargo, los sucesivos equipos económicos liderados por Martín Guzmán, Silvina Batakis y Massa no pudieron amortiguar los shocks y la mala praxis amplificó los efectos iniciales.
Por ejemplo, si bien la pandemia requirió un mayor déficit del Estado por la ampliación de los planes de ayuda y la contracción de los ingresos, la Argentina nunca volvió al nivel de gasto que tenía previamente a la crisis del Covid, como sí hizo el resto de los países de la región. Con respecto a la sequía, el gobierno saliente se resistió a acomodar el tipo de cambio a su valor real debido a los menor cantidad de dólares disponibles. De hecho, durante los cuatro años de gestión, mientras que el tipo de cambio oficial subió alrededor de 500%, la inflación acumulada fue superior a 800%. El retraso del valor del dólar explica por qué hay escasez de reservas en el Banco Central.
“En los últimos cuatro años pasó de todo y el plan económico se dedicó a aguantar, pero no alcanzó. La herencia más pesada es fiscal, ya que se deben ajustar las cuentas porque el Tesoro no tiene quien lo financie. El Banco Central (BCRA) se quedó sin dólares y tiene que ajustar varios precios relativos (tipo de cambio, tarifas) en un clima social difícil, con la pobreza en 43%. Y esta economía la hereda un presidente ‘nuevo’, que no es del Partido Justicialista, que deberá buscar consensos y gobernabilidad para hacer los cambios. Milei hereda una economía sumamente vulnerable, pero que tiene solución, como todo”, opinó el economista Fernando Marull en su último informe.
El analista financiero Juan José Battaglia, economista jefe de Cucchiara y Cía, también hizo un detallado resumen de la “mortal herencia” que recibirá el presidente electo, Javier Milei. “Asume con la economía en terapia intensiva. Ya no es la pesada, sino la mortal herencia. Sería un error político excusarse cuatro años de mandato en la herencia. Sin embargo, también sería un gran error no explicar en detalle el punto de partida”, dijo en la red social X.
El economista se refirió al Banco Central “quebrado”, con las reservas negativas en US$11.000 millones, “un nivel sin precedentes”, y agregó que esta situación “pone al país al borde del abismo desde diferentes ópticas: te acerca a la hiperinflación, al default externo y te obliga a poner un tipo de cambio muy alto para componer reservas”. Además, señaló que, “para peor, la necesidad de recomponer las reservas complica la desinflación y estabilización”, porque “comprar divisas implica emitir más pesos, por ende, debemos tener más paciencia para bajar la inflación”.
Luego se refirió al déficit fiscal primario de 3% del PBI sin acceso al financiamiento. “Bajar tres puntos implica bajar el gasto corriente en 15%, tarea titánica, sobre todo cuando vemos los ítems donde hay que atacar. No hay margen para tocar jubilaciones y asignación universal por hijo (AUH), porque ya se comieron un brutal ajuste. Los candidatos son subsidios, transferencias a provincias, empresas públicas y otros programas sociales, como Alimentar y Argentina Trabaja. Esto tiene un ineludible costo político y social”, explicó.
Entre otras herencias que deja el gobierno saliente está el atraso del tipo de cambio real multilateral, muy cerca del nivel que había dejo Cristina Kirchner a Mauricio Macri en 2015. “La brutal inercia inflacionaria complica todo el panorama cambiario y monetario. Corregir el tipo de cambio real desde esta nominalidad [inflación] pone el escenario de híper muy cerca y hace extremadamente compleja la tan deseable unificación [cambiaria]”, dijo Battaglia.
Otro combustible para la inflación será la corrección de la distorsión de precios relativos, con valores que en los últimos años aumentaron a distintas velocidades. Por ejemplo, según la consultora 1816, mientras que el rubro “prendas
Cuatro años después el PBI está en los mismos niveles que en 2012
El poder adquisitivo cayó entre 13% y 34%, según si es un salario o una jubilación
de vestir y calzado” tuvo subas de precios de 1115%, entre diciembre de 2019 y octubre pasado, las tarifas de agua, gas y electricidad aumentaron la mitad en el mismo período: en promedio, 456%.
Estas distorsiones son palpables cuando se observa que un café en la ciudad de Buenos Aires pueda llegar a costar $2000, mientras que el boleto de colectivo no supera los $75. “Para ‘estabilizar’, primero hay que ‘acomodar’. Hay que ‘acomodar’ con un nivel de pobreza altísimo. Quizás el peor punto de la herencia. El ajuste es inevitable y la pobreza subirá antes de bajar. Es tan complejo como doloroso el plan macro necesario para estabilizar. Pobreza e inercia hacen muy compleja la unificación cambiaria. Con brecha cambiaria se dificulta acumular reservas. Sin acumular reservas es casi imposible estabilizar. Por ello la herencia es muchísimo más que pesada”, dijo Battaglia.
En cuanto a la deuda, la Argentina no tiene significativas obligaciones de pago en 2024 con acreedores privados (alrededor de US$4000 millones), pero en 2025 necesitará salir a los mercados internacionales para refinanciar los vencimientos. Para ello, necesitará haber dado una señal de estabilización y corrección de las distorsiones macroeconómicas acumuladas durante los últimos años
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