ANDRÉS RIVERA, EL ESCRITOR POLÍTICO
UNA INTENSA INVESTIGACIÓN EXPLORA LA NARRATIVA DEL AUTOR QUE INDAGA EN LA MEMORIA INDIVIDUAL Y COLECTIVA
Gustavo Grazioli—
Los contextos sociopolíticos son parte de la materia prima de un mapa literario que agrupa autores que hicieron de su obra una lucha de ideas. Uno de los tantos destacados, que comienza a divulgarse en la década del 90, ha sido Andrés Rivera (Marcos Ribak). Un escritor que trabajó su prosa, atravesado por la relación entre literatura e historia, y se entreveró en los trasfondos del poder, la violencia, la crueldad, el proletariado y el gremialismo. Con más de una veintena de libros publicados, entre novelas y cuentos, el autor de La revolución es un sueño eterno, El amigo de Baudelaire, El farmer o Punto final, entre otros, ha conseguido reconocimiento de escritores y críticos destacados, de la talla de Ricardo Piglia, Juan José Saer, Beatriz Sarlo.
Revisar su obra es abrir una caja de herramientas que contiene recursos estéticos que irradian experiencias histórico-política, donde aparece una juventud vinculada al escenario sindical, su trabajo como obrero textil, interrogantes con la historia oficial y procedimientos que construyen una voz potente. Su instrumento son las palabras y se acompaña de una corrección obsesiva para dar con un artefacto narrativo que golpea en la mandíbula de la quietud y la pereza intelectual, que se afinca en el sonido de los silencios, la repetición y dialoga con textos de Roberto Arlt, William Faulkner, Víctor Hugo y Norman Mailer.
Graciela Simonit (Resistencia,1965), profesora de Letras y doctora en Literatura Hispanoamericana, decidió abordar el universo Rivera para su tesis doctoral y después de conseguir el diploma, el trabajo académico se convirtió en su libro Las palabras y lo hechos. La narrativa de Andrés Rivera. El motor de su investigación se centró en su corpus narrativo, en la interrogación histórica, la memoria, el poder y la materia autobiográfica. “En el 2000 me fui a vivir a España, me puse a estudiar un doctorado y en esos años estaba fascinada con la lectura de Rivera. Había empezado por La revolución es un sueño eterno e inmediatamente leí 3 o 4 obras más –comenta Simonit–. Desde entonces no dejé de leerlo, me fascinó y me impresionó su escritura sobre esos temas. Al escribir una tesis, podía optar por otros escritores más reconocidos o consagrados, pero había que elegir autores que no se conocieron tanto y me enteré que de Rivera en España solamente se había publicado La revolución… entonces dije, hay que divulgarlo, hay que hacerlo conocer. Mi directora de tesis que es de Córdoba, pero desde la dictadura vive en España, me preguntó si me animaba a trabajar con Rivera y enseguida acepté. Me parece que puede llegar a ser útil este trabajo para reivindicar su obra”.
Simonit sitúa tres momentos de escritura en Rivera y para describirlos, habla de una etapa de confluencia entre historia y literatura, en el que construye un texto heterogéneo, donde la verdad del relato oficial queda suspendida. Por otro lado, describe una parte autobiográfica, en donde el narrador se distancia del presente para meterse en su pasado y revisar la genealogía de una familia judía y obrera, educada con la liturgia de izquierda y un claro concepto claro de la cultura: “instrumento de emancipación”. Y, por último, aparece el escritor político que recupera el siglo XIX, romántico y liberal, para confrontar esas ideas a través del presente.
“Empecé por analizar la relación entre literatura-historia, literatura y política, pero me hicieron notar que fui tomando otro camino, que me quedé con la retórica, con los procedimientos retóricos, porque en definitiva a los que trabajamos en literatura nos interesa esto: cómo escribe un autor, cuál es la forma. Me quedé ahí, me focalicé en esas cuestiones que me parecen más interesantes de poder ver y descubrir – explica sobre la cocina de este trabajo que emprendió hace más de 20 años– Cuáles son las herramientas del escritor y cómo fue ese proceso”.
Sobre la tentación de encorsetar a Rivera en la etiqueta del subgénero narrativo de novela histórica, parte otro de los interrogantes a resolver y la discusión recorre otros autores que han sabido justificar ese pretendido encasillamiento. “Las novelas de Rivera no son novelas históricas. No interesa eso. Está en las antípodas de eso, no tiene nada que ver. Quien pretenda aprender historia que no lea a Andrés Rivera, tiene un montón de profesores de historia que van a poder ilustrarlo. Andres Rivera es un escritor con mayúscula. Eso es lo que importa. Tiene su propia música, su propio tono”, supo decir Eduardo Belgrano Rawson.
“Partí de esa idea de no leerlo así, pero el género está, no hay que desdeñar el hecho de que se aproxime bastante a la novela histórica, lo que no hay que confundir es la mala literatura con la buena. En el mercado hay una oferta muy amplia de novelas históricas, de biografías, que sobre todo se focalizan en los romances de los próceres, hay que separar esas aguas. Pero no se puede leer como si no fuera historia –explica Simonit–.De hecho, tuve que estudiar historia argentina”.
Debatir las problemáticas
En la conclusión de su trabajo habla de una confrontación con el discurso político y estético del siglo XIX, “siglo de la configuración y apogeo de los grandes relatos modernos y de la construcción de la Nación Argentina –detalla–. Al asumir la postura de escritor político, recupera el pasado decimonónico, romántico y liberal, para debatir las problemáticas de su presente, y lo hace, además, reelaborando géneros característicos de ese siglo: la novela histórica y la autobiografía. En este sentido, el lector de estas ficciones no puede eludir la materia ni el discurso historiográfico”.
–Se puede pensar que la voz de Rivera cambia cuando también incorpora otras lecturas que se había prohibido por cuestiones ideológicas. Por ejemplo, lo que significó la lectura de Jorge Luis Borges.
–En su primera etapa que publica El precio y después una serie de cuentos que remite a la vida sindical, a la política, que empieza en 1957, cambia, hay un realismo social en esas obras. Y en el 72, Piglia lo anuncia. Hace una reseña de Ajuste de cuentas y dice que hay un cambio bastante notable en Rivera y es a partir de esos cuentos, donde se advierten nuevos procedimientos. La lectura de Borges es fundamental, él reconoce que aprendió muchísimo. Hay procedimientos que tienen que ver con lo cinematográfico, vanguardistas, y ese realismo se opaca en beneficio de la forma. Es interesante ese trabajo y me encantan esos libros y me encantaría que en algún momento se reediten.
–En el proceso de reescritura de Rivera, destaca que “recupera materiales narrativos originarios para reelaborarlos en nuevas creaciones”. ¿En esta búsqueda qué otras cosas le llamó la atención?
–La escritura en sus cuadernos, después los pasaba a máquina, nunca usó la computadora, no quería, entonces era un trabajo muy meticuloso de corrección, incluso es notable como un cuento “Así todavía” lo transforma en “Estaqueados” en el 2008 y lo corrige y corrige estas cuestiones, incluso corrige como se leería ese cuento en 2008, por eso el título “Estaqueados”, la referencia a Malvinas, la referencia a los desaparecidos es también muy atento a ese contexto lector.
–Su vínculo con lo sindical y gremial es muy fuerte y además de la formación cultural, y si se quiere intelectual, también parece haber sido una especie de laboratorio para empezar a escribir…
–Él dice que aprendió a escribir porque ayudaba a su padre en los actos gremiales, en las reuniones. Se convirtió en el escriba de su padre, por eso en el periodismo escribe notas gremiales también. Esas notas periodísticas las rescatan Martín Latorraca y Juan Ignacio Orúe en su libro Andrés Rivera. El obrero de la literatura que publicó editorial Sudestada. Y a su vez, desde el periodismo conoció y pudo conectarse con la política y conocer a muchos personajes que después va a incluir en sus cuentos. Es un intelectual, pero no es un intelectual de participación muy activa en el campo literario, siempre en la política.
“En los textos autobiográficos emplea los mismos dispositivos –describe Simonit en el texto–. En ellos, Rivera invierte la dirección del proceso reflexivo: del presente se distancia para inmiscuirse en su pasado. En este proceso tiene cabida el ejercicio pleno de la memoria individual y colectiva, zonas de autenticidad. La historia, en su escritura lacónica, se articula con la memoria mediante el anacronismo. Incluso la voz narradora deja la huella de la memoria y su intento arduo por reconstruir la genealogía familiar, política, literaria, para reivindicar la voz del Otro, o de quienes no tienen voz”.
–Jorge Ribak, hijo de Rivera, hace poco acuñó una frase de su padre como radiografía de la actualidad política: “que la esperanza no se escriba en el agua”. A casi 8 años de su partida, ¿Qué diría Rivera hoy?
–Hubiera dicho que ya está todo plasmado, al menos en su literatura nos hubiera dicho “yo les avisé que esto iba a pasar”. Se hubiera asombrado mucho, porque es muy particular lo que sucede, los personajes parecen inventados, si a uno se le ocurre escribir sobre esto, es inverosímil.
–¿Ves algún continuador de la prosa política de Rivera?
–Está todo muy cooptado por el mercado, por modas. En la literatura, si pensamos quienes serían discípulos de Rivera hoy, cuesta reconocerlos. Por ahí, María Teresa Andruetto que hacía taller con Rivera o Perla Suez, en Córdoba. O Leopoldo Brizuela que falleció muy joven y seguía en esa ruta. Me parece que la discusión es pobre, lo veo mucho a Kohan en ese rol de hablar un poquito de política o retomar estos discursos cuando hay un evento importante, como el discurso de (Liliana) Heker en la apertura de la Feria del libro.
–Este libro, además de mantener vigente la voz de Rivera, ¿Es una forma de reivindicarlo?
–La tesis se publicó digitalmente y el año pasado, a 40 años de la democracia, pensé: hace tiempo que no oigo hablar de Rivera y me parece que hay que hacerle un homenaje. La tesis solo la leen los interesados y dije es el momento de homenajear a este hombre y no olvidarnos de las grandes obras que ha escrito. Por eso el libro.
Los contextos sociopolíticos son parte de la materia prima de un mapa literario que agrupa autores que hicieron de su obra una lucha de ideas. Uno de los tantos destacados, que comienza a divulgarse en la década del 90, ha sido Andrés Rivera (Marcos Ribak). Un escritor que trabajó su prosa, atravesado por la relación entre literatura e historia, y se entreveró en los trasfondos del poder, la violencia, la crueldad, el proletariado y el gremialismo. Con más de una veintena de libros publicados, entre novelas y cuentos, el autor de La revolución es un sueño eterno, El amigo de Baudelaire, El farmer o Punto final, entre otros, ha conseguido reconocimiento de escritores y críticos destacados, de la talla de Ricardo Piglia, Juan José Saer, Beatriz Sarlo.
Revisar su obra es abrir una caja de herramientas que contiene recursos estéticos que irradian experiencias histórico-política, donde aparece una juventud vinculada al escenario sindical, su trabajo como obrero textil, interrogantes con la historia oficial y procedimientos que construyen una voz potente. Su instrumento son las palabras y se acompaña de una corrección obsesiva para dar con un artefacto narrativo que golpea en la mandíbula de la quietud y la pereza intelectual, que se afinca en el sonido de los silencios, la repetición y dialoga con textos de Roberto Arlt, William Faulkner, Víctor Hugo y Norman Mailer.
Graciela Simonit (Resistencia,1965), profesora de Letras y doctora en Literatura Hispanoamericana, decidió abordar el universo Rivera para su tesis doctoral y después de conseguir el diploma, el trabajo académico se convirtió en su libro Las palabras y lo hechos. La narrativa de Andrés Rivera. El motor de su investigación se centró en su corpus narrativo, en la interrogación histórica, la memoria, el poder y la materia autobiográfica. “En el 2000 me fui a vivir a España, me puse a estudiar un doctorado y en esos años estaba fascinada con la lectura de Rivera. Había empezado por La revolución es un sueño eterno e inmediatamente leí 3 o 4 obras más –comenta Simonit–. Desde entonces no dejé de leerlo, me fascinó y me impresionó su escritura sobre esos temas. Al escribir una tesis, podía optar por otros escritores más reconocidos o consagrados, pero había que elegir autores que no se conocieron tanto y me enteré que de Rivera en España solamente se había publicado La revolución… entonces dije, hay que divulgarlo, hay que hacerlo conocer. Mi directora de tesis que es de Córdoba, pero desde la dictadura vive en España, me preguntó si me animaba a trabajar con Rivera y enseguida acepté. Me parece que puede llegar a ser útil este trabajo para reivindicar su obra”.
Simonit sitúa tres momentos de escritura en Rivera y para describirlos, habla de una etapa de confluencia entre historia y literatura, en el que construye un texto heterogéneo, donde la verdad del relato oficial queda suspendida. Por otro lado, describe una parte autobiográfica, en donde el narrador se distancia del presente para meterse en su pasado y revisar la genealogía de una familia judía y obrera, educada con la liturgia de izquierda y un claro concepto claro de la cultura: “instrumento de emancipación”. Y, por último, aparece el escritor político que recupera el siglo XIX, romántico y liberal, para confrontar esas ideas a través del presente.
“Empecé por analizar la relación entre literatura-historia, literatura y política, pero me hicieron notar que fui tomando otro camino, que me quedé con la retórica, con los procedimientos retóricos, porque en definitiva a los que trabajamos en literatura nos interesa esto: cómo escribe un autor, cuál es la forma. Me quedé ahí, me focalicé en esas cuestiones que me parecen más interesantes de poder ver y descubrir – explica sobre la cocina de este trabajo que emprendió hace más de 20 años– Cuáles son las herramientas del escritor y cómo fue ese proceso”.
Sobre la tentación de encorsetar a Rivera en la etiqueta del subgénero narrativo de novela histórica, parte otro de los interrogantes a resolver y la discusión recorre otros autores que han sabido justificar ese pretendido encasillamiento. “Las novelas de Rivera no son novelas históricas. No interesa eso. Está en las antípodas de eso, no tiene nada que ver. Quien pretenda aprender historia que no lea a Andrés Rivera, tiene un montón de profesores de historia que van a poder ilustrarlo. Andres Rivera es un escritor con mayúscula. Eso es lo que importa. Tiene su propia música, su propio tono”, supo decir Eduardo Belgrano Rawson.
“Partí de esa idea de no leerlo así, pero el género está, no hay que desdeñar el hecho de que se aproxime bastante a la novela histórica, lo que no hay que confundir es la mala literatura con la buena. En el mercado hay una oferta muy amplia de novelas históricas, de biografías, que sobre todo se focalizan en los romances de los próceres, hay que separar esas aguas. Pero no se puede leer como si no fuera historia –explica Simonit–.De hecho, tuve que estudiar historia argentina”.
Debatir las problemáticas
En la conclusión de su trabajo habla de una confrontación con el discurso político y estético del siglo XIX, “siglo de la configuración y apogeo de los grandes relatos modernos y de la construcción de la Nación Argentina –detalla–. Al asumir la postura de escritor político, recupera el pasado decimonónico, romántico y liberal, para debatir las problemáticas de su presente, y lo hace, además, reelaborando géneros característicos de ese siglo: la novela histórica y la autobiografía. En este sentido, el lector de estas ficciones no puede eludir la materia ni el discurso historiográfico”.
–Se puede pensar que la voz de Rivera cambia cuando también incorpora otras lecturas que se había prohibido por cuestiones ideológicas. Por ejemplo, lo que significó la lectura de Jorge Luis Borges.
–En su primera etapa que publica El precio y después una serie de cuentos que remite a la vida sindical, a la política, que empieza en 1957, cambia, hay un realismo social en esas obras. Y en el 72, Piglia lo anuncia. Hace una reseña de Ajuste de cuentas y dice que hay un cambio bastante notable en Rivera y es a partir de esos cuentos, donde se advierten nuevos procedimientos. La lectura de Borges es fundamental, él reconoce que aprendió muchísimo. Hay procedimientos que tienen que ver con lo cinematográfico, vanguardistas, y ese realismo se opaca en beneficio de la forma. Es interesante ese trabajo y me encantan esos libros y me encantaría que en algún momento se reediten.
–En el proceso de reescritura de Rivera, destaca que “recupera materiales narrativos originarios para reelaborarlos en nuevas creaciones”. ¿En esta búsqueda qué otras cosas le llamó la atención?
–La escritura en sus cuadernos, después los pasaba a máquina, nunca usó la computadora, no quería, entonces era un trabajo muy meticuloso de corrección, incluso es notable como un cuento “Así todavía” lo transforma en “Estaqueados” en el 2008 y lo corrige y corrige estas cuestiones, incluso corrige como se leería ese cuento en 2008, por eso el título “Estaqueados”, la referencia a Malvinas, la referencia a los desaparecidos es también muy atento a ese contexto lector.
–Su vínculo con lo sindical y gremial es muy fuerte y además de la formación cultural, y si se quiere intelectual, también parece haber sido una especie de laboratorio para empezar a escribir…
–Él dice que aprendió a escribir porque ayudaba a su padre en los actos gremiales, en las reuniones. Se convirtió en el escriba de su padre, por eso en el periodismo escribe notas gremiales también. Esas notas periodísticas las rescatan Martín Latorraca y Juan Ignacio Orúe en su libro Andrés Rivera. El obrero de la literatura que publicó editorial Sudestada. Y a su vez, desde el periodismo conoció y pudo conectarse con la política y conocer a muchos personajes que después va a incluir en sus cuentos. Es un intelectual, pero no es un intelectual de participación muy activa en el campo literario, siempre en la política.
“En los textos autobiográficos emplea los mismos dispositivos –describe Simonit en el texto–. En ellos, Rivera invierte la dirección del proceso reflexivo: del presente se distancia para inmiscuirse en su pasado. En este proceso tiene cabida el ejercicio pleno de la memoria individual y colectiva, zonas de autenticidad. La historia, en su escritura lacónica, se articula con la memoria mediante el anacronismo. Incluso la voz narradora deja la huella de la memoria y su intento arduo por reconstruir la genealogía familiar, política, literaria, para reivindicar la voz del Otro, o de quienes no tienen voz”.
–Jorge Ribak, hijo de Rivera, hace poco acuñó una frase de su padre como radiografía de la actualidad política: “que la esperanza no se escriba en el agua”. A casi 8 años de su partida, ¿Qué diría Rivera hoy?
–Hubiera dicho que ya está todo plasmado, al menos en su literatura nos hubiera dicho “yo les avisé que esto iba a pasar”. Se hubiera asombrado mucho, porque es muy particular lo que sucede, los personajes parecen inventados, si a uno se le ocurre escribir sobre esto, es inverosímil.
–¿Ves algún continuador de la prosa política de Rivera?
–Está todo muy cooptado por el mercado, por modas. En la literatura, si pensamos quienes serían discípulos de Rivera hoy, cuesta reconocerlos. Por ahí, María Teresa Andruetto que hacía taller con Rivera o Perla Suez, en Córdoba. O Leopoldo Brizuela que falleció muy joven y seguía en esa ruta. Me parece que la discusión es pobre, lo veo mucho a Kohan en ese rol de hablar un poquito de política o retomar estos discursos cuando hay un evento importante, como el discurso de (Liliana) Heker en la apertura de la Feria del libro.
–Este libro, además de mantener vigente la voz de Rivera, ¿Es una forma de reivindicarlo?
–La tesis se publicó digitalmente y el año pasado, a 40 años de la democracia, pensé: hace tiempo que no oigo hablar de Rivera y me parece que hay que hacerle un homenaje. La tesis solo la leen los interesados y dije es el momento de homenajear a este hombre y no olvidarnos de las grandes obras que ha escrito. Por eso el libro.
Novelas
El precio, Editorial Platina, Buenos Aires, 1957, ©1956
Los que no mueren, Nueva Expresión, Buenos Aires, 1959
Nada que perder, CEAL, 1982
En esta dulce tierra,Folios Ediciones, Buenos Aires, 1984 (Alfaguara, 1995)
Apuestas, novela breve, Per Abbat, Buenos Aires, 1986
La revolución es un sueño eterno, novela breve sobre los años finales de Juan José Castelli, Grupo Editor latinoamericano (GEL), Buenos Aires, 1987 (Alfaguara, 1993)
Los vencedores no dudan, novela breve, (GEL), 1989 (reedición corregida en 2002 bajo el título de Para ellos, el paraíso)
El amigo de Baudelaire, novela breve, Alfaguara, Buenos Aires, 1991
La sierva, novela breve, Alfaguara, 1992
El verdugo en el umbral, Alfaguara, 1994
El farmer, novela breve sobre los años finales de Juan Manuel de Rosas, Alfaguara, 1996
El profundo sur, novela breve, Alfaguara, Buenos Aires, 1999 (Veintisiete Letras, Madrid, 2007)
Tierra de exilio, novela breve, Alfaguara, 2000
Hay que matar, Alfaguara, 2001
Ese manco Paz, novela breve, Alfaguara, 2002
Esto por ahora, novela breve, Seix Barral, Buenos Aires, 2005
Punto final, , Seix Barral, 2006
Traslasierra, Seix Barral, 2007
Guardia blanca, Seix Barral, 2009
Kadish, Seix Barral, 2011
Cuentos[
Los que no mueren, Nueva Expresión, Buenos Aires, 1959
Nada que perder, CEAL, 1982
En esta dulce tierra,Folios Ediciones, Buenos Aires, 1984 (Alfaguara, 1995)
Apuestas, novela breve, Per Abbat, Buenos Aires, 1986
La revolución es un sueño eterno, novela breve sobre los años finales de Juan José Castelli, Grupo Editor latinoamericano (GEL), Buenos Aires, 1987 (Alfaguara, 1993)
Los vencedores no dudan, novela breve, (GEL), 1989 (reedición corregida en 2002 bajo el título de Para ellos, el paraíso)
El amigo de Baudelaire, novela breve, Alfaguara, Buenos Aires, 1991
La sierva, novela breve, Alfaguara, 1992
El verdugo en el umbral, Alfaguara, 1994
El farmer, novela breve sobre los años finales de Juan Manuel de Rosas, Alfaguara, 1996
El profundo sur, novela breve, Alfaguara, Buenos Aires, 1999 (Veintisiete Letras, Madrid, 2007)
Tierra de exilio, novela breve, Alfaguara, 2000
Hay que matar, Alfaguara, 2001
Ese manco Paz, novela breve, Alfaguara, 2002
Esto por ahora, novela breve, Seix Barral, Buenos Aires, 2005
Punto final, , Seix Barral, 2006
Traslasierra, Seix Barral, 2007
Guardia blanca, Seix Barral, 2009
Kadish, Seix Barral, 2011
Cuentos[
Sol de sábado, Editorial Platina, Buenos Aires, 1962. Contiene 9 textos:«Sol de sábado»; «El apóstol»; «La marea»; «Página de diario»; «Otro adiós»; «Día de fiesta»; «32 grados»; «Los libertadores»; y «El que siempre llega»
Cita, Ediciones La Rosa Blindada, Buenos Aires, 1965. Contiene 3 textos:«Cita»; «Alejandro» y «Junio»
El yugo y la marcha,Editorial Merlín, 1968. Contiene 5 textos:«En la noche»; «Medias lunas y café con leche»; «El hombre de la radio a transistores»; «Trasbordo»; y «El yugo y la marcha»
Ajuste de cuentas, cuentos policiales, Centro Editor de América Latina (CEAL), Buenos Aires, 1972
Una lectura de la historia,Libros de Tierra Firma, Buenos Aires, 1982
Mitteleuropa, Alfaguara, 1993
La lenta velocidad del coraje, Alfaguara, 1998
Cuentos escogidos, Alfaguara, 2000. Con prólogo de Guillermo Saavedra; contiene veintinueve textos de Rivera, divididos en cuatro apartados:Una lectura de la historia: «Bialé»; «La paz que conquistamos»; «Pescados en la playa»; «El país de los ganados y las mieses»; «Un tiempo muy corto, un largo silencio»; «Una lectura de la historia»
Mitteleuropa: «Campo en silencio»; «Willy»; «Mitteleuropa»; «El perro del hogar»; «Tránsitos»
La lenta velocidad del coraje: «La lenta velocidad del coraje»; «Eso es lo que vale»; «Un asesino de Cristo»; «Tres tazas de té»; «Cómplices»; «Tualé»; «Un largo pasillo iluminado»; «En la mecedora»; «Con un esqueleto bajo el brazo»
Preguntas: «Lento»; «Los hijos del Mesías»; «La espera»; «Preguntas»; «Puertas»; «Apetitos»; «Visa para ningún lado»; «El corrector»; «La pequeña enfermera del Privado»'Para ellos el paraíso' y otras novelas, Alfaguara, 2002. Contiene 4 textos:Cita (1965), Apuestas (1986), Para ellos, el paraíso (reedición corregida de Los vencedores no dudan, 1989) y Guido (2002)
Cría de asesinos, Alfaguara, 2004
Por la espalda, Seix Barral, 2007
Estaqueados, Seix Barral, 2008. Contiene 8 textos:«Country»; «Estaqueados» (reedición con nuevo título de «Así, todavía»); «La seño»; «Diente de oro»; «Estela Canto: un retrato»; «¿Quién come en esta mesa?»; «Reinserción»; y «Pirí»
Cita, Ediciones La Rosa Blindada, Buenos Aires, 1965. Contiene 3 textos:«Cita»; «Alejandro» y «Junio»
El yugo y la marcha,Editorial Merlín, 1968. Contiene 5 textos:«En la noche»; «Medias lunas y café con leche»; «El hombre de la radio a transistores»; «Trasbordo»; y «El yugo y la marcha»
Ajuste de cuentas, cuentos policiales, Centro Editor de América Latina (CEAL), Buenos Aires, 1972
Una lectura de la historia,Libros de Tierra Firma, Buenos Aires, 1982
Mitteleuropa, Alfaguara, 1993
La lenta velocidad del coraje, Alfaguara, 1998
Cuentos escogidos, Alfaguara, 2000. Con prólogo de Guillermo Saavedra; contiene veintinueve textos de Rivera, divididos en cuatro apartados:Una lectura de la historia: «Bialé»; «La paz que conquistamos»; «Pescados en la playa»; «El país de los ganados y las mieses»; «Un tiempo muy corto, un largo silencio»; «Una lectura de la historia»
Mitteleuropa: «Campo en silencio»; «Willy»; «Mitteleuropa»; «El perro del hogar»; «Tránsitos»
La lenta velocidad del coraje: «La lenta velocidad del coraje»; «Eso es lo que vale»; «Un asesino de Cristo»; «Tres tazas de té»; «Cómplices»; «Tualé»; «Un largo pasillo iluminado»; «En la mecedora»; «Con un esqueleto bajo el brazo»
Preguntas: «Lento»; «Los hijos del Mesías»; «La espera»; «Preguntas»; «Puertas»; «Apetitos»; «Visa para ningún lado»; «El corrector»; «La pequeña enfermera del Privado»'Para ellos el paraíso' y otras novelas, Alfaguara, 2002. Contiene 4 textos:Cita (1965), Apuestas (1986), Para ellos, el paraíso (reedición corregida de Los vencedores no dudan, 1989) y Guido (2002)
Cría de asesinos, Alfaguara, 2004
Por la espalda, Seix Barral, 2007
Estaqueados, Seix Barral, 2008. Contiene 8 textos:«Country»; «Estaqueados» (reedición con nuevo título de «Así, todavía»); «La seño»; «Diente de oro»; «Estela Canto: un retrato»; «¿Quién come en esta mesa?»; «Reinserción»; y «Pirí»
Filmografía
2004: Marcos Ribak alias Andrés Rivera, documental biográfico dirigido por Eduardo Montes Bradley, Argentina2010: "La Revolución es un sueño eterno" Ficción histórica dirigido por Nemesio Juárez, Argentina
Reparto: Lito Cruz, Luis Machín, Juan Palomino, Ingrid Pelicori Sinopsis: Después de una dura campaña al frente del Ejército del Norte, Juan José Castelli cae en desgracia como revolucionario y muere, solo y empobrecido. Mientras está enfermo, rememora los momentos claves de su vida y los hechos históricos en los que su presencia fue decisiva. Basada en la novela de Andrés Rivera. ‧
Reparto: Lito Cruz, Luis Machín, Juan Palomino, Ingrid Pelicori Sinopsis: Después de una dura campaña al frente del Ejército del Norte, Juan José Castelli cae en desgracia como revolucionario y muere, solo y empobrecido. Mientras está enfermo, rememora los momentos claves de su vida y los hechos históricos en los que su presencia fue decisiva. Basada en la novela de Andrés Rivera. ‧
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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