lunes, 16 de septiembre de 2024

Análisis del discurso


Con duras críticas al kirchnerismo, Milei propuso blindar el equilibrio fiscal y reforzar el ajuste del gasto
El Presidente reclamó el mismo esfuerzo a los gobernadores y advirtió que vetará todos los proyectos que vayan contra el déficit cero; “gestionar es achicar al Estado para engrandecer a la sociedad”, afirmó
Jaime Rosemberg
El Presidente Javier Milei presenta el presupuesto 2024 en el Congreso Nacional
En un hecho inédito, al menos desde el retorno de la democracia al país en 1983, el presidente Javier Milei llegó este domingo por la noche al Congreso para anticipar los lineamientos del presupuesto 2025, que será presentado este lunes en la Cámara de Diputados.
Puntual, y en un marco de fervor oficialista con notorias ausencias en la bancada opositora, Milei aprovechó su exposición en el recinto de la Cámara baja para dar un discurso de 43 minutos que mezcló los lineamientos de su proyecto económico con una defensa irrestricta de sus poco más de nueve meses de gestión. Como “primer economista” que llega a la Presidencia, Milei afirmó que se presentaba en el Congreso para renovar su compromiso “inquebrantable” con el equilibrio fiscal en el presupuesto de ingresos y gastos proyectados para 2025.
Todo lo que se aleje de esa premisa de hierro, como sucedió con la reforma jubilatoria, será vetado, advirtió. “Vetaremos todos los proyectos que atenten contra el gasto fiscal. No vamos a ser cómplices de estafar al pueblo argentino por una política populista”, enfatizó el Presidente.
Tal como vino advirtiendo desde hace meses, y luego de enumerar “logros de la gestión” basados en la drástica reducción del gasto estatal, Milei destacó el combate contra la inflación, que el oficialismo proyectó en un 18,3 por ciento para todo el año que viene, coincidiendo con la suba del dólar oficial, que llegaría a $1207 para diciembre de 2025.


En su discurso, el Presidente se mostró optimista en relación a que el crecimiento de la economía, de alrededor del 5%, y el “déficit cero”, puedan traer consigo una baja de impuestos. De no alcanzarse esa meta, dejó entrever el Presidente, habrá nuevos recortes en el gasto “discrecional” público. “Esta vez será el sector público, y no el privado, el que corra con el peso y se hará cargo de las perturbaciones de la economía”, definió. Mezcló números con repetidas acotaciones críticas a los representantes del kirchnerismo que llegaron al recinto, aunque los contrapuntos no pasaron del intercambio verbal.
Para el Gobierno, ese crecimiento del 5% del PBI –que prevé repetir en 2026 y 2027– estará motorizado principalmente por la industria y el comercio, con subas de 6,2% y 6,7%, respectivamente. Por su parte, el sector agropecuario avanzará 3,5%, luego de la recuperación de la cosecha del corriente.
El presidente Javier Milei presenta el presupuesto en el CongresoPrensa Diputados

“Vengo aquí para presentar un proyecto que va a cambiar para siempre la historia de nuestro país”, dijo el Presidente. Y afirmó que venía a combatir “los cepos a las libertades individuales”, para subrayar: “Hoy vinimos a ponerle un cepo al Estado”.
La “nueva metodología”, explicaría después, consistirá en “hacer lo contrario de lo que se hizo hasta ahora: vamos a pensar primero cuanto tenemos que ahorrar, para después ver cuánto podemos gastar”, exclamó, y afirmó que la nueva regla será “inquebrantable”. Al comenzar a dar precisiones fue que el Presidente inició también sus embates contra los pocos representantes de la bancada de Unión por la Patria. “Ustedes pueden abstenerse [de hacer las sumas], porque suman con dificultad”, desafió a la bancada kirchnerista que encabeza Germán Martínez, mientras desde las gradas bajaba el atronador “la casta tiene miedo”.
El presidente Javier Milei presenta el presupuesto en el CongresoPrensa Diputados

Para Milei, el proyecto oficialista “blinda el equilibrio fiscal, sea cual sea el escenario económico. A partir de ahora la Argentina será solvente, con menos riesgo país y caída de la pobreza y la indigencia”, prometió.
Enfrascado en su batalla fiscal, y ataviado con la banda y el bastón presidenciales al estilo de la asamblea legislativa, Milei adelantó que en el proyecto de presupuesto se prevé un superávit primario de, al menos, lo equivalente a los intereses de deuda, estimados en 1,5% del PBI. A partir de esa premisa se ajustarán las partidas de gasto automático, como las jubilaciones, un punto más que sensible luego del veto presidencial a la reforma jubilatoria aprobada por el Congreso.
Victoria Villarruel y Javier Milei
Además de explayarse en los números de la macroeconomía, el Presidente enfatizó durante otra parte de su discurso que otra de sus prioridades será la remisión de fondos para la seguridad ciudadana y la defensa nacional.
Luego de recordar que, en el mismo escenario, el recinto de la Cámara de Diputados, fue “aplaudido de pie” el default de diciembre de 2001, Milei estimó que ese fue “el comienzo de un ciclo populista que destruyó a la Argentina”. Explicó que llegaba al Congreso a presentar el presupuesto ya que es economista. “Y además estoy orgulloso de esto”, completó. Dijo que “el destino de un pueblo se basa en las decisiones económicas que se toman”.
Luego de explicar el déficit crónico nacional en el endeudamiento y la emisión, afirmó que con el correr de las décadas el país se convirtió “en el mayor defaulteador serial del mundo”. Sostuvo que “en Argentina más impuestos no puede haber”, y explicó que eso es un “disparate para un país que necesita desesperadamente acumular capital”.
La bancada de La Libertad Avanza
“No hay nada más empobrecedor que el déficit fiscal, y nada más enriquecedor de los políticos que ese déficit fiscal. La Justicia social no es justa, sino violenta: sacarle a algunos para darle a otros. Las necesidades son infinitas y los ingresos son finitos”, definió. Fue allí que prometió vetar “todos los proyectos que atenten contra el equilibrio fiscal”, y recogió los primeros aplausos de la noche. Todo lo que se apruebe sin explicación de como se financia, insistió el primer mandatario, “será vetado”.
“Si no damos esta pelea de una vez y para siempre, la tarea será cada vez más difícil”, advirtió. Y valoró que, a pesar de una herencia “deficitaria de 15 puntos del PBI”, se llevó a cabo “el ajuste más grande en la historia de la humanidad”. En relación a la resistencia opositora, repitió que “cuanto más votos tienen un proyecto de ley, peor es para la sociedad”, y deslizó: “Saben que si se termina el déficit, a muchos se les termina el negocio”.
“Vaya si no hay gestión”, dijo, en respuesta crítica a quienes, desde la oposición e incluidos algunos aliados, señalan esas carencia como una marca registrada de la administración libertaria. Y detalló que, a su criterio, gestionar “no es designar un director nacional o hacer rutas que nadie usa (...) Gestionar es haber evitado la hiperinflación que nos dejaron en puerta, aprobar la reforma más importante en el Congreso; echar 31.000 ñoquis, aprobar la Boleta Única Papel, eliminar los intermediarios que lucraban con la pobreza, gestionar los piquetes y llevar más de cuatro meses sin cortes en el AMBA, o reducir en un 75 por ciento los homicidios en Rosario. Gestionar es achicar al Estado para engrandecer a la sociedad”, detalló.


En relación al kirchnerismo, sostuvo que “se dilapidaron millones en recitales, rutas que no llegaban a ningún lado y leyes inútiles y nocivas”. Tras afirmar que el peronismo “ha hecho cosas estúpidas”, remató: “Y lo peor de todo es que el 70 por ciento del gasto se va en gasto social. Eso significa que más de 20 millones de argentinos no puede sostenerse por sí mismos, y tienen que sostenerlos quienes pagan sus impuestos”.
Para Milei, el rol del Estado debería reducirse a tres funciones: asegurar la “estabilidad macroeconómica, las relaciones exteriores y el imperio de la ley”. Cualquier otra cuestión, afirmó , “puede resolverse desde el sector privado”.

Expresó su deseo de tener empresas argentinas “competitivas” y pidió “dejar de meterle la mano en el bolsillo a las empresas”. También entrevió que, de avanzar en la mega reforma del Estado, “estaremos alcanzado niveles de libertad equivalentes a Alemania o Italia”. Al final, dejó un mensaje hacia el interior. “Esta guerra contra el gastó público se pelea en las provincias y las intendencias”, y les pidió a los gobernadores un ajuste adicional de U$S 60.000 millones. “Nosotros ya hemos hecho nuestra parte”, afirmó.
“Si no lo han visto, o no lo quieren ver, los leones han despertado”, dijo, en referencia a los diputados kirchneristas presentes, que no fueron tomados por la transmisión oficial hasta los últimos minutos, con un plano que mostró a una decena de legisladores kirchneristas casi de espaldas. “Hay dos opciones: hacer lo contrario que venimos haciendo y dejar todo como está, en el sistema putrefacto. Será la ciudadanía quien los coloque en la avenida de los justos o en la esquina de la ratas miserables que apostaron contra el país y su gente”, finalizó, en alusión a las elecciones de 2025.
Javier Milei presenta el presupuesto 2025 en el Congreso Nacional
El Presidente llegó al Congreso junto a su hermana, Karina Milei, minutos después de las 21. Allí fue recibido por la vicepresidenta Victoria Villarruel, el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, el senador Ezequiel Atauche y el diputado José Luis Espert.
En los días previos, luego de que el propio Milei confirmara que iría al Congreso a “hablar del déficit cero” durante su presentación en el Foro de Madrid, cerca del Presidente anticipaban que el primer mandatario haría un “importante anuncio sorpresa”, vinculado con la gestión, aunque se negaban a dar precisiones. Por supuesto, rechazaban que se tratase de un anuncio “bomba”, como la salida del cepo cambiario. La expectativa se fue diluyendo a medida que se acercaba la hora del discurso, que el Presidente terminó delineando junto al joven asesor todoterreno, Santiago Caputo.
En la previa, también prometían asistencia perfecta de los miembros del gabinete nacional, un dato que terminó concretándose. También se ubicaron en los palcos funcionarios de segundas líneas, los padres de Milei y su actual pareja, Amalia “Yuyito” González.
Yuyito González juntos a los padres de Javier MileiCaptura de TV

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Análisis del discursoMilei acusó al kirchnerismo y advirtió a los gobernadores, pero se olvidó los números
Texto: Diego Cabot
EL DISCURSO COMPLETO
Integrantes del Gobierno Nacional, integrantes de la Comisión de Presupuesto del Honorable Congreso de la Nación, diputados, senadores y dirigentes, tanto de La Libertad Avanza como del resto del arco político que hoy me acompañan, y todos los argentinos que están mirando desde sus casas. Buenas noches. Hoy estamos aquí para presentar un proyecto de presupuesto nacional que va a cambiar para siempre la historia de nuestro país, de manera que podamos volver a ser la Argentina grande que alguna vez fuimos. Después de años, donde la clase política vivió poniendo cepos a las libertades individuales, hoy venimos aquí a ponerle un cepo al Estado.
EL RESULTADO FISCAL ESTARÁ EQUILIBRADO
La idea del Presidente, que se expresa en el proyecto de ley, es despegar el Presupuesto de los ciclos políticos. Es decir, no será posible aumentarlo, por ejemplo, para expandir el gasto electoral. Milei considera que, si bien los vaivenes económicos o los shocks externos son difíciles de controlar o de proyectar con antelación, es necesario hacer todo lo posible para que las cuentas internas estén en orden y no haya tablero de mando para expandir el gasto político. De ahí que habla de cepo al Estado.
IEste proyecto de presupuesto que estamos presentando hoy aquí tiene una metodología que blinda el equilibrio fiscal, sin importar cuál sea el escenario económico. Esto significa que, independientemente de qué ocurra con la economía a nivel macro, el resultado fiscal del sector público nacional estará equilibrado. Este blindaje fiscal abre una nueva página en nuestra historia, hasta ahora desconocida. A partir de ahora, la Argentina será solvente, con la consecuente baja del riesgo país, de la tasa de interés y, en consecuencia, el aumento de la inversión de la productividad del salario real y, en definitiva, la caída de la pobreza y de la indigencia. De hecho, no puedo dejar de comentar que estamos hoy aquí, en esta misma casa, donde en diciembre del año 2001 fue declarado y aplaudido durante la presidencia de Adolfo Rodríguez Saá a casa llena y en medio de enorme algarabía el default de la Argentina. Ese default, que fue festejado y aplaudido de pie por la totalidad de la clase dirigente, sería el comienzo de un ciclo populista que ha destruido la Argentina. Algunos se preguntarán por qué estoy yo hoy aquí esta noche, si en general, quien suele presentar el presupuesto nacional que el Poder Ejecutivo le propone al Congreso es el Ministro de Economía. Decidí hacerlo personalmente por dos razones. Primero, porque soy economista, además estoy orgulloso de eso. Soy el primer presidente economista de la historia argentina para ser más preciso. Y como soy economista, probablemente por deformación profesional, para mí el destino de un pueblo se juega en las definiciones económicas que toma. Porque solo sobre la base de una economía sana, las personas pueden ejercer verdaderamente su libertad. Bueno, la primera y primordial de estas definiciones es acerca de qué se tiene que ocupar el Estado y cómo va a ser el dinero de los pagadores de impuestos. Eso, ni más ni menos, es el presupuesto nacional.
QUÉ ES EL PRESUPUESTO
Quizá una de las definiciones más logradas, por lo simple y sencilla, la dio el Presidente en los primeros párrafos. Se refirió a cómo se va a usar el dinero de los contribuyentes. “Eso, ni más ni menos, es el Presupuesto Nacional”. Se anticipaba, entonces, un discurso con un fuerte acento en el destino del gasto. Por eso es que llamó la atención que en los dichos de Milei no haya habido ninguna mención a este ítem: dónde irá el dinero de los impuestos.
Recordemos que, en algún sentido, la democracia moderna, como la conocemos hoy, es hija de una revolución que se gestó bajo el principio de que no puede haber tributación sin representación. La tarea principal de esta honorable casa, para lo que fue pensada, es establecer un presupuesto nacional para definir qué hace el Estado con el dinero de los pagadores de impuestos. La segunda razón por la cual me estoy presentando hoy aquí, es porque vengo a proponer un proyecto de presupuesto diametralmente distinto a lo que nos tienen acostumbrados. No solo distinto, sino el más radicalmente distinto de nuestra historia. Y he aprendido de primera mano que, a más profundo el cambio, mayor tiene que ser el esfuerzo empeñado para pelear por él. Por eso estamos aquí hoy, porque el presupuesto nacional no es solo una ley más. Es la ley de leyes, es la hoja de ruta bajo la cual ordenaremos las prioridades de nuestra gestión en la presente hora nacional. La piedra basal de este presupuesto es la primera verdad de una administración pública sana, una verdad que durante muchos años ha sido relegada en la Argentina, el déficit cero.
EL CORAZÓN DEL PLAN
No hay nada más importante para el Gobierno que el “déficit cero”. Durante los 40 minutos de discurso, 29 veces pronunció la palabra déficit (en cuatro de ellas seguida de cero) y en 8 oportunidades dijo superávit. Es decir, estos temas son centrales en su mirada. Ahora bien, “déficit cero” no es ni más ni menos que una simple cuenta: que los gastos no superen los ingresos. Así de simple se resume la regla de oro de Milei.
Lo primero que hay que entender es que cuando los gobiernos quieren gastar y gastar compulsivamente y no les da el margen para seguir subiendo impuestos, como ocurre en la Argentina, la única forma de pagar la cuenta es pidiendo plata prestada o imprimiéndola en el Banco Central. Recordemos brevemente lo que ha sido la metodología histórica de nuestra clase dirigente. Como los políticos no entienden la restricción presupuestaria y no quieren dejar de gastar, generan déficit. Para cubrir ese déficit, lo primero que hacen es tomar deuda. Pero como no hacen el ajuste necesario, la deuda se vuelve impagable y entonces, defaultean. Así es como nos convertimos en el mayor defaulteador serial del mundo. Pero el default no es inocuo. Caer en default lo que produce es, la ya famosa en la Argentina, fuga de capitales. Entonces los dólares comienzan a escasear y los políticos no tienen mejor idea que establecer aranceles o derechos de exportación para hacerse de los dólares del sector privado. Y, por el otro lado, establecen controles de capitales para intentar retener los escasos dólares que así genera el país. Como esto produce que la Argentina se quede sin crédito en los mercados financieros, no tiene mejor idea que emitir dinero, que como ya sabemos genera inflación. Nota del pie: porque la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Les guste a quien no les guste. Para combatir la inflación ponen controles de precios que hace 4000 años sabemos que no funcionan e inventan regulaciones que destruyen la propiedad privada, entorpecen el cálculo económico, destruyen capital y, en consecuencia, aumentan la pobreza y la indigencia. Esta es la triste historia argentina de lo que los políticos y analistas llaman “política económica”, que no ha sido otra cosa en la Argentina que la violación sistemática de los derechos de propiedad de los ciudadanos. Dicho de otro modo, el déficit solo se cubre con deuda, que no es ni más ni menos impuestos futuros, impuestos sobre las futuras generaciones o con más impuestos presentes o con emisión de dinero. En la Argentina más impuestos no puede haber, es el país con mayor cantidad de impuestos del mundo. Y si a eso le sumamos que el 50% de la actividad económica es informal, la presión impositiva formal en la Argentina ronda el 60%. Un verdadero disparate para un país que necesita desesperadamente acumular capital. Una vez descartada la posibilidad de subir impuestos, la otra forma de solventar el déficit es con deuda. Es decir, cargándole a las generaciones futuras el despilfarro de hoy. Esto no es otra cosa que entregar en el altar del populismo la vida de nuestros jóvenes, es decir, implica el exterminio de las generaciones futuras, quienes hoy ya en un 70% son pobres. Pero la Argentina, producto de ser el mayor defaulteador serial del mundo, no tiene acceso al crédito. Por ahora. Lo que inhabilita cualquier tipo de endeudamiento aún si fuera deseable, cuando en realidad nunca lo es. Y cuando esa alternativa se agota, el déficit se paga imprimiendo pesos, que es robarle a todos los argentinos mediante el señoreaje, para que tomen dimensión de la estafa que hemos vivido, la política le ha robado a los argentinos cerca de 25.000 millones de dólares por año en señoreaje los últimos 20 años. Y digo robado no como eufemismo, sino en sentido literal, porque cuanto más dinero se emite cada peso que un argentino tiene en su bolsillo vale menos. Con el doloroso agregado de que la inflación, que es consecuencia directa de la emisión monetaria, golpea entre 25 y 30 veces más a los que menos tienen. El problema del déficit, sin embargo, no es una novedad. En la Argentina tuvimos déficit fiscal 113 de los últimos 123 años. Y esos 10 años que no tuvimos déficit, fue porque ya había saltado todo por los aires y estábamos en default. Quiere decir que prácticamente el 100% de nuestra historia moderna, los gobiernos incumplieron esta verdad básica de la economía y le pasaron la factura al común de los argentinos, una y otra vez. También quiere decir que este será el primer año de superávit fiscal, sin entrar en default de toda la historia argentina. Vaya si no hay gestión. No es casualidad, entonces, que seamos el máximo defaulteador serial de la historia moderna, si hemos vivido un siglo tomando deuda que no podemos pagar. No es casualidad que hayamos vivido con una inflación desorbitante durante el último siglo, habiendo terminado el año 2023 con la inflación interanual más alta del mundo, por encima de Venezuela y El Líbano. No es casualidad tampoco que en los últimos 120 años hayamos pasado de tener el PBI per cápita más alto del mundo, a ser un país donde el 60% de la población es pobre. El huevo de la serpiente de todos los problemas económicos argentinos, de todos, que es el déficit fiscal, es la única constante a lo largo de nuestra historia.
NOTA DEL EDITOR
Una vez más el origen de todos los males según Milei: gastar más de lo que se recauda. Se podría decir que cualquier persona que haya pasado la mayoría del tiempo con más gastos que ingresos ya estaría pidiendo dinero al usurero más caro. Ahora bien, ¿cómo se regresa a la normalidad? Primero, invirtiendo la ecuación; después, ganando confiabilidad. Eso se plantea Milei, poner cepos presupuestarios para regresar a la normalidad.
Porque la deuda es producto del déficit, la emisión monetaria es producto del déficit, la inflación es producto de financiar el déficit con emisión, la destrucción del capital es producto del endeudamiento que genera el déficit. Por lo tanto la pobreza y la indigencia son producto del déficit. Se preguntarán, entonces, a quién le puede servir este modelo. Bueno, saben cuál es la madre del déficit, la razón por la cual hay déficit, la compulsión inagotable de los políticos por el gasto público, que no conoce restricción presupuestaria alguna, porque es solo gastando plata que no es suya que pueden hacer negocios para ellos, sus clientes y sus amigos. Ya Friedman decía que no hay peor forma de gastar que el gasto estatal. Porque hay cuatro maneras de gastar dinero: gastar el dinero propio en uno mismo, gastar el dinero propio en terceros, gastar el dinero ajeno en uno o gastar el dinero ajeno en terceros. Y como uno no conoce las preferencias ajenas ni es responsable del dinero ajeno, porque no sabe cuánto costó conseguirlo, la peor forma de gastar dinero es gastar el dinero de otros en otros, que es precisamente el gasto del Estado. Hoy, algo que tiene que quedar claro de una vez y para siempre, no hay nada, pero nada más empobrecedor para el común de los argentinos que el déficit fiscal. Y no hay nada, pero nada que enriquezca más a los políticos que el déficit fiscal. Este es el triste papel que el gasto público juega en el modelo de la casta. La política ha adornado este modelo con buenas intenciones y marcos teóricos rimbombantes. Por años, los hemos escuchado hablar de la justicia social, que no solo no es justa, sino que es extremadamente violenta. Porque la justicia social implica sacarle a unos para darle a otros, basada en un principio inconsistente que dice que donde hay una necesidad, nace un derecho. Pero el problema, estimados, es que las necesidades son infinitas y los recursos son finitos. Por eso, cuando el político pide más y más y más gasto para repartir plata que no hay, en realidad lo que está haciendo es estafando a todo el pueblo argentino. Está jugando con el futuro de todos para anotarse par de puntitos políticos con algún discurso bienpensante en el camino. Porque el político sabe perfectamente que cuando aumenta el gasto público, le está poniendo la plata en un bolsillo a la gente para sacarle el doble por el otro bolsillo. Por eso, vetamos el proyecto de aumento del gasto público que sancionó este Congreso. Y por eso vetaremos todos los proyectos que atenten contra el equilibrio fiscal
LA REGLA DEL VETO
No caben dudas respecto de qué hará el Presidente con las iniciativas del Congreso que aumenten el gasto: las va a vetar a todas, excepto las que contengan un cálculo de cómo se financiará esa expansión. Ya se podría anticipar el veto a la ley de aumento al presupuesto universitario. Nota al pie. El año pasado, Milei acompañó la quita de Ganancias para gran parte de los trabajadores en relación de dependencia. Esa ley no tenía cálculos respecto de cómo compensar la caída de los ingresos. Un año después, pregona lo que entonces reclamaba la oposición de Cambiemos.
Y hacemos esto porque no vamos a hacer cómplices de estafar al pueblo argentino para adoptar una medida populista. El único contexto en el que aceptaremos discutir el aumento de un gasto es cuando el pedido venga con una expresa explicación de qué partida hay que reducir para cubrirlo. Si no es así, será vetado. Esto, que debería ser una verdad de perogrullo, parece un sacrilegio dicho en esta casa, lugar de donde han salido la totalidad de las medidas populistas que han arruinado a este país. Lo paradójico es que siempre salen con enorme apoyo porque es una regla tácita de la política argentina, que cuanto más voto tiene un proyecto en el Congreso, peor es para la sociedad. Así lo han vuelto a demostrar en esta casa en las últimas semanas. Porque ellos tienen algo muy claro, que pesa más que cualquier perjuicio que le pueda infligir a la sociedad. Saben que si se termina el déficit, a muchos se les termina el negocio. Lamentablemente, esta compulsión por el gasto que tienen los políticos ha sido una constante durante el último siglo argentino. Desde 1901 hasta la fecha, hubo 22 crisis económicas en la Argentina. 20 de esas 22 se caracterizan por un déficit fiscal alto o directamente extravagante, lo cual generó una profunda volatilidad en la economía argentina, atentando contra la inversión y el crecimiento. Dicho esto, detengámonos a recordar cómo era el cuadro fiscal previo a las crisis que recordamos con más angustia. En la previa al Rodrigazo, el déficit fiscal era de 14 puntos del PBI. Acercándonos a las crisis del 81-82 con la tablita cambiaria, era de 11 puntos. Antes que se desencadenara la hiperinflación del 89, el Estado Nacional cargaba con ocho puntos de déficit. Y detrás de uno de nuestros últimos traumas nacionales, la crisis de la convertibilidad del 2001 y 2002, teníamos un déficit de siete puntos del PBI. En este recorrido se ve un claro patrón: además de la persistencia de los políticos por gastar la plata que no tenemos, cada vez el país tiene una menor resistencia a la distorsión fiscal. Cada vez que las crisis estallan con menos déficit y se preguntarán por qué ocurre esto. Ocurre porque habiendo abusado de todos los mecanismos de financiación del déficit que existen, tanto los argentinos como los mercados, cada vez nos dan menos crédito. Esto quiere decir que cuando abordamos el cuadro de situación heredado, no estamos hablando únicamente del mazazo del 2023, sino del efecto acumulado de un siglo entero de crisis recurrentes. También quiere decir que si no lo solucionamos ahora, si no damos esta pelea de una vez y para siempre, la solución será cada vez más cuesta arriba y pronto se convertirá en una tarea casi imposible. Bueno, en la política, en economía y en la vida misma, uno no elige con qué carta jugar. Uno juega con las que le tocan. Los tontos ignoran la realidad, los necios la niegan, los que apuestan al éxito, la aceptan y la resuelven. La mano que nos tocó a nosotros no fue, ni más ni menos, que la peor herencia en la historia, tanto en materia fiscal y monetaria, como en múltiples dimensiones de la vida social argentina. Heredamos un déficit consolidado de 15 puntos del PBI, de los cuales cinco puntos pertenecían al Tesoro y 10 al Banco Central. Más que en cualquiera de estas crisis que acabo de mencionar. Pero algunos que dicen ser economistas, que viven de olvidarse cosas a propósito, salen todos los días en televisión, haciendo la cuenta de que vivíamos en Suiza. Para ponerlo en números palpables, ajustar el déficit de 15 puntos del PBI implicó que hiciéramos un recorte del gasto de alrededor de 90.000 millones de dólares. Que no es otra cosa que decir que le estamos devolviendo a los argentinos ese dinero. O sea, no exageramos cuando decimos que hemos hecho el ajuste más grande de la historia de la Humanidad. Por eso, no me deja de llamar la atención que, dirigentes de todos los colores y banderas, nos acusen tan seguido de no tener gestión.
NOTA DEL EDITOR
Una de las críticas que se escucha entre los conocedores del Estado, y también entre los cercanos a Mauricio Macri, es la poca gestión del Gobierno. Milei le dedicó largos minutos a este asunto y enumeró varios de los cambios que considera logros de su gestión. Y de paso, un palo a Sergio Massa, el excandidato a presidente que lo apuró en el debate presidencial cuando le preguntó si sabía manejar el GDE, el sistema de gestión documental del Estado. Contestó así a quienes critican la poca gestión de varios sectores del Estado. Uno de ellos, claramente, es el ministerio de Capital Humano que maneja Sandra Pettovello.
A esos yo les digo: ¿Saben qué? Gestionar no es designar miles de funcionarios en todos los rincones del Estado, cuando la mitad de esas áreas no deberían existir. Gestionar no es que un director nacional firme una resolución para gastar millones de pesos en servicios que el sector privado puede proveer mejor y más barato. Gestionar no es hacer rutas que no conducen a ningún lado, ni viviendas hacinadas que nadie quiere. Gestionar no es saber usar el GDE, como decía el excandidato Massa. Gestionar es haber evitado la hiperinflación que nos dejaron en puerta. Gestionar es sanear el balance del Banco Central y desactivar la bomba de deuda que heredamos. Gestionar es reducir el gasto público de la manera que lo hicimos, en el tiempo récord que lo hicimos, y sin haber abandonado a los sectores más vulnerables de la sociedad. Gestionar es haber aprobado la reforma legislativa más grande de los últimos 40 años, con 37 diputados y seis senadores. Motivo por el cual también agradezco a muchos a aquellos que nos han acompañado en todas estas sanciones de leyes. Gestionar es echar los 31.000 ñoquis que hemos echado en estos primeros nueve meses. Gestionar es aprobar la boleta única de papel, una bandera de aquellos que hablan de transparencia, pero que poco han hecho por ella. Gestionar es eliminar los intermediarios que lucraban con la pobreza. Gestionar es haber eliminado los piquetes y llevar más de cuatro meses sin cortes de calle en el AMBA. O gestionar es también haber reducido el 75% de los homicidios en Rosario. Gestionar es remover las infinitas regulaciones que hay en todos los sectores de la economía para facilitarle la vida a los que emprenden y trabajan. Gestionar es recuperar la confianza del sector privado, que proyecten invertir más de 50.000 millones de dólares, como ya han anunciado. En definitiva, gestionar no es administrar el Estado, gestionar es achicar el Estado para engrandecer a la sociedad. Estamos resolviendo en un año el desastre que nuestros predecesores, por acción o omisión, generaron durante más de 120 años. Así que cuando los responsables del fracaso nos acusan de no tener gestión, lo llevamos en el pecho con orgullo lo que estamos haciendo. Sin embargo, el gigante desafío persiste y ahora tenemos que hacer valer el titánico esfuerzo realizado por todos los argentinos y darle sostenibilidad para el futuro. Por eso, hemos decidido que parte de nuestro legado sea cambiar para siempre la metodología a través de las cuales se elabora el Presupuesto. El déficit siempre fue consecuencia de pensar primero cuánto gastar y después ver cómo financiarlo. Nosotros vamos a hacerlo al revés, pensando primero cuánto tenemos que ahorrar para después ver cuánto podemos gastar. Por eso, estamos proponiendo una regla fiscal inquebrantable para este presupuesto y para todos los presupuestos que vengan de acá en adelante. Los invito a volver por un minuto a despejar la X conmigo para entender de qué se trata. Ustedes pueden abstenerse porque suman con dificultad.
NOTA DEL EDITOR
Si bien la cámara jamás tomó el ala derecha del recinto del Congreso, cuando se refirió a los que tienen dificultades para sumar apuntó a los pocos kirchneristas que habían ido a convocatoria. Se trata de identificar claramente a quienes, según él, llevaron a la Argentina a la situación en la que está. Esta vez, el mandatario trató de hacer alguna distinción entre kirchneristas y el resto de los que estaban presentes. En el fondo, es una manera de diferenciar entre los que lo acompañaron en sus iniciativas parlamentarias y quienes se opusieron a todas. Además, las alusiones a la casta fueron algo menos generales.
Mira que yo lea o no, vos seguís sumando con dificultad, Martínez. Igual pueden tomar nota porque ahora empiezo. Ahora empiezo. Vamos. La primera premisa de la que partimos es que el superávit primario tiene que equivaler o exceder obligatoriamente al monto de los intereses de deuda a pagar. De modo que, si el superávit primario es el resultado de netear los ingresos con los gastos corrientes y de capital, el gasto primario tendrá que ser igual o menor a los ingresos, menos el superávit primario. Es decir, el nivel de gasto a erogar estará condicionado por el nivel de superávit primario a conseguir, que a su vez estará condicionado por los ingresos observados neto del monto de intereses a pagar por la deuda.
NOTA DEL EDITOR
Estos párrafos son la fórmula más innovadora que se incluyó en el Presupuesto. Se podría explicar simple: los gastos se ajustan a los resultados fiscales. Es decir, según esta norma contable, si mejoran los ingresos, el Estado podrá ahorrar o gastar. Pero si caen, se achica el gasto. Así las cosas, al terminar el año, la cuenta del debe no podría superar a la del haber.
Dicho esto, ahora detengámonos un segundo en el gasto. El gasto corriente está compuesto de la suma del gasto automático ilícitamente indexado por ley y el gasto discrecional. El gasto automático es el componente de gasto que está indexado a la inflación y otras variables macro. El gasto discrecional no está indexado, o sea que no importa la inflación que haya, sigue siendo el mismo. Bajo este nuevo esquema que estamos proponiendo, si los ingresos son mayores a los estimados, el gasto automático podría aumentar en línea con los ingresos, pero el gasto discrecional se mantendrá congelado. Por otro lado, mirando ahora los ingresos, cuando el aumento de la recaudación sea transitorio, el Estado podrá ahorrar, absorbiendo pesos o para cancelar deuda, lo que permitirá seguir bajando la inflación y/o mejorar el perfil de deuda argentino. Y si el crecimiento económico es permanente y en consecuencia el aumento de los ingresos es estructural, el Estado va a poder devolverle a la sociedad esa mayor recaudación en reducción de impuestos, tal como nos hemos comprometido.
NOTA DEL EDITOR
La regla para bajar los impuestos también se puede inferir de los dichos de MIlei Si suben los ingresos se podrán bajar los impuestos. Acá entra la discrecionalidad más que la matemática. Sucede que habló de que es necesario que este aumento sea estructural. ¿Cuándo se dará esta condición? Nadie lo puede predecir.
Por otro lado, si la economía no crece y los ingresos son menores a los estimados, caerá también el gasto automático y reduciremos el gasto discrecional, tal que igualmente se alcance el déficit cero. Por lo tanto, esta vez será el sector público y no el privado el que absorberá los efectos de las perturbaciones que sufre la economía. En resumen, nuestra metodología presupuestaria va a lograr tres objetivos inéditos. Uno, va a blindar el equilibrio fiscal para siempre, terminando con el castigo de la deuda y la emisión. Va a obligar al Estado a hacerse cargo y a absorber los efectos de las perturbaciones en la economía. Y para cuando haya mejores permanentes, como serán los años venideros, va a obligar a devolver el exceso de recaudación a la sociedad a través de la reducción de impuestos. Esto quiere decir que, de mantenerse esta metodología de acá en adelante, no solo podremos ir reduciendo impuestos, sino también el tamaño del Estado, que es la verdadera presión impositiva. Quiero volver a repetirlo para que quede claro y no haya dudas: esta metodología que estamos presentando en el presupuesto nacional, blinda el resultado fiscal, sea cual fuera el escenario macroeconómico. No importa qué suceda con la economía, no importa si nuestras estimaciones están bien o mal, sea cual fuera el escenario económico, el resultado fiscal estará siempre garantizado. Pero para que esto sea posible, en la Argentina nos debemos un debate honesto acerca de qué se tiene que ocupar y de qué no el Estado Nacional. Nos hemos acostumbrado a pensar al Estado Nacional como una niñera que se tiene que hacer cargo de todo, desde darle de comer hasta entretener a cada ciudadano. Pero cuando un Estado se arroga a tareas que no le competen, termina por incumplir las responsabilidades fundamentales que sí le corresponden. Así llegamos a un Estado que en el afán de cumplir todos los supuestos deseos de sus ciudadanos no pueden cumplir ni por asomos sus obligaciones básicas. Así es como llegamos al 50% de pobreza, al retorno del analfabetismo, tasas de criminalidad siderales, un entramado energético que no soporta cuatro días de calor seguidos, Fuerzas Armadas abandonadas y sin capacidad de respuesta, una Justicia trágicamente lenta y hospitales públicos sin insumos que no pueden curar a nadie. Mientras tanto se dilapidaron miles de millones de pesos en recitales a los que iban 300 personas, medios públicos al servicio de los militantes, rutas que no conducían a ningún lado y se pasaban el día promulgando leyes que oscilaban entre ridículas, inútiles y nocivas. Como dijo Cicerón, cuanto más se acerca el colapso de un imperio, más estúpidas son sus leyes. Y vaya que ha hecho cosas estúpidas el kirchnerismo. Y lo peor de todo, nos dejó un sistema en el que el 70% del gasto público se va en gasto social de distinto tipo. Esto que durante años ha sido aclamado como un éxito para todo el arco político, no indica otra cosa más que una tragedia humanitaria, porque significa que más de 20 millones de argentinos no se pueden sostener por sus propios medios si no es con la ayuda del Estado. Ayuda que se fondea robando a una parte de la sociedad con los impuestos. Si alguien cree que esto es algo deseable, déjeme decirles que están equivocados. ¿Les parece que esto es ajeno a que el Estado realice tan pobremente sus tareas esenciales? Por eso es hora de volver a las bases y barajar y dar de nuevo algunas definiciones. Lo fundamental que tiene que hacer un Estado Nacional es asegurar la estabilidad macroeconómica, las relaciones exteriores y el imperio de la ley. Punto. Cualquier otra cuestión puede resolverse a través del mercado, o es competencia de los gobiernos subnacionales. Para ser más claro, lo desgloso en partes. ¿Qué es esa estabilidad macroeconómica? Que no haya déficit fiscal y que haya estabilidad monetaria. Y que, en consecuencia, no haya inflación y se facilite el crecimiento económico. Facilite porque los privados deciden en qué invertir, no que lo haga un burócrata desde una silla y en el medio se quede con algo en el camino. Es más, y que al no haber inflación no haya distorsión de precios y que en consecuencia las personas, las familias y las empresas puedan recuperar el cálculo económico, la capacidad de proyectar. Y en definitiva, recuperar su futuro. ¿Qué es el imperio de la ley? Seguridad para proteger a los ciudadanos de posibles ataques de otros a su vida y a su propiedad. Justicia para dirimir imparcialmente los conflictos entre los ciudadanos y castigar a quienes infringen la ley. Y defensa para proteger los de posibles conflictos con otros países o amenazas externas. Repito, cualquier otra cuestión puede resolverse a través del mercado o es competencia de los gobiernos subnacionales. Tiene que entenderse de una vez que no es tarea del Estado interferir en el proceso económico. No creemos en la política económica contracíclica y de ningún tipo. Creemos en la libertad, en los derechos de propiedad y en que los precios se expresen libremente. Si el ciclo de la economía es genuino, esto es, si es de origen real, el Estado no tiene nada que hacer más que garantizar la estabilidad macroeconómica y el imperio de la ley. Si el ciclo económico no es de origen real, sino que es generado por el Estado, es lo mismo que aceptar que un mafioso nos rompa las piernas para luego venir a ofrecernos las muletas. No queremos las muletas del Estado, queremos vivir en libertad. No queremos que nos rompan las piernas. Así como el déficit es el corazón del problema, la reducción del gasto para lograr superávit va a estar en el centro de la solución. ¿Por qué? Porque es el único camino para devolverle a los argentinos el fruto de su trabajo, que hoy el Estado le roba con impuestos. El déficit cero va a hacer que la deuda sea sostenible. La sostenibilidad de la deuda va a bajar el riesgo país y a abaratar el costo financiero, contribuyendo al aumento de la inversión y el ahorro. Y en consecuencia, a la suba del salario real, que es la única manera que baje la pobreza y la indigencia. A su vez, implicará menor presión fiscal futura sobre los pagadores de impuestos, lo que significará mayor incentivo para invertir. En una economía globalizada, y aún más desde la existencia de Internet, el capital se ha vuelto nómade. Hoy cualquier persona puede abrirse una cuenta en Estados Unidos o en Paraguay, sin moverse de su casa. Y lo hacen buscando mejores condiciones fiscales que las que ofrecemos nosotros. Por eso es imperativo que la Argentina vuelva a ser atractiva para los argentinos. Tenemos que terminar con esta pulsión por expulsar el capital de nuestros compatriotas con impuestos prohibitivos, que lo único que hacen es reducir el flujo y el tamaño de nuestra economía, castigando al país en su conjunto con más pobreza y más exclusión. Queremos que las empresas argentinas vuelvan a ser competitivas para que puedan contratar a más trabajadores, pagarles mejores sueldos y así frenar el éxodo de capital humano que vivimos hace más de 20 años. Hay que amigarnos de una vez por todas con la idea de que lo mejor para un trabajador es un empresario que invierte.
NOTA DEL EDITOR
La inversión privada es uno de los temas que más preocupa, y ocupa, al Gobierno. Se trata de uno de los pilares de la reactivación económica que el Presidente plasmó en el Presupuesto que presentó. El Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) es una de las apuestas para destrabar grandes proyectos. Sin embargo, los empresarios reclaman algún tipo de cronograma para el levantamiento del cepo. Por ahora, ninguna pista.
Pero la única forma de multiplicar la cantidad de empresas es dejándoles de meter la mano en el bolsillo y liberándolos del infierno de regulaciones, permisos y costos altísimos que tienen la actividad privada en la Argentina. Para llegar a este punto, nos hemos propuesto el plan de reformas estructurales más ambicioso de toda la historia argentina, el cual inició con el decreto 630/23, siguiendo con la aprobación de la Ley Bases, sancionada por este Congreso, y continua con todas las desregulaciones que anunciamos a diario, sumando los proyectos de ley que seguiremos enviando a este Congreso. Gracias a esta mega reforma del Estado que hemos emprendido, estaremos alcanzando niveles de libertad económica similares a los de Alemania, Francia o Italia, en menos de un año de gestión, con viento y marea en contra. Y vamos en rumbo firme y decidido hacer el país más libre del mundo, porque la libertad nos traerá prosperidad y nos hará grandes de nuevo. Sin embargo, incluso si todo saliera como pensamos, esta guerra que llevamos adelante contra el gasto público y el costo argentino se pelea en todas las dimensiones del Estado y también en las jurisdicciones provinciales y municipales. Por eso, a los gobernadores les digo: cumplir el compromiso de bajar el gasto público consolidado a 25 puntos del PBI requiere que las provincias de su conjunto hagan un ajuste adicional de 60.000 millones de dólares. Nosotros ya hemos cumplido nuestra parte del acuerdo, ahora faltan ustedes.
NOTA DEL EDITOR
Durante las últimas semanas, las noticias de los aumentos de las tasa municipales o los impuestos provinciales se han sucedido. Se trata de la consecuencia de dos fenómenos que Milei combate a nivel nacional. Por un lado, el crecimiento de los estados subnacionales; por el otro, el aumento de los impuestos para solventarlos. Como bajaron las transferencias nacionales, las provincias y los municipios tratan de recaudar más. El Presidente los advirtió: "Hay algo que estoy seguro que los argentinos no van a permitir. Y es que cuando el Estado Nacional elimine o baje un impuesto, ustedes quieran subir los suyos". Enorme desafío de la Nación.
Los argentinos a lo largo y ancho del país saben perfectamente bien que por cada peso que dejen de gastar las provincias y los municipios, se lo podrán devolver en baja de ingresos brutos u otras tasas. Si cumplen con este mandato popular, los argentinos de bien estarán agradecidos. Pero déjenme decir que hay algo que estoy seguro que los argentinos no van a permitir. Y es que cuando el Estado Nacional elimine o baje un impuesto, ustedes quieran subir los suyos. No va a caminar, los argentinos son un pueblo rebelde y cansado de las avivadas de los políticos. Estamos viviendo un momento bisagra de nuestra historia. No lo subestimen. De hecho, cuando ingresé a la política señalé que no venía a guiar corderos, sino a despertar leones.Y les cuento. Repito, así no se me complica el remate. Cuando ingresé a la política señalé que no venía a guiar corderos, sino a despertar leones. Y les cuento, que si no lo han visto o no lo quieren ver, los leones han despertado. Por último… Hacelo dentro del presupuesto y no de manera demagógica, perjudicando a todos los argentinos, exterminando a los jóvenes. Por último, quiero hablarles a los integrantes de este Congreso. Este es un momento bisagra en la historia de nuestro país. No aparecen seguidos momentos donde se pueda cambiar el curso de la historia. Si fuera fácil, no estaríamos hoy en donde estamos. Por eso tenemos la oportunidad. Más que la oportunidad, la obligación de aprovechar este momento. Porque recuerden, cuando más nos sumergimos en el fondo del mar, más que nadar para salir a flote. Pero el único camino hacia el progreso es terminar con el déficit fiscal, bajar el gasto público, eliminar impuestos y confiar en el ejercicio de la libertad por parte de los argentinos. Todo lo que ustedes odian. Si hacemos las cosas bien, vamos a vivir en un país con estabilidad económica, donde planificar un proyecto de vida, formar una familia o emprender para tener un negocio rentable, va a volver a ser una realidad. Si hacemos las cosas bien, encabezaremos los rankings de libertad económica del mundo. Si hacemos las cosas bien, tendremos un país donde el Estado va a volver a ser un servidor de sus ciudadanos. Y no su amo y señor, como decía Milton Friedman. Si hacemos las cosas bien, vamos a revertir el siglo de humillación al que se condenó injustamente a los argentinos. Por eso, honorables miembros del Congreso y la Nación, la presente hora política nacional, les ofrece dos opciones. Una es hacer exactamente lo contrario a lo que venimos haciendo hace más de 100 años para despegar y volver a hacer a la Argentina grande nuevamente. Otra, es seguir haciendo lo mismo de siempre, dejando todo como está y mantener este sistema putrefacto que empobrece a todos los argentinos día a día. Esos son los dos caminos. Sepan ustedes, miembros de este Honorable Congreso, que la decisión de qué lado de la historia quieren quedar, es suya. Luego será la ciudadanía quien los coloque en la avenida de los justos o en la esquina de las ratas miserables que apostaron contra el país y contra su gente.
NOTA DEL EDITOR
La polémica como fórmula. "La esquina de las ratas miserables", según Milei, es el lugar donde el pueblo colocará a quienes apostaron contra el país y contra su gente. El Presidente bien podría haber usado algún que otro camino dialéctico como para referirse a quienes no apoyen sus reformas. Pero prefirió ser auténtico. Y pese a que el discurso estaba escrito y guionado, no se privó de los peores adjetivos para sus rivales políticos.
Para finalizar, quiero citar nuevamente a Marco Tulio Cicerón, el gran legislador romano, que decía: el presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar en lugar de vivir a costa del Estado. Esta frase tiene más de dos mil años.Más de dos mil años y ustedes de eso no aprendieron nada. Confío en que este honorable Congreso Nacional debatirá el proyecto de presupuesto nacional con la responsabilidad y la seriedad que nuestra situación actual requiere. Que Dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen. ¡Viva la libertad carajo!


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