lunes, 16 de septiembre de 2024

BEA PALACIO Y PERIFERIAS


BEA PALACIO
EL ARTE DE KOSICE INSPIRÓ A LA DISEÑADORA INDUSTRIAL, QUE DESARROLLÓ EN SU HONOR UNA CÁPSULA DE JOYAS 
Vivian Urfeig —
Ala diseñadora industrial Bea Palacio le llevó apenas un mes el desarrollo de una colección cápsula que respondiera a una consigna particular: dialogar con la muestra Gyula Kosice Intergaláctico, que hasta el 4 de noviembre se puede ver en el Malba. A 100 años del nacimiento del artista experimental argentino, el reto en tiempo récord consistió en diseñar ocho piezas de joyería contemporánea que incorporaran el universo de geometrías en formato lúdico característica de Kosice, donde el movimiento y los efectos de la luz son una constante. “Me lancé a captar y potenciar su esencia, que es el sumun, a partir de colgantes y aros. La gota icónica y la Ciudad Hidroespacial fueron el punto de partida”, señala Palacio, graduada en la FADU-UBA.
Habla de dos referencias de peso. La gota es el motivo recurrente del artista que, en 1948, concibió su primera pieza que combinó agua y movimiento. Una simple gota, perfecta, como símbolo de agua, pero también como contenedor, es una de las obras hidrocinéticas más atractivas de la muestra. Y un colgante azul profundo con destellos luminosos que se ajusta al cuello con un cordón de caucho es la pieza de joyería que reinterpreta la famosa gota.
La Ciudad Hidroespacial configura la visión utópica de Kosice en una gran instalación compuesta por siete constelaciones lumínicas y 19 maquetas de hábitats hidroespaciales. En la revista Arturo (1944), Kosice sostuvo que “El hombre no ha de terminar en la Tierra”, desafiando el desarrollo tecnológico, advirtiendo sobre el deterioro ambiental y poniendo en jaque las nociones de frontera y propiedad privada.
Del marco conceptual que planteaba Kosice, la diseñadora puso el foco en el concepto de movimiento para aplicarlo en dos mini esculturas portables creadas con la misma paleta de materiales que exploraba el artista argentino nacido en Checoslovaquia en 1924. Ambas se pueden ver, y comprar, en la tienda del Malba.
“El acrílico es el recurso estrella que resulta luminoso, brillante, pulcro y genera un juego de luces muy especial. Prefiero el traslúcido”, apunta Bea, docente de Diseño Industrial 3, Cátedra Bianchi de la UBA desde hace 10 años. “La cátedra era la de mi maestro Ricardo Blanco, el arquitecto argentino referente en diseño industrial que además fue director de la carrera. Aún hoy me siguen inspirando sus ideas”, dice a modo de homenaje. Y señala a otros guías: Frank Gehry, arquitecto ganador del Premio Pritzker, autor del edificio MIT, y uno de sus favoritos; Rogelio Polesello, pintor y escultor argentino. Le fascina el estilo de Nendo, la firma de diseño japonesa fundada por Oki Sato, y sigue de cerca los desarrollos de Tokujin Yoshioka, otro diseñador japonés.


Al frente del estudio de joyería BeJC (@somosbejc) ya había experimentado el acrílico en otras líneas de autor donde la referencia con los símbolos planetarios representaban un lenguaje geométrico propio. Cuando de chiquita su mamá y su abuela la dejaban revolver las cajas de collares, aros y pulseras, Bea no imaginaba que eso marcaría su destino. “Siempre fueron piezas importantes para mí. Los colgantes de vidrio, los collares con piedras y hasta un diente tallado. Los usaba todos, me encantaban los dijes grandes, como ahora”, dice la diseñadora de 38 años que cursó una Maestría en Diseño y Desarrollo de Producto, un programa multidisciplinar de la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona. Mucho antes, Bea se anotó en actividades vinculadas a la orientación vocacional cuando cursaba quinto año del secundario. Hubo una que le interesó especialmente. “La charla del diseñador Daniel Callegari fue clave. En ese momento la publicidad era una opción, pero conocer los detalles de la carrera de Diseño Industrial de la UBA resolvieron mis dudas. Me anoté enseguida”, recuerda.
Su mamá, María Beatriz González Zuelgaray, es arquitecta y su tía, Ángeles Gonzalez Zuelgaray, artista plástica. Bea heredó la pasión por lo proyectual y la sensibilidad artística de estas mujeres. Con su mamá participó en el desarrollo de un espacio de coworking para Casa FOA 2023. Suele trabajar con arquitectos en proyectos e instalaciones, como el festival de arquitectura Hello Wood, con formato de campamento y una consigna: “hacer con las manos”. Con su equipo coordinó en Entre Ríos el evento donde estudiantes de arquitectura y sus mentores desarrollaban estructuras de madera efímeras, cuyas maquetas en miniatura se expusieron en el Museo MARQ. Con formato internacional –el festival surgió en Budapest– la plataforma educativa desafió los límites constructivos.
Enumera el abanico de posibilidades que suele conversar con los alumnos: “Un diseñador industrial puede diseñar desde un lápiz hasta un par de anteojos o un avión. Esa variedad me encanta y es la que remarco en mis clases. Los proyectos de diseño requieren mucha investigación. Te transforman en experto”, sostiene Bea Palacio, la diseñadora que repasó los hitos de un gran artista para realizar pequeñas obras de arte lúdicas

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Módica hermenéutica del mate político
VERÓNICA CHIARAVALLI


Hace algunos años, un joven brillante y prometedor cuadro político, evocaba con una sonrisa la observación que le hizo su padrino en las lides de la “rosca”. El novato se había reunido para discutir y negociar acuerdos y disensos con un enconado adversario de otro partido, en un discreto bar de estilo inglés,
single malt de por medio. El veterano lo reprendió, afable, y en los términos académicos que el aprendiz comprendería: en política, la bebida es semiótica. Y cuando la gramática tácita del encuentro recomienda un expreso, aceptar un scotch puede ser letal.
En la Argentina, donde el noventa y seis por ciento de las familias toman mate, según cálculos de productores, la exhibición en la vidriera mediática de la yerba y el calabacín, de la que algunos políticos vernáculos parecen devotos, invita al ejercicio de una módica hermenéutica
Es la era de la política instagrameable, la política de la foto (los argumentos exigen dedicarles demasiado tiempo y esfuerzo). Y la foto con el mate y el termo (o el mate solo, nunca el termo solo –no tendría sentido y sería un elemento distractivo–) es la niña mimada del demagogo con ambiciones. La cultiva el candidato en campaña que quiere transmitir “cercanía” (tomo mate, soy uno más del noventa y seis por ciento de los argentinos), el funcionario que intenta mostrar dinamismo (abducido por la titánica tarea de resolver los problemas de “la gente”, en jornadas maratónicas sin tiempo para una comida en regla), el intendente que aspira a lucir campechano. También gobernadores y ministros (presidentes, menos) desenfundan la bombilla cuando las papas queman y los motores del humor social se recalientan ante el espectáculo de la corrupción, la desidia, la negligencia o el privilegio obsceno, según lo que decante la tómbola nefasta de nuestra política vernácula. El mate como talismán, entonces, para conjurar la mufa.
Y si bien el político en funciones a veces descansa (nuestro héroe, al fin y al cabo, es humano), el mate no. Allí están, para demostrarlo, las imágenes de la constelación burocrática en las playas más exclusivas de la Argentina (y no solo), mate en mano para atenuar, ante los ojos cándidos, el dispendio –prohibitivo para la mayoría– que solventa esos días de arena y relax, y acaso otros de los que no quedan registros
El mate lava culpas por el dinero mal habido, borra privilegios de “casta”, barre las fronteras entre los puertos maderos donde viven los elegidos y los barrios donde sobreviven los que eligen. Nos iguala a todos, al corrupto y al honrado, en una única y profunda calada fraternal.
No se pone en duda, aquí, la autenticidad de la afición de los materos vip de nuestra alta política. Lo que llama la atención es la necesidad, casi compulsiva, de exhibirla; la urgencia de cebarse unos mates ante las cámaras, en medio de un acto institucional, en el asiento trasero del confortable coche con chofer (pero a la vista del público, claro). Casi nunca se ve entre esas manos abnegadas, sobre esos escritorios probos, una taza de té, pocas veces un café (infusiones que en la semiología del poder populista se podrían interpretar como elitistas o “extranjerizantes”); a lo sumo un cortado, bien nuestro. El medio es el mensaje. Aunque algunos, cuando creen que nadie mira, se den gozosos al whisky, los cigarros y las parvas de dólares que cuentan eufóricos, como matones de mafia en la trastienda del garito.
Pocos días atrás, la crónica policial de nuestros pagos le dio otra vuelta de tuerca a la semiótica del mate. Ocurrió en Corrientes. Una mujer seducía incautos con el objeto de esquilmarlos. El cortejo comenzaba con una cita en algún lugar concurrido, y continuaba con una propuesta de la dama: prolongar el encuentro en casa del caballero, para seguir “conociéndose”. Pérfida Circe, ponía entonces manos a la obra, pava y hornalla. Su elixir de amor era el noble, austero mate, en su propia versión narcotizante. El rendez-vous terminaba con el galán profundamente dormido después del segundo o el tercer amargo, y el hogar desvalijado por la seductora y sus secuaces.
La política es otra cosa, claro, pero la metáfora también puede dejar su enseñanza. Por las dudas, cuando veamos a los políticos –del partido que fuere– ansiosos por hacer patente a los cuatro vientos cuánto les gusta tomar mate, a toda hora y en todo lugar, mejor desconfiemos. No vaya a ser que nos acuesten y nos pongan a dormir, tal vez soñar. Y despertemos demasiado tarde, solo para descubrir que la casa ha sido saqueada, una vez más

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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