domingo, 10 de diciembre de 2023

EL MEDIO ES EL MENSAJE Y LA HISTORIA DETRÁS DE LA HISTORIA


Alfonsín y Milei, unidos por la historia
— por Pablo Sirvén
La comparación puede resultar osada, porque en su época de irritado panelista televisivo solía descalificarlo como “el fracasado hiperinflacionario de Chascomús” y hasta porque llegó a confesar que usaba una foto de su cara como punching ball, pero a Javier Milei y a Raúl Alfonsín hay más de un punto en común que los une.
Para empezar, ambos asumen la presidencia de la República un 10 de diciembre: Alfonsín, exactamente hoy hace cuarenta años, al igual que Milei lo hará en la presente jornada. Los dos extremos de la democracia, el inicial y el actual, ambos con desafíos y mandatos enormes. En 1983, al mandatario radical le tocó la difícil tarea de devolvernos la libertad y sostenernos en ella más allá de las múltiples asechanzas que debió sortear. En 2023, al mandatario libertario le toca intentar probar si tiene la llave mágica para resolver una asignatura pendiente que se arrastra desde la restauración de la democracia: un manejo racional y duradero de la economía que permita a los argentinos vivir con dignidad y desarrollarse acorde con las riquezas naturales de nuestro país y el talento creativo que solemos demostrar en diversas disciplinas.
Si bien Alfonsín era un dirigente fogueado en la política formal –no como Milei, que entró en ella apenas hace dos años–, los dos llegan a la primera magistratura sin haber desempeñado anteriormente cargos ejecutivos. Ambos también, con sus naturales diferencias, resultaron disruptivos y ganadores inesperados: Alfonsín le asestó la primera derrota de la historia al peronismo; Milei, la más caudalosa. Y es casi idéntica la luz de diferencia (más de 11 puntos) que les sacaron a sus competidores inmediatos, Ítalo Luder, en aquel entonces; Sergio Massa, ahora.
Parecidos y diferentes. Con David Ratto y Gabriel Dreyfus, Alfonsín fue el primero en contar con una estrategia de comunicación preelectoral atractiva, moderna y profesional. Milei prescindió de la publicidad tradicional en el mundo real y analógico, pero se convirtió en un verdadero rockstar de las redes sociales, que lo ayudaron a suplir con creces sus evidentes falencias territoriales.
Alfonsín, de manera impecable, puso en el banquillo de los acusados a todas las violencias que atravesaron a la Argentina de los años 70 y 80, empezando por los represores de la dictadura militar y su plan sistemático de desaparición de personas, pero sin olvidar a los que delinquieron con horrendos crímenes, desde bandas terroristas armadas de izquierda y de derecha prohijadas por el peronismo y ciertos partidos políticos radicalizados. Y también tiene bien ganado su paso a la posteridad por haber puesto paz en las dos principales hipótesis de conflicto internacionales que tenía entonces la Argentina: con Chile (solucionado con el acuerdo del canal de Beagle, haciendo partícipe a la ciudadanía, que votó abrumadoramente a favor de esa solución) y con Brasil, con el que la Argentina mantenía una áspera rivalidad que Alfonsín supo limar, convirtiéndola en una amistad fructífera, en la que también obró a favor el puntapié inicial del Mercosur. Y a nivel de remozar mandatos seculares, la patria potestad compartida y la ley de divorcio supusieron también para la sociedad argentina comenzar a salir de la era de las cavernas.
Milei asume con el mandato de dar vuelta la historia en materia económica. Lo planteó sin vueltas ni ocultamientos durante la campaña y así y todo recibió un voto socialmente transversal y hasta con aportes sustanciales de las franjas más humildes, que con un ajuste ortodoxo podrían ser, en una primera etapa, las más afectadas. Más no se puede decir todavía porque estamos aún en el minuto cero de su gestión y mucho dependerá el éxito de su implementación, de qué manera logrará conjugar cambios tan profundos y dolorosos con la gobernabilidad y con la aprobación de un Congreso donde su fuerza está en franca minoría. Otro parecido: el 10 de diciembre de 1983, el padre de la democracia hizo que, como en 1810, la concurrencia se diera vuelta y mirara hacia el Cabildo (desde donde habló) y no hacia los balcones de la Casa Rosada (un ícono de los gobiernos peronistas). El inminente jefe del Estado libertario esta vez dará la espalda a la Asamblea Legislativa y hablará afuera, desde las escalinatas del Congreso.
En la tabula rasa que Milei planteó tras ganar sería loable que procurara una reconciliación con la figura histórica de Alfonsín, cuyo fuerte claramente no fue la economía. Pero ahora que el líder de La Libertad Avanza accede a la selecta galería de los presidentes argentinos debería tenderle la mano, reconocer sus logros y prometerle que intentará hacer con la economía lo que (para decirlo en palabras del propio Alfonsín) no supo, no pudo y no quiso hacer el líder radical.
Hoy asume la presidencia el líder libertario, cuarenta años más tarde que el padre de la democracia

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Fernández: la soledad de su ocaso en el poder
Cecilia Devanna
En el atardecer del pasado miércoles 6, en un clima inusualmente frío para diciembre, Alberto Fernández pareció dejar la Casa Rosada por última vez. Él mismo había adelantado que así sería. Sin embargo, terminaría volviendo dos veces más antes de, finalmente, dejar el poder. Una en la mañana de este viernes, para grabar en el Patio de las Palmeras el mensaje con el balance de gestión que se transmitió horas más tarde por cadena nacional. Y la segunda vez está prevista para este sábado, cuando reciba a familiares de rehenes argentinos en Gaza y a autoridades extranjeras que llegaron para la asunción de Javier Milei.
Entre una y otra actividad, Fernández pasó sus últimas horas como presidente ordenando sus pertenencias en el departamento de Puerto Madero que habitó hasta su ingreso al poder y al que volvió para encarar junto a su fiel perro Dylan como única compañía la vuelta al llano. Un escenario de contraste con los cuatro años de su gobierno, caracterizado por las internas del propio oficialismo, con las embestidas de Cristina Kirchner a la cabeza, y por una economía devastada con un 140% de inflación. También, con un demoledor 40% de pobreza. Casi una ironía cuando el país celebra sus 40 años de democracia.
“Tengo un enorme pesar por no haber podido resolver el tema de la pobreza”, dijo el mandatario saliente en el último brindis con los trabajadores de Balcarce 50.
Fernández soñaba para sí otro final de su mandato. En sus planes estaba pasarle la banda a Sergio Massa, el hombre que desde que se encargó del Palacio de Hacienda, 16 meses atrás, no hizo otra cosa que no fuera tomar distancia de él, con el objetivo de alcanzar su propio sueño de llegar a la Casa Rosada.
Quienes vieron a Fernández en los últimos días cuentan que está “tranquilo y aliviado”. También, que luce cansado, visiblemente avejentado, pero que se entusiasma al hablar de geopolítica y de los vínculos que trazó con diferentes líderes internacionales: el español Pedro Sánchez; el francés Emmanuel Macron, y el alemán Olaf Scholz, con quienes habló en los últimos días en modo despedida. En su círculo cercano creen que Fernández es “más valorado fuera que dentro del país”.
Hacia el exterior orienta sus primeros pasos lejos de la presidencia y la hostilidad de los propios. Partirá en las vísperas del 18 rumbo a Turín, Italia, invitado por Macron y su par italiano, Serpropios gio Mattarella, para participar como expositor en un encuentro sobre cambio climático. Luego recalará en Madrid, donde ya está instalada Fabiola Yañez y el pequeño hijo de ambos, Francisco.
En el futuro inmediato, Fernández planea “ir y venir” entre España y la Argentina. Al menos los próximos meses, en los que comenzará a dar clases en universidades locales, como una suerte de profesor consultor, mientras sueña cómo se reformulará el PJ, del que por ahora seguirá al frente. Un plan no compartido por esas filas, en las que le acumulan un talonario de facturas y apuntan a que estire su “exilio voluntario”.
En las últimas semanas, Fernández, blanco de la mayoría de las críticas de y ajenos, buscó transmitir su propia visión de lo que fue su gobierno, y apuró numerosas entrevistas con medios locales e internacionales, casi siempre en la soledad de Olivos. Allí, y en esa misma línea, trabajó en lo que fue su discurso de despedida, en el que se elogió a sí mismo y buscó “pintar” un balance positivo del “estado del Estado”. Está convencido de que hay variables y logros para resaltar. También, errores por reconocer.
Lo preparó junto a su portavoz, Gabriela Cerruti; su amigo personal y quien fue su secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, y el exvicejefe de Gabinete y flamante titular de la Auditoría General de la Nación (AGN), Juan Manuel Olmos. “El trío Los Panchos”, dicen internamente entre risas. La “mesa chica” de Fernández se achicó de forma brutal a través del tiempo y ellos fueron quienes lo acompañaron hasta el final.
La preparación tuvo un paréntesis con su último viaje oficial también con el sello de la nostalgia por lo que ya no será. Fue este jueves a Río de Janeiro, para su última Cumbre del Mercosur, en la que Fernández se abrazó con su amigo Lula da Silva y volvió a Buenos Aires para completar la retirada. En los vuelos de ida y de vuelta se dieron los últimos toques al discurso y Fernández encaró la partida de esa obra arquitectónica exquisita que es la residencia de Olivos con unos jardines cuyo tinte apacible y bucólico contrasta con la realidad local.
En el ocaso de su gestión Fernández eligió emitir esas palabras a modo de despedida. Fue menos de 48 horas antes de que Milei dé a conocer su discurso y su propia visión del “estado del Estado” que recibe y se anticipa diametralmente opuesto. Entre uno y otro habrá un último momento incómodo para Fernández. Será cuando este domingo, en el Congreso de la Nación, se salude con Cristina Kirchner. Será, apenas, la tercera vez que lo hagan en el año y porque no les queda otra alternativa
Fernández pasó sus últimos días como presidente obsesionado por transmitir un relato propio sobre su gestión

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