Milei y la Argentina: quién cambia a quién
Una mayoría espera que el nuevo gobierno revierta la decadencia del país
Por Sergio Suppo
¿Conquistador o colonizador? Javier Milei empezará mañana a respondernos esa pregunta. Viajó hacia el poder a la sorprendente velocidad con la que Napoleón desplazaba sus ejércitos. ahora tiene el compromiso de convertir las expectativas que encendió en hechos que concreten una prometida y radical transformación de la argentina.
El nuevo presidente llegó a atisbar en la corta transición el preocupante horizonte que lo espera. pasará de conquistador a colonizador si logra convertir los problemas que enfrentará en oportunidades de cambio.
“La casta”, demoledora síntesis con la que descalificó a toda la política, no le augura mayor recorrido, aunque en estas horas iniciales le prometa colaboración y comprensión. El viejo germen golpista pervive en el inconsciente colectivo aunque ya no use uniforme. pero una mayoría clara del país espera que Milei tuerza el rumbo declinante que se volvió insoportable.
El nuevo presidente llega con ese apoyo popular notable, afianzado en tres turnos electorales por un conglomerado de votantes que acentuó su decisión de un cambio de rumbo nítido y claro.
En esa alianza implícita predomina el deseo de habilitar formas definidamente contrarias al peronismo kirchnerista. Su descalificación completa a todo el sistema político fue aceptada en términos absolutos por un tercio de los argentinos al extremo de detonar el viejo esquema bipartidista de peronismo y no peronismo.
En el punto de partida, esa legitimidad de origen se presenta como un bloque compacto de apoyo unido por el deseo de cambio. Milei debería sin embargo tener presente que ese consenso para la transformación encierra matices que pueden desdibujarse si los resultados de la gestión no coinciden con las expectativas.
En los estudios de opinión aparecen esas diferencias de intensidad y profundidad de las mutaciones que cada uno pretende. Es así como encontramos un nítido tercio del electorado respaldando las consignas originales del libertario.
Ejemplo: la consultora Delfos, una de las pocas que pronosticó con precisión el resultado de la segunda vuelta, midió el apoyo a medidas concretas que podrían tomarse. En su última medición, Delfos registró que dolarizar tiene un apoyo del 28% y cerrar el Banco Central, del 30%. El aval a despedir empleados estatales alcanza al 31% y paralizar las obras públicas alcanza una valoración positiva del 33%.
En cuanto a la promesa de privatizaciones, si bien mide un poco mejor que los conceptos anteriores, queda sin embargo más de 10 puntos porcentuales por debajo del total de los votos que obtuvo Milei el 19 de noviembre.
El 36% acuerda vender YPF; el 41% apoya privatizar aerolíneas, y entre el 41 y el 44% avala desprenderse de los medios de comunicación públicos.
El concepto global de un cambio drástico del país es mucho más popular que la instrumentación de algunas de las ideas que Milei planteó y que los votantes legitimaron durante la sucesión de elecciones.
El nuevo presidente postergó sin fecha la dolarización y el cierre del Banco Central por el apoyo relativo que tienen esas propuestas en las encuestas posteriores a su elección. De hecho, los argentinos le dieron un mandato para avanzar con sus propósitos disruptivos. La cancelación de algunos de los proyectos que lo llevaron al poder tiene una directa relación con la imposibilidad técnica de concretarlos.
Será durante la gestión que arranca mañana que Milei encontrará cuánta relación tienen sus postulaciones con los recursos que necesita para llevarlos adelante.
En esa brecha, pero también en los resultados de mejora o empeoramiento de la situación que recibe, estará la suerte final de su gobierno y de todos los argentinos, como también la respuesta final a la pregunta de si Milei es un conquistador o un colonizador del poder.
Frente a sí, en la destrucción del sistema político tradicional y en la crisis económica que pide a gritos reformas estructurales, Milei tiene una gran oportunidad. De los fragmentos de los dos viejos bloques políticos enfrentados puede tomar los recursos para construir su propia fuerza.
Poner en marcha un plan para bajar la inflación y normalizar las variables elementales de la economía incluye en esta primera etapa un consenso para hacer un ajuste rotundo que, aunque doloroso, puede ser aceptado por vastos sectores de la ciudadanía alimentados por la expectativa de una mejoría a mediano plazo.
El armado del nuevo gobierno, como los acuerdos para tener votos en el Congreso, mostraron a Milei haciendo uso de herramientas que había repudiado como candidato presidencial. Fue más parecido de lo que hubiese imaginado a Horacio rodríguez Larreta, el gran derrotado por proponer acuerdo y consenso para gobernar.
Es el mismo espíritu pragmático que el propio Milei está descubriendo en su debut como hombre en el poder, el que lo llevó a desplazar a sus propios incondicionales para poner en su lugar a actores ya conocidos pero ajenos para encarar los dos problemas de la argentina: las crisis económica y de seguridad.
Luis Caputo y Patricia Bullrich llegaron desde el macrismo, pero por propia cuenta, a sus decisivos respectivos ministerios, en un símbolo explícito de la desarticulación de un sistema de relaciones políticas y de las propias estructuras partidarias.
Queda por ver si entre esos escombros el nuevo presidente encontrará recursos para una estructura propia, para la edificación de un nuevo oficialismo o si por el contrario será un presidente obligado a una eterna negociación con sectores que tratarán de canjearle, por ejemplo, leyes por fondos.
Es lo que en principio se han propuesto los dos bloques de gobernadores del peronismo y de Juntos por el Cambio, a la vez independizados de los liderazgos de Cristina Kirchner y Mauricio Macri, pero con la intención de cambiarle votaciones en el Congreso por recursos.
En el cruce de lo viejo con lo nuevo, entre las antiguas prácticas y los cambios que proponga el nuevo presidente se esconde la respuesta a la última esperanza de cambio de un país harto.
Hay un presidente que prometió cambiar la argentina y parte de un país que anticipa que no tiene paciencia y pretende cambiar a su nuevo jefe político. No se trata de un final abierto. Esto recién comienza.
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Una mirada sobre la nueva derecha de Javier Milei
Daniel Gigena
A horas de la asunción de Javier Milei, autoproclamado “primer presidente liberal libertario de la Argentina”, un libro coordinado por el sociólogo y antropólogo Pablo Semán analiza la irrupción de La Libertad Avanza (LLA) en el escenario político y su llegada al poder. Con un título que evoca el de una película de terror (o mesiánica), Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? (Siglo XXI) incluye trabajos de Semán y de los investigadores Sergio Morresi, Martín Vicente, Melina Vázquez, Ezequiel Saferstein y Nicolás Welschinger sobre la tradiciones de la derecha liberal y extrema, la “batalla cultural” librada en redes sociales, medios de comunicación y libros; la movilización de las “juventudes libertarias” y las causas políticas, culturales y económicas que determinaron el ascenso de LLA.
Los autores evitan explicar el fenómeno del mileísmo por su parentesco con experiencias internacionales. “El escenario geopolítico global supone fuerzas y recursos financieros, ideológicos y comunicacionales que operan como nutrientes de la formación de LLA –escribe Semán en la introducción de Está entre nosotros–. Y no hay que ignorarlo de ninguna manera. Pero Milei no es Bolsonaro ni Trump ni un plan perfecto de la internacional negra, sino un fenómeno que tiene parecidos de familia con ellos, pero que metaboliza y hasta radicaliza esas experiencias”.
“Nuestra preocupación por el tema se enraíza en la percepción del rumbo que pareció establecerse a partir de 2007 en la Argentina, cuando la gestión extremista del conflicto político parecía abrir un rumbo para el retorno y agudización de la experiencia de gobierno de los años 90 –dice Semán–. Sobre todo desde 2012, las que podían verse como conquistas del kirchnerismo empezaron a erosionarse y a sospecharse reversibles por el hecho de que el gobierno, al confundir oficialización de su ideología con hegemonía en la sociedad, resultaba expulsivo de su propia base electoral y la congregaba en un polo contrario a su fuerza política”.
Sergio Morresi y Martín Vicente desarrollan la historia de la “nueva derecha”. “Consideramos a LLA un ‘fusionismo’ de derechas, una articulación de idearios derechistas muy distantes entre sí, pero que se coaligan frente a la presencia de un adversario que supo ser el comunismo y ahora es un progresismo que amenaza con volverse totalitario o la dominación absoluta de lo políticamente correcto”, dice Vicente. Para ambos, LLA tiene sus propias características políticas, ideológicas y culturales.
Melina Vázquez estudia la relación de los jóvenes con la política. “Durante la pandemia, surgió el tema del uso de las calles por parte de los jóvenes en medio de las restricciones. A partir de 2021 esto empieza a articularse en militancias político-partidarias. Aún es incierto pensar cómo esos jóvenes van a vincularse con un partido que va a encabezar una gestión de gobierno; no queda claro qué lugar van a tener, además del desafío de construir una agenda pública y estatal sobre temas como el aborto legal, la ESI y el pasado reciente”. En su trabajo, examina la relación de la juventud y su adscripción a la derecha en la historia reciente, desde la década de 1980. “Hoy, los jóvenes hacen una profunda crítica del kirchnerismo, pero también se miran en el espejo del kirchnerismo para aprender de sus herramientas organizativas, en un anhelo de formar la juventud liberal libertaria”, dice Vázquez.
Los libros cumplen una función clave en LLA; el mismo Milei ha difundido sus ideas en varios títulos. “Mi preocupación por el tema de las derechas deriva de mi investigación sobre los best sellers políticos –dice Ezequiel Saferstein–. Hacia 2016 empecé a ver la proliferación de publicaciones de libertarios en grandes grupos pero también en editoriales pequeñas y partisanas que, además, creaban espacios de sociabilidad para los interesados. Así llegué a autores como Agustín Laje y Nicolás Márquez que, a través de las redes sociales, irrumpían en el mundo del libro y conformaban una circularidad entre redes, libros y, de manera incipiente, medios de comunicación. Pude ver esa bibliofilia de las derechas en las presentaciones en vivo, donde se jugaba el sentido de la política”
¿Conquistador o colonizador? Javier Milei empezará mañana a respondernos esa pregunta. Viajó hacia el poder a la sorprendente velocidad con la que Napoleón desplazaba sus ejércitos. ahora tiene el compromiso de convertir las expectativas que encendió en hechos que concreten una prometida y radical transformación de la argentina.
El nuevo presidente llegó a atisbar en la corta transición el preocupante horizonte que lo espera. pasará de conquistador a colonizador si logra convertir los problemas que enfrentará en oportunidades de cambio.
“La casta”, demoledora síntesis con la que descalificó a toda la política, no le augura mayor recorrido, aunque en estas horas iniciales le prometa colaboración y comprensión. El viejo germen golpista pervive en el inconsciente colectivo aunque ya no use uniforme. pero una mayoría clara del país espera que Milei tuerza el rumbo declinante que se volvió insoportable.
El nuevo presidente llega con ese apoyo popular notable, afianzado en tres turnos electorales por un conglomerado de votantes que acentuó su decisión de un cambio de rumbo nítido y claro.
En esa alianza implícita predomina el deseo de habilitar formas definidamente contrarias al peronismo kirchnerista. Su descalificación completa a todo el sistema político fue aceptada en términos absolutos por un tercio de los argentinos al extremo de detonar el viejo esquema bipartidista de peronismo y no peronismo.
En el punto de partida, esa legitimidad de origen se presenta como un bloque compacto de apoyo unido por el deseo de cambio. Milei debería sin embargo tener presente que ese consenso para la transformación encierra matices que pueden desdibujarse si los resultados de la gestión no coinciden con las expectativas.
En los estudios de opinión aparecen esas diferencias de intensidad y profundidad de las mutaciones que cada uno pretende. Es así como encontramos un nítido tercio del electorado respaldando las consignas originales del libertario.
Ejemplo: la consultora Delfos, una de las pocas que pronosticó con precisión el resultado de la segunda vuelta, midió el apoyo a medidas concretas que podrían tomarse. En su última medición, Delfos registró que dolarizar tiene un apoyo del 28% y cerrar el Banco Central, del 30%. El aval a despedir empleados estatales alcanza al 31% y paralizar las obras públicas alcanza una valoración positiva del 33%.
En cuanto a la promesa de privatizaciones, si bien mide un poco mejor que los conceptos anteriores, queda sin embargo más de 10 puntos porcentuales por debajo del total de los votos que obtuvo Milei el 19 de noviembre.
El 36% acuerda vender YPF; el 41% apoya privatizar aerolíneas, y entre el 41 y el 44% avala desprenderse de los medios de comunicación públicos.
El concepto global de un cambio drástico del país es mucho más popular que la instrumentación de algunas de las ideas que Milei planteó y que los votantes legitimaron durante la sucesión de elecciones.
El nuevo presidente postergó sin fecha la dolarización y el cierre del Banco Central por el apoyo relativo que tienen esas propuestas en las encuestas posteriores a su elección. De hecho, los argentinos le dieron un mandato para avanzar con sus propósitos disruptivos. La cancelación de algunos de los proyectos que lo llevaron al poder tiene una directa relación con la imposibilidad técnica de concretarlos.
Será durante la gestión que arranca mañana que Milei encontrará cuánta relación tienen sus postulaciones con los recursos que necesita para llevarlos adelante.
En esa brecha, pero también en los resultados de mejora o empeoramiento de la situación que recibe, estará la suerte final de su gobierno y de todos los argentinos, como también la respuesta final a la pregunta de si Milei es un conquistador o un colonizador del poder.
Frente a sí, en la destrucción del sistema político tradicional y en la crisis económica que pide a gritos reformas estructurales, Milei tiene una gran oportunidad. De los fragmentos de los dos viejos bloques políticos enfrentados puede tomar los recursos para construir su propia fuerza.
Poner en marcha un plan para bajar la inflación y normalizar las variables elementales de la economía incluye en esta primera etapa un consenso para hacer un ajuste rotundo que, aunque doloroso, puede ser aceptado por vastos sectores de la ciudadanía alimentados por la expectativa de una mejoría a mediano plazo.
El armado del nuevo gobierno, como los acuerdos para tener votos en el Congreso, mostraron a Milei haciendo uso de herramientas que había repudiado como candidato presidencial. Fue más parecido de lo que hubiese imaginado a Horacio rodríguez Larreta, el gran derrotado por proponer acuerdo y consenso para gobernar.
Es el mismo espíritu pragmático que el propio Milei está descubriendo en su debut como hombre en el poder, el que lo llevó a desplazar a sus propios incondicionales para poner en su lugar a actores ya conocidos pero ajenos para encarar los dos problemas de la argentina: las crisis económica y de seguridad.
Luis Caputo y Patricia Bullrich llegaron desde el macrismo, pero por propia cuenta, a sus decisivos respectivos ministerios, en un símbolo explícito de la desarticulación de un sistema de relaciones políticas y de las propias estructuras partidarias.
Queda por ver si entre esos escombros el nuevo presidente encontrará recursos para una estructura propia, para la edificación de un nuevo oficialismo o si por el contrario será un presidente obligado a una eterna negociación con sectores que tratarán de canjearle, por ejemplo, leyes por fondos.
Es lo que en principio se han propuesto los dos bloques de gobernadores del peronismo y de Juntos por el Cambio, a la vez independizados de los liderazgos de Cristina Kirchner y Mauricio Macri, pero con la intención de cambiarle votaciones en el Congreso por recursos.
En el cruce de lo viejo con lo nuevo, entre las antiguas prácticas y los cambios que proponga el nuevo presidente se esconde la respuesta a la última esperanza de cambio de un país harto.
Hay un presidente que prometió cambiar la argentina y parte de un país que anticipa que no tiene paciencia y pretende cambiar a su nuevo jefe político. No se trata de un final abierto. Esto recién comienza.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Una mirada sobre la nueva derecha de Javier Milei
Daniel Gigena
A horas de la asunción de Javier Milei, autoproclamado “primer presidente liberal libertario de la Argentina”, un libro coordinado por el sociólogo y antropólogo Pablo Semán analiza la irrupción de La Libertad Avanza (LLA) en el escenario político y su llegada al poder. Con un título que evoca el de una película de terror (o mesiánica), Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? (Siglo XXI) incluye trabajos de Semán y de los investigadores Sergio Morresi, Martín Vicente, Melina Vázquez, Ezequiel Saferstein y Nicolás Welschinger sobre la tradiciones de la derecha liberal y extrema, la “batalla cultural” librada en redes sociales, medios de comunicación y libros; la movilización de las “juventudes libertarias” y las causas políticas, culturales y económicas que determinaron el ascenso de LLA.
Los autores evitan explicar el fenómeno del mileísmo por su parentesco con experiencias internacionales. “El escenario geopolítico global supone fuerzas y recursos financieros, ideológicos y comunicacionales que operan como nutrientes de la formación de LLA –escribe Semán en la introducción de Está entre nosotros–. Y no hay que ignorarlo de ninguna manera. Pero Milei no es Bolsonaro ni Trump ni un plan perfecto de la internacional negra, sino un fenómeno que tiene parecidos de familia con ellos, pero que metaboliza y hasta radicaliza esas experiencias”.
“Nuestra preocupación por el tema se enraíza en la percepción del rumbo que pareció establecerse a partir de 2007 en la Argentina, cuando la gestión extremista del conflicto político parecía abrir un rumbo para el retorno y agudización de la experiencia de gobierno de los años 90 –dice Semán–. Sobre todo desde 2012, las que podían verse como conquistas del kirchnerismo empezaron a erosionarse y a sospecharse reversibles por el hecho de que el gobierno, al confundir oficialización de su ideología con hegemonía en la sociedad, resultaba expulsivo de su propia base electoral y la congregaba en un polo contrario a su fuerza política”.
Sergio Morresi y Martín Vicente desarrollan la historia de la “nueva derecha”. “Consideramos a LLA un ‘fusionismo’ de derechas, una articulación de idearios derechistas muy distantes entre sí, pero que se coaligan frente a la presencia de un adversario que supo ser el comunismo y ahora es un progresismo que amenaza con volverse totalitario o la dominación absoluta de lo políticamente correcto”, dice Vicente. Para ambos, LLA tiene sus propias características políticas, ideológicas y culturales.
Melina Vázquez estudia la relación de los jóvenes con la política. “Durante la pandemia, surgió el tema del uso de las calles por parte de los jóvenes en medio de las restricciones. A partir de 2021 esto empieza a articularse en militancias político-partidarias. Aún es incierto pensar cómo esos jóvenes van a vincularse con un partido que va a encabezar una gestión de gobierno; no queda claro qué lugar van a tener, además del desafío de construir una agenda pública y estatal sobre temas como el aborto legal, la ESI y el pasado reciente”. En su trabajo, examina la relación de la juventud y su adscripción a la derecha en la historia reciente, desde la década de 1980. “Hoy, los jóvenes hacen una profunda crítica del kirchnerismo, pero también se miran en el espejo del kirchnerismo para aprender de sus herramientas organizativas, en un anhelo de formar la juventud liberal libertaria”, dice Vázquez.
Los libros cumplen una función clave en LLA; el mismo Milei ha difundido sus ideas en varios títulos. “Mi preocupación por el tema de las derechas deriva de mi investigación sobre los best sellers políticos –dice Ezequiel Saferstein–. Hacia 2016 empecé a ver la proliferación de publicaciones de libertarios en grandes grupos pero también en editoriales pequeñas y partisanas que, además, creaban espacios de sociabilidad para los interesados. Así llegué a autores como Agustín Laje y Nicolás Márquez que, a través de las redes sociales, irrumpían en el mundo del libro y conformaban una circularidad entre redes, libros y, de manera incipiente, medios de comunicación. Pude ver esa bibliofilia de las derechas en las presentaciones en vivo, donde se jugaba el sentido de la política”
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