Un cóctel de ideología, historia, ajuste y épica
Carlos Gervasoni
El inicio de toda presidencia preanuncia lo que puede esperarse. Javier Milei goza de la atención de los medios y de la población, de la buena voluntad de los actores políticos, y de la oportunidad de definir prioridades y comenzar la batalla discursiva por la aprobación de su agenda legislativa
Desde que ganó la elección, su carácter explosivo y verbalmente violento se tornó sobrio y moderado. Su gabinete se pobló de figuras ajenas a su espacio, y con experiencia en gobierno (Bullrich, Caputo, Giordano, Francos), trayectorias destacadas en el sector privado (Cúneo Libarona, Ferraro, Marín, Posse) o relevante background académico (Mondino, Pettovello). Algunos de ellos provienen de Pro, de la UCR, del PJ cordobés, y hasta de las entrañas del gobierno saliente. Y colocó en la vicepresidencia por segunda vez en la historia a una mujer que no es esposa de un político de mayor jerarquía. La anterior fue Gabriela Michetti.
El discurso en las escalinatas del Congreso confirmó ese estilo moderado, incluso hasta contemporizador en enfatizar que “no venimos a perseguir a nadie” ni a ejecutar vendettas, y con un giro al pragmatismo en invitar a sumarse sin importar “de donde vengan ni lo que hayan hecho”. Algo así como un “indulto” a los miembros de la casta que deseen regenerarse.
Milei es el presidente más claramente identificado con una ideología en estos cuarenta años de democracia, y no parece querer sacrificarla en el altar del pragmatismo. “Las Ideas de la Libertad” aparecieron en la doctrinaria refedescripción rencia al “derecho a la vida, la libertad y la propiedad” (frase central del padre del liberalismo, John Locke), en la alusión a figuras centrales de la tradición liberal argentina –de la generación del 37 a Alberto Benegas Lynch– y en la ya clásica finalización de sus discursos con un “¡Viva la libertad, carajo!”.
Uno podría ver en este énfasis ideológico una obsesión de la peculiar personalidad de Milei, pero también un estratégico movimiento dentro de la batalla cultural. En un momento de bancarrota objetiva del “Estado presente” (un Estado quebrado, paralizado por desidia de miles de Baradeles y corroído por la venalidad de miles de Insaurraldes), Milei avanza en una contraofensiva retórica: la contracara de sus penurias son los privilegios de la casta enquistada en ese “Estado presente”.
La historia, estilizada, apareció en referencias al Congreso de Tusolo cumán, a la Constitución (liberal) de 1853, a Sarmiento y Roca y, también, en el énfasis en la decadencia de los últimos 100 años (cifra que sospecho inexacta aún para el propio Milei: 1923 corresponde a la pujante Argentina de Marcelo T. de Alvear).
La historia más reciente apareció como la peor herencia de la historia democrática argentina (y en esto no hay duda: Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa dejan, entre otros desastres, 160% de inflación anual, 44% de pobreza y un banco central con reservas negativas sin parangón en el mundo).
La contrapartida es la épica de una batalla, con tintes refundacionales. Hubo una obsesiva insistencia en que no hay otra salida que el ajuste, el shock, la estanflación, en la disminución del salario real y el aumento de la pobreza en el corto plazo.
“No buscamos ni deseamos las duras decisiones de las próximas semanas, pero no nos dejan alternativas”.
Milei ofreció dos bálsamos: que ese ajuste lo pagaría el Estado, no el sector privado, y que habrá contención desde el nuevo Ministerio de Capital Humano para los más de 20 millones de argentinos que no pueden vivir una vida digna y los seis millones de niños que sufren hambre. “Mejor una verdad incómoda que una mentira confortable”, proclamó.
La épica, a menudo, da un rol a los dioses y la de Milei fue ciertamente en este sentido, con referencias finales a la festividad judía de Janucá, y a Macabeos 3:19: “no importa la cantidad de soldados, sino las fuerzas que vienen del Cielo”. Es el relato de la victoria de débiles sobre los fuertes, de los 2 diputados de hace dos años (Victoria Villarruel y él) contra los 255 de la casta.
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El desafío para Milei: de la virtualidad a la realidad
Luis Tonelli
Javier Milei enfrenta dos problemas que ningún presidente tuvo que enfrentar a la vez. El primero fue el protagonista central de su discurso en el Congreso: una crisis monumental que deberá enfrentar con suma urgencia, vigor e inteligencia, ya que el abismo de un estallido de la economía no ha sido neutralizado con su mera asunción. El monstruo está vivo y corriendo hacia él. Afortunadamente para el país no se ha producido ese colapso sistémico, que sumaría sus efectos nefastos a los que ha producido una crisis en cámara lenta cuyos resultados trágicos fueron detallados ayer por el Presidente.
Sin embargo, Milei no tendrá a su favor que la situación tocara fondo antes de que asumiera. Por eso la casi apocalíptica del estado de la situación que hereda. Los problemas no solo seguirán, sino que el mismo Presidente advirtió de la coyuntura que se viene: la de la estanflación. O sea, continuará la inflación agregándosele una caída mayor del consumo y un aumento del desempleo. La Argentina se volvió adicta a un gasto público –con el colateral muy negativo de una altísima inflación y una perdida de productividad pavorosa–. Pero ahora, mientras dure el ajuste, ese nivel de actividad puede no poder mantenerse. Y no está escrito en el cielo que el ajuste tenga por sí mismo éxito. Si no está bien hecho, la estanflación puede producir una caída en los ingresos públicos que haga que se le corra de atrás al déficit.
El gobierno de Fernando de la Rúa ostentó no inflación, sino que hasta generó deflación. Hay otras variables críticas que deberán contemplarse con un programa integral, que no tiene que planificarse, sino ser llevado a cabo. Esto nos lleva al otro problema que enfrenta el nuevo presidente, que se lo autoinfligió, pero fue su carta de triunfo para llegar a la Casa Rosada: el espesor institucional de su gobierno es escuálido. Por un lado, su ataque a la casta le impondrá restricciones a la realización de acuerdos políticos. Hasta ahora, la alegría de una victoria hacia el gobierno, pero también hacia la oposición, no tomó nota de la distancia de las promesas libertarias respecto de las decisiones pragmáticas que ha tomado. Milei ha trocado convicciones por responsabilidades, y el círculo rojo respiró aliviado. Pero corre el riesgo del desencanto si el pragmatismo que deberá tener no satisface a muchos de los que lo votaron creyendo en su argumento contra la casta. Un detalle: Milei fue generoso en la integración de su gabinete menos con un sector político que lo acompaño desde el primer día: el de los libertarios, que sufrieron una purga, digamos, preventiva.
El apoyo parlamentario está casi presupuesto por Milei, pero las dinámicas internas de las fuerzas políticas producen ante la conmoción de la llegada de un outsider a la presidencia un conflicto que debilita el poder del oficialismo en el Congreso. Solo la UCR puede mostrar incluso su galvanización en un bloque único parlamentario. La institución presidencial argentina cuenta con recursos de poder, pero el apoyo parlamentario es imprescindible. Y, por definición, si no se convence, para vencer hay que gastar dinero. Como hizo Macri para neutralizar el conflicto social y lograr apoyo parlamentario. Lo que le valió no poder contener el déficit ni la inflación. El problema es que ese dinero no está hoy, y que justo ese modo de hacer política es el que ha criticado Milei violentamente. Hay otro camino, muy peligroso, al decidir tomarlo: el camino de la represión.
El Presidente no lo mencionó de ese modo, pero invitó prematuramente al activismo político a una pulseada que lleva a un libertario a depender de su tan odiado Estado. Tiene razón que fue la Generación del 37 la que plasmó en la Constitución del 53 el ideario de las libertades individuales, en un texto de avanzada. Pero esa generación se definió romántica y crítica del liberalismo abstracto de un Bernardino Rivadavia, quien no tuvo en cuenta con los “bueyes que araba”. Milei ha demostrado en su ascenso veloz al poder sagacidad y audacia. Sin embargo, la cita evangélica de Macabeos en su discurso puede ser apropiada para la homilía de la misa laica celebrando su asunción. Pero en política no hay que confiar demasiado en el Cielo, sino que más bien hay que hacer crecer y volver eficiente al ejército de soldados para ganar la batalla
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El liberalismo como una profesión de fe
Liliana de Riz
Un nuevo ciclo presidencial acaba de inaugurarse, tan peculiar como lo es el presidente Javier Milei, cuyas excentricidades fatigan las redes sociales y su ascenso a velocidad meteórica ha desafiado toda predicción. Con un discurso también singular, tanto por el escenario elegido para pronunciarlo como por el contenido de sus dichos.
Milei le habló a una multitud envuelta en banderas y se presentó como el líder de la reconstrucción de este país en ruinas y el iniciador de una nueva era: la era del fin de una larga historia de decadencia. Fue una ceremonia ajena a la tradición de la democracia inaugurada en 1983. Acaso esta novedad responde a una intención de democracia directa, a golpes de opinión, que desconoce al Congreso de los representantes del pueblo para crear un pueblo propio contra una casta alojada en el Poder Legislativo. No lo sabemos. El Presidente saludó en primer lugar a los miembros de la Corte Suprema, responsables del control de constitucionalidad de sus actos que sabemos maltratados por el gobierno saliente. Este no es un gesto de quien aspira a una democracia plebiscitada. Invitados especiales como el primer ministro de Hungría ,Viktor Orban, un autócrata, el expresidente de Brasil Jair Bolsonaro o Santiago Abascal, el líder de Vox, no solo confirman el impacto internacional de esta transmisión de mando coronada con la venida del ucraniano Zelensky, sino que inquietan sobre la orientación de su gobierno, tanto doméstica como internacional. Y sin embargo, la solemnidad del contexto en el que el Presidente leyó su discurso nos habla de cambios que podrían inaugurar una nueva era.
Todo el acto se desenvolvió en un clima singular de orden y autoridad manifiesta, sin estridencias. Una era de paz y progreso, de libertad y prosperidad, nos dice Milei, evocando al lema de paz y administración de Julio Argentino Roca. El Presidente no duda en comparar el cuadro de situación que le toca enfrentar con la caída del Muro de Berlín.
Una descripción descarnada del terrible legado en la economía, la educación, la salud, la infraestructura y la seguridad es el punto de partida para afirmar la voluntad de cambio que le confirieron los votantes; un cambio que será doloroso, pero que es inevitable, nos dice. No hay alternativa a la política de ajuste del gasto público ni a una política de shock a las puertas de la hiperinflación que nos ha dejado un gobierno irresponsable. Se trata, dijo, de un modelo nuevo en el que los ciudadanos no sirvan a la política y la política, en cambio, sirva a los ciudadanos. Un modelo en el que el Estado no sea el botín de guerra a repartir entre amigos. Dentro de la ley, todo; fuera de la ley, nada, afirma. Tendrán contención los que lo necesitan, pero sin mediadores que se aprovechen de esa desgracia. Advierte Milei que cien años no se deshacen en un día, pero –dice– ese día empieza hoy, y remata su mensaje con la esperanza sobre el futuro que viene en un país que –nos recuerda– tiene recursos naturales, creatividad y, sobre todo, resiliencia para salir adelante.
No obstante, el mensaje advierte sobre los tiempos dolorosos que se avecinan ante una situación que habrá de empeorar, pero que sentará las bases sólidas del crecimiento.
No habrá de perseguir a nadie, afirma, y confía en que se sumen a su proyecto todos los que quieran compartir sus objetivos. La coincidencia de su asunción con la fiesta del Hanukkah, que significa el triunfo de la luz sobre la oscuridad, de la verdad sobre la mentira, Milei entiende que es el augurio de “las fuerzas del cielo” para asegurar la victoria ante este desafío. Su liberalismo es una profesión de fe. Milei es un reformador social imbuido de una misión sacra. A la vez que proyecta el camino racional necesario para salir del pantano, nos introduce en el extraño mundo de los profetas elegidos para misiones celestiales. Si la victoria en su cometido depende de las fuerza celestes, yo diría, como mi abuela, Dios nos encuentre confesados... Pero si depende de nuestro esfuerzo, confiemos en la voluntad de terminar con el péndulo de la ilusión al desencanto porque esta vez sabemos que no hay plata y que así no va más.
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La revolución conservadora
Carlos Pagni
La asunción presidencial de Javier Milei desplegó ayer un espectáculo visual y conceptual al que la Argentina está poco acostumbrada. Por un lado, un discurso de derecha, economicista, mucho más nítido que el que caracterizó el paso de Mauricio Macri por el poder. Por otro, una expresividad hiperreformista, que podría emparentar a Milei con Cristina Kirchner.
En la liturgia se puso en movimiento una mística, un calor, que parecían repetir aquel “vamos por todo”, igual de intenso, pero de sentido contrario. La Libertad Avanza expresa un estilo desconcertante: el de una revolución conservadora que se manifestó ayer con gestos y palabras.
Uno de los rasgos novedosos de la nueva derecha que acaba de hacerse cargo del poder es que, a diferencia de la de Pro, se interpreta a sí misma como parte de un proceso histórico. Milei no se presenta como el jefe de un equipo de tecnócratas, sino como el líder de una milicia abrazada a ideas, “las ideas de la libertad”, arraigada en una tradición y atraída por una utopía. El protagonismo de esta fuerza forma parte de una secuencia que, por momentos, bordea lo religioso: un plan de salvación.
Al asumir, Milei se encargó de narrar esa saga en los términos que se exige a los líderes: explicar “de dónde venimos” y “hacia dónde vamos”. Para esa epopeya ofreció una periodización cargada de ideología. En 1816, con la declaración de independencia, comenzó a desplegarse la historia de la libertad, cuya doctrina fue elaborada por la Generación del 37, en una marcha ascendente que se interrumpió hace 100 años. Desde entonces, el progreso fue capturado por el colectivismo que promovió una clase política parasitaria, defensora de un modelo que “lo único que genera es pobreza, estancamiento y miseria”. Ayer se terminó con esa declinación. La nueva administración promete reconectar con aquellas fuerzas del siglo XIX, emancipando a la sociedad del yugo de la “casta”.
La presentación de estos argumentos terminó de aclarar por qué, con el asesoramiento de su asesor de imagen Santiago Caputo, Milei eligió no hablar a los legisladores en el recinto del Congreso y hacerlo ante la multitud que lo saludaba desde la plaza. Esa coreografía encarnaba su mensaje: lo que empezó con su gobierno es la ruptura de una inercia centenaria cuya responsable es la dirigencia política representada en la Asamblea Legislativa. Los detalles son significativos: el nuevo presidente reiteró que el problema comenzó “hace más de 100 años”. En otras ocasiones, fue más preciso: el fracaso nacional se inició en 1916, con la presidencia de Hipólito Yrigoyen. ¿Habrá que indagar un poco más allá? ¿El huevo de la serpiente fue el voto universal? Los espejos son siempre traicioneros. Yrigoyen, que llegó al poder con escasísima capacidad institucional, hizo palanca sobre una polarización parecida. Él era “la Causa”, que se enfrentaba con “el régimen”. El primer presidente radical tampoco quiso hablar ante los legisladores. Dejó un discurso escrito. El Congreso era para él un aguantadero de burócratas
La operación retórica de Milei cobija el núcleo del enfoque populista. Se trata de capturar el desencanto del electorado con la vida pública para redirigirlo hacia la élite. En una célebre carta al Consejo de Florencia, Maquiavelo aconsejaba cómo ganar el afecto de una población recién conquistada: “Ustedes deben halagar a la plebe y mostrar a esa plebe lo implacables que pueden ser con aquellos a los que ella atribuye sus sufrimientos”. El método tiene una derivada: con esa lógica se constituye un enemigo. Recuerdos kirchneristas. Milei lo viene haciendo: el enemigo es la casta, un sujeto de geometría variable, porque está formado por aquellos que se oponen a los objetivos de la nueva administración. “No preguntamos de dónde vienen, sino hacia dónde quieren ir”. El que quiera ir hacia otro lado, o quedarse donde está, ese es la “casta”. La adhesión es el Jordán.
El blanco móvil
La identificación de un enemigo, constituido siempre en blanco móvil, es indispensable para volver viable la tarea más difícil del nuevo presidente: estabilizar la economía. Su proclama inaugural está destinada a evocar la clásica advertencia de Churchill, “no tengo más para ofrecerles que sangre, trabajo, lágrimas y sudor”. Lo que volvía justificable esa amarga convocatoria de Churchill es que se producía cuando Gran Bretaña estaba bajo ataque externo. Por eso la definición del enemigo es consustancial de la política económica, que es donde La Libertad Avanza (LLA) deja de tener un aire de familia con el kirchnerismoparaemparentarseconPro.Es el alma liberal-conservadora de Milei.
El enemigo es el pasado de 100 años, cuya condensación más nefasta se llama kirchnerismo. Contra ese adversario se libra la batalla del ajuste. Aquí estuvo el corazón del discurso de Milei, que exhibió una virtud notable: no se tentó con hablar de los mil temas que pueden referirse en una jornada inaugural. Se enfocó en lo central: hay que realizar una tarea dolorosa de ordenamiento, después de la cual la Argentina recuperará su historia de progreso, interrumpida “hace más de 100 años”. Dijo que solo cabe encarar un shock, “porque todos los planes gradualistas fracasaron”. Fue una definición previsible, pero también curiosa. Luis Caputo y los integrantes de su equipo fueron los titulares del experimento gradualista de Macri. Integraban el gabinete de Alfonso Prat-Gay. Es verdad, ahora se sumaron. Entendieron.
Milei hizo una afirmación de alcance indefinido. “No hay plata”. ¿Es una fórmula de marketing? ¿O es una noticia financiera? ¿Anunció, en rigor, que no habrá financiamiento externo? Entre los profesionales de la economía se dudaba mucho de que el FMI aportara recursos adicionales. En Washington entienden que eso solo será posible cuando se negocie un nuevo programa. ¿Qué pasó, entonces, con las fuentes alternativas? ¿Hay noticias de Qatar o de algún otro Eldorado? Son dudas que se potencian por otra declaración intrigante del nuevo presidente: “El rollover de la deuda es por demás desafiante”. Desde la escalinata del Congreso relampagueó una reestructuración. No es un dato aislado. Caputo y su superior directo, Nicolás Posse, tomaron ya contacto con Andrés de la Cruz, el abogado del estudio Cleary Gottlieb que sigue la agenda argentina en Nueva York a través de sucesivas administraciones, como si fuera parte de “la casta”. Además, en el equipo económico es una idea muy extendida, y justificada, que el Fondo deberá hacerse cargo de su responsabilidad en el desastre que deja Sergio Massa.
Milei no pudo ser más explícito en la promesa de un reordenamiento doloroso. Lo justificó pintando el oscuro cuadro de la herencia. Dijo que la emisión fue tan pavorosa que dejará una onda expansiva de 24 meses de inflación. Al comienzo del programa, alertó, se estará peor. Pero al final la economía tendrá una relanzamiento promisorio. La multitud gritaba “motosierra”. El Presidente habrá corroborado con ese canto lo que le dicen las encuestas: “Yo tengo 60% de imagen positiva, pero el ajuste tiene 70%”.
El planteo de Milei no despejó las dudas. ¿Cómo se realiza esa reconversión de la macroeconomía? Él reiteró que no habrá más emisión. Es posible. ¿Pero habrá algo parecido? ¿Es verdad que el Tesoro tomará los pesos que las entidades financieras tienen atesorados en el Banco Central, a través de un nuevo bono que será susceptible de ser negociado en Wall Street? El déficit ya no se financiaría con emisión, pero sí con los ahorros de los depositantes. O de ciertos depositantes: empresas con grandes tenencias de pesos.
Con todos sus interlocutores Milei repite la misma idea. Va a reducir el desequilibrio fiscal congelando el gasto. ¿Habrá contemplado el frente judicial? Porque por lo menos el 60% de las erogaciones del Estado está afectado por cláusulas de indexación. Un desafío para un funcionario estratégico del nuevo gabinete: Rodolfo Barra, encargado de discutir con el fuero Contencioso Administrativo, que él conoce como pocos. A propósito de este frente, conviene tomar nota de un gesto de la Corte. Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz, Juan Carlos Maqueda y Ricardo Lorenzetti permanecieron en el recinto de Diputados para escuchar el discurso inaugural. “Estamos”, fue el mensaje.
Un aspecto especial del ajuste fiscal es el que afecta a las empresas públicas. Se trata de un capítulo del proyecto de ley ómnibus que se coordina desde la Jefatura de Gabinete. Allí se incluyó un pedido de autorización para privatizar compañías y también una reforma al régimen laboral de los empleados públicos. La privatización se piensa como una interrupción del subsidio estatal y, en un segundo paso, una transferencia a los trabajadores.Lapropuestaocasionaunadificultad importante: nadie acepta ponerse al frente de una de esas sociedades para tarea tan riesgosa. Un administrativista cercano al nuevo gabinete y, a la vez, con excelente relación con Massa, rechazó la invitación a presidir AySA. Este caso específico de transición fue materia de conversación entre Milei y Massa el domingo de la semana pasada: se trata de cuidar las espaldas de Malena Galmarini.
Los empresario
De tan concentrado que estuvo en el ajuste fiscal, Milei omitió cualquier referencia a la liberalización de los mercados que predicó en todos estos años. Sobre todo, a la comercial. El empresariado prebendario se dio un respiro. Al menos por un rato. Sobre el sindicalismo tampoco hubo una palabra.
Como siempre que se insinúa una revolución, conviene preguntarse quiénes son y qué consistencia tienen los revolucionarios. La ceremonia de asunción siguió emitiendo indicios. Para comenzar con los detalles microscópicos: la resolución de designación de la fórmula presidencial, leída por el secretario parlamentario del Senado, se refirió a la vicepresidente, con “e” final. Se abre otra era. Otras peculiaridades del ritual fueron más significativas. Para corroborar lo que se sabe: en el auto que lo llevó del Congreso a la Casa Rosada, Milei se hizo acompañar por su hermana, Karina. Esa simbiosis es la clave de bóveda de todo el edificio.
Hay vínculos, en cambio, que están variando. Para sorpresa de expertos en ceremonial, al nuevo presidente le tomó juramento Cristina Kirchner. Fue a pedido de él. Quiso jurar primero, para que no fuera Victoria Villarruel la que le hiciera leer la fórmula de rigor. Esa alteración requirió de una negociación con el kirchnerismo. La señora de Kirchner, feliz: lo tomó como un reconocimiento. Fue notorio que su estado de ánimo era mucho más jovial que el que exhibió durante la transición con Macri. Las conversaciones con LLA incluyeron una cláusula central para ella: que su custodia ya no dependa del Ministerio de Seguridad, sino de la Casa Militar. No quiere que la cuide Patricia Bullrich, a quien ella atribuye, junto con Gerardo Milman, el intento de asesinato del “copito” Sabag Montiel.
La tensión entre Milei y Villarruel se expresó también en la designación del presidente provisional del Senado. El candidato de Milei, Francisco Paoltroni, denunció que la vicepresidenta, en una combinación con el senador José Mayans, quiso vetarlo. ¿Cuánto falta para que Villarruel se vuelva parte de la “casta” e ingrese, anacrónica, en los 100 años de despilfarro partidocrático?
Son interrogantes que quedaron eclipsados por un fenómeno novedoso: la atracción internacional que representa el ascenso de Milei. Hacía tiempo que el narcisismo argentino no se sentía tan halagado por la mirada externa en un campo que no fuera el deportivo. Visitó la Argentina, otra vez, el rey de España, país para el que ya se habría nominado embajador. En una lista de varios candidatos sobresale el nombre de Bettina Guardia de Bulgheroni, esposa de Alejandro Bulgheroni. Una minucia: ¿le aplicará el kirchnerismo también a ella la restricción de no darle acuerdo en el Senado por tener residencia fiscal en Uruguay? Es lo que se pensaba hacer con Gerardo Werthein para negarle la embajada en Washington.
Entre los muchos asistentes encumbrados, sobresalió el ucraniano Volodimir Zelensky. ¿Hubo algún contacto con la diplomacia brasileña, tan interesada en ofrecer una salida negociada a la guerra que desató el ataque ruso? En representación de Brasil vino Mauro Vieira, el canciller, quien por gestión de su colega, Diana Mondino, fue el primer extranjero en saludar a Milei. Lula da Silva no viajó, mortificado por la camaradería entre Milei y Jair Bolsonaro. El viernes por la mañana ambos realizaron un acto político muy agresivo para el líder del PT.
Otro visitante significativo fue el canciller de Israel, Eli Cohen. El nuevo presidente compartió con él la festividad de Janucá e insistió en que incluirá a Hamas en el listado nacional de organizaciones terroristas y en que trasladará la embajada argentina a Jerusalén. Milei pretende desde hace tiempo respaldarse en Israel para la reorganización de los servicios de inteligencia, que estarán a cargo de Silvestre Sívori.
Mientras tanto, el kirchnerismo se repliega sobre la provincia de Buenos Aires. Allí, Axel Kicillof abrió la puerta de su gabinete a Martín Mena, como ministro de Justicia. También cerró un acuerdo con Massa: Malena Galmarini será la titular del Grupo Bapro. Los Massa siempre cerca de las efectividades conducentes, por recordar otra vez a Yrigoyen. El eje con el exministro podría facilitar al gobernador acuerdos legislativos, ahora que ya no cuenta con Martín Insaurralde. Cristina Kirchner aprecia esa fortaleza territorial, más las bancas que controla en el Congreso. Milei, si cumple su palabra, no va a hostigarla. Pero ella sabe que, sin fueros, se ha vuelto demasiado vulnerable.
El Presidente también está al tanto de su propia fragilidad. Ayer la expuso. Y contestó con su clásica cita del Libro de los Macabeos: el éxito no depende de la cantidad de soldados, sino del auxilio de las Fuerzas del Cielo. Son las dos caras del nuevo oficialismo. Ultraliberal en lo económico, Milei se siente cómodo modulando una concepción populista de la política. Por eso postula una legitimidad sobrenatural y, por lo tanto, inapelable. Habrá que ver qué tratamiento merecerá el que se atreva a desafiar esos misteriosos designios.
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