Milei habló anoche, y de pronto se hizo de día
— por Carlos M. Reymundo Roberts
En un instante, todo se tiñó de negro. Un gigantesco cono de sombra cayó sobre nuestro desdichado país. Peleas, insultos, paros, movilizaciones… ¿Conspiraciones? Una pyme de gobernadores soliviantados amenazó con dejarnos sin petróleo, sin naftas, sin energía; yo ya odio la nafta por lo que cuesta: lo único que falta es que tenga que extrañarla. Por esas horas el Gobierno anunció que quienes viajaron al exterior perdieron el subsidio a la luz y al gas; decisión justa, pero horrible: quién no tiene un viaje a Bolivia, a Paraguay... Después se le ocurrió abrir la boca a Gopinath, la vicejefa del Fondo Monetario, que tan calladita estaba. En una entrevista con la nacion llenó de pálidas al proyecto de dolarizar la economía: casi que nos tildó de poco serios; se cree que por ser linda tiene derecho a tirar esa mala onda. Gopi, go home.
A la depre reinante agreguemos la penosa reivindicación del Papa al Estado, cuyo rol, sostuvo, es “la redistribución” de la riqueza. La verdad, la va a distribuir mejor un repartidor venezolano en bicicleta. Si una misión nos ha sido encomendada desde el más allá a los libertarios es que terminemos con el Estado; por supuesto, cuando nosotros ya no estemos adentro. No hubo más remedio que contestarle a Francisco, con lo cual, súbito adiós al efecto beatífico del reciente abrazo con Milei. El Estado está separando lo que Dios había unido.
Otra desilusión fue enterarnos de que Alberto Fernández, el querido profesor de Teoría del delito, está involucrado en algo muy feo: mediante un decreto obligó a dependencias públicas a contratar pólizas de seguro que vendían dos brokers íntimos amigos de él. Del esquema formaba parte su secretaria de toda la vida, casada con uno de esos brokers. Alberto, faltaba más, la culpó a ella, como antes la había mandado en cana a su mujer, Fabiola, por la fiesta de Olivos. Probablemente en la causa judicial por el segurogate, donde fue imputado, tendrá que explicar mejor esa carambola de coincidencias. La sabiduría popular es infalible: a Seguro se lo llevaron preso.
Finalmente, lo peor, bajón total: el episodio de la rata, anteayer, durante la conferencia de prensa de Jorge Macri en Retiro. Es el mediodía, está hablando Macri, aparece una rata, los periodistas gritan, alguien la patea y la rata cae cerca de dos perros callejeros, que se la almuerzan. Historia asquerosa, inmunda, pero que algo quiere decirnos. El Congreso, como bien lo describió Javier, es un “nido de ratas”, pero también las hay a los pies de un Macri. La pregunta es pertinente: ¿fue una señal de que peligra el acuerdo con Pro?
Así estábamos, en la oscuridad más patibularia, hasta que anoche habló el Presi ante la Asamblea Legislativa. Un resplandor bajó del cielo. Se hizo de día. Inauguró el período de sesiones ordinarias del Congreso con un discurso de 70 minutos, todo un progreso en la escala biológica: en 2015, Cristina clavó ahí tres horas y 45 minutos. Hablar de noche, como hacen los presidentes gringos, supuso romper con una tradición decimonónica. Ninguna novedad: Javi siempre dijo que venía a romper. El tipo cumple.
Van los principales títulos. 1) Lo aplaudieron u ovacionaron unas 70 veces, es decir, a razón de una vez por minuto; la descosiste, Pelu. 2) Leyendo es algo desprolijo, se le atropellan las palabras, pero qué cosas lindas dice. 3) Por primera vez salió del corset y se animó a mencionar, entre lo peor de lo peor, a Massita, Máximo y Cristina Kirchner; el altar de la patria. 4) Dijo que no está “en el camino de la confrontación”, otra prueba de que también tiene sensibilidad para el humor. 5) La motosierra, mencionada en el mensaje y voceada como un himno desde palcos y bancas, hizo así su ingreso en el esquema institucional de la República; a todos los funcionarios se les controlará el nivel de motosierra en sangre. 6) Otros hits de la tribuna: “Presidente, Presidente, Presidente…”, “la casta tiene miedo” y “Milei, querido, el pueblo está contigo”; Javier les daba likes con una sonrisa, porque a quién no le gusta que lo aclame la popu. 7) Se refirió al escándalo de los seguros, pero sin entrar en detalles; dijo que para entender bien lo que pasó recomendaba “leer mañana De no creer”. 8) Admitió que hay una licuación de los salarios, algo de lo que la gente seguramente se enteró al escucharlo. 9) Le dedicó una frase al Papa: “El Estado hace todo, y todo lo hace mal”; y después otra: “El Estado es una organización criminal”. 10) ¡Perdón, casi me olvido! Convocó a un gran acuerdo nacional sobre diez políticas de Estado: el Pacto de Mayo. Debería ser firmado por todo el espectro político el 25 de mayo en Córdoba. Esas diez políticas las fijó él: no es que está invitando al diálogo, a consensuarlas. O firmás o sos casta. En un breve diálogo con periodistas al salir del Congreso, le preguntaron por qué había pensado en Córdoba. “Porque por algo le dicen La Docta. Y, además, no se olviden de que Conan es cordobés”.
Otra vez: impresionante la labia que tiene.
La motosierra, aclamada por la tribuna, ya es parte del esquema institucional de la República
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¿Podrá Milei pasar del sectarismo al diálogo?
Héctor M. Guyot
Días pasados, el senador José Mayans dijo, textualmente, que el Presidente tiene las facultades mentales alteradas y amenazó con impulsar un juicio político por insania. ¿Qué autoridad para emitir ese diagnóstico tiene alguien que acompañó durante años los desvaríos de Cristina Kirchner y ejerce además como soldado del vitalicio gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, emblema de la casta que llevó al país a un callejón sin salida y contra la cual apunta Javier Milei? La humorada destituyente, sin embargo, es una manifestación clara del desconcierto que producen las decisiones y los dichos del presidente libertario en la clase política, que no sabe cómo responder a sus gestos intempestivos, ajenos a la lógica habitual.
¿Por qué nadie entiende cómo funciona la cabeza de Milei? ¿Por qué resulta imprevisible? Déjenme arriesgar una hipótesis: a diferencia del grueso de los políticos, el hombre no especula. En apariencia, no busca uno de esos beneficios personales que tantas veces son la materia del toma y daca entre los políticos. Sin esa arista, el establishment no tiene de dónde sujetarlo y sigue desde atrás la música que el Presidente propone a golpe de reacciones en las que la pasión talla más fuerte que la razón. Ese desasimiento lo lleva a tomar decisiones que hasta ahora nadie se había atrevido a tomar contra el déficit fiscal y contra los negocios de “la casta”, que, extendidos en todo el territorio y en todos los niveles de la administración, explican los índices de pobreza e indigencia que tenemos. Para eso, convirtió una tarea eminentemente técnica que exige convicción y una gran destreza política (desguazar la matriz corporativa que habilita el robo) en una gesta justiciera de naturaleza épica. Milei impulsa una cruzada. Y esto, para mí, resulta menos una estrategia que una consecuencia de su forma de entender el mundo.
“Es todo o nada”, dice Patricia Bullrich. Milei firmaría al pie ese lema desafortunado que trae reminiscencias del “vamos por todo” de la expresidenta condenada. El Presidente no ve el mundo en colores, sino en blanco y negro. Al menos hasta aquí. De su lado están “las fuerzas del cielo” y del otro, las del “maligno”. Al antagonizar como lo hace, Milei está siendo sincero con su forma de ver las cosas. Es honesto. No lo mueve el cálculo. Sus actos extremos no parecen otra cosa que la traducción práctica de su concepción del mundo. No solo cree que es posible separar el bien del mal, también se adjudica la capacidad de discernir entre los buenos y los malos. Para el que piensa así, la vida en sociedad no está basada en el principio de colaboración, sino en el de lucha. Dejando de lado a los cínicos, los ataques contra quienes lo quieren ayudar sin adscribir incondicionalmente a su dogma obedecen a la incapacidad de aceptar los matices y la complejidad de lo real, propia de los que abrazan una visión reduccionista del mundo.
El caso de Chubut es un ejemplo. Sobran las razones para que el gobernador y el Presidente tiendan lazos solidarios. Ambos padecen las consecuencias de los gobiernos peronistas que los precedieron. Y el gobernador pertenece a una fuerza que apoya a Milei en su objetivo de combatir los privilegios corporativos. Deberían ser aliados. Sin embargo, el conflicto entre ellos escaló de modo alarmante, empujado en parte por la amenaza desproporcionada del gobernador de cortar el flujo de petróleo, pero sobre todo por la intransigencia y los insultos que el líder libertario le dedicó a Ignacio Torres, en un trato denigrante.
No alcanza con decir que Milei es un outsider que hace política con métodos no tradicionales. Al margen de su compromiso de ir contra curros y negociados atávicos, sus insultos son inaceptables y hay que cuestionarlos, como antes se cuestionaban las formas agresivas de Cristina Kirchner. Al profundizar la dicotomía amigo/enemigo, todo populismo, no importa el signo, cancela el diálogo y degrada la cultura. En democracia, el diálogo no es solo un medio, sino también un fin. No nos estamos despellejando vivos gracias a que el consenso derivado del diálogo permitió a nuestros ancestros la creación de un marco legal que propone, como condición necesaria, la convivencia entre aquellos que piensan distinto.
Hoy el Presidente marca la impronta del clima social. Las redes sociales son un hervidero de ataques en los que se replica, de arriba hacia abajo y en sentido inverso, la más despectiva descalificación del otro y sus ideas, en una triste banalización de la realidad. En un mundo en blanco y negro toda disidencia resulta una herejía. Esperemos que la batalla cultural libertaria no busque dejar atrás un dogma para implantar otro. Cambiar un fanatismo por otro. La intransigencia que supondría ese afán, en contra de lo que se cree, podría terminar frustrando la titánica tarea de desmontar la intrincada red de privilegios y curros que el populismo clientelista construyó durante décadas. Tarea para la cual, me atrevo a decir, hay suficiente consenso. Ojalá el Presidente sepa aprovecharlo y se deje ayudar. El tono y el mensaje de su discurso de ayer en la Asamblea Legislativa abren una luz de esperanza.●
Al antagonizar, Milei responde a su modo de ver el mundo. Cree que es posible separar el bien del mal, y se arroga además la capacidad de discernir entre buenos y malos
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