Las verdaderas disrupciones tecnológicas son aún inalcanzables
DE UN MUNDO A OTRO. Solo puede ser considerada tecnología disruptiva una innovación que crea un nuevo mercado y altera la cadena de valor de una industria; desplaza tecnologías, productos líderes y sustituye modelos de negocio
Carlos A. Mutto PARíS Especialista en inteligencia económica y periodista
Una de las pocas cosas que no se modifican con la inflación es el tiempo. Un segundo de 2024 tiene la misma duración que un segundo en la época del Imperio romano o en 1810. La mayoría de la gente, sin embargo, tiene la impresión de que “el tiempo se acelera”, como si el curso de la vida pudiera dotarse de velocidad e incluso someterse a una aceleración.
Desde 1939 –cuando aún no existían la radio, la televisión, internet ni las redes sociales–, Paul Valéry constataba con desazón la “intoxicación de la prisa” que sufrían sus contemporáneos.
Esa “sensación térmica”, que no siempre refleja la realidad, es el efecto de la despiadada presión psicológica que sufre la mayor parte de la humanidad, sometida a los trastornos provocados por las dificultades en comprender las nuevas tecnologías, que irrumpieron en nuestra vida como monstruos ingobernables. La dificultad cognitiva para comprender el entorno crea la impresión de propulsarnos, cada vez más rápido, hacia un abismo poblado de incertidumbres y amenazas desconocidas hasta ahora. “La peor maldición que convocó la técnica sobre nosotros fue impedirnos escapar del presente, aunque solo sea por un segundo”, escribió Stefan Zweig en la misma época, a fines de 1941, poco antes de suicidarse.
Resulta tentador imaginar qué podrían pensar ahora Valéry y Zweig y, sobre todo, cómo reaccionarían al conocer las colosales disrupciones que se preparan para los próximos 50 años.
Una tecnología disruptiva no es un simple update (actualización) ni la evolución de una técnica en uso desde hace años, como fue la invención del plástico que reemplazó otros materiales como la madera, el vidrio y los metales, y revolucionó la forma en que la humanidad empaquetaba y creaba productos de uso cotidiano. Cuando acuñó ese nuevo término en un libro publicado en 1997, The Innovator’s Dilemma (El dilema del innovador), Clayton M. Christensen, profesor de la Harvard Business School (HBS), expuso algunas reservas: solo puede ser considerada como tecnología disruptiva una innovación que crea un nuevo mercado y altera la cadena de valor de una industria, y eventualmente desplaza tecnologías establecidas, productos líderes en el mercado y hasta sustituye modelos de negocio enteros. La irrupción de esos materiales o técnicas desconocidas está destinada a cambiar la forma en que se comporta, piensa o interactúa la sociedad e incluso modifica la manera en que operan las empresas o industrias. Otros dos fenómenos que acompañan su irrupción es que se convierte en el nuevo estándar en su campo, alcanza una amplia adhesión –más allá de los nichos de mercado– y cambia patrones de comportamiento de la sociedad. Una tecnología solo accede a ser considerada disruptiva en retrospectiva, cuando confirma completamente su impacto en el mercado y la sociedad.
El cine creó una disrupción cuando fue inventado, en 1895. En cambio, la evolución del blanco y negro al color, la difusión por televisión, las películas en serie o la difusión por internet a través de las plataformas de streaming fueron solo adaptaciones del negocio del entretenimiento –por cierto importantes– a los adelantos que ofrecían los avances en electrónica.
La aparición de esa nueva tecnología de la información que fue internet –en particular las comunicaciones internacionales y la computación– protagonizó importantes irrupciones cuando arrasó con los viejos modelos de negocio que regían el comercio de libros, música, cine, espectáculos... Pero solo se trató de modernizaciones –cruciales– en materia de comunicaciones porque el teléfono, más rudimentario, ya existía desde la época de Graham Bell; las transmisiones de texto habían comenzado con el lenguaje morse por telégrafo en 1844, por teletipo a partir de 1925 y finalmente por télex en 1934. La verdadera disrupción en el sector de las comunicaciones se produjo en los años 1980 gracias a la fusión de la computadora con internet. Ese fue el salto cualitativo que abrió las puertas al correo electrónico. El empleo de los satélites o los cables submarinos fue luego una lógica consecuencia en racimo de esa revolución tecnológica.
Siempre al acecho de negocios planetarios, McKinsey Global Institute –filial especializada de la consultora internacional– calcula que las transformaciones inducidas por las grandes innovaciones impactan la mitad del PBI mundial.
Por eso, los gigantes de la industria, las big pharma o los científicos devoran en permanencia toneladas de informes para tratar de adivinar cuál será la tecnología que cambiará el mundo en los próximos años, como ocurrió –guardando las proporciones– con la aparición de la imprenta, a mediados del siglo XV. Los historiadores de la economía y de las técnicas describen la invención de Johannes Gutenberg como una de las mayores innovaciones de la humanidad, como luego fueron el molino, el reloj, la máquina de vapor, el motor a explosión o el transistor. Como tal lo describe la lista restringida de las “técnicas de uso general” (general purpose technology) de innovaciones que conmocionaron los sistemas técnicos, sociales y económicos más allá de su dominio de aplicación. La imprenta, como tantas otras tecnologías disruptivas, para poder desarrollarse necesitaba un mercado ávido de innovaciones y un contexto dinámico capaz de responder a exigencias particulares de la nueva industria: la tinta, la producción local de papel –tributaria de las hilanderías–, la cercanía de minas, una mano de obra especializada y orfebres de múltiples disciplinas. Esos talleres dieron origen a una incipiente clase obrera y al surgimiento de burgos industriales con sus respectivos comercios, viviendas y vida social.
En las listas de previsiones que componen los futurólogos solo figuran updates de técnicas en uso desde hace años, pero todas las evoluciones son previsibles y no tendrán un impacto crucial en la sociedad.
Una verdadera disrupción sería la teleportación. El desplazamiento de objetos o partículas de un lugar a otro sin atravesar el espacio físico entre los puntos de partida y llegada es un tema que fue ampliamente abordado en ciencia ficción desde 1878. Solo existen dos experiencias conocidas, una realizada en 2016 por dos equipos de investigadores que lograron teletransportar el estado cuántico de un fotón a distancias de 6 y 12 km, respectivamente, mediante el llamado entrelazamiento cuántico. El profesor holandés Ronald Hansen, de la Universidad de Delft, realizó otra teleportación exitosa este año.
Como esas operaciones demandan transferir una cantidad colosal de información, desplazar un objeto será realmente posible solo cuando se generalice la informática cuántica, en teoría, no antes de 2100. Otros científicos piensan, en cambio, que solo será factible dentro de varios siglos. Pero trasladar un ser humano plantea, además, dificultades éticas más delicadas porque habría que escanear cada átomo del cuerpo –una operación asimilada in fine a una “destrucción” o a un asesinato– para reconstituirlo luego en lo que algunos expertos describen como un “renacimiento”. Star Trek, la serie que hizo célebre la teletransportación, sitúa ese acontecimiento entre los siglos XXII y XXIV. Pero no se trata de una previsión científica.
Ese debate tomó un giro inesperado cuando el físico teórico norteamericano Michio Kaku planteó el interrogante esencial: “¿Y qué pasa con el alma en una teletransportación?”. Para responder a esa pregunta tenemos por delante entre 200 y 300 años
Los historiadores de la economía y de las técnicas describen la invención de Johannes Gutenberg como una de las mayores innovaciones de la humanidad
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Un domingo feliz en Palermo
El campo se sintió reconfortado por el discurso del Presidente en la Rural, tras décadas de destrato y desinterés por un sector clave para la economía del país
Sería un verdadero hallazgo encontrar entre todos los discursos presidenciales en la historia de las exposiciones anuales de la Sociedad Rural Argentina (SRA) la pieza oratoria que superara las palabras de anteayer del presidente Milei en halagos y reconocimientos a los productores agropecuarios por sus esfuerzos, capacidad de innovación y constantes contribuciones al país.
Más compromiso emocional con el campo no podría haber pedido al presidente de la Nación el gentío congregado en Palermo. Milei se colocó de manera rotunda en las antípodas de los jefes de Estado que renegaron de asistir a algunas de las 136 muestras anuales que la SRA ha realizado desde su fundación, en 1866. También estableció diferencias notables con quienes pronunciaron en ellas tibios discursos de compromiso o ahondaron diferencias perceptibles desde antes entre sus políticas, por un lado, y las aspiraciones de quienes más allá de las tranqueras han reclamado en todo tiempo, en nombre de su dedicación e inversiones, y en el del interés general, garantías de estabilidad económica, seguridad jurídica, libertad de mercados y ausencia de obstáculos burocráticos que perturban y encarecen irrazonablemente la producción.
Incluso, en contradicción con los anticipos de que el presidente de la Nación se abstendría de realizar anuncios satisfactorios para el campo, su discurso trajo novedades como que en el corto plazo se eliminarán derechos de exportación sobre ciertas categorías vacunas y se extenderán definitivamente las normas que en ese sentido favorecían por decisión de este gobierno las ventas de leche al exterior. Milei también se comprometió, entre otras cosas, a desburocratizar en breve plazo el comercio de granos; a modificar el manejo contable del ganado, de modo que se pague ganancia sobre la venta y no sobre el engorde, y a instrumentar un régimen especial de riego en zonas marginales. En pocos días, además, se bajarán del 12% al 2% los aranceles para la importación de equipos de riego por aspersión y riego por goteo.
La nueva perspectiva abierta por los anuncios hechos en Palermo debe examinarse a la luz de otras normas que, en igual dirección, habían entrado en vigor en los primeros siete meses del actual gobierno: fin del cepo para exportar siete cortes de carnes “populares”, como el asado con hueso o no; eliminación del establecimiento de cuotas para exportar trigo y maíz y de los fideicomisos aceitero y triguero, y un principio de desregulación en trámites ociosos, que entorpecen la vida cotidiana de los productores, ocasionando costos absurdos y pérdida de tiempo.
Por cambios tan fuertes en el terreno de las intenciones, en el del espíritu con el que un presidente se abrazó virtualmente con el campo y por el sentido de las medidas adoptadas antes de ahora y las complementarias que se anunciaron anteayer, el cuadro de conjunto ha experimentado un giro radical respecto del gobierno de los Kirchner y el más inexplicable todavía del profesor Fernández. El resultado de esa comparación llevaría a deducir que es el de este momento el mejor de los mundos posibles para la actividad agropecuaria y las industrias asociadas a sus labores.
El contraste, sin embargo, entre el tiempo sombrío de ayer y las luces de hoy confunde. El campo no está en el mejor de los mundos y no podrá estarlo, por otra parte, hasta que no haya una mayor correlación entre el diagnóstico optimista que el Presidente suele trazar con énfasis sobre las calidades de su gestión y lo que hoy por hoy informa la evolución de los mercados.
Anteayer, Milei volvió a condicionar el levantamiento de las retenciones que afectan productos esenciales del campo –33% en soja; 12% por ciento en trigo y maíz, y 9% en carnes– a las mismas cuestiones macroeconómicas que demoran a su juicio salir del cepo cambiario o abandonar el carnaval de diferentes tipos de dólar que es hazmerreír de las finanzas internacionales. Nicolás Pino, presidente de la institución organizadora de la gran muestra de ganadería, agricultura e industria internacional que moviliza anualmente a cientos de miles de personas en Palermo, estimó en su discurso que en los últimos 22 años las retenciones sustrajeron del campo 200.000 millones de dólares. Lo hicieron, dijo, en su carácter de impuesto “distorsivo, discriminatorio y confiscatorio”.
Pino recordó la negativa del campo a recibir subvenciones y pidió no solo igualdad ante la ley, sino también la modernización de la infraestructura y reducción de costos que producen resultados tan increíbles como que el transporte de maíz a lo largo de 700 kilómetros hasta llegar al puerto de Rosario resulte más caro que llevarlo a Europa. Milei no pareció sorprenderse: él mismo reconoció en Palermo que las condiciones generales con las que debe lidiar el campo determinan que por la conjunción entre retenciones, otros impuestos y el cepo cambiario se esquilme al campo del 70% de lo que produce.
Si es así, como realmente lo indican cifras irrefutables, comprenderá que urge la modificación de las condiciones más gravosas para el campo. Por lo pronto, confirmó que el impuesto PAIS quedará reducido al 7,5 por ciento en septiembre y será eliminado por completo a fines de año. El “robo” al campo que Milei denunció en la campaña electoral a raíz de la desmesura de retenciones que, por añadidura, lo discriminan en relación con los otros sectores de la producción nacional no puede de ningún modo demorarse por mucho tiempo.
El campo se sintió reconfortado por el discurso presidencial en la Rural, pero si el tiempo transcurriera sin novedades de fuste en el punto más dañino a sus actividades; si no se instrumentara, al menos, un alivio gradual, aquellas palabras, tan celebradas como furibundas contra la casta prebendaria de la política correrán serio riesgo de desvalorizarse.
Ya está pagando el presidente de la Nación un precio sobre su confiabilidad. Ha denunciado con más energía que nadie a lo más sucio de la casta política que llevó al país a su ruina moral e institucional y propone, curiosamente, para integrar la Corte Suprema de Justicia de la Nación al candidato más cuestionado por enjuagues que se le imputan como juez de primera instancia en el historial de las nominaciones para el más alto tribunal de la República.
Conviene recordar al Presidente que las palabras se sustentan en la coherencia de los hechos.
El Presidente ha denunciado con más energía que nadie a lo más sucio de la casta política que llevó al país a su ruina moral e institucional, pero propone para integrar la Corte Suprema al candidato más cuestionado por los enjuagues que se le imputan como juez de primera instancia en la historia de nominaciones para el más alto tribunal del país
Es necesario recordarle al jefe del Estado, que, para no desvalorizarse, las palabras se sustentan en los hechos
Una de las pocas cosas que no se modifican con la inflación es el tiempo. Un segundo de 2024 tiene la misma duración que un segundo en la época del Imperio romano o en 1810. La mayoría de la gente, sin embargo, tiene la impresión de que “el tiempo se acelera”, como si el curso de la vida pudiera dotarse de velocidad e incluso someterse a una aceleración.
Desde 1939 –cuando aún no existían la radio, la televisión, internet ni las redes sociales–, Paul Valéry constataba con desazón la “intoxicación de la prisa” que sufrían sus contemporáneos.
Esa “sensación térmica”, que no siempre refleja la realidad, es el efecto de la despiadada presión psicológica que sufre la mayor parte de la humanidad, sometida a los trastornos provocados por las dificultades en comprender las nuevas tecnologías, que irrumpieron en nuestra vida como monstruos ingobernables. La dificultad cognitiva para comprender el entorno crea la impresión de propulsarnos, cada vez más rápido, hacia un abismo poblado de incertidumbres y amenazas desconocidas hasta ahora. “La peor maldición que convocó la técnica sobre nosotros fue impedirnos escapar del presente, aunque solo sea por un segundo”, escribió Stefan Zweig en la misma época, a fines de 1941, poco antes de suicidarse.
Resulta tentador imaginar qué podrían pensar ahora Valéry y Zweig y, sobre todo, cómo reaccionarían al conocer las colosales disrupciones que se preparan para los próximos 50 años.
Una tecnología disruptiva no es un simple update (actualización) ni la evolución de una técnica en uso desde hace años, como fue la invención del plástico que reemplazó otros materiales como la madera, el vidrio y los metales, y revolucionó la forma en que la humanidad empaquetaba y creaba productos de uso cotidiano. Cuando acuñó ese nuevo término en un libro publicado en 1997, The Innovator’s Dilemma (El dilema del innovador), Clayton M. Christensen, profesor de la Harvard Business School (HBS), expuso algunas reservas: solo puede ser considerada como tecnología disruptiva una innovación que crea un nuevo mercado y altera la cadena de valor de una industria, y eventualmente desplaza tecnologías establecidas, productos líderes en el mercado y hasta sustituye modelos de negocio enteros. La irrupción de esos materiales o técnicas desconocidas está destinada a cambiar la forma en que se comporta, piensa o interactúa la sociedad e incluso modifica la manera en que operan las empresas o industrias. Otros dos fenómenos que acompañan su irrupción es que se convierte en el nuevo estándar en su campo, alcanza una amplia adhesión –más allá de los nichos de mercado– y cambia patrones de comportamiento de la sociedad. Una tecnología solo accede a ser considerada disruptiva en retrospectiva, cuando confirma completamente su impacto en el mercado y la sociedad.
El cine creó una disrupción cuando fue inventado, en 1895. En cambio, la evolución del blanco y negro al color, la difusión por televisión, las películas en serie o la difusión por internet a través de las plataformas de streaming fueron solo adaptaciones del negocio del entretenimiento –por cierto importantes– a los adelantos que ofrecían los avances en electrónica.
La aparición de esa nueva tecnología de la información que fue internet –en particular las comunicaciones internacionales y la computación– protagonizó importantes irrupciones cuando arrasó con los viejos modelos de negocio que regían el comercio de libros, música, cine, espectáculos... Pero solo se trató de modernizaciones –cruciales– en materia de comunicaciones porque el teléfono, más rudimentario, ya existía desde la época de Graham Bell; las transmisiones de texto habían comenzado con el lenguaje morse por telégrafo en 1844, por teletipo a partir de 1925 y finalmente por télex en 1934. La verdadera disrupción en el sector de las comunicaciones se produjo en los años 1980 gracias a la fusión de la computadora con internet. Ese fue el salto cualitativo que abrió las puertas al correo electrónico. El empleo de los satélites o los cables submarinos fue luego una lógica consecuencia en racimo de esa revolución tecnológica.
Siempre al acecho de negocios planetarios, McKinsey Global Institute –filial especializada de la consultora internacional– calcula que las transformaciones inducidas por las grandes innovaciones impactan la mitad del PBI mundial.
Por eso, los gigantes de la industria, las big pharma o los científicos devoran en permanencia toneladas de informes para tratar de adivinar cuál será la tecnología que cambiará el mundo en los próximos años, como ocurrió –guardando las proporciones– con la aparición de la imprenta, a mediados del siglo XV. Los historiadores de la economía y de las técnicas describen la invención de Johannes Gutenberg como una de las mayores innovaciones de la humanidad, como luego fueron el molino, el reloj, la máquina de vapor, el motor a explosión o el transistor. Como tal lo describe la lista restringida de las “técnicas de uso general” (general purpose technology) de innovaciones que conmocionaron los sistemas técnicos, sociales y económicos más allá de su dominio de aplicación. La imprenta, como tantas otras tecnologías disruptivas, para poder desarrollarse necesitaba un mercado ávido de innovaciones y un contexto dinámico capaz de responder a exigencias particulares de la nueva industria: la tinta, la producción local de papel –tributaria de las hilanderías–, la cercanía de minas, una mano de obra especializada y orfebres de múltiples disciplinas. Esos talleres dieron origen a una incipiente clase obrera y al surgimiento de burgos industriales con sus respectivos comercios, viviendas y vida social.
En las listas de previsiones que componen los futurólogos solo figuran updates de técnicas en uso desde hace años, pero todas las evoluciones son previsibles y no tendrán un impacto crucial en la sociedad.
Una verdadera disrupción sería la teleportación. El desplazamiento de objetos o partículas de un lugar a otro sin atravesar el espacio físico entre los puntos de partida y llegada es un tema que fue ampliamente abordado en ciencia ficción desde 1878. Solo existen dos experiencias conocidas, una realizada en 2016 por dos equipos de investigadores que lograron teletransportar el estado cuántico de un fotón a distancias de 6 y 12 km, respectivamente, mediante el llamado entrelazamiento cuántico. El profesor holandés Ronald Hansen, de la Universidad de Delft, realizó otra teleportación exitosa este año.
Como esas operaciones demandan transferir una cantidad colosal de información, desplazar un objeto será realmente posible solo cuando se generalice la informática cuántica, en teoría, no antes de 2100. Otros científicos piensan, en cambio, que solo será factible dentro de varios siglos. Pero trasladar un ser humano plantea, además, dificultades éticas más delicadas porque habría que escanear cada átomo del cuerpo –una operación asimilada in fine a una “destrucción” o a un asesinato– para reconstituirlo luego en lo que algunos expertos describen como un “renacimiento”. Star Trek, la serie que hizo célebre la teletransportación, sitúa ese acontecimiento entre los siglos XXII y XXIV. Pero no se trata de una previsión científica.
Ese debate tomó un giro inesperado cuando el físico teórico norteamericano Michio Kaku planteó el interrogante esencial: “¿Y qué pasa con el alma en una teletransportación?”. Para responder a esa pregunta tenemos por delante entre 200 y 300 años
Los historiadores de la economía y de las técnicas describen la invención de Johannes Gutenberg como una de las mayores innovaciones de la humanidad
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Un domingo feliz en Palermo
El campo se sintió reconfortado por el discurso del Presidente en la Rural, tras décadas de destrato y desinterés por un sector clave para la economía del país
Sería un verdadero hallazgo encontrar entre todos los discursos presidenciales en la historia de las exposiciones anuales de la Sociedad Rural Argentina (SRA) la pieza oratoria que superara las palabras de anteayer del presidente Milei en halagos y reconocimientos a los productores agropecuarios por sus esfuerzos, capacidad de innovación y constantes contribuciones al país.
Más compromiso emocional con el campo no podría haber pedido al presidente de la Nación el gentío congregado en Palermo. Milei se colocó de manera rotunda en las antípodas de los jefes de Estado que renegaron de asistir a algunas de las 136 muestras anuales que la SRA ha realizado desde su fundación, en 1866. También estableció diferencias notables con quienes pronunciaron en ellas tibios discursos de compromiso o ahondaron diferencias perceptibles desde antes entre sus políticas, por un lado, y las aspiraciones de quienes más allá de las tranqueras han reclamado en todo tiempo, en nombre de su dedicación e inversiones, y en el del interés general, garantías de estabilidad económica, seguridad jurídica, libertad de mercados y ausencia de obstáculos burocráticos que perturban y encarecen irrazonablemente la producción.
Incluso, en contradicción con los anticipos de que el presidente de la Nación se abstendría de realizar anuncios satisfactorios para el campo, su discurso trajo novedades como que en el corto plazo se eliminarán derechos de exportación sobre ciertas categorías vacunas y se extenderán definitivamente las normas que en ese sentido favorecían por decisión de este gobierno las ventas de leche al exterior. Milei también se comprometió, entre otras cosas, a desburocratizar en breve plazo el comercio de granos; a modificar el manejo contable del ganado, de modo que se pague ganancia sobre la venta y no sobre el engorde, y a instrumentar un régimen especial de riego en zonas marginales. En pocos días, además, se bajarán del 12% al 2% los aranceles para la importación de equipos de riego por aspersión y riego por goteo.
La nueva perspectiva abierta por los anuncios hechos en Palermo debe examinarse a la luz de otras normas que, en igual dirección, habían entrado en vigor en los primeros siete meses del actual gobierno: fin del cepo para exportar siete cortes de carnes “populares”, como el asado con hueso o no; eliminación del establecimiento de cuotas para exportar trigo y maíz y de los fideicomisos aceitero y triguero, y un principio de desregulación en trámites ociosos, que entorpecen la vida cotidiana de los productores, ocasionando costos absurdos y pérdida de tiempo.
Por cambios tan fuertes en el terreno de las intenciones, en el del espíritu con el que un presidente se abrazó virtualmente con el campo y por el sentido de las medidas adoptadas antes de ahora y las complementarias que se anunciaron anteayer, el cuadro de conjunto ha experimentado un giro radical respecto del gobierno de los Kirchner y el más inexplicable todavía del profesor Fernández. El resultado de esa comparación llevaría a deducir que es el de este momento el mejor de los mundos posibles para la actividad agropecuaria y las industrias asociadas a sus labores.
El contraste, sin embargo, entre el tiempo sombrío de ayer y las luces de hoy confunde. El campo no está en el mejor de los mundos y no podrá estarlo, por otra parte, hasta que no haya una mayor correlación entre el diagnóstico optimista que el Presidente suele trazar con énfasis sobre las calidades de su gestión y lo que hoy por hoy informa la evolución de los mercados.
Anteayer, Milei volvió a condicionar el levantamiento de las retenciones que afectan productos esenciales del campo –33% en soja; 12% por ciento en trigo y maíz, y 9% en carnes– a las mismas cuestiones macroeconómicas que demoran a su juicio salir del cepo cambiario o abandonar el carnaval de diferentes tipos de dólar que es hazmerreír de las finanzas internacionales. Nicolás Pino, presidente de la institución organizadora de la gran muestra de ganadería, agricultura e industria internacional que moviliza anualmente a cientos de miles de personas en Palermo, estimó en su discurso que en los últimos 22 años las retenciones sustrajeron del campo 200.000 millones de dólares. Lo hicieron, dijo, en su carácter de impuesto “distorsivo, discriminatorio y confiscatorio”.
Pino recordó la negativa del campo a recibir subvenciones y pidió no solo igualdad ante la ley, sino también la modernización de la infraestructura y reducción de costos que producen resultados tan increíbles como que el transporte de maíz a lo largo de 700 kilómetros hasta llegar al puerto de Rosario resulte más caro que llevarlo a Europa. Milei no pareció sorprenderse: él mismo reconoció en Palermo que las condiciones generales con las que debe lidiar el campo determinan que por la conjunción entre retenciones, otros impuestos y el cepo cambiario se esquilme al campo del 70% de lo que produce.
Si es así, como realmente lo indican cifras irrefutables, comprenderá que urge la modificación de las condiciones más gravosas para el campo. Por lo pronto, confirmó que el impuesto PAIS quedará reducido al 7,5 por ciento en septiembre y será eliminado por completo a fines de año. El “robo” al campo que Milei denunció en la campaña electoral a raíz de la desmesura de retenciones que, por añadidura, lo discriminan en relación con los otros sectores de la producción nacional no puede de ningún modo demorarse por mucho tiempo.
El campo se sintió reconfortado por el discurso presidencial en la Rural, pero si el tiempo transcurriera sin novedades de fuste en el punto más dañino a sus actividades; si no se instrumentara, al menos, un alivio gradual, aquellas palabras, tan celebradas como furibundas contra la casta prebendaria de la política correrán serio riesgo de desvalorizarse.
Ya está pagando el presidente de la Nación un precio sobre su confiabilidad. Ha denunciado con más energía que nadie a lo más sucio de la casta política que llevó al país a su ruina moral e institucional y propone, curiosamente, para integrar la Corte Suprema de Justicia de la Nación al candidato más cuestionado por enjuagues que se le imputan como juez de primera instancia en el historial de las nominaciones para el más alto tribunal de la República.
Conviene recordar al Presidente que las palabras se sustentan en la coherencia de los hechos.
El Presidente ha denunciado con más energía que nadie a lo más sucio de la casta política que llevó al país a su ruina moral e institucional, pero propone para integrar la Corte Suprema al candidato más cuestionado por los enjuagues que se le imputan como juez de primera instancia en la historia de nominaciones para el más alto tribunal del país
Es necesario recordarle al jefe del Estado, que, para no desvalorizarse, las palabras se sustentan en los hechos
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