martes, 12 de marzo de 2024

VÍCTIMAS INOCENTES Y VIVIR CON TERROR


Los cuatro inocentes asesinados por narcos para sembrar pánico
Taxistas, un colectivero y un playero fueron los blancos de los sicarios que conmovieron Rosario
Cuatro crímenes de hombres inocentes en solo cinco días golpearon a Rosario, que llora la pérdida de estos cuatro trabajadores acribillados en medio de una disputa de bandas de narcotraficantes con las autoridades políticas de la provincia de Santa Fe y de la Nación, una guerra declarada que tiene a la población como rehén del terror.
La seguidilla de crímenes incluyó a dos taxistas, un colectivero y un playero que cerca de la medianoche del sábado fue acribillado cuando estaba dentro de una cabina de pago en una estación de servicio situada en la zona oeste de la ciudad.
La primera víctima de la seguidilla de crímenes mafiosos fue Héctor Raúl Figueroa, de 43 años, que murió el martes pasado, pocas horas antes de concretar un anhelo personal: casarse. Este chofer, padre de dos chicos, tenía previsto contraer matrimonio el viernes pasado con su pareja, que, al igual que él, estaba al volante de un taxi y trabajaba en las peligrosas calles de Rosario.
“Los dos son taxistas, habían sacado la chapa nueva y estaban planeando un casamiento austero. Trabajaban entre los dos el taxi y con eso sostenían su vida. Dejaron a dos pibes sin papá”, se había lamentado tras el crimen José Iantosca, titular de la Cámara de Titulares de Licencias de Taxis (Catiltar).
Con el dolor aún a flor de piel, la comunidad de taxistas tuvo que llorar una segunda muerte, la de Diego Alejandro Celentano, de 32 años; también casado, con una hija de cinco años, le dispararon un tiro en la cabeza dentro del auto.
La ejecución fue similar a la de Figueroa un día antes. Incluso, los investigadores lograron determinar que en ambos asesinatos se usó la misma pistola calibre 9 milímetros cargada con balas de la Policía de Santa fe, según revelaron los peritajes oficiales.
Celentano había recibido un mensaje de WhatsApp cerca de las 23 del miércoles en el que pedían que atendiera un viaje en la zona sur de la ciudad. Se dirigió hasta Marcelo T. de Alvear y Garmendia, en las inmediaciones del parque Regional Sur y de las piletas de El Saladillo. Allí fue ejecutado de un disparo en la cabeza. El auto quedó con el motor encendido.
Según confirmaron fuentes del Ministerio Público de la Acusación, en este caso, como el que ocurrió el martes a la noche, se utilizaron municiones que tienen la inscripción “PSF”, es decir, Policía de Santa Fe. Como publicó , ese lote de municiones (unas 450.000) fue adquirido en 2021. Se desconoce aún cómo fue que los sicarios se hicieron de esos proyectiles que deberían haber estado en poder de la fuerza de seguridad.
Menos de 24 horas después, el objetivo fue otro trabajador del transporte público. Esa vez, los sicarios apuntaron contra Marcos Daloia, un colectivero de la línea K de trolebuses municipales. Fue baleado el jueves a la tarde; recibió tres tiros y quedó en estado crítico hasta que ayer al mediodía murió. Según pudo confirmar a la nacion través de fuentes municipales, Daloia falleció a las 13.30 luego de tres días de internación.
“Alguien decidió dispararle, a matar, mientras él estaba laburando”, había escrito anteayer Camila Ferreyra, cuñada de Daloia, en una publicación en las redes sociales. “Te podría pasar a vos, a tu familia. Esta vez le tocó a mi cuñado, le tocó a nuestra familia”, agregó, al pedir justicia por el hombre de 39 años cuando aún estaba en terapia intensiva.
El último crimen ocurrió minutos antes de que comenzara el domingo. Solo tres segundos le tomó a un sicario acribillar a Bruno Bussanich, de 25 años, en una cabina de pago de la estación de servicio Puma situada en Mendoza al 7600, a siete cuadras de donde mataron a Daloia. La víctima era padre de un pequeño de 2 años y estaba en pareja.

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Una ciudad vacía, con miedo hasta para protestar
Solo un centenar de personas se congregó en el acto convocado en el Monumento a la Bandera; paran colectivos, taxis y no hay clases
Germán de los Santos.Pocos concurrentes a la marcha frente al Monumento a la Bandera
ROSARIO.– La principal ciudad de Santa Fe, una de las tres máximas urbes del país, quedó paralizada por el miedo. Ni siquiera el reclamo y la protesta lograron romper el terror que implantó esta última semana el crimen organizado, que logró arrinconar al gobierno provincial con una violencia desenfrenada, con cuatro crímenes de personas “inocentes” y ataques a una comisaría y una cárcel. Incluso en el contexto en el que los representantes del Estado les advirtieron a las mafias que no cederían ante los actos intimidatorios, los grupos narcos se unieron para sembrar amenazas y cumplirlas, como ocurrió con el asesinato del empleado de una estación de servicio Puma en el oste de la ciudad, a solo siete cuadras de donde, el jueves pasado, balearon en la cabeza a un chofer de la línea K de trolebuses municipales.
En agosto de 2016, unas 60.000 personas ganaron las calles para reclamar justicia y seguridad. Ayer, solo un puñado de familiares de víctimas de la inseguridad se reunieron en el Monumento a la Bandera bajo la misma consigna. Unas cien personas que quedaron solas frente pánico en el que quedó envuelta la ciudad.
La naturalización de una violencia que puede transformar a cualquiera en víctima y el miedo a ser blanco del terror convirtieron esa protesta en algo testimonial. Por las redes sociales comenzó a circular durante la tarde la convocatoria a un cacerolazo y a un apagón, también bajo el lema “Rosario sangra”.
El ruido fue mayor que la convocatoria presencial en el Monumento a la Bandera. Batir la cacerola desde un balcón o desde una ventana es más seguro que ir a una marcha en la que nadie tiene certeza de qué le podría pasar. Eso es el terror.
Nunca se vivió en Rosario una situación similar, a pesar de que los rosarinos están curtidos frente a un problema endémico que lleva más de una década. Este fin de semana la ciudad pareció apagarse por ese miedo que no es fantasmagórico, sino real. El miércoles y el jueves hubo paro de taxis, tras los crímenes de los choferes Héctor Raúl Figueroa, de 43 años, y Diego Alejando Celentano, de 33, a quienes los sicarios de las mafias que arrasan la ciudad acribillaron con una misma pistola que disparó balas que eran propiedad de la Policía de Santa Fe.
El jueves comenzó una huelga del transporte público, que seguirá –al menos– hasta hoy, en respuesta al ataque al chofer de la línea K Marcos Daloia, de 39 años, baleado en pleno servicio la tarde del jueves, ante decenas de pasajeros. Daloia falleció ayer en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (HECA).
El sábado a la medianoche fue asesinado Bruno Bussanich, de 25 años, empleado de una estación de servicio Puma de la zona oeste, situada a siete cuadras de donde balearon a Daloia.
Tras este nuevo crimen, la cámara del sector y el sindicato dispusieron el cierre de las expendedoras de combustible a las 14. Durante la mañana hubo extensas colas de autos en las estaciones de servicio; buscaban cargar combustible antes de que cerraran. Ayer mismo, los taxistas resolvieron parar entre las 22 y las 6, ante el clima de incertidumbre que reina en la ciudad, donde nadie está seguro en ninguna parte.
Los recolectores de residuos analizaban también si salir o no, luego de que ese rubro apareciera en una de las amenazas que se expusieron el sábado, en la que profería: “Vamos a seguir matando inocentes”.
El gremio Amsafé, que nuclea a trabajadores de la educación, también para y hoy no habrá clases.
Con balas y sangre, los grupos narco, hoy en alianza contra el gobierno, lograron detener el ritmo de una ciudad, una situación inédita en la Argentina. Lo consiguieron con su régimen de terror.
Pocos se animan a salir a la calle y quien lo hace tiene miedo, pues los últimos hechos demuestran que cualquiera puede ser el próximo. Es una cuestión de azar, como sucedió con el chofer de la línea K y el playero. Esto revela que no es solo matar, y que a los grupos criminales les sirve sembrar el mensaje que provocó esta parálisis y conmoción. Por eso el gobierno encuadrará estas acciones como ataques terroristas.
La parálisis en la que entró Rosario el fin de semana también fue alimentada por el pánico que se sembró desde las redes sociales. Una de las fake news que calaron más hondo fue que se había decretado un toque de queda. Como el mensaje de WhatsApp parecía convincente, por la situación que se vive, muchos prefirieron quedarse en sus casas y no arriesgarse. Era falso. Pero hay miedo.
El gobierno espera que el clima cambie a partir de hoy, cuando comience a llegar el nuevo contingente de agentes federales, en un número que nunca se informa. Se constituirá el comité de crisis, encabezado por Patricia Bullrich y Maximiliano Pullaro, y se prevé hacer una demostración de fuerza ante el avance inédito del crimen organizado. Es una incógnita cómo reaccionará la población. Sí seguirá este estado de paralización.
El terror caló tan hondo que el padre Ignacio Peries, que congrega a multitudes, anunció que, por la inseguridad, el vía crucis del Viernes Santo se hará de manera virtual y televisada. En la misa del domingo el sacerdote explicó que si bien Pullaro y el intendente Pablo Javkin lo apoyaban, había decidido evitar un masivo acto religioso en las calles.


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