miércoles, 24 de julio de 2024

ALFONSÍN, MACRI, MILEI Y EE.UU


Hay un modelo en busca de un liderazgo movilizador que lo encarne
Alfonsín, Macri y Milei. Los procesos transicionales son lentos y arduos; cualquier instrumento que no sea el minucioso bisturí no es políticamente viable ni ético, por más emoción que despierte en los ansiosos que tienen sed de vértigo
Marcelo Gioffré


Hace dos años, recibí un mail con una invitación de la embajada Argentina en Madrid: debí declinarla porque el acto era un martes y yo llegaba el miércoles. Esa misma semana fui a comer a un restaurante del Barrio de las Letras, El Rincón de Esteban. El viejo dueño, Esteban, un franquista fanático del Atlético de Madrid, ya no estaba, le había vendido el negocio a un cocinero gallego. Se lo había vendido con todas sus fotos históricas tapizando las paredes: están allí con él desde el rey Felipe VI hasta Rafael Nadal. A mis espaldas, me sorprendió una voz familiar. Me di vuelta para ver quién era y casi al mismo tiempo giró su cabeza hacia mí Ricardo Alfonsín, que en ese momento era el embajador.
Nos conocíamos de Buenos Aires. Se levantó y, lamentándose de que no hubiera podido participar del acto del martes, me invitó a compartir la sobremesa, para lo cual pidió una queimada gallega. El cocinero montó la ceremonia: hervía el aguardiente de orujo y Ricardo me pidió que revolviera y formulara alguna invocación; cauteloso, lo hice por la memoria de Raúl Alfonsín. Ya bajo el creciente influjo báquico, la conversación fluyó hacia la política: Ricardo arguyó que Mauricio Macri no fue suficientemente democrático porque designó dos jueces de la Corte por decreto. Repliqué que esos nombramientos habían sido convalidados por el Senado y que, además, Carlos Rosenkrantz había sido discípulo de Carlos Nino, uno de los juristas que diseñaron el “pequeño Núremberg” para su padre. La discusión se extendió y cuando nos fuimos ya no había nadie en el restaurante. En definitiva, la imputación consistía en que Macri había ido demasiado rápido y había atropellado las instituciones.
Los libertarios, en cambio, lo acusan de haber ido demasiado lento, de haber sido gradualista y, aunque se cuidan de decirlo en esos términos, de no haber forzado las instituciones en pos de rápidos resultados económicos. Estas últimas semanas funcionaron como una suerte de corolario wagneriano de ese desvarío. Le pidieron a Macri que asistiera al llamado Pacto de Mayo, interrumpió sus tareas en Europa, atravesó medio planeta y vino por un día para cumplir con el pedido. No fue llamado a firmar el acta, no apareció en la foto, no fue mencionado y ni siquiera fue tomado por la única transmisión permitida, la oficial, salvo en un paneo genérico. Más mezquino aún fue un tuit emitido al día siguiente por el biógrafo y amigo de Milei, Nicolás
Márquez: “El gobierno de Mauricio Macri fue horroroso”. Estos críticos usan como insulto, para referirse a Macri, el vocablo “socialdemócrata”, como si la reconstrucción de Europa, entre 1945 y 1973, no se hubiera hecho bajo esas ideas, como si Felipe González no hubiera sido un hito de la posdictadura española.
Lo que muchos no entienden es que los gobiernos transicionales, ya sea los que pasan de una dictadura a una democracia, o del estatismo al libre mercado, suelen ser juzgados como si esas transiciones fueran neutras. Tal como lo demuestra Federico Morgenstern en un brillante libro titulado Contra la corriente, Raúl Alfonsín fue arbitrariamente acusado de traidor por los que querían que se juzgara a todos los responsables y no solo a un grupo de represores y, al mismo tiempo, por los que creían que no había que juzgar a nadie, porque entendían que los militares nos habían salvado del comunismo. Es paradójico que tan luego Ricardo Alfonsín no advierta que la misma injusticia que se inflige a su padre él la comete con Macri.
Macri no aceptó ser candidato cuando se lo ofreció Eduardo Duhalde, prefirió armar un partido de cero, cumplió un gran papel en la intendencia, preparó cuadros políticos y técnicos en todas las áreas y articuló trabajosamente una coalición competitiva. Fue una epopeya en un país atravesado por el populismo. En el gobierno nacional debió lidiar con una espesa herencia: déficit fiscal y comercial, cepo, tarifas atrasadas, falta de competitividad externa, ausencia de infraestructura, subsidios abusivos por todos lados y un total desbarajuste de la política exterior. Cometió errores como no haber expuesto el desastre que recibió, no haber sincronizado el sinceramiento de tarifas, haber desdeñado el plano simbólico o apurarse a eliminar las retenciones. Pero sacó el cepo en el primer mes, desenmascaró la corrupción (a tal punto que muchos referentes de la “patria prebendaria” fueron condenados y presos) y gozó del respeto del mundo. No hizo cambios más tajantes porque la sociedad no estaba culturalmente preparada para sacrificios mayores, bastará recordar que frente a los módicos aumentos del gas resonaban todo tipo de quejas. Fue un héroe imperfecto; como diría Michael Walzer: se ensució las manos, pero abrió un surco.
Yo también llegué a pensar que el gradualismo era inútil y que se necesitaba una política de shock, para impedir que las corporaciones prebendarias tuvieran tiempo de atrincherarse en sus privilegios. Con el tiempo comprendí que los procesos transicionales son complicados, lentos, arduos, pero no hay otra forma de producir la mudanza, a no ser que el país que ejecuta el experimento reciba una suerte de Plan Marshall destinado a una vasta red de contención para los que son arrojados fuera del sistema. Tampoco es plausible pactar con los grupos enquistados en el Estado, como proponía Rodríguez Larreta, porque nadie cede voluntariamente sus privilegios.
Cualquier otro formato que no sea el minucioso bisturí no es ni políticamente viable ni axiológicamente ético, por más emoción que despierte en los ansiosos que tienen sed de violencia y vértigo. La combinación libertaria de shock fiscal, gradualismo cambiario e instituciones hostigadas asoma como una amenaza aún más inquietante. Esa intemperie en la que nos coloca, sazonada con marchas militares, tanques e invocaciones místicas, parece encaminada a una deriva similar a la de Viktor Orbán en Hungría, que empezó como un liberal y terminó abrazado a la ultraderecha identitaria y nacionalista: ¿eso queremos?
Así como no había ninguna posibilidad de que Raúl Alfonsín juzgara a todos los militares que habían torturado, asesinado y robado bebés durante la dictadura, porque eso era impracticable en un sistema cuyas fuerzas armadas estaban integradas por los que, en tal caso, hubieran tenido que ser juzgados, en una transición del estatismo al libre mercado no se puede frenar en seco la obra pública, pulverizar las jubilaciones, desmantelar las políticas culturales y echar cien mil empleados públicos justo cuando el sector privado no puede absorberlos, ni tampoco se puede abrir bruscamente la importación y poner a competir a nuestra industria, que tiene una enorme carga impositiva, con producciones extranjeras que son beneficiadas por generosas exenciones. Tampoco tiene sentido dictar medidas atropelladas que los jueces voltearán. No es ser timorato, no es ser un “alma bella”; es ser sensato.
Si se admite que el experimento libertario puede salir bien o mal (la moneda está en el aire), aflora el dilema entre quemar las naves y darle un cheque en blanco, en cuyo caso el gran riesgo sería, ante una crisis, la vacancia de una coalición opositora distinta del populismo kirchnerista, o bien mantener una postura expectante, la idea del expresidente Macri, de manera tal de preservar en el menú una alternativa liberal más institucionalista y calibrada. El primer escenario, el del apoyo incondicional, es el típico de quedar atado a una relación tóxica por miedo al vacío. Antes de las elecciones de 2015, Juan José Sebreli, en un encuentro con Macri, le formuló una sugerencia: “Tenés que sintetizar una economía liberal, una política democrática y una cultura progresista”. Por distintos motivos, ni el mileísmo ni el kirchnerismo representan ese nutritivo ensamble. Hay un modelo en busca de un liderazgo movilizador que lo encarne: más de un tercio del electorado está en disponibilidad
Yo también llegué a pensar que el gradualismo era inútil y que se necesitaba una política de shock, para impedir que las corporaciones prebendarias tuvieran tiempo de atrincherarse

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Kamala Harris recibe una ola de apoyos y un récord de donaciones
La vicepresidenta obtuvo el respaldo de figuras, dirigentes y bases demócratas; en apenas 24 horas acumuló 81 millones de dólares
Kamala Harris, anoche, en Wilmington, luego de reunirse con su equipo de campaña heredado de Joe Biden


WASHINGTON (AP).– La poderosa maquinaria del Partido Demócrata comenzó a despertarse ayer, tras el shock que provocó la salida de Joe Biden de la carrera presidencial. La vicepresidenta Kamala Harris recibió una masiva ola de apoyos de bases y dirigentes, además de una lluvia de dólares que oxigenó la campaña demócrata y alimentó las esperanzas del partido de retener en noviembre la Casa Blanca.

En apenas 24 horas, su campaña acumuló un récord de 81 millones de dólares.

Los demócratas enfrentan ahora la organización de la convención en Chicago, de donde emergerá la bendición de la fórmula que encabezaría Harris.

WASHINGTON.– Después del temblor político causado por la renuncia de Joe Biden a su candidatura, el Partido Demócrata seguía sumido en la incertidumbre y en los esfuerzos por reorganizarse rápidamente. La vicepresidenta Kamala Harris recibió un masivo apoyo de dirigentes para que se presente como candidata presidencial del partido contra Donald Trump, incluso algunos de los que sonaban para competir con ella en la convención de agosto, un impulso crucial, con poco más de 100 días antes de las elecciones de noviembre.

Al mismo tiempo y ya en campaña, Harris dijo a su equipo en Delaware que como fiscal de California afrontó en el pasado a individuos de todo tipo: “Depredadores que abusaron de mujeres, estafadores que timaron a los consumidores, tramposos que rompieron las reglas en beneficio propio ”.“Háganme caso cuando digo que conozco el tipo de persona que es Donald Trump”, añadió.

La vicepresidencta, además, puso el aborto como prioridad de su plataforma durante un acto en Wilmington, Delaware, sede de la que era la campaña de Biden, ahora suya, y anunció que la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, actuará como copresidenta de su campaña.

“Lucharemos por la libertad reproductiva, sabiendo que, si Trump tiene la ocasión, firmará una prohibición del aborto para todos los estados. No vamos a volver atrás”, dijo.

“Durante los próximos 106 días, llevaremos nuestro caso ante el pueblo estadounidense y vamos a ganar”, dijo Harris. “Ha sido una montaña rusa y todos estamos llenos de emociones encontradas al respecto. Amo a Joe Biden”, cerró la vicepresidenta.

Harris estuvo anteanoche más de diez horas en el teléfono en la residencia vicepresidencial, recabando apoyo para su candidatura a la nominación demócrata, según informó una persona familiarizada con su agenda a The New York Times.

Llamó a más de 100 líderes del partido, miembros del Congreso, gobernadores y activistas, incluidos jefes sindicales.

Pero hay muchas dudas dentro del Partido Demócrata sobre si Harris puede vencer a Trump. Algunos demócratas han sugerido que el partido debe celebrar unas miniprimarias antes de la convención de agosto, en Chicago.

El propio Biden respaldó a Harris anteayer, en una declaración separada tras publicar su carta de renuncia a la candidatura. Fue seguido rápidamente por el poderoso Caucus Negro del Congreso, varios donantes claves, varios legisladores y super-PAC, incluidos Priorities USA y Unite the Country.

Además, gobernadores, legisladores, presidentes de partidos estatales, líderes sindicales y delegados entrantes de la Convención sumaron su apoyo.

Hasta anteayer, la lista incluía al gobernador de California, Gavin Newsom; el de Colorado, Jared Polis; el de Carolina del Norte, Roy Cooper; el de Pensilvania, Josh Shapiro; el senador por Arizona, Mark Kelly; la senadora Patty Murray, del estado de Washington; el representante James Clyburn, de Carolina del Sur, y la representante Pramila Jayapal, del estado de Washington.
También se sumaron otras adhesiones que incluyeron a varios de sus posibles rivales para la interna demócrata, entre ellos el gobernador de Maryland, Wes Moore; la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer; el gobernador de Illinois, J. B. Pritzker, y el gobernador de Kentucky, Andy Beshear, que ahora suenan como posibles candidatos a la vicepresidencia 
Además, Nancy Pelosi, expresidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos y una voz influyente en el Partido Demócrata, respaldó ayer a Harris como candidata. “Mi apoyo entusiasta a Kamala Harris para presidenta es oficial, personal y político”, dijo Pelosi en un comunicado. “Kamala Harris (...) es brillantemente astuta, y tengo plena confianza en que nos llevará a la victoria en noviembre”.
Aunque es demasiado pronto para saber si Harris conseguirá sin oposición la nominación de su partido, en cualquier caso tiene que empezar a considerar quién sería su compañero de fórmula en una carrera contra la candidatura republicana, Donald Trump y J. D. Vance.
Dentro de un mes, los demócratas se reunirán en Chicago para su Convención de nominación (ver aparte) y Harris ya tiene una lista en mente. La lista incluye algunos gobernadores, un senador y un ministro, entre ellos, Josh Shapiro, Gavin Newsom, Mark Kelly, Gretchen Whitmer, Andy Beshear, J. B. Pritzker y Pete Buttigieg, el secretario de Transporte de la gestión de Biden.
Recaudación histórica
Por su parte, el Partido Demócrata recaudó más de 81 millones de dólares para la campaña por parte de donantes en apenas 24 horas, convirtiéndolo en el día con mayor número de contribuciones online desde las elecciones de 2020, cuando faltaban horas para el final. Esta es una suma enorme, que superó los casi 53 millones que Donald Trump recaudó en las 24 horas posteriores a su condena penal. La recaudación de fondos de Biden había caído en picada este mes ya que los principales donantes dejaron de aportar tras su pobre desempeño en el debate.
En tanto, los 50 presidentes estatales del Partido Demócrata apoyarán a Harris como la nueva candidata presidencial del partido, informó Reuters, citando múltiples fuentes.
El poderoso matrimonio demócrata de Bill y Hillary Clinton también respaldó a Harris en una declaración. Aún así, el expresidente Barack Obama, bajo cuyo mandato Biden se desempeñó como vicepresidente durante ocho años, agradeció a Biden por su patriotismo, pero aún no expresó su apoyo a Harris ni a ningún otro candidato
Tanto Obama como Pelosi sugerían la necesidad de una competencia en la Convención demócrata de agosto. En respuesta Harris buscó desactivar las quejas de una coronación enfatizando en una declaración escrita anteayer que tenía la intención de “ganar y merecer esta nominación”.
En tanto, Harris participó en un evento en la Casa Blanca, donde afirmó que el legado de Biden es “inigualable en la historia moderna”, en lo que fue su primera declaración desde que el presidente abandonó la carrera por su reelección.
La vicepresidenta presidió una celebración de los equipos de atletismo en el Jardín Sur de la Casa Blanca, mientras el presidente continúa recuperándose de Covid en su casa de vacaciones en Rehoboth Beach, Delaware. “Nuestro presidente Joe Biden quería estar aquí. Se siente mucho mejor y se está recuperando rápidamente. Está deseando volver al ruedo”, dijo Harris en su discurso. “El legado de logros de Biden en los últimos tres años es inigualable en la historia moderna. En un solo mandato, ya ha superado el legado de la mayoría de los presidentes que sirvieron dos mandatos en el cargo”.
Biden llamó anoche a los demócratas a respaldar la candidatura de Harris y dijo que su decisión de abandonar la carrera por la reelección fue “lo correcto”.
“Ella es la mejor”, clamó Biden, de 81 años, con la voz aún ronca por culpa del Covid-19, durante una llamada en directo justo antes del primer mitin de Harris desde el anuncio.

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