martes, 16 de julio de 2024

EDITORIALES


Celulares, fuera del aula
La presencia de estos dispositivos durante el dictado de clases suele influir negativamente en el rendimiento académico y en las interacciones sociales
La presencia de los teléfonos celulares en las aulas sigue sobre el tapete. Cada vez son más los hallazgos científicos sobre los perniciosos efectos que tiene en la salud mental de los más jóvenes el uso prolongado tanto de celulares como de tabletas.
La utilización continua de estos dispositivos puede producir estrés, ansiedad, depresión, problemas de sueño, adicción, inseguridad, impulsividad, falta de relacionamiento interpersonal, agresividad y pensamientos suicidas. El término “nomofobia”, acuñado en los últimos años, define el miedo a quedar desconectado.
La presencia durante la jornada escolar de estos dispositivos, que contribuyen al desarrollo de comportamientos adictivos, reduce también la cantidad y calidad de las interacciones sociales, disminuyendo el interés por la actividad física, incrementando el bullying y el cyberbullying, además de generar una disminución importante en el rendimiento académico.
Las escuelas públicas de todo Estados Unidos están adoptando medidas cada vez más drásticas en un intento por apartar a los jóvenes de sus teléfonos. Legisladores y líderes argumentan que se necesitan restricciones más severas, pues el uso desenfrenado de las redes sociales durante las clases amenaza la razón de ser de las instituciones pedagógicas y la disciplina que debe prevalecer en los establecimientos educativos para el normal desenvolvimiento de las actividades.
En nuestro país son muchos los establecimientos educativos que tomaron la decisión de dejar fuera de las aulas los celulares, con resultados positivos. Es, por ejemplo, el caso del Colegio San Andrés y, más recientemente, de la Escuela Argentina ORT. Algunos han instalado lockers para que los alumnos guarden allí sus teléfonos antes de ingresar a la clase, y no faltan aquellos que están anunciando restricciones para el año que viene.
El Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2023, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), sugiere analizar los efectos en la educación haciendo foco en los resultados del aprendizaje y no en el aporte tecnológico. En 14 países se ha concluido que el simple hecho de tener cerca un dispositivo móvil distrae a los estudiantes y produce un efecto claramente negativo en los aprendizajes.
Es cierto, sin embargo, que satanizar celulares y redes solo puede incentivar su uso. Ante la obsesión por mantenerse conectados permanentemente es imperativo que las familias se unan al esfuerzo de limitar y demorar tanto como sea posible la entrega de dispositivos móviles a los niños y jóvenes, regulando de manera aún más estricta el acceso a las redes sociales y ayudándolos a desarrollar mejores hábitos en línea.
De ninguna manera se puede cuestionar que los estudiantes concurran a las escuelas con teléfonos celulares, pero sí que los mantengan activados durante el dictado de clases, salvo cuando puedan ser empleados para alguna actividad académica en particular bajo la supervisión del docente.
La conducta de tolerancia cero con el uso de celulares en las aulas puede parecer dura, pero es la respuesta más sensata para evitar distracciones que afectan el rendimiento académico de los estudiantes.
La conducta de tolerancia cero con el uso de celulares en las aulas puede parecer dura, pero es la respuesta más sensata para evitar distracciones

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Alimentos: rescatar el descarte
Durante la crisis que impuso la pandemia, los argentinos nos sensibilizamos especialmente frente al dolor y la necesidad de los otros. Los bancos de alimentos (BdA) registraron por aquel entonces una mayor demanda, pero también recibieron más donaciones, a tal punto que en 2020 triplicaron lo distribuido en años anteriores.
El manejo profesional y transparente y una aceitada trazabilidad permiten identificar al receptor de cada producto, asegurando el mejor destino para todo de manera ágil y eficiente. Ese capital es clave para que los donantes sepan que todo lo que dieron fue aprovechado. Con tantos productos perecederos frescos como frutas, verduras, pan y lácteos, la capacidad de respuesta inmediata es clave para no desaprovechar nada.
La llamada ley del buen samaritano, sancionada en 2018, permitió a las empresas deslindar su responsabilidad frente a alimentos con envases en mal estado o vencimiento inminente, por caso, pasándola a los BdA que los aprovechan.
Sin duda, esto promovió las donaciones. Sin embargo, habría que sumar nuevas normas que permitan reforzar las contribuciones. Hoy, a una empresa que dona un producto le descuentan un porcentaje del valor de ganancias. Pero si en lugar de donarlo lo tira a la basura, el descuento del porcentaje del IVA que le aplican le resultará más beneficioso en términos económicos. Esta situación debería revertirse, habida cuenta de que se calcula que un 45% de la producción en el país se descarta porque se echa a perder. Establecer un sistema que funcione como incentivo para las donaciones es imperativo, tanto como que contemple penalidades para quienes descarten teniendo estas opciones.
Gracias a la ayuda de unos 300 voluntarios, una red de 25 bancos de alimentos (www.redbda.org.ar) provee a unas 5000 organizaciones en nuestro país. A pesar de que aún no hay bancos en todas las provincias, 1.200.000 argentinos son alcanzados por la red, menores de edad en casi un 70%. No todos los bancos disponen de toda la infraestructura necesaria –las cámaras de frío, los transportes y los vehículos incluidos– para absorber volúmenes de donaciones importantes, pero cumplen su labor sin descanso para llegar con alimentos a más personas. Y lo logran. Estamos hablando de una distribución estimada en unos 15 millones de kilogramos de alimentos recuperados para 2024. Aunque suene a mucho, no alcanza para paliar las necesidades de una sociedad con alrededor de la mitad de la población bajo la línea de pobreza.
Solo el Banco de Alimentos Buenos Aires distribuyó casi 4 millones de kilos de alimentos y productos, transformados amorosamente en más de 18 millones de platos de comida entregados.
Difundir la labor de los BdA y crear conciencia sobre su valiosa tarea es importante cuando tantos dependen de sus aportes y muchos no saben siquiera de su existencia. El Estado debe apoyar también este valioso trabajo de la sociedad civil, no solo desde lo legislativo, sino colaborando incluso con la logística.
En un contexto de alta inflación, las empresas productoras disminuyen sus stocks para fabricar estrictamente lo que saben que van a vender y, por ende, se reducen sus descartes, una situación que impacta con fuerza sobre los BdA. Donar dinero es una manera concreta al alcance de todos para colaborar. La eficiencia alcanzada por estas instituciones se refleja en que con poco dinero invertido son capaces de distribuir muchos productos. Hoy, cincuenta pesos equivalen a un plato de alimento.
La realidad de quienes se acercan a cada comedor, a cada merendero, a cada institución en busca de alimento es tan única como desafiante. Reducir el hambre y mejorar la nutrición es alimentar la esperanza de un futuro mejor. Mientras trabajamos para poner al país de pie, la solidaridad es una valiosa respuesta frente al hambre, y los BdA son los mejores instrumentos para llegar a quienes de ellos dependen para comer.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.