viernes, 5 de julio de 2024

ESTRENOS DE CINE...."UN LUGAR EN SILENCIO: DÍA UNO" Y "LA MATRIARCA"


Un logrado comienzo de una fábula futurista de terror
Marcelo StiletanoUn futuro postapocalíptico que hace recordar a la pandemia Paramount Pictures
UN LUGAR EN SILENCIO: DÍA UNO
(estados unidos-reino unido/2024). dirección: Michael Sarnoski. guión: Michael Sarnoski y John Krasinski. fotografía: Pat Scola. música: Alexis Grapsas. edición: Andrew Mondshein y Gregory Plotkin.duración: 100 minutos. distribuidora: UIP. calificación: apta para mayores de 13 años.
Una de las muchas virtudes de Un lugar en silencio fue la decisión consciente de mantener en un principio la mayor parte del tiempo fuera de campo a los espantosos monstruos que destruyen en segundos cualquier vestigio de existencia humana.

La idea estaba clara en la cabeza de John Krasinski cuando se conoció en 2018 el primer capítulo de esta atrayente fábula posapocalíptica. Supimos desde el vamos que no quedaba otra opción para sobrevivir a una devastadora invasión alienígena que permanecer callado y evitar el más mínimo ruido. Y que de esa situación surgía antes que nada una representaciónmuy precisa de los miedos más profundos del ser humano.
Esa amenaza no tenía en un comienzo contornos certeros, solo la imagen de un instante letal que llega sin aviso, fugaz y casi imperceptible. De a poco empezó a adquirir su espeluznante configuración, como una suerte de versión actualizada de la clásica fábula de La guerra de los mundos. Esta precuela, que podría entenderse como inevitable después de la notable repercusión del díptico inicial, completa ese recorrido en un viaje al principio de todo, en el mismo momento en que la normalidad del planeta llega a su fin en el mismo momento en que comienza el ataque. John Krasinski, el artífice de las dos películas previas, deja este tercer episodio (en rigor el primero en términos cronológicos) en manos de un director muy competente, Michael Sarnoski, cuyo mejor antecedente es la excelente Pig, con Nicolas Cage, que comparte con este relato la búsqueda y la afirmación de rasgos genuinos y muy profundos de humanidad en medio de entornos hostiles.
Sarnoski, que escribió esta precuela junto a Krasinski, tiene una mirada que le da continuidad al tono que siempre predominó en Un lugar en silencio. En este prólogo no sabemos nada de la familia Abbott, cuya firmeza y resistencia como tal frente a un peligro latente en todas partes definió el sentido de las dos primeras películas. Pero ese instinto protector perdura en este nuevo capítulo. Ahora queda a cargo de dos extraños forzados a enfrentar juntos la inconcebible adversidad: la neoyorquina Samira, una joven enferma de cáncer en fase de cuidados paliativos (Lupita Nyong’o, lejos de cualquier búsqueda de compasión) y el británico Eric, estudiante avanzado de Derecho (Joseph Quinn, el Eddie Munson de Stranger Things).
En una devastada urbe descripta de un modo posapocalíptico que no veíamos con tanta lucidez y dramatismo visual desde Soy leyenda, estos dos solitarios atraviesan amenazas y escapan como pueden de una agresión cada vez más visible mientras refuerzan mutuamente sus instintos vitales.
El modo en que Sarnoski imagina la destrucción de Nueva York y la desesperada búsqueda de salvación que expresan estos dos seres dispuestos a sobrevivir se hace todavía más interesante si tenemos en cuenta todo lo ocurrido desde que se conoció la segunda parte de Un lugar en silencio. La imagen inicial de una Manhattan (más precisamente el concurridísimo Barrio Chino) llena de movimiento y agitación urbana contrasta con un escenario postinvasión que inmediatamente asociamos a los tiempos de pandemia.
No es la única imagen de una ciudad sitiada o expuesta a excepcionales circunstancias de peligro inminente para quienes viven allí. En vez de mostrar el ataque alienígena a la manera tradicional, Sarnoski parece haber optado por una puesta en escena que nos recuerda mucho el impacto inmediato en la población neoyorquina de los atentados del 11 de septiembre de 2001: explosiones, estallidos, derrumbes, escombros por todas partes y sobrevivientes aturdidos, con sus cuerpos llenos de polvo y sin saber muy bien adónde ir. Algo de las convenciones del género queda para las escenas de acción, breves, contundentes y siempre inteligibles. Pero detrás de ellas se sostiene lo más importante, esos lazos indelebles que definen a cada uno de los personajes centrales (sobre todo la pareja protagónica) desde la humanidad que se manifiesta en las ganas de darse pequeños gustos (como disfrutar de una porción de pizza) en medio de una lucha desigual por mantenerse con vida.
Esta tensa y efectiva crónica del Día Uno, con los monstruos invasores ahora mucho más a la vista, cuenta además con una ubicua mascota de rasgos felinos que marca buena parte del camino de en busca de la salvación y con un personaje, encarnado por Djimon Hounsou, que será reconocido de inmediato por quienes conocen la historia a través de sus películas previas.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Charlotte Rampling en un austero relato de reconciliación
Paula Vázquez PrietoUna experimentada actriz en una historia pequeña mirada disitribution
LA MATRIARCA
(nueva zelanda/2021). dirección y guion: Matthew J. Saville. Fotografía:
Martyn Williams. edición: Peter Roberts. elenco: Charlotte Rampling, Marton Csokas, George Ferrier, Edith Poor, Carlos Muller, Tane Rolfe. calificación: apta para mayores de 16 años. distribuidora: Mirada Distribution.
duración: 95 minutos.

La matriarca es una pequeña historia de reconciliación. No pequeña solo por sus modestos logros sino por sus austeras aspiraciones. Una abuela y un nieto en una casa de campo de Nueva Zelanda dibujan un posible encuentro entre generaciones. En esa modestia están también sus concisos recursos: la parsimonia del relato que avanza con la ayuda de una puesta clásica, expresiva, sin grandes estridencias. Pero sobre todo La matriarca es una película sostenida en la figura de Charlotte Rampling, el misterio que siempre aguardó en el gesto mismo de su presencia, en el revés de todos sus personajes. Ahora se lo regala a Ruth, una corresponsal de guerra que lidia con su alcoholismo y malhumor, con los rencores de su hijo desatendido, con el duelo de un nieto solitario.
La historia transcurre en los años 90, las antiguas computadoras de teclas blancas y monitores pesados que decoran la habitación de Sam (George Ferrier) lo anuncian a las claras.Untiempotodavíaanalógico, de fotografías en portarretratos y no encerradas en los celulares. Desde la muerte de su madre hace apenas unos meses, Sam afronta el duelo internado en un prestigio colegio: la rebeldía oscila entre borracheras, destrozos y algún coqueteo torpe y explícito con el suicidio. Su padre (Marton Csokas) intenta ser severo, le reprocha las fiestas que terminaron en desastre, y la coartada que lo justifica es el destrato que sufrió en su propia infancia a cargo de una madre aventurera. Esa es Ruth (Rampling), la recién llegada desde Inglaterra con una pierna rota y una enfermera que vela por su cuidado. Nadie parece desear su visita, y su carácter despótico y las jarras de ginebra con agua y unas gotas de limón celebran su arrogancia.
Pero en este fin de semana será Sam el encargado de cuidarla, de compartir con la enfermera Sarah (Edith Poor) los insistentes timbrazos para recibir su dosis de alcohol o la necesaria visita al baño. Esa es la oportunidad del encuentro, previsible pero con cierta gracia inesperada, afirmada en la solidez actoral de Rampling, en su elegancia para mostrarse tirana y al mismo tiempo vulnerable. Y el pasado de la actriz impregna el garbo de Ruth, sentada con señorío en su silla de ruedas, ordenando a los amigos de Sam la limpieza del jardín, afirmando ante su médico la voluntad de ponerse de pie. Las fotos en blanco y negro revelan a una Rampling juvenil y deslumbrante, dueña de un encanto que Ruth engendra en su silencio y su resistencia al deterioro.
La pena de Sam, el personaje cuyo cambio recorre la historia, es menos por lo definitivo de la muerte -“¿no todos nos estamos muriendo?”, le dirá Ruth- sino por su cobardía al enfrentarla. El alcohol, las fiestas, los pequeños juegos, las broncas, las provocaciones, son dilaciones de lo inevitable. Cuando la ópera prima del neozelandés Matthew J. Saville se desprende de sus artilugios emotivos o de los previsibles recursos de la catarsis emocional, logra llegar a lo esencial de sus personajes. Entender el temor a la soledad, la necesidad del otro para poder seguir, la gracia de una mirada.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.