lunes, 8 de julio de 2024

EL ESCENARIO ECONÓMICO Y ECONOMÍA


Desconcierto entre quienes viven y sufren por el dólar en la Argentina
El equipo económico confirmó que la salida del cepo está más lejos de lo que esperaba el mercado; el Gobierno le echa la culpa a la política por el alza de la cotización
Pablo Fernández BlancoCaputo y Bausili, en la conferencia de prensa del viernes pasado
Mañana de desconcierto y revelaciones entre las personas que manejan las finanzas en la Argentina. Luis Caputo y Santiago Bausili los habían convocado para explicarles las últimas medidas del Gobierno para defender el valor del peso. Pasó todo lo contrario: justo cuando avanzaba la reunión en el Banco Central, comenzaba a subir el dólar, caían los bonos, se desplomaban las acciones argentinas y trepaba el riesgo país.
Caputo estuvo enojado. Cree que el mercado lo malinterpretó. Hay algo que sostiene su pensamiento. Los banqueros están en parte de acuerdo con él. De hecho, algunos de ellos hicieron reportes favorables con respecto a los anuncios económicos que luego distribuyeron en el sector.
Circuló una pregunta incómoda a principios de la última semana: ¿por qué algo que era bueno terminó siendo malo? La respuesta pone en evidencia los límites del angosto sendero por el que transitan las posibilidades de Javier Milei para conducir la disciplina que más le importa, la economía, en los frentes cambiario y financiero.
Sin querer, el equipo económico confirmó que la salida del cepo cambiario está más lejos de lo que imaginaba el denominado mercado. La presión que eso desató sobre las finanzas argentinas no conmovió, sin embargo, al ministro en los días posteriores. La decisión es sostener el rumbo.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) se enteró antes de las últimas medidas y les dio el visto bueno. El Gobierno, en cambio, no había hablado con las calificadoras de riesgo para ponerlas al tanto sobre lo que iba a hacer. Eso, quizás, haya influenciado en la percepción de quienes le ponen nota a la Argentina. Hicieron una lectura negativa del momento. El Gobierno, por encima de todo, le echa la culpa a la política por la suba del dólar de los últimos días.
Caputo volvió a responder acerca del fin del cepo cambiario en distintas consultas que le hicieron en los últimos días. Ocurrió, otra vez, el lunes pasado, frente a las preguntas de los banqueros, un entorno en el que se siente cómodo.
De esas conversaciones, surgió una revelación. La restricción a la compra de dólares no morirá de golpe, sino que se irá extinguiendo de a poco hasta que su existencia sea una noticia vieja. Una parte de ese camino ya comenzó a transcurrir. El problema es que no se sabe cuándo se llegará al final.
El ministro pareció corregir sus propias palabras en el frenesí de esos diálogos. Frente a banqueros, puso a modo de ejemplo que el cepo podría mantenerse durante los próximos tres meses, pero de inmediato se corrigió para aclarar que lo que quería decir, en realidad, es que no hay fechas preestablecidas. Todo dependerá de la marcha de las cosas, pero el equipo económico parece haberse atornillado al suelo para evitar cualquier seducción proveniente de circunstancias extraordinarias.
En conversaciones privadas, asesores cercanos a Milei aseguraron que ni siquiera se está pensando en una eliminación total en caso de que llegue dinero adicional del FMI. Otra vez, se verá en el momento. Ningún cuidado parece suficiente en medio de la fragilidad.
El pasado cercano pone en evidencia la debilidad de la Argentina para enfrentar una ventisca en contra. El Gobierno se lanzó a una carrera desenfrenada para bajar la tasa de interés. La última posta fue el 14 de mayo. Desde ese momento, el dólar blue subió más del 36%. Es decir, casi toda la devaluación del año ocurrió en el mes y medio posterior a esa medida.
Los argentinos que podían ahorrar e invertir se empezaron a hacer preguntas en los últimos dos meses. En mayo pasado, los medios de comunicación informaban que el peso era la moneda que más se había revalorizado contra el dólar -en la versión paralela-. Ese contexto de tranquilidad cambiaria hacía más interesante usar herramientas financieras en moneda local antes que ir al dólar estancado.
Todo cambió en junio. Un plazo fijo, solo para poner un ejemplo, empezó a pagar un 2,5% mensual. No solo está muy lejos de la inflación, sino también del salto de tipo de cambio paralelo, que trepó más de 11% en el mes.
El origen de la turbulencia cambiaria tiene, entonces, una fecha y un principio bastante específicos que luego fueron acelerados por la desilusión. Es una pista inequívoca para implementar las herramientas que las provocaron, si el Gobierno lo decide. Es por eso que hay cada vez más expectativa de una posible suba de tasas de interés.
El plan de Caputo, sin embargo, pasa por otro lado. Tiene tres grandes números en la cabeza: la base monetaria, los pasivos remunerados del Banco Central y la recaudación fiscal. De acuerdo con el ministro de Economía, una combinación especial de todos ellos irá secando la plaza de pesos, clave para bajar la inflación y restringir el apetito por el dólar.
En el futuro soñado del gobierno libertario, los argentinos deberán en los próximos meses vender dólares para hacerse de pesos, porque van a faltar. Nada de eso pareció notarse en los días más álgidos de la última semana. Nada de eso, tampoco, cambió las ideas del tándem Caputo-Bausili.
Pese a las turbulencias, el espejo que adelanta parece ser con el Gobierno más amable que el presente. Viernes 28 de junio, tres días antes de la precipitación del dólar. Los mercados de futuros indicaban que el dólar a diciembre se negociaba a $1237. El lunes negro llegó a tocar los $1254 y el martes alcanzó los $1270. El jueves, sin embargo, había caído a $1202, por debajo incluso de la cotización previa a los anuncios.
Si los números hablaran, dirían que el mercado terminó la semana creyéndole al ministro cuando dice que va a sostener una devaluación del 2% mensual, muy por debajo de la suba de precios. Si todo sigue como hasta ahora, el dólar costaría unos $1030 en diciembre. Quienes apuestan al dólar futuro aún ganarían plata pese a haber convalidado precios más bajos entre el jueves y el viernes pasados.
En medio de la tormenta, el equipo económico elige acelerar la velocidad antes que corregir el rumbo. Es una decisión ampliamente sostenida en Javier Milei, que revisó esta semana números que celebró.
Entre la primera y la segunda semana de junio, cayó el porcentaje de gente que opinó que la economía está mal. Y más personas dijeron que la situación está mejor. Aunque es algo que difícilmente corroboren los números de actividad, así lo muestra una encuesta de Opinaia que se difundió recientemente y vio el Presidente.
Celoso de la evolución de su imagen y de la percepción de la gente sobre su gestión, Milei suele consultar trabajos de este estilo para considerar la marcha del Gobierno. Se detuvo también en cifras que parecen confirmar sus presunciones, al menos por ahora. Una de cada dos personas cree que el esfuerzo económico que se está haciendo en este momento vale la pena y va a traer mejoras, pero no ahora, sino en el mediano plazo.
Uno de los datos más ponderados por Milei tiene que ver con el tiempo: al menos una de cada tres personas cree que los resultados de las dificultades actuales se notarán a mediados de 2025. Es una forma de medir la tolerancia social al plan.
La confianza de Milei en su ministro de Economía es total, pero no es el único en el que tiene confianza. Demian Reidel es el jefe de su Consejo de Asesores, que está funcionando con una mirada de largo plazo y no resulta agresivo para Caputo. Distinto es el caso de Federico Sturzenegger, oficializado como ministro anteayer. La relación entre ambos ministros ya comenzó a ponerse a prueba. Si Milei llega con la firma, se verá en las próximas horas en el Boletín Oficial.
El Presidente tiene a la firma varios decretos para desregular el mercado aerocomercial. Una parte de esa normativa debería oficializarse mañana. Es el resultado de una discusión entre los equipos de Economía, el flamante ministro de Desregulación y la Jefatura de Gabinete, a cargo de Guillermo Francos.
Será la consolidación de un esquema muy distinto al actual, que protege a Aerolíneas Argentinas, más parecido a lo que ocurre en Chile. No era lo que quería Sturzenegger, más inclinado hacia aperturas completas. El expresidente del Banco Central se orientaba por un modelo similar al de Singapur.
Lo que se verá mañana es el resultado de un punto intermedio. Sturzenegger no consiguió la norma que quería, pero tampoco está del todo desilusionado. Más aún: quienes conversaron con él asumen que lo considera un paso positivo en la línea que quiere.
Hay más casos. El secretario de Comercio, Pablo Lavigne, funcionario que responde a Caputo, tiene semanas más tranquilas que al principio del mandato. Los precios de los alimentos se desaceleraron y la única alarma que tiene por delante son los denominados frescos, afectados por la estacionalidad, algo que no puede controlar. Tiene más espacio para enfocarse en la agenda desregulatoria que conduce el nuevo ministro.
Comercio dará novedades en los próximos días sobre temas que está trabajando con el propio Sturzenegger desde antes, incluso, de su nombramiento.
Los dos casos anteriores muestran sin vueltas que los territorios que dominan Caputo y Sturzenegger tienen intersecciones. De manera que ambos están obligados a trabajar juntos. Es más: diversos funcionarios que trabajan por convicción en la desregulación de sus sectores creen que la llegada del exfuncionario macrista al gabinete les dará impulso a sus propias iniciativas.
Caputo y Sturzenegger tuvieron diferencias en el gobierno de Mauricio Macri. Ahora, no pueden más que atravesar una buena convivencia si quieren colaborar con la administración de Milei. Las debilidades de la economía argentina no dejan espacio para confrontaciones entre sus dos principales timones.•
El FMI se enteró antes de las últimas medidas y les dio el visto bueno
El Gobierno, en cambio, no había hablado con las calificadoras de riesgo
El pasado cercano pone en evidencia la debilidad de la Argentina para enfrentar una ventisca en contra

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Los “peores” impuestos

La AFIP gestiona una multiplicidad de impuestos
Ingresos Brutos.
Es un gravamen de carácter provincial. Tiene un “efecto cascada” en su aplicación, porque grava cada eslabón productivo. En 2023 recaudó el 4,2% del PBI.
Créditos y Débitos.
Es un tributo nacional. Según los especialistas, encarece un 0,6% cualquier transferencia bancaria. Este gravamen aportó el 1,7% del PBI durante el año pasado.
Derechos de exportación.
Se trata de un impuesto nacional que en la recaudación aportó el 0,8% del PBI. Se entiende que le resta competitividad a la producción argentina.
De 155 impuestos en todo el país, solo 10 absorben el 92% de la recaudación
ECONOMÍA. La gran mayoría son insignificantes para las arcas públicas aunque pesados para el contribuyente y la producción
Ignacio Grimaldi
Todo lo inusual que pueda parecer para la estructura de Gobierno el nuevo Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, a cargo de Federico Sturzenegger, lo tiene de arraigada la alta presión tributaria en el bolsillo de los contribuyentes. Para muchos, todos los impuestos que se pagan ahogan y distorsionan, pero son realmente pocos los tributos que nutren significativamente a la recaudación pública.
Según el “Vademecum Tributario” del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), se detectaron 155 impuestos a nivel nacional, provincial y municipal. Solamente diez de ellos absorben el 92% de lo que perciben las arcas públicas en todo el país. En consecuencia, 145 realizan aportes minúsculos que apenas llegan al 8% de la recaudación. Esta estadística pone en contexto a una de las promesas del ministro de Economía, Luis Caputo, quien ante empresarios de la construcción afirmó: “Al final de nuestro mandato vamos a haber reducido el 90% de los impuestos que hay en la Argentina”.
Dentro del grupo de impuestos de bajo aporte para las arcas públicas, que son nueve de cada diez, se encuentran los denominados “costos ocultos” que Sturzenegger buscará eliminar, tal como publicó en sus redes sociales después de asumir como ministro. Para el especialista tributario César Litvin “producen asfixia” y, metafóricamente, dijo que “a los emprendedores hay que darles un respirador”.
En esta misma línea, un relevamiento de la Unión Industrial Argentina comparó a nuestro país con otros 24 entre los que se encuentran Brasil, Chile, Francia, Reino Unido y Estados Unidos. Según surgió de ese trabajo, el sector formal de Argentina es el que mayor presión fiscal sufre con un 50,7%. “Las pymes con esto hacen lo que pueden y muchas veces no les dan los números”, opinó otro especialista tributario, Diego Fraga.

Dentro de los diez impuestos que representan al 92% de lo recaudado hay ocho de carácter nacional, uno provincial y otro municipal. La nómina de los nacionales la comprenden el impuesto al valor agregado (IVA), los aportes a la Seguridad Social, Ganancias, el impuesto a los créditos y débitos, los derechos que gravan la exportación e importación, el impuesto PAIS y los internos coparticipados. Todos estos explican el 75,3% de los ingresos fiscales. Además, todo el dinero pagado por estos tributos aportaron más de la quinta parte (21%) del PBI, es decir de todo lo producido en el país durante 2023.
El impuesto provincial incluido en los diez más significativos es Ingresos Brutos, cuyo monto alcanza el 16% de la recaudación y 4,2 puntos del PBI. La tasa municipal que completa la lista es Seguridad e Higiene con un aporte del 2,4% de lo que absorben los fiscos, cifra que equivale al 0,7% del PBI.
Estos números muestran que el Estado nacional es el que más dinero recauda del bolsillo de los contribuyentes, pero, paradójicamente, existen más tasas municipales que tributos absorbidos por la Casa Rosada. De hecho, 46 tributos son de carácter nacional, 25 corren a cuenta de las provincias y 84 de los municipios. Una aclaración relevante realizó Litvin, quien observó que no necesariamente los municipios sean los que más ahogan a sus poblaciones porque no todos perciben las mismas tasas o contribuciones.
En ese sentido, un estudio publicado por el intendente de la localidad bonaerense de 3 de Febrero, Diego Valenzuela, muestra que de los productos que se compran en hipermercados, Quilmes, Hurlingham y Moreno son los municipios que mayor presión tributaria ejercen dentro del área metropolitana de Buenos Aires.
En paralelo, los dos especialistas consultados tuvieron consideraciones similares sobre “el podio de los peores impuestos”. En el primer puesto colocaron Ingresos Brutos (tributo provincial). Fraga lo catalogó como “un robo premeditado” por su régimen de pago anticipado que, en ciclos inflacionarios, genera que el valor de los saldos a favor del contribuyente se licúen semana tras semana. Además, Litvin agregó que tiene un “efecto cascada” ya que, en una cadena de valor, cada eslabón de ella está gravado por este impuesto y su costo “siempre se termina trasladando al consumidor”. En consecuencia, suma costos y sube precios.
Además, Litvin indicó que Ingresos Brutos “es un impuesto que en el mundo se cambió por el IVA”. Sin embargo, en la Argentina la historia es distinta: los tributos conviven.
En el segundo puesto del podio de “los peores” ubicaron al impuesto a los débitos y créditos, de carácter nacional. Fraga explicó que encarece un 0,6% cualquier movimiento bancario de dinero. “Este lastima pero pega menos que Ingresos Brutos”, definió.
Y en el tercer puesto de este podio ambos especialistas subieron a los derechos que gravan las exportaciones. Litvin consideró que este impuesto “contamina” dado que el país necesita vender productos al exterior para traer dólares frescos y este tributo solo encarece dicha operación. En otras palabras, le quita competitividad a la producción argentina.
Eliminar o reducir estos impuestos, o cualquier otro, enfrenta al Gobierno con la ecuación del equilibrio fiscal, aquel que surge del balance entre gasto público e ingresos. A menor recaudación, más exigente debería ser el ajuste para evitar caer en déficit. En ese sentido, Ingresos Brutos aportó en 2023 4,2% del PBI; Débitos y Créditos, 1,7% del PBI, y los derechos a la exportación, 0,8% del PBI.
De esta manera, cualquier modificación impositiva deberá sentar en la misma mesa a Sturzenegger y a Caputo para que uno pueda bajar los costos que paga el sector privado sin que el otro descuide su principal capital: el equilibrio fiscal.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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