lunes, 8 de julio de 2024

De eso sí se habla, el abuso y el acoso sexual entre varones Y LA HISTORIA DE IVONNE BORDELOIS...POETA, ENSAYISTA Y LINGÜISTA


El documental “Spacey Unmasked” que sigue de cerca el ascenso de Kevin Spacey y la serie “Bebé Reno”, develan violencias antes silenciadas y consideradas tabúes
Laura Marajofsky
El documental "Spacey Unmasked" muestra con crudeza el auge y caída del actorWiktor Szymanowicz 
“No hay monstruos y no hay santos, todos somos un mix de cada cosa”, comentaba en una entrevista reciente la directora del documental que está sorprendiendo a las audiencias y medios especializados con su crudeza, Spacey Unmasked. Le llevó al menos dos años a Katherine Haywood conseguir los testimonios necesarios para narrar esta historia, que incluye diez relatos de abuso que se cuentan por primera vez en cámara.
El documental estrenado hace poco más de un mes por la cadena Max (ex-HBO) ofrece, por un lado, un racconto de las distintas acusaciones que llegaron a tribunales en estos últimos años y que empujaron a Spacey a un debacle profesional. A partir de los relatos de quienes se animaron a hablar en aquella oportunidad, otras voces ofrecieron los testimonios que hoy forman parte del film.
Los motivos de estos diez hombres de distintas edades y trayectorias para hablar ahora difieren, pero todos han decidido pronunciarse públicamente, en parte para que otros no pasen por lo mismo y, quizás también, como forma de reparación personal tardía pero necesaria. Sin embargo, esto era algo que no estaba planeado en un comienzo, y Haywood reveló que las víctimas solo iban a compartir sus traumáticas experiencias con ella.
Asimismo, la docuserie recorre algunos hitos de la compleja infancia y adolescencia de Spacey, con filmaciones caseras y entrevistas a su hermano, y también contiene recortes de entrevistas viejas al actor cuidadosamente elegidas, que sirven como contrapunto para enfatizar o evidenciar aspectos de la personalidad del mismo. El collage que va armando Haywood, como adelanta al comienzo de este artículo, tiene la virtud de no encuadrar de forma trivial –como villano o víctima– al actor, y a la vez preguntarse por las distintas formas que puede tomar el abuso o acoso sexual entre varones, tema tabú si los hay, y las ramificaciones psicológicas, emocionales y sociales del mismo.
Richard Gadd, protagonista y creador de "Bebé Reno", narra la experiencia de sus propios sufrimientos por violencia sexual
El recorrido comienza con la conflictiva crianza en casa de los Spacey, en el que una educación que a priori parece férrea o tradicionalista, se termina revelando como violenta y abusiva, ya sea por el constante maltrato físico, naturalizado en el seno de la familia, como por el extraño vínculo paterno con el nazismo. Su excéntrico hermano Randall Fowler (67), también artista, relata los abusos sexuales cometidos por su padre a quien acusa de violación y que provocaron que abandone el hogar en su adolescencia, dejando a Kevin solo y desprotegido.
De su formación temprana como actor y su extroversión por momentos explosiva, a los éxitos en Broadway y su posterior ascenso relativamente meteórico con films como Seven y Los Sospechosos de siempre, a la caída que se produce con las acusaciones por “comportamiento sexual inapropiado” durante las filmaciones de la serie de Netflix, House of Cards.

Aunque cabe destacar que éstas no fueron las primeras acusaciones, ya que Spacey venía recibiendo denuncias por agresiones sexuales desde 2001, sobre todo a partir de 2004, cuando pasó a ser director del teatro Old Vic de Londres, rol que le confería poder sobre alumnos, actores y los trabajadores del teatro. La particularidad de las acusaciones de 2017 es que coinciden con el inicio del movimiento #Metoo y el publicitado caso contra Harvey Weinstein. Todo esto produjo una oleada irremontable de mala publicidad que sintonizó con el momento cultural, y que entre otras cosas obligó a Netflix a desvincularlo, para luego demandarlo por 31 millones de dólares por los daños patrimoniales causados por sus conductas (aunque se logró que la cifra disminuyera haciendo responsables a las aseguradoras). Algo bastante llamativo si tenemos en cuenta que, por un lado, no existían precedentes legales de este tipo de demandas y, por otro, si consideramos que es el único juicio que ha perdido a la fecha y la única condena que el actor ha recibido por su comportamiento abusivo.
El documental incluye diez relatos de abuso que se cuentan por primera vez en cámara
Lo que marcan los fallos en los tribunales a seis años de algunas de estas denuncias es que fue absuelto en dos causas penales tanto en EEUU como en el Reino Unido, y esto sin contar los arreglos privados entre partes o los casos que jamás se judicializaron. En éstos se concentra principalmente el documental, que algunos dice está generando nuevo oleaje en un mar que parecía calmo y que hace peligrar la posibilidad de un resurgimiento.
Si el abuso sexual es un tema que todavía hoy no tenemos procesado como sociedad, quizás el abuso sexual entre varones (de hombres hacia otros hombres o diversidades) sea aún menos corriente de abordar y tratar. En lo que va del 2024 ya han habido al menos dos productos recientes, éste documental y la viralizada serie Bebé Reno (Netflix) que muestra la vergüenza del protagonista que lidia con las consecuencias psicológicas de un encuentro sexual no consensuado entre hombres. Situación que proviene de la propia vida de su creador y actor, Richard Gadd.
“La agresión sexual con los nombres que tenga dentro del código penal, abuso sexual, abuso agravado por el vínculo, etcétera. lo realizan fundamentalmente los varones. Más del 95 por ciento de las agresiones a otros varones, niños, niñas o mujeres, lo realizan los varones, es decir, es una práctica masculina que es un nivel de violencia que sostiene lo que se llama cultura de la violación – contextualiza el especialista en estos temas y médico psiquiatra Enrique Stola–. Entonces cuando hablamos de varones tóxicos que abusan o de la agresión sexual de un varón a otro, y sostenemos el tabú, lo que estamos invisibilizando es la dominación masculina” .
"Creo que estamos en una sociedad oscura que presiona a las víctimas de abuso sexual para que resuelvan sus problemas", dice Richard Gadd
A través de testimonios que nunca antes habían salido a la luz tanto de hombres británicos como estadounidenses, podemos observar cómo los mandatos de masculinidad hegemónica obstaculizan que las víctimas puedan hablar y compartir lo sucedido con otros, además de negarles la posibilidad de mostrarse vulnerables, e incluso producen sentimientos de culpabilidad o vergüenza por lo sucedido. Algunos confiesan que la reacción más común ante sus relatos es no acreditar que los hombres también puedan ser intimidados o acorralados por otros varones: “¿Por qué no le diste un puñetazo?”, es una pregunta recurrente que les hacen.
“A los varones que fueron agredidos sexualmente les cuesta hablar precisamente porque el ser destinatarios de una agresión sexual te pone en una condición de vulnerabilidad, que de por sí está muy enemistada con el mandato normativo de masculinidad, con el asumirse en una situación de fragilidad que no es interpretada como una situación, como una contingencia, sino como algo que permeabiliza la identidad misma–explica Lucho Fabri, coordinador área de masculinidades de Grow e Integrante Instituto masculinidades y cambio social (MasCS)–.En la cultura heteropatriarcal el ser agredido sexualmente como hombre no sólo devalúa tu masculinidad, sino que directamente te la quita, entonces es muy desafiante para la subjetividad masculina poder asumir la posibilidad de esa pérdida, ante la mirada propia y de otros que juzguen la agresión en esos términos”.
A diferencia de lo que sucede con las denuncias de abuso realizadas por mujeres es que, como dice Fabri, éstas se realizan en un contexto colectivo de lucha y sostén. “Han construido recursos colectivos para de algún modo contar con audiencia, con gente que las escuche, que las crea, que no las invalide, que no las cuestione y poder ir superando alguno de esos temores, o permitiéndoles enfrentarlo con mayores herramientas. Los hombres, a diferencia de las mujeres, no contamos con interlocuciones colectivas para tramitar los efectos que los abusos tienen sobre nuestras vidas”. En este sentido, la directora espera que estemos en el punto de inflexión de un movimiento masculino #MeToo, que no le quita importancia o minimiza lo que pasan las mujeres, pero agrega otra capa a la conversación.
Richard Gadd contó parte de sus vivencias en la exitosa "Bebé reno"

En una de las tantas declaraciones que ofreció Richard Gadd, el creador de Bebé Reno confesó: “Creo que estamos en una sociedad oscura que presiona a las víctimas de abuso sexual para que resuelvan sus problemas. Obtuve una gran catarsis haciendo programas como Bebé reno. Me curé a partir de eso y nunca voy a nombrar a las personas en la vida real detrás del show”.
El documental Spacey Unmasked muestra, además, la dificultad que tuvo Kevin durante toda su vida adulta para asumir su sexualidad y vivir como persona pública siendo gay. De hecho Haywood reproduce fragmentos de entrevistas en la que Spacey dice que no tiene ningún interés en revelar nada sobre su vida interior a la prensa (orientación sexual, con quién podría tener relaciones, su infancia, etc), que dan lugar a entender que tanto la violencia intrafamiliar sufrida como la incapacidad para reconocer y asumir su propia identidad sexual, jugaron un papel en moldear la personalidad esquiva y perturbada del actor. Pronunciarse como gay en Hollywood en los años 90 era algo impensado o bien que podía acabar con carreras, el documental pone como ejemplo el caso de Ellen Degeneres y otros, por lo que Spacey además de tener encuentros abusivos o violentos con otros varones, también vivía en su propio closet.
“¿Era posible, por ejemplo, que un hombre en la década del 90 pudiera vivir un romance en su colegio con un compañero? No, claramente no lo era. Preguntarse habilita una reflexión acerca del mecanismo que llevaba a que muchos varones tuvieran que experimentar su sexualidad en la oscuridad y con personas que aprovecharon fuertemente ese contexto para hacer uso y abuso de su poder –sugiere Cristian Treves, técnico superior en psicología social y autor del libro Lo que Momo nunca supo de mí–. En este ejemplo vemos que la misma sociedad es la que presiona para que ciertas cosas se queden en la oscuridad”.
Kevin Spacey, antes de los denuncias, un actor que brillaba en Hollywood
Otro punto que causó fuerte controversia y enojo por parte de la comunidad queer en los Estados Unidos fue la manera en que Spacey eligió salir del closet: mediante un tweet confesional ante las alegaciones sobre abusos sexuales, y más a modo de defensa que de relato honesto o statement inclusivo, volviendo una vez más la atención sobre él y no sobre las víctimas damnificadas. A esto le siguió un video al estilo Frank Underwood de House of Cards. El enchastre ya estaba hecho y muchas organizaciones civiles pusieron el grito en el cielo ante la confusión de conceptos y la asociación entre la posibilidad de vivir vidas homosexuales plenas y el abuso a menores de edad –muchas de sus víctimas fueron hombres muy jóvenes–.
Tal vez el aspecto menos sorprendente de Spacey Unmasked sea la revelación de las dinámicas de poder de la industria del entretenimiento, que como en el caso de Weinstein, denotan un entramado por parte del entorno del actor, de cierto conocimiento o sospecha de los hechos, pero que no intervinieron. Inclusive en algunos casos se ven mujeres parte del staff técnico de House of Cards admitiendo sus sospechas y contando cómo intentaban proteger a los varones del cast, sin poner en evidencia a Spacey o hacer peligrar sus trabajos. De hecho, sorprenden los relatos de alivio por parte de estas mujeres al no ser, por una vez, presas de los varones, aunque también se trasluce la frustración al no poder socorrer a los compañeros.
"Bebé reno" la serie que expone el abuso, el acoso y la salud mental se convirtió en una de las producciones más exitosas de lo que va del año en el mundoNetflix
Spacey niega haber participado en acoso sexual u otra conducta ilícita en relación con House of Cards, aunque dice que “participó en una cultura generalizada en el set llena de insinuaciones sexuales, bromas y payasadas inocentes, pero nunca acosó sexualmente a nadie”. También minimiza el haber coqueteado con veinteañeros, y sostiene que el haber tenido encuentros de índole sexual e informal con algunas de las personas en los programas o el haber realizado avances sexuales no deseados, no debería ser considerado un delito. Sin embargo, los testimonios refieren a los encuentros o situaciones con Spacey como agresiones o avances no consensuados.
Si bien en ninguno de los testimonios el documental explicita que Spacey haya ofrecido oportunidades laborales a cambio de favores sexuales, es un hecho sobrentendido. Consultado por los documentalistas alegó que no se le había proporcionado el tiempo ni los detalles suficientes para poder responder a las acusaciones de la producción. “He negado consistentemente, y ahora defendido con éxito, numerosas acusaciones hechas tanto en los EE.UU. como en el Reino Unido, tanto penales como civiles, y cada vez he podido obtener pruebas que socavan las acusaciones, el jurado me ha creído”, dice el comunicado oficial.
A pesar de todo Spacey ha recibido el apoyo de colegas como Liam Neeson, Sharon Stone, Stephen Fry y de músicos como Elton John, y fueron varios los que pidieron por su rehabilitación una vez que la justicia se expidió. Nada de eso pareció evitar la cancelación masiva, que le dieran de baja varios proyectos y su caída en la popularidad. “Hay 10 hombres en esta película, pero hay muchos más hombres que han experimentado este tipo de cosas. No me refiero solo a Kevin o al mundo del entretenimiento, sino a todos los ámbitos de la vida – enfatiza Haywood–. Ahora es el momento de hablar”

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Ivonne Bordelois: “Hay ráfagas de energía que todavía me habitan”
Reconocida mundialmente, ahora sumó un nuevo honor: la nominación al premio Konex por su libro de memorias
María Soledad Pereira
“Uno es uno, pero está la vida. Uno hace elecciones en su vida, pero no hay que perder de vista que, en realidad, la vida elige más que uno”, reflexiona Ivonne Bordelois
Reniega de las presentaciones obligadas, las llamadas “de rigor”, las que alardean de títulos y premios, y enuncian elogios desmedidos, pues esconden, en su opinión, una verdad irrefutable: que la escritura se alimenta más de fracasos que de éxitos y que se aprende mucho más de las tinieblas que de los aplausos que sustentan la seguridad de los escritores. “¿Cuál fue acaso –se pregunta–, la trayectoria de Kafka o la de Simone Weil?”.
Curiosamente, a Ivonne Bordelois reconocimientos no le faltan: un doctorado con Chomsky, en el MIT; una beca Guggenheim; una cátedra en Holanda; algunos libros relevantes, entre ellos, La palabra amenazada y Etimología de las pasiones; diálogo con voces de su tiempo y del porvenir (Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Alejandra Pizarnik); traducciones; invitaciones; congresos; honores a los que se suma ahora una nueva nominación Konex por Noticias de lo indecible, su libro de memorias: “memorias para exorcizar, para celebrar, para saber, para entender. No para enunciar éxitos o fracasos –dice–, sino para ver (a través del dar a ver a otros) qué me ha querido y me quiere decir la vida”.
Sin embargo, al momento de presentarse –en su departamento de Buenos Aires– esta excatedrática de la Universidad de Utrecht sortea su holgada lista de distinciones (el ridiculum vitae del que habla Juan Falú, al que le gusta citar) y con voz clara, lúcida, vital dice de ella que es una anciana (tiene 89 años); una anciana que posee por fortuna tres bendiciones: no haberse casado, no tener hijos y no depender ya de ninguna institución (no hay impostura en esto, sino más bien un espontáneo signo de coherencia).
Estas tres condiciones –y acaso algunas más– le han permitido acatar y obedecer lo que Santiago Kovadloff llama el vivificante mandato de los privilegiados: hacer lo que sabe, hacer lo que le gusta, hacer lo que necesita, hacer lo que necesitan y esperan de ella sus lectores y los lectores por venir; hacer, en suma, de la palabra, “esa fuerza sagrada que a pesar de todo nos habita”, el hecho central de su vida.
“Uno es uno, pero está la vida –escribe–. Uno hace elecciones en su vida, pero no hay que perder de vista que, en realidad, la vida elige más que uno”.
Noam Chomsky le dijo a Ivonne en tono de advertencia: “Ten cuidado, tu velocidad puede ser tu perdición”
Su personalidad, intensamente enérgica y arrolladora, ha provocado reacciones, emociones, apodos, hipocorísticos, todas formas de la inventiva y del talento que abstraen y hablan de ella más fuerte que cualquier conjetura o destacado currículum.
Mercedes, una amiga psicóloga, la describe como una “Mafalda rubia”. Buby, un ilustre médico, la llama cariñosamente “La dama de hierro”. Un amigo psicoanalista suele decirle: “Vos te exponés demasiado”. Sus sobrinos, que la conocen bien, nunca la han tratado de “tía Ivonne”, sino de “Ivoncita”. Una compañera de colegio, quien acaso atisbaba en ella algún componente andrógino, le decía, por su parte, “Ivoncito”. Para Enrique Pezzoni era “El ángel exterminador”, y Alejandra Pizarnik, quien percibía con humor la infantil paranoia que la animaba, la llamaba “Polvorita gozosa”.
Durante sus andanzas cleptómanas en Cambridge, un poeta escribió sobre ella: “She came to Boston and nobody saw her” [”Ella vino a Boston y nadie la vio”]. Los estadounidenses la consideraban demasiado overbearing, y el mismo Noam Chomsky, al percibir la rapidez que la caracterizaba reaccionó en tono de advertencia: “Ten cuidado –le dijo–, tu velocidad puede ser tu perdición”.
–Exceptuando la biografía de Ricardo Güiraldes y sus tempranas colaboraciones en la revista Sur y en el diario La Nacion, usted empezó a publicar después de haber cumplido sesenta años. ¿Qué ocurrió antes con relación a la literatura?
–Bueno, entre 1968 y 1975, yo viví en Estados Unidos y después me mudé a Holanda, donde estuve a cargo de una cátedra. Durante esos años, seguí por supuesto leyendo y recibiendo libros, pero me aparté hasta cierto punto de la literatura y me enfoqué fundamentalmente en mi especialidad, que era la lingüística.
"Yo me considero sumamente afortunada por haber llegado a la manía en el momento en que se estaba descubriendo el litio", reconoce Bordelois
–Sin embargo, usted ha dicho que, en su casita de Cambridge, “tan precaria como iluminada”, escribió algunos de los mejores textos de su vida. ¿A qué textos se refiere?
–Yo escribí mucha poesía en inglés. El inglés siempre me ha gustado mucho y, en Cambridge, a pesar de la carga de estudio y trabajo que tenía, leía mucha poesía y, sobre todo, escuchaba canciones. Era la época de Joan Báez, de Bob Dylan, de Janis Joplin. Sobre eso y sobre mi experiencia en Estados Unidos escribí y lo hice en inglés. Y también escribí en inglés parte de mi diario, porque la lengua se me había incorporado, y así escribí mi tesis. Podría decir que mis libros empezaron a gestarse en aquel lugar. Al escribir diariamente, fui, digamos, estimulando la escritura, aceitando la máquina.
–¿Y llegó a publicar esos poemas ingleses?
–No. En inglés aún no he publicado nada. Hacia 1970, organicé un libro, un libro para mí, al que titulé Tril, Tril porque es trilingüe. Un libro que reúne poemas breves: quince poemas en español, quince en francés (porque también escribía en francés) y quince en inglés. Es una obra inédita, que por supuesto me gustaría publicar.
Durante 19 años vivió en Holanda. Primero fue catedrática en la Universidad de Utrecht, un cargo al que accedió por concurso y que mantuvo por trece años; después se dedicó a estudiar la estadía de los judíos sefardíes en el país y acabó trabajando en la Biblioteca Municipal de Ámsterdam. Transcribía documentos sefardíes de la época de Espinoza, tarea que, en su opinión, era apasionante. Tenía una casa, un círculo de amigos y una vida social e intelectual a la que podríamos calificar de fecunda.
–¿Qué fue lo que motivó entonces, ya al borde de los sesenta años, la decisión de volver?
–Fundamentalmente, la conciencia de que mi vida giraba alrededor del saber y el poder de la palabra, y que solo en español podría ejercer y disfrutar de este dominio plenamente. Ya en Buenos Aires, sentí que me había liberado de todo el mundo académico, un mundo que, desde el punto de vista cognoscitivo, siempre me había interesado. Yo tuve la suerte de asistir a la gran explosión de la Lingüística Generativa en el momento en que esta disciplina estaba en su apogeo. Fue una aventura intelectual muy, muy interesante: participar, ver las competencias, las discusiones, la dialéctica. Sin embargo, la burocracia de la universidad, que se fue acentuando con el tiempo, me abrumaba. Entonces, claro, cuando llegué a Buenos Aires, ya libre de ataduras académicas y provista de una jubilación, pude dedicarme a lo que siempre había querido más profundamente: escribir.
Y lo ha hecho de un modo bastante prolífico. Desde entonces, escribe y publica. Y, además, le han sido dadas muchas cosas: el lugar, el cariño, el diálogo (aunque no tiene aires de vedete, tampoco es una asceta). Aun así, en algunos pasajes de Noticias..., se percibe cierto reproche; hay, al parecer, algo que se lamenta.
Alejandra Pizarnik, quien percibía con humor la infantil paranoia que la animaba a Ivonne, la llamaba “Polvorita gozosa”
–¿Qué es eso intrigante que el lector, a veces, no llega a develar? Permítame citarla: “Trato de ocultar el fondo de mis pensamientos por temor a envidias o malentendidos”. “¿Será que me obligo a disfrazarme de persona sociable y amistosa para exorcizar los hermosos demonios que merodean?”. “Una añoranza me queda, acaso la culpa de no haber sido fiel o íntegra con respecto a lo más alto o a lo más hondo de mi experiencia”.
–En esta última frase, me refiero a mi experiencia con la manía, que irrumpió por primera vez en mí cuando vivía en Estados Unidos. Porque la manía deja cierta nostalgia. Uno, de repente, percibe una especie de realidad mucho mayor, más abarcativa, más incluyente que la mera realidad. Y también percibe una especie de fuga al absoluto. Uno toca una zona misteriosa del ser y se dice: “Sí, esto es lo cierto, esto eso es lo verdadero”, pero no puede mantenerse ahí, adherido a ese cenit de iluminación.
–Vistos así, como usted los describe, los efectos de la manía recuerdan a lo que escribió William Blake sobre las puertas de la percepción: “Si las puertas de la percepción se depurasen, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito”.
–Sí, claro, la cita es perfecta. Siempre digo que las ideas que se me ocurrieron durante mi período maníaco nunca se me hubieran ocurrido en una situación distinta. Yo agradezco haber pasado por esto, aunque debo reconocer también sus aspectos destructivos.
La poeta, ensayista y lingüista argentina que nació el 5 de noviembre de 1934, en Alberdi, provincia de Buenos Aires, puso el ojo en cuestiones que la medicina parece haber desatendido. “Resulta indispensable evitar el reduccionismo racionalista que hace de la manía un estado exclusivamente patológico, sin advertir a veces su enlace positivo con la alegría de la creatividad auténtica”, reflexiona. Otro de sus pensamientos: “Para Platón, la manía era un delirio sagrado que provenía de los dioses; para la medicina moderna, se reduce a una patología de riesgo, de tratamiento caro y prolongado” […] “Separar la cizaña del trigo en el tema de la manía depresiva es una tarea tan importante como impostergable. Hay que vencer prejuicios y también laboratorios”.
Alejandra e Ivonne en una clásica postal porteña, en el Jardín Botánico Carlos Thays
–¿Cree que ha habido avances en este campo?
–Sé que hay un despertar en la humanidad respecto de este tema, que se va a ir desarrollando, y con el tiempo, probablemente surja algo importante. Yo he encontrado en mis lecturas interlocutores que me han acompañado mucho, como Rosa Montero y Emmanuel Carrère. En El peligro de estar cuerda, título que alude a un poema de Emily Dickinson, Montero analiza la manía desde un punto de vista científico. Hay algo en la red neurológica, algún desequilibrio de la masa encefálica, que hace que se produzcan ciertas sinapsis y asociaciones insólitas. Ella dice que no es casualidad que muchos de los grandes poetas, escritores o pintores hayan pasado por períodos así. Habla de creadores que han sufrido por esto, como Van Gogh, como Poe… pone toda una hilera de nombres, y es muy interesante. Yo la leo con temblor y terror, pero encantada porque lo que ella dice coincide casi exactamente con la visión que tengo yo. Lo mismo me pasa con Jamison, a quien yo menciono en mi libro. Jamison es una americana que también estudió la confluencia de la creatividad con la locura y la manía. Y me pasa también Carrère. En su libro Yoga, él habla de su período de internación, cuando estuvo sometido al electroshock.
–Por fortuna, usted se salvó del tratamiento con electroshock y pudo reincorporarse definitivamente a la llamada normalidad.
–Yo me considero sumamente afortunada por haber llegado a la manía en el momento en que se estaba descubriendo el litio. Si bien el litio tiene efectos colaterales bastante fuertes, comparados con los del electroshock son una maravilla. Mi padre tenía diez hermanos, y seis de ellos pasaron por el electroshock, con efectos devastadores en algún caso. La manía tiene también aspectos muy destructivos, que no pueden desdeñarse; hay gente que acaba suicidándose. En ocasiones, el maníaco, poeta o pintor, presenta algo a contracorriente de lo que se está haciendo en la sociedad, y eso trae a veces reacciones negativas o de cerrazón o de no recepción, lo que ahonda y profundiza mucho la soledad del artista. Si Van Gogh hubiera sido reconocido como fue más tarde, quién sabe si se hubiera cortado la oreja.
–Da la impresión de que la lectura de su obra, es decir, el alcance o la hondura de lo que usted propone y argumenta no está –no ha estado– a la altura de lo que esperaba. En Noticias..., se vislumbra, incluso, cierto desánimo por la falta de interlocutores con su mismo fervor.
–Efectivamente, eso es cierto. Me refiero, sobre todo, a Etimología de las pasiones. Sé que Etimología se lee y se aprecia mucho, pero yo no tuve dialogantes al nivel de lo que hubiera esperado. Pensé que había, acá, un grupo subterráneo, que podía sentirse interpelado por lo que yo proponía, por el tema en el que yo avanzaba. Supuse que ese libro iba a provocar intereses en el ambiente psicoanalítico, y no fue así o, por lo menos, yo no lo sentí así. Me encontré con cierto desinterés y, a veces, con comentarios desacertados. Me han dicho, por ejemplo, que lo que yo decía ya lo había dicho Freud, y eso es falso. También debo decir que fui un poco malcriada: sin bien Etimología de las pasiones lleva mi firma, yo no trabajé sola, sino con Miguel Mascialino, un compañero de estudio en este terreno. También estaba Héctor Zimmerman, que era químico de profesión y, al mismo tiempo, alguien que tenía un olfato literario-lingüístico muy desarrollado. Y Luis Kancyper, un gran amigo, un gran psicoanalista, un hombre de una gran carrera internacional, a quien le interesaba muchísimo la cuestión etimológica. Desgraciadamente, murió muy joven. Los cuatro nos reuníamos casi todas las semanas. Éramos “Los egrégoros”, así nos llamábamos. Todos nos respondíamos y todos nos preguntábamos; era un grupo muy lindo, diverso. Después, se fueron muriendo uno tras otro, y el grupo desapareció.
En este Bordelois rescata el destino peregrinante que la llevó de la pradera bonaerense a la capital argentina para depositarla luego en París, más tarde en Boston y por último, en Ámsterdam
En su amplio y antiguo departamento ubicado en la ciudad de Buenos Aires, Ivonne Bordelois asegura que conserva las notas, los archivos: “pero nunca más conseguí esa interacción tan nutritiva, tan inspirante. Y el trabajo etimológico no es un trabajo que pueda hacerse en soledad. Se necesita un poco de respaldo, y yo no pude recuperar eso. También pensé que iba a haber más respuesta espontánea. Y lo cierto es que no hubo, no la hubo prácticamente. Supuse que la propuesta iba a ser como un remezón grande, porque cuestiono muchas cosas. Cuando digo que la raíz de orgía y de orgasmo se relaciona con la de orgullo, una puerta se abre interiormente en nosotros. O cuando argumento que etimológicamente el sexo tiene que ver con la ira y la locura antes que con el amor, y que el amor se relaciona con la maternidad antes que con la pareja, sucede lo mismo: una puerta se abre interiormente en nosotros y ya no puede cerrarse. Yo espero que esta sea una visión en cierto modo profética que prenda con el tiempo y que la gente se dé cuenta de que uno entiende mejor y disfruta más de la lengua si conoce esos avatares tan raros que atraviesan las palabras”.
“En el poema, la linealidad se tuerce –escribe–, vuelve sobre sus pasos, serpea: la línea recta cesa de ser el arquetipo en favor del círculo y la espiral […] La poesía pone entre paréntesis a la comunicación como el erotismo a la reproducción”.
–Lo que usted menciona sobre el sexo y el amor nos recuerda a La llama doble, el genial ensayo de Octavio Paz. El autor mexicano –ganador del Premio Nobel– dice que la relación entre erotismo y poesía es tal que puede decirse, sin afectación, que el primero es una poética corporal y que la segunda es una erótica verbal. ¿Podríamos encontrar conexiones o unidades de sentido entre erotismo y poesía desde el punto de vista etimológico?
–Bueno, usted me preguntó esto antes de este encuentro, y yo, apoyándome vilmente en Wikipedia, puedo contestar ahora que, en la mitología griega, Erató (“La amable” o “La amorosa”) es la musa de la poesía, especialmente de lo amoroso. Según escribe Apolonio de Rodas en el tercer libro de Las Argonáuticas, su nombre tiene la misma raíz que Eros. La poesía es, en verdad, la fiesta del lenguaje, según la mitología griega. Eros es el niño hambriento que nace de una madre carenciada en el jardín donde se celebra la fiesta de Afrodita. El amor de Eros se orienta a la belleza, que es también la finalidad de la poesía cuando intenta reinventar un lenguaje librado de ataduras cotidianas y devuelve a la palabra su luz original.
–Además de subrayar la necesidad de la vía etimológica, usted también pone sobre la mesa cuestiones de las que generalmente no se habla. Dice: “Hay que estar dispuesto a una firme andanada contra la cultura-ceguera que enterró, vivientes, a los mejores. Propuesta: un libro de crítica literaria que se llame Contralecturas”. O “Me gustaría proyectar una historia de la mejor literatura argentina desconocida”.
–Entiendo que la decadencia de la literatura se origina, en parte, en las presiones de las grandes editoriales que monopolizan el mercado. Por eso, sería necesario trastornar el canon y mostrar, junto con los desniveles de los grandes maestros, las perlas ignoradas de los escritores desconocidos. Lo digo en mi libro. Pensando en lo curiosos que son ciertos silenciamientos, trato de recordar los que más me han impresionado: el de Simone Weil, el de Kafka, el de Miguel Hernández, especialmente mientras vivían. Entre nosotros, en cierta medida, el de Banchs, el de Biagioni, el de Violeta Parra. Macedonio Fernández, Calvetti y Barbieri también son relativamente “infames” desde el punto de vista del mundanal ruido. Y entre los novelistas, más que Tizón, Saer, Aira, Di Benedetto o Fresán, a mí me gusta, por ejemplo, Rodrigué, de quien nadie habla, como si su nombre estuviera prohibido. A veces me pregunto: “¿Qué es lo que más pervierte o corrompe a una literatura: los infames maravillosos o los famosos mediocres?”.
Uno de los capítulos de Noticias de lo indecible se titula “Magias”. Ivonne dice haber pasado por sucesos verdaderos que resultan inverosímiles. Se refiere al azar, a ciertas coincidencias inexplicables e incluso menciona haber recurrido a una vidente, quien le vaticinó que pertenecía al mundo de las palabras y que las palabras permanecerían con ella hasta el fin de sus días.
–¿Cómo se explican, en su caso, estas magias que se le han presentado a cada vuelta del camino?
–En efecto, ha habido en mi vida algunos episodios y coincidencias inexplicables. Por ejemplo, una suerte de rapto telepático en el MIT que me permitió sobrevivir a uno de los mayores riesgos de mi carrera. El punto aquí es el desinterés con que este tipo de acontecimientos se contemplan desde el racionalismo que impera en la epistemología contemporánea, impermeable a lo que podrían llamarse las embestidas de lo desconocido.
Ivonne Bordelois considera que la falta de una política esclarecida sobre la eutanasia es prueba patente de los miedos y limitaciones de los grupos llamados progresistas con respecto a la vejez
En “Tan callando”, el último capítulo de Noticias..., hay una clara celebración de la vejez: «Vejez es el placer enorme de pararse ante una vidriera llena de libros y pensar: “Ahora ya no me engañan más”; y entrar a un lugar de luces, con toda gente interesante y elegante, y sentir: “Ahora ya no me engañan más”. Y ver el sol que se pone y decir: “Ese sí que nunca me ha engañado”». Aun así, hay también pasajes en los que esta etapa de la vida se presenta con todo su peso y su amenaza: “La vejez es saberse no deseable. Una cuchillada en la conciencia del todavía deseante. Nada más ridículamente trágico que un cuerpo deseante e indeseable, nada más trágicamente ridículo”.
–¿Podríamos ahondar en esta ironía vital?
–El mandato de la felicidad, que tanta infelicidad promueve, obliga a la sociedad a presentar versiones edulcoradas de la vejez y modelos irreales de comportamiento y recepción de las ancianidades a nuestro alrededor. La falta de una política esclarecida sobre la eutanasia es prueba patente de los miedos y limitaciones de los grupos llamados progresistas con respecto a la vejez y a la muerte, en el fondo temas tabú de nuestra cultura irremediablemente hedonista. Y bueno, uno siempre tiene por dentro como un manantial que se sitúa en los treinta años y por fuera una especie de cáscara de Matusalén. Hay que guardar las dos cosas. No se puede esconder la cáscara y tampoco se puede apagar la fuente, esa agua fresca que corre por dentro y que, por suerte, todavía está preservada.
–A propósito de esa “cáscara”, al leer su poema “Torre de huesos”, el lector se siente ante una vieja montaña desmoronándose. Sin embargo, cuando la escuchamos, la sensación es radicalmente opuesta. Su voz está entera, y es clara, lúcida. Como pregunta final, ¿no cree usted que esa voz merece, al igual que el cuerpo, un poema?
-Es una misericordiosa sugerencia que no estoy segura de poder satisfacer. Hay ráfagas de energía que todavía me habitan, pero el bosque de metáforas, los relámpagos de intuición, las memorias significativas que antes solían aparecer en mis recorridas mentales parecen irse desvaneciendo, y nada sería más torpe que forzarlos. Rabindranath Tagore dijo algo al respecto: “Todavía continúo realizando mi trabajo, aunque sé que una buena parte de la sabiduría de vivir consiste en saber apagar a tiempo la luz de la vida y deslizarse suavemente en el silencio de sus estrellas”.

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