sábado, 27 de julio de 2024

HISTORIA DEL ARTE



Dirección: Herrera 1445, C1295 Cdad. Autónoma de Buenos Aires
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El escultor Julio Pérez Sanz nos recibe en su sorprendente casa-taller en Barracas
Este multiespacio hecho a la medida de su vocación y su pasión por la naturaleza es una tarea de veinte años que el artista continúa con paciencia artesanal.
Lucía Benegas Lucrecia Álvarez
“La verdad es que las cosas que tenemos nos tienen ellas también a nosotros en contrapartida: lo que poseemos nos posee”. La cita de Ética para Amador, del escritor vasco Fernando Savater, le viene bien al escultor Julio Pérez Sanz para explicar su vínculo con los objetos. Formado en artes plásticas y arquitectura, su nombre es marca registrada en piezas únicas hechas de plata, alpaca y cuero. Es más, alguna joya nacida en este caserón de Barracas viajó muy lejos hasta rodear los rostros de Lady Gaga y de la reina Máxima de Holanda.
En torno a la mesa hecha con un gigantesco bloque de madera, un Bergère heredado, el par de sillas que quedó en la propiedad de la esquina (incorporada en una ampliación) y el sillón de madera que vino de su casa natal
Julio es de Adrogué y, después de tres décadas en Rosario, volvió a Buenos Aires para instalarse en esta casa-taller-estudio que es punto de encuentro de colegas y coleccionistas. No es para menos: además de las obras y las minuciosas descripciones de su autor, aquí hay una multitud de muebles y objetos que cautivan a quien atraviesa el portón de la entrada.
"Me atrae profundamente la luz, por eso he sido escultor."
Julio Pérez Sanz, artista y dueño de casa
En los 2000 el artista desembarcó en esta propiedad que va completando "como un rompecabezas", con muebles y materiales que llegan de distintas partes del país.
Las cosas tienen movimiento
Cada tanto, el dueño de casa vuelve al libro Ética para amador para animar una relación diferente con el mundo material (“Nada puede dar más de lo que es”), y así explicar aquello que no hace falta escindir: su arte, sus cosas, su hogar.
Lámpara colgante de inspiración chinoiserie, con campanas y badajos como “llamadores de buena onda”. Comedor o estudio, los ambientes son indistintos para este creador: “Me ubico según la tarea" comparte.
"Soy un enamorado de los objetos y se me pegan. A este lugar lo armé con los elementos que fueron apareciendo a lo largo de los años. Lo importante es poder compartir lo que tengo"
Julio Pérez Sanz, artista y dueño de casa
Mates en alpaca y cuero, una de las especialidades de la casa, disponibles en el local de la calle Posadas. La alzada de la cocina vino de Rosario, hallazgo de un marmolero que trabaja con demoliciones.
Entre la desmesura y la síntesis
“Es como al revés del pepino”, así remata Julio la contradicción entre su gusto por el minimalismo y la felicidad que le produce este entorno prolífico de casa-taller donde encontró lo que buscaba desde hacía años: ahorrar tiempo.
Como guardianes de la entrada, dos aisladores de una antigua usina hallados en Rosario. El bosque metálico fue una instalación para un restaurante y, cuando cerró, volvió a manos de su autor.
Para conseguir una alternativa más económica que las de PVC, Julio se subió a un camión con el ingeniero a cargo de la reforma, Rodolfo Solgaray, y fueron levantando puertas y ventanas por los pueblos camino a San Nicolás.
Con el taller en planta baja, la casa propiamente dicha se desarrolla en altura: el piso es la misma losa alisada.
Luz interior
“No tengo muros en el dormitorio: es todo aberturas, porque me gusta mucho cómo reflejan los diferentes elementos. Me da la sensación de que el techo son los árboles”, comparte el artista.
Junto a la cama de madera, una vitrina de bronce, que durante mucho tiempo fue exhibidor en el local que Pérez Sanz tuvo en Nueva York y que hoy se usa como mesa de luz.
La batea de madera ‘Cachavacha’ antecede al baño de la suite y tiene de fondo el singular jardín en altura
Rodea la suite un espacio exterior con canteros que se poblaron generosamente. “Es como salir a la jungla”, describe el anfitrión sobre este lugar, al que llama “el VIP”.
Un banco que llegó desde la casa donde nació Julio, junto con otro igual ubicado en el comedor, invita a disfrutar el entorno verde y la vista de la plaza.
El mural que reviste la persiana del inmenso atelier es obra de un amigo, el artista francés Mast Cora: “Fue un regalo que me hizo luego de haber vivido un tiempo en casa”, comparte Julio.
La artista Josefina Robirosa fue el nexo con este lugar, que había sido taller de Jorge Michel y de Pablo Larreta. Unos años más tarde, pudo comprar la propiedad contigua y ganar espacio verde.

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